miércoles, 28 de abril de 2010

Felicidades Doe

Cuando chico, pocas fueron las conmemoraciones festivas que giraron en torno a mi pequeña persona; tan sólo recuerdo una comunión con chocolate y bizcochos compartida con una de las “Puris” de la familia, la de mi tío Antonio, celebrada en la calle “las chozas”; eran otros tiempos y unas circunstancias especiales.

Por eso, cuando se acercaban las fechas de mi cumpleaños, siendo yo por lo normal muy nervioso, llegaban a alterarme en demasía. Nunca, al menos de chico, llegué a celebrar mi cumpleaños, bastante tenía mi abuela Pura con llevar a sus muchos años una casa y ayudar en un negocio. Tampoco tuve regalos de cumpleaños, en todo caso unas pesetas que me daba mi abuela Manuela, a hurtadillas de la mirada del abuelo y con la sempiterna recomendación de “para el cine”, y una magdalena de concha, de Bimbo, de las que guardada en la alacena, bajo la escalera de la cámara. Por cierto, un lugar para mí asombroso que la abuela cuidaba con mucho mimo.

Era por esto que, en esos días, desde que era el cumpleaños del “Paqui”, a primeros de los abriles, contaba los días que restaban para que lo fuera de “Doe”. Yo no celebraba mi aniversario, pero estaba invitado al de mi buen amigo, un día después del mío. Una mesa que se alargaba frente a la puerta del salón, dando la espalda a los balcones, unos sofás a nuestra izquierda y a la derecha la sempiterna estantería, con libros, ¡que extraño! Y yo siempre sentado, callado, frente al reloj de cuco con el que llegue a identificar la casa de mi amigo.

Creo que esa imagen, que estará grabada en mi mente hasta la eternidad, fue mi mejor regalo de cumpleaños, aunque siempre llegara el día después. Así que hoy me toca adelantarme, felicidades Doe y ánimo que sólo son cuarenta y tres.


lunes, 26 de abril de 2010

La Red Patrimonia

Dejo el borrador de guión de un video promocional de la Red Patrimonia en el que he colaborado:
"El sol, la montaña, el agua… y el hombre han ido tallando en Andalucía pequeños rincones llenos de magia que desde muy pronto han mostrado las huellas de sus creencias, miedos, esperanzas, formas de vida y muerte...

Ya desde antiguo el hombre fue moldeando unos paisajes culturales donde la naturaleza, eternamente cautivadora, se fundió en un abrazo con la obra de los hombres.

Cazador, pastor y hortelano; nómada y constructor de ciudades alzadas bajo la escuadra y el cartabón; guerrero, minero y hombre de ciencia;… fue sumando conocimientos y edificando pequeños hitos culturales que le han permitido forjar un presente y un futuro con los pilares bien enraizados en la tradición.

Municipios unidos por un pasado cultural común que ha sido acunado por el trasiego de la historia, ofrecen hoy una experiencia singular...

“Pequeñas Ciudades, Grandes Emociones”: Red Patrimonia.

La Red Patrimonia agrupa a 22 experiencias municipales repartidas por seis provincias de Andalucía, desde oriente a occidente; salpicando desde la alta montaña de Sierra Nevada a las campiñas cordobesas; desde las sierras béticas a los escalones de Sierra Morena; núcleos de población pequeños con un gran corazón monumental y etnográfico que motea un excelente territorio natural.

Este programa es el resultado de un gran esfuerzo global de municipios, diputaciones y la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte, por promover el desarrollo sostenible en un destino turístico de calidad.

Recuperar la esencia monumental de los cascos históricos y la arquitectura tradicional, es la piedra angular de este programa de revitalización de Conjuntos Históricos de Andalucía.

La Red Patrimonia profundiza en lo más recóndito de estos pequeños-grandes hitos culturales para sacar de sus entrañas experiencias únicas que son fruto de un “paisaje cultural” excelente.

Pero el carácter excepcional de la cultura de estos pueblos no es ajena al territorio que la cobija. Es una tierra de multitud de colores que se van marcando en nuestra retina al mismo ritmo que se suceden las estaciones.

La alta montaña alpujarreña y velezana blanquea sus afilados picos en el horizonte antes de inundar de verde el réquiem primaveral. La Sierra de Castril, cara oculta de la reconocida Cazorla, va hilvanando frescor al son de su eje hídrico. El agreste pellejo de Sierra Morena oculta su bien más preciado: la explosión de color de su primavera que otea desde las alturas una campiña hilvanada de olivos.

La plácida penillanura pedrocheña simula ser trazo cartográfico dibujado por el tiralíneas pétreo de sus cañadas ganaderas. La Sierra Norte de Sevilla, moteada de excepcionales paisajes mineros, hilos de agua ocultos entre vergeles vegetales y viñedos históricos, se eleva sobre la cuenca del Guadalquivir hasta dar paso a la Meseta Finalmente, la Sierra de Aracena va marcando el ocaso solar sobre una sucesión de altivas alcazabas que se asoman entre castaños y alcornoques que ocultan las setas más sabrosas.

Nunca hubo lugar al capricho en la elevación de nuestros pueblos. En todo tiempo fue el encanto del lugar y el devenir de la obra de los hombres el principal argumento para trazar nuestras calles.

Enraizados en la más honda cultura constructiva mediterránea (Edad del Bronce), los pueblos del Barranco del Poqueira escalonaron sus casas de techos planos y pizarra, crearon callejas estrechas y laberínticas por las que el agua discurre a su antojo,… crearon núcleos urbanos tan integrados en la tierra que los cobija que simulan ser prolongaciones de la misma roca.

Pero, la mayor de las veces, nuestros núcleos urbanos son ahijados de etapas marcadas por la guerra y el control de los caminos. Empinadas calles aprietan sus casas contra una atalaya que se alza majestuosa sobre un río, un paso, un camino, un puente,…, a modo de eterno otero.

Carlos III nos trajo con la Ilustración un nuevo concepto de ciudad racional, formando un trazado rectilíneo cuyas manzanas de viviendas son la prolongación natural de las parcelas agrarias.

Fue el devenir cotidiano de los hombres quien dotó de pequeñas joyas arqueológicas y monumentales los trazados viarios de nuestros pueblos y sus entornos más inmediatos.

El poder vino a expresarse mediante castillos, alcazabas y cartujas; casas del Consistorio, tercias y pósitos; casonas de labor y palacetes; grandes obras públicas y edificios de carácter sacro que vinieron a erigirse sobre los cimientos de viejas mezquitas musulmanas; …

Pero el quehacer diario y la prosperidad, con la calma, vinieron a adueñarse de la cotidianidad: poblados de raíz minera y manufacturas vidrieras; zahúrdas, cañadas ganaderas de la Mesta, torrucas y majadas merinas; patios de armas mudados en cosos taurinos; molinas, aceñas, cortijos y almazaras de aceite; tribunas vitivinícolas y hasta molinos de viento al uso manchego vinieron a adueñarse de la vida monumental de nuestros pueblos.

Y como una constante, el agua siempre presente como hilo que dota de vida a los pueblos de la Red Patrimonia.

Unas veces asume su papel como constructor de relieves, ya sea modelando atractivos paisajes u hoyando las entrañas de la tierra formando rincones mágicos.

Otras, se deja conducir como hilo de vida a través de acequias y minas de agua para asomar mansa en fuentes, alcubillas, caños y lavaderos refrescando calles, plazas y lugares de mágicas leyendas.

Las más aparece embalsada siendo escenario potencial de un importante abanico de actividades al aire libre.

Pero nuestros pueblos, elevados sobre piedra, no dejan de mirar a la fértil tierra que los circunda como la más gratificante alacena.

Son nuestras sierras y campiñas inmensas bodegas de aceite, añejas barricas de vinos y anisados, excepcionales tahonas de panes y dulzainas, espléndidas dehesas de jamones, embutidos y quesos, grandes cotos de carnes de monte, … y la mejor huerta.

Así son los pueblos de la Red Patrimonia

Pequeños conjuntos artísticos nacidos al amparo de la más generosa naturaleza, donde cada día es una sensación y el visitante es un miembro activo de ese quehacer cultural cotidiano.

Pero nuestros pueblos no viven anclados en la memoria. Una buena red de puntos de información turística y el portal de la Red Patrimonia le avanzan toda la información necesaria:

Museos y centros de interpretación arraigados a nuestra tierra y dotados de las últimas tecnologías y la mejor atención humana…

Tradiciones con raíz, fiestas populares, romerías con atrezzo en el mejor escenario natural y mercados artesanales a la vera de castillos medievales…

El paisaje como escenario de las actividades más originales al aire libre…

Una gastronomía argumentada en los productos de la tierra, la caza, los guisos tradicionales y una repostería que tiene como protagonistas la miel, el aceite, la almendra, la canela o la matalahúga.

Y todo ello al amparo de mesones y restaurantes, hoteles y casa rurales que tienen lugar en verdaderos inmuebles catalogados como monumentos históricos.

La Red Patrimonia te ofrece una experiencia única, un conjunto de vivencias singulares nacidas de la memoria cultural y que tienen a sus gentes como principales actores y a ustedes como sus protagonistas.

Conjuntos históricos de la Red Patrimonia de Andalucía. Pequeñas ciudades y grandes emociones."




















viernes, 23 de abril de 2010

El castillo más cerca

Tras la reciente excavación arqueológica del castillo de Baños o Burch al Hammam y la anterior ordenación de la Colección de Epigrafía Árabe de la Real Academia de la Historia (en referencia a la "manida" lapida fundacional), las III Jornadas de Arquitectura Militar "Oretum" celebradas a principios de marzo en Baños de la Encina vinieron a difundir los últimos y novedosos datos referentes al origen del castillo y la antigua y continua ocupación humana del Cerro del Cueto sobre el que éste se eleva.

En este sentido, Sebastián Moya, director de las excavaciones, buen amigo y hermano de uno de esos amigos de los que siempre sabes que están ahí, a tu lado para echarte una mano, siempre, Egidio Moya, me ha hecho llegar un breve documento sobre las conclusiones finales, científicas, a las que ha llegado. En breve intentaré tomar posición

EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL CERRO DEL CUETO. EL CASTILLO DE BURCH AL HAMMAM.

Sebastián R. Moya García.

Debemos comenzar esta ponencia explicando el propio título de ésta. En este título se recoge el trabajo arqueológico real realizado en el interior del Castillo de Burgalimar, que se divide, de forma imaginaria, en dos partes, antes y después de la construcción del castillo: por un lado los resultados de la secuencia arqueológica en el Cerro del Cueto, limitados físicamente por las murallas del castillo, pero esta secuencia debe variar muy poco de la real de todo el cerro; por otro lado, la continuidad de esa secuencia arqueológica en el cerro desde época medieval, marcada por la historia del Castillo de Burgalimar.

La ponencia que hoy presento se ordena en tres apartados:

1º Datos históricos y obras previas a este proyecto de 2007-2009. En este apartado resumiremos toda la información conocida sobre el Cerro del Cueto y el Castillo de Burgalimar anterior al proyecto de excavación y drenaje desarrollado entre octubre de 2007 y abril de 2009.

2º Objetivos y planteamiento del proyecto 2007-2009. En la segunda parte de la ponencia expondremos los objetivos, planteamiento y procesos de trabajo del proyecto de excavación y drenajes.

3º Resultados arqueológicos de la excavación. En el tercer apartado nos centraremos en los resultados de la excavación arqueológica en extensión o planta del castillo y de las zanjas de drenaje.

DATOS HISTÓRICOS

El medio físico de Baños de la Encina ha favorecido y condicionado los sucesivos asentamientos históricos desde la prehistoria en su comarca, destacando la riqueza minera y su ubicación estratégica en las rutas de comunicación entre Andalucía y la Meseta. Las primeras poblaciones reconocidas en Baños de la Encina son poblaciones que basaban su vida en la caza, a las que pertenecen las varias muestras de pinturas rupestres que se localizan al norte del término. Estas comunidades pronto sumaron a la caza, su medio principal de subsistencia, la primera domesticación animal y vegetal. Pero será en el segundo milenio a.C. cuando el medio de Baños de la Encina nos muestre su primera ocupación de importancia, ligada al auge de la minería del cobre y después del bronce, surgiendo una verdadera estructura de Estado alrededor de poblados como Peñalosa y la Verónica. Es en estos momentos cuando el cerro del Cueto, donde se levanta el castillo de Burgalimar, recibe el primer asentamiento humano reconocido, hasta el desarrollo del proyecto de excavación y drenaje 2007-2009.

Este interés por los filones mineros de la zona continuaría con los contactos entre Cartago y los íberos y el posterior dominio romano, interesados por la riqueza en plata. El declive del Imperio Romano marcó el de la minería, por lo que los siguientes asentamientos reconocidos de nuestra era están relacionados con la explotación de la agricultura, como es el caso de la “villa” de la Virgen de la Encina, que se excavó parcialmente en los años 80 y a principios de los 90. Desde la Edad Media la historia principal del término de Baños de la Encina se centra en el cerro del Cueto y especialmente en su castillo. En estos momentos la situación privilegiada de domino visual y control de los pasos entre Andalucía y la Meseta, marcan la vida en el cerro del Cueto y le conceden la importancia que merece el castillo de Bury o Burch Al-Hammam. Fue en 1225 cuando Fernando III de Castilla conquistó la villa de Baños y se multiplicó el uso del paso a sus pies como vía de comunicación y posta, pasando a convertirse en zona ganadera de tipo castellano. Los enfrentamientos del siglo XV entre el Condestable del rey Enrique IV y los maestres de Calatrava y Santiago hacen perder a la villa su carácter musulmán y se van castellanizando sus calles y casas.

En los siglos XVII e inicios del XVIII surge un nuevo renacer alrededor de la explotación agrícola, ganadera y de las canteras de arenisca. Es el momento de la expansión del casco urbano, que ocupa las terrazas de los huertos. El declive de Baños de la Encina se inicia en 1767 con el proyecto de las “Nuevas Poblaciones de Sierra Morena”, que reducirá el término de Baños a la mitad. Y continúa con las Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz de mediados del siglo XIX. El último resurgir minero del término de Baños es en el pasado siglo XX y ligado al plomo, sobre todo en la zona de El Centenillo.

El castillo de Burgalimar fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional el 5 de junio de 1931. Además la localidad de Baños es Conjunto Histórico Artístico desde 1969. El nombre de Burgalimar proviene del original musulmán Burch o Bury al Hammam, que traducido significa “castillo de Baños”, pues existen gran abundancia de fuentes y pozos en la zona. El castillo de Burch al Hammam se ha fechado tradicionalmente en el 968 d.C., en el período califal, siguiendo una política de reforzamiento del poder central de Córdoba por Alhakam II. La villa de Baños de la Encina aparece por primera vez en las crónicas cristianas en 1147, por la conquista de Alfonso VII y en 1155 se le otorga al Abdelaiz de Baeza por su vasallaje al rey castellano. Es conquistado y reconquistado varias veces hasta su definitiva conquista por Fernando III. Parece mantener su carácter militar hasta el siglo XVII, pues contaba hasta ese momento con alcaide y guarnición. Para convertirse a finales del siglo XIX y hasta 1928, tras un largo abandono, en cementerio de la localidad, utilizando el interior de las torres como criptas familiares y adosando los nichos a las murallas.

Tiene planta de barco y el material utilizado para su construcción es la “tabiyya”, hormigón de arena, abundante cal y piedras menudas; la decoración es de ataurique, de la que se conservan escasos restos. Tiene unas dimensiones aproximadas de 100x46 m. y cuenta con 14 torreones y la Torre del Homenaje. Esta torre o “Almena Gorda” se encuentra al noreste del castillo y está realizada en mampostería irregular de estilo gótico y semicilíndrica por el exterior. En época cristiana se realizó una modificación, realizando un alcazarejo con un torreón interior, ahora desmochado.

RELACIÓN DE OBRAS PREVIAS

- Extracción de inhumaciones a mediados de los 50.
- En 1965 se realizaron obras de restauración consistentes en la consolidación de almenas y recalce exterior de la muralla y torres. Extracción de inhumaciones.
- En 1987 se realizan obras de reparación de la cubierta de la Torre del Homenaje y de la fisura de la muralla en la parte interior en el encuentro con el muro del antiguo alcazarejo.
- A finales de los 80 del siglo XX se realizó una intervención arqueológica al exterior del castillo como apoyo a las obras de acondicionamiento y remoción de tierras que se realizaron en los alrededores del castillo. En esta actuación se establecieron siete fases que iban desde la Edad del Bronce y una posible ocupación romana a la construcción de la alcazaba y la extensión del casco urbano en los exteriores del castillo.
- En 1998 se realizan obras de emergencia para reparar la cubierta y algunas zonas de los muros de la Torre del Homenaje, se realizan nuevas cubiertas del resto de los torreones y se reparan y sanean los muros de mampostería de la entrada del castillo.
- En 2002 se realiza la actuación arqueológica de urgencia con dos sondeos, junto al torreón sur y en uno de los paños del lado oeste del castillo.
- En 2003 se ejecuta levantamiento planimétrico y fotográfico de todo el conjunto.

PROYECTO DE EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA Y DRENAJES

Objetivos de la Actuación:

La actuación arqueológica puntual que realizamos, entre los meses de octubre de 2007 y septiembre de 2008, forma parte del “Proyecto de excavación y drenaje del Patio de Armas del Castillo de Burgalimar, Baños de la Encina (Jaén)”, de D. Enrique Venegas Medina, aprobado por resolución de la Dirección General de Bienes Culturales con fecha siete de noviembre de 2006 y promovido por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

El proyecto “Actuación arqueológica puntual en el castillo Burgalimar de Baños de la Encina (Jaén), 2007” tiene como objetivo principal apoyar y complementar la intervención de excavación y drenaje del citado proyecto, para luchar contra el progresivo agrietamiento de su lienzo. Estos procesos de agrietamiento en los lienzos y torreones del castillo se han producido por la presión interna que ejercen los rellenos, debido a la falta de drenaje de las aguas, y por la filtración de aguas en el conglomerado del que están hechos lienzos y torreones; sobre todo en las partes más débiles de la estructura, como juntas de almenas, saeteras, juntas de torres, etc.

Esta actuación arqueológica tuvo como finalidad principal excavar el mayor volumen posible de rellenos en todo el espacio interior del castillo, reduciendo la presión ejercida de éstos sobre los lienzos. Al mismo tiempo hemos perseguido obtener otros cuatro objetivos que se suman al principal ya definido:

1º. Exhumar completamente el cementerio en la planta del castillo, quedando pendiente de exhumación los torreones, que no son objetivo de este proyecto, pero lo serán de los próximos proyectos de Diputación Provincial y Dirección General de Bienes Culturales.

2º. Descubrir una importante planta de estructuras medievales en el interior del castillo, que se ha documentado, recuperado e integrado, en parte, al resto del espacio monumental.

3º. Aclarar las dudas sobre la secuencia arqueológica-histórica del Cerro del Cueto.

4º El análisis y estudio de las nuevas áreas arqueológicas del cerro del Cueto en el interior de la fortaleza de Baños de la Encina, que se han sumado a las ya conocidas en la fase de sondeos en la actuación de noviembre de 2002 y en la excavación de urgencia de 1988, dirigida por Concha Choclán y Juan C. Castillo. Estos avances en los estudios han revertido en una mayor protección, conservación y difusión del Patrimonio de Baños de la Encina.

Éste ha sido el orden de prioridad en nuestros objetivos marcados, el descrito más arriba.

Planteamiento de la Excavación:

El proceso de excavación que más adelante comentamos se ha ordenado partiendo de dos ejes de coordenadas cartesianas a lo largo de los cuales se han establecido las áreas de excavación, utilizando los mismos ejes planteados en la actuación de noviembre de 2002. Se recogen profundidades absolutas en base a un punto “A”, que se encuentra a una altura de 439,00 m. sobre el nivel del mar, también establecido en la excavación de noviembre de 2002. Este se situó en la actuación arqueológica de urgencia de 2002 en uno de los sillares superiores del torreón que se conserva del alcazarejo interno del castillo, utilizándolo nuevamente de referencia.

En la actuación arqueológica en el Castillo de Baños de la Encina se ha realizado la excavación de todo el espacio interior del castillo. El objetivo ha consistido en eliminar una potencia media de dos metros de rellenos, principalmente, del cementerio municipal y de rellenos arqueológicos, fijando el nivel de base que hemos conservado en los niveles estructurales Almohades. En la excavación arqueológica hemos diferenciado tres fases caracterizadas por la utilización de distintas metodología arqueológica y medios de excavación:

1º. Un primer proceso de excavación enfocado a la exhumación completa de los niveles no arqueológicos, que, posiblemente, han sido del 80% de los que se han excavado en esta actuación arqueológica. Estos rellenos no arqueológicos están compuestos por los niveles acumulados durante el uso del castillo de Burgalimar como cementerio municipal y usos posteriores a su desmantelamiento. En la exhumación de estos rellenos los medios de excavación han sido mecánicos y manuales. Los medios mecánicos utilizados han consistido en una miniexcavadora (o vulgarmente “ratona”), con cazo de 40 cms. y cazo de limpieza, y un dumper y un tractor con remolque para el traslado de los rellenos.

En esta primera fase de la excavación se ha extraído una media de 1 metro en casi todo el espacio del castillo. Pero en muchas áreas nos hemos visto obligados a llegar a profundidades que superaban los dos e incluso tres metros, lo que ya se desprendía de los resultados obtenidos en la actuación de noviembre de 2002, para así exhumar todas las inhumaciones existentes en la planta del castillo. Esto ha obligado a posteriores rellenos en muchas zonas con tierras limpias de la misma excavación, allí donde la profundidad ha sido mayor que la general conservada para todo el castillo o para ese espacio concreto. En algunos espacios no habremos alcanzado los derrumbes medievales, por no verse afectados por el cementerio, pero en la mayor parte faltan los pavimentos medievales y están arrasados sus muros. Los restos estructurales y materiales de los períodos anteriores a la ocupación medieval musulmana están muy afectados o han desaparecido, pero en este caso, principalmente, debido al primer asentamiento medieval musulmán y sobre todo a la construcción del castillo de Burgalimar.

La metodología de excavación en esta primera fase ha consistido en la realización de un seguimiento arqueológico de la extracción de los niveles no arqueológicos, ordenado siguiendo el planteamiento de las áreas arqueológicas definidas en el plano 4, estableciendo perfiles longitudinales y transversales para su documentación. La organización de la excavación se estructuró en áreas arqueológicas que iniciaron su numeración por la número 3, respetando las ya designadas como sondeos arqueológicos 1 y 2 en la actuación arqueológica de urgencia de noviembre de 2002, sondeos que ahora quedan incluidos en las áreas 4 y 19 respectivamente.

Los peones apartaron los restos conservados de las inhumaciones para su transporte en sacas de plástico y su inhumación definitiva en una fosa común del actual cementerio municipal, como ya se realizó en la actuación de noviembre de 2002. La situación de abandono de las inhumaciones del Castillo de Burgalimar hizo imposible el reconocimiento de la identidad de las inhumaciones, por ello consideramos que la decisión más acertada era la inhumación definitiva en una fosa común reconocida en el actual cementerio municipal, como restos del antiguo cementerio del Castillo de Burgalimar.

2º. La segunda fase del proceso de excavación en el Castillo de Burgalimar se realizó por medios manuales por una cuadrilla de quince peones y la dirección técnica de dos técnicos en arqueología. La organización de la excavación en esta segunda fase se estructuró en las mismas áreas arqueológicas definidas en la primera fase. Estas áreas de excavación, a diferencia de los sondeos excavados en noviembre de 2002, no buscaron obtener una secuencia estratigráfica completa en el cerro del Cueto, si no la eliminación de un importante relleno de unos dos metros de potencia que ejercen una fuerte presión sobre el lienzo de muralla.

La excavación se inició en el castillo de Burgalimar en la zona de entrada principal, con la finalidad de facilitar el resto de la actuación arqueológica, pues los previsibles resultados de esta zona de entrada permitieron suavizar la rampa de acceso para la minimáquina excavadora que ha trabajó en la primera fase de trabajo. Esta primera área arqueológica en la zona de entrada al castillo fue la nº3, de las 18 que se establecieron de manera transversal a la planta del castillo. Por lo tanto numeraremos del área 3 al área 20 en esta actuación arqueológica puntual (Plano 4).

3. Fase de drenajes-sondeos. En esta fase hemos trabajado con la misma metodología arqueológica, los mismos medios manuales y el mismo planteamiento que en la primera y segunda fase de excavación. En esta fase decidimos las zonas más apropiadas para situar las salidas de aguas que recogen los drenajes de superficie y soterrados, en este caso buscando las zonas más bajas de la muralla y las pendientes existentes en el perímetro del castillo, que estaban marcadas por los niveles estructurales lindantes con la muralla y por el banco geológico. Allí donde situamos las salidas de aguas realizamos sondeos de 1,00 x 1,00 metros, para ubicar las 5 arquetas principales de drenaje, llegando en algunos hasta el nivel geológico. Se obtuvo así la secuencia estratigráfica completa y se excavó la fosa de fundación de la muralla del castillo de Burgalimar. Una sexta salida principal de drenaje se realiza por la entrada al castillo.

El sistema de drenaje de aguas ha consistido en practicar las zanjas en todo el perímetro del castillo y del alcazarejo. Estas zanjas para el drenaje tenían una anchura de 60 centímetros, que ha variado en sus dimensiones o anchura en casos puntuales, dependiendo de la profundidad que hemos debido excavar para conseguir la pendiente necesaria para obtener la función de drenaje hasta cada salida de agua. En estas salidas se ha colocado una arqueta general de recogida de aguas y se ha practicado una perforación en el banco geológico, por debajo de la muralla, para expulsar las aguas al exterior. Para que los sistemas de drenaje cumplan su función correctamente, se han colocado arquetas de recogida de aguas superficiales a cierta distancia de la muralla, hacia las que se conducirán estas aguas superficiales. Estas arquetas superficiales a la vez se han conectado a las arquetas generales perimetrales. Una vez fabricados y establecidos los drenajes se procedió a su soterramiento con gravas de granulometría gruesa, para seguidamente realizar el compactado de tierras limpias de la misma excavación arqueológica. Sobre éstas tierras, para concluir los trabajos de este proyecto de drenaje, se vertieron y compactó una media de 10 cms. de una mezcla albero y cal, que por su impermeabilidad impide el filtrado de las aguas superficiales.

Resultados de la excavación:

En la definición de los períodos y fases de ocupación en el cerro del Cueto, que vamos a realizar a continuación, contamos con la información de las tres fases de excavación desarrolladas en esta actuación arqueológica puntual, destacando la documentación obtenida en los sondeos hasta el banco geológico, que nos han detallado la secuencia completa del cerro del Cueto y, lo que nos parece más interesante, el momento de construcción del Castillo de Burgalimar. Para apoyar la información obtenida de la excavación arqueológica sobre esta última e interesante cuestión hemos contado con los análisis de C14 realizados a cuatro de las siete muestras, recogidas del lienzo y torreones del castillo.

Edad del Cobre.

La ocupación más antigua registrada en el cerro del Cueto está representada por algunos materiales cerámicos y, sobre todo, por ciertos elementos en piedra pulimentada, como hachas o azuelas, algunas de ellas reutilizadas en las estructuras de inhumación, indicándonos que esta primera ocupación debe fecharse en la Edad del Cobre, en el tercer milenio antes de nuestra era, concretamente en un momento pleno de la Edad del Cobre. De este período destacan algunos elementos característicos de este momento como las conocidas como “placas de arquero” de arcilla, que deberíamos aplicarles el uso como pesos para el telar, las fuentes de paredes abiertas y las fuentes de labio engrosado. Estas fechas se podrían relacionar con la documentación de una hoja de sílex en la Mina del Polígono que quizás podría indicar una temprana explotación del mineral de cobre por parte de poblados como el Castillo de Burgalimar o el Cerro del Tambor próximos a esta mina y en el borde de la Depresión.

Edad del Bronce.

En la actuación arqueológica de urgencia, fase de sondeos de 2002, se registraron algunos materiales de la Edad del Bronce que ahora se confirman con una muestra más amplia de materiales y algunos niveles estructurales simples y residuales, pero de gran entidad. En la mitad sur del Castillo de Burgalimar descubrimos los restos muy afectados, junto al perímetro de la muralla medieval, de un gran muro de casi 1,20 metros, delimitado en sus caras por grandes piedras y con un relleno interno de pequeñas piedras. Asociados a él se recogieron numerosos restos de barro con materia orgánica que formarían parte de las techumbres de las casas de la zona amesetada del cerro, formadas por muros longitudinales, y que ocuparían la totalidad de la parte superior. El recinto amurallado de la Edad del Bronce aparece y desaparece en la mitad sur del castillo muy afectado por el lienzo medieval, pues ambos se construyen siguiendo un alineamiento semejante al utilizar de cimiento el mismo escalón o curva de nivel de la roca geológica.

Este recinto amurallado de la Edad del Bronce debe delimitar la parte alta del asentamiento, que seguiría su extensión urbana al exterior del recinto, como ocurre en Peñalosa, y una muestra de esto lo registramos en la misma actuación con la documentación de un hogar rectangular de arcilla adosado a la cara exterior del recinto y junto a la entrada documentada en el área 9, en la zona oeste del castillo. Esta entrada localizada en la zona noroeste del área 9 es un estrecho pasillo de unos 70 cms., lo que no implica que no existan otros accesos, teniendo en cuenta lo sesgado de lo conservado de este recinto. Las importantes dimensiones mínimas que conocemos, de 35 x 28 metros de este recinto, que delimitaría la zona alta del asentamiento, nos hace pensar que nos encontramos con un poblado de la categoría o entidad de Peñalosa o La Verónica, lo que parece lógico por su inmejorable situación de control visual hacia Sierra Morena y hacia Valle del Guadalquivir.

Entre el material adscribible a esta época se pueden destacar algunos datos interesantes:

- Se documentan la actividad metalúrgica, que relacionaría este poblado con los documentados en la cuenca del río Rumblar. Se han encontrado restos de mineral de cobre, crisoles planos de fundición, una tobera y algunos útiles.

- La actividad textil también está representada, con el registro de un gran número de pesas de telar, de gran tamaño, algo diferentes en dimensiones a las documentadas en Peñalosa. Incluso alguna de ellas presenta tres o cuatro perforaciones, en lugar de dos.

- La cerámica responde a los patrones argáricos: vasos carenados, cuencos semiesféricos y parabólicos, ollas y orzas ovoides con el cuello marcado e impresiones digitales en el borde, superficies bruñidas,...

- En piedra también aparecen útiles característicos del mundo argárico como hachas, azuelas, alisadores y sobre todo en pizarra tapaderas y botones.

- En el sondeo realizado hasta el nivel geológico del área 6 aparece en el perfil sur restos de una inhumación en cista, que aprovecha la roca como límite este y de la que se conservan algunos restos de la inhumación y un ajuar casi nulo.

Toda la información recogida en la excavación indica que nos encontramos con un asentamiento que coincide temporalmente con el de Peñalosa, que se encuentra a escasa distancia y en la misma cola del pantano del Rumblar, en una fase del Bronce Pleno de filiación cultural argárica. Es un asentamiento de las mismas características y debemos considerarlos de la misma estructura político-económico-social.

Período Iberorromano.

Al lado sur del Castillo de Burgalimar descubrimos una gran concentración de recipientes y ollas de almacenaje de época iberorromana, junto al perímetro de la muralla y al gran muro de casi 1,20 metros de la Edad del Bronce, que se pueden fechar desde un Ibérico Pleno hasta un momento republicano romano. La ocupación iberorromana parece concentrarse en el Castillo de Burgalimar en la zona más alta del cerro del Cueto o, lo que es lo mismo, en la mitad sur de Castillo de Burgalimar. El espacio amurallado de la Edad del Bronce fue reutilizado en época Ibérica, como recinto defensivo o como estructura de un asentamiento urbano de mayor tamaño, del que se conserva algún muro longitudinal, restos de pavimento y materiales en deposición primaria en las áreas 7 y 9. Son muros de unos 50 cms. de ancho y de sillarejo irregular mediano y pequeño.

La gran mayoría del material de este momento corresponde a cerámica de almacenaje (ánforas y tinajas), cerámica de cocina (ollas) y cerámica pintada. La cerámica pintada corresponde a una vajilla de prestigio-simbólica, que se asocia a los rituales, y vajilla de mesa. Por este material, parece que se trataría de un ámbito o espacio de almacenamiento y producción de alimentos. En definitiva, el material confirma la existencia de varias fases de ocupación casi ininterrumpidas que se extienden desde el ibérico pleno hasta época romana tardía.

Edificio público Romano.

También en el lado sur del castillo registramos varios restos de época romana. Estos restos recuperados son tres capiteles y un ara fragmentada de una tal “ILICIA”, aparecidos en los niveles afectados por las fosas de inhumación del cementerio municipal o niveles de derrumbe, y parte de una gran escalinata fabricada con grandes sillares unidos por mortero y el trabajo de la roca geológica, cortándola y puliéndola para utilizarla como suelo del edificio. Por otro lado existen registros estructurales romanos secundarios o desplazados, reutilizados en muros y suelos almohades de la trama urbana interior del castillo, encontrando sillares en los muros, especialmente en las esquinas, y losas de gran tamaño en los pavimentos de las calles. Estos datos y otros escasos materiales fechan este edificio público desde el Alto Imperio.

La falta de información en el caso urbano de Baños de la Encina sobre restos estructurales de un asentamiento de época romana, que tampoco aparecieron en las diferentes actuaciones anteriores, ni en la actividad de urgencia de 1988 ni en la de sondeos de 2002, y encontrándonos en la zona más alta del Cerro del Cueto nos hacen pensar que hemos registrado los escasos restos conservados de un tipo de edificio que tiene explicación de manera aislada, sin otros espacios auxiliares o que lo complementen. En esta categoría de edificios y en esta posición privilegiada los que mas se amoldan a estas características y al registro material y estructural recuperado son los santuarios-religiosos o los edificios funerarios.

Período Medieval musulmán.

En la actuación arqueológica de urgencia de 2002, que denominamos fase de sondeos, en el sondeo 2 se excavó la fosa de fundación de la muralla del castillo. El material recogido fue una muestra reducida de un conjunto cerrado, que se podía fechar en época emiral/califal. Pero ante una muestra tan reducida preferíamos reservarnos nuestra opinión definitiva hasta concluir esta nueva actuación arqueológica que ha excavado toda la fosa de fundación del lienzo del castillo. Los materiales recogidos comenzaron a crearnos dudas sobre la fecha de fundación del Castillo de Burgalimar en época emiral/califal, desde que se inició la excavación sistemática del castillo, al ser mayoritarios los materiales almohades. A estas dudas hubo que añadir que no existan referencias veraces en las fuentes escritas del Castillo de Burgalimar desde su supuesta fundación en 968 d.C., siendo habituales estas noticias sobre Baños a partir de mediados del siglo XII. Las primeras referencias escritas sobre la villa de Baños en las crónicas cristianas son de 1147 d.C, por la conquista de Alfonso VII, y 1155 d.C., cuando es otorgada al Abdelaiz de Baeza por su vasallaje al rey castellano. Posteriormente aparece en las fuentes en varias ocasiones, pues la villa de Baños es conquistada y reconquistada en varias ocasiones hasta su definitiva conquista por Fernando III.

Es cierto que en la actuación arqueológica puntual también aparecen algunos materiales más antiguos que se pueden fechar en época emiral y califal, siendo normales los “tornetas”, situación lógica cuando hemos recuperado nuevas lápidas funerarias musulmanas reutilizadas en los muros y suelos, que refrendan la existencia de inhumaciones en las cercanías o en el mismo cerro del Cueto desde al menos 1.029 d.C y hasta principios del siglo XIII. Pero esta información lo único que hace es decirnos que en el cerro del Cueto ya existía poblamiento musulmán y con más seguridad una ocupación militar que reutilizaría los muros y lienzos de momentos históricos anteriores, del Bronce, ibéricos y romanos.

Las cuatro muestras analizadas de C14 nos confirman los datos recogidos en la excavación. Tres de las cuatro muestras analizadas oscilan entre 1.120 y 1.230 d.C. como fechación para la fundación del Castillo de Burgalimar, por lo que debemos considerar almohade su fundación. La cuarta muestra oscila entre el 1.040 y el 1.170 d.C., pero como vemos la mitad del intervalo de la datación que nos ofrece pertenece al período almohade.

Ordenamiento urbano Almohade.

La mayor parte de la trama urbana que registramos en planta se ordena o estructura en época Almohade. Es una estructura urbana que se ordena partiendo desde la muralla del castillo, con muros que parten perpendiculares a ésta y se dibujan también paralelos a ella. Los muros de esta traza urbana son regulares en sus dimensiones, de uno 60 cms., de sillarejo irregular y se caracterizan por reutilizar los materiales de las ocupaciones anteriores. Estos materiales reutilizados también aparecen en los pavimentos o suelos de las calles de la trama urbana, en forma de grandes losas de piedra reutilizadas que se mezclan con empedrados originales.

Con ciertas reservas, por la fuerte afección que muestra, se accede al castillo desde la entrada por una calle en recodo y lindante con la muralla hacia el sur, que después remonta hacia el oeste a la meseta superior, donde se encuentra el aljibe de dos cuerpos con bóveda de medio cañón, y llega hasta la muralla en su sector oeste. Otras dos calles, también afectadas, circulan de sur a norte en el sector norte del castillo y a ambos lados del torreón desmochado del alcazarejo. Seguramente continúan el recorrido de la calle que parte desde la entrada al castillo.

Período Medieval cristiano. Reordenamiento castellano del alcazarejo.

Tras la conquista definitiva de Fernando III de Castilla en 1225 se produce un reordenamiento interno del castillo, que afecta principalmente al sector norte, que consiste en la construcción del alcazarejo y la sustitución de la torre musulmana principal por la actual Almena Gorda. Obras totalmente de sillería irregular del siglo XIII, que parecen reordenar en parte el espacio interno del alcazarejo, pero que reutiliza la estructura urbana almohade.

Este momento histórico es el más afectado por el uso posterior como cementerio municipal y por esto los registros materiales son bastante menores de los que debieron existir en el Castillo de Burgalimar. Entre los materiales de este período destacan las piedras de molino, las grandes tinajas de almacenamiento de vino o aceite que se conservan en alguna bodega, algunas de ellas boca abajo y limpias, preparadas para la campaña de la producción de vino. Además aparecen los habituales componentes de las vajillas de cocina y comunes, y son habituales la recuperación de algunas monedas castellanas del siglo XII en adelante.

El único conjunto o espacio estructural nuevo reconocido, aparte de la misma estructura del alcazarejo, se localiza en el interior de éste, en su esquina este, donde documentamos los restos de un espacio adaptado a la nueva orientación interna que produce el alcazarejo y cuyo último uso debió ser el de almacén-bodega. Este espacio rectangular utiliza como paredes este y sur el mismo lienzo de muralla y el lienzo sureste del alcazarejo, las otras dos estructuras son dos muros de sillarejo irregular.

Época Contemporánea. El cementerio municipal.

Como comentamos anteriormente el 80% de los niveles excavados están afectados por las fosas de inhumación del cementerio municipal y el registro material pertenece a estas inhumaciones y a los períodos de ocupación comentados del cerro del Cueto comentados con anterioridad. En el Castillo de Burgalimar comienza a realizarse enterramientos en la segunda mitad del siglo XIX y los últimos son del año 1928 y los materiales asociados a estas inhumaciones son los habituales en los enterramientos contemporáneos de nuestra cultura, los restos de madera y herrajes de las cajas, de los sudarios y casacas, como botones y hebillas, del calzado,...








miércoles, 21 de abril de 2010

Barranco del Pilarejo

Me traía un poco preocupado el tema de los últimos árboles que sembramos a primeros de marzo en el Pilarejo, detrás de la Granja. Los de otoño iban viento en popa, el invierno de agua no sólo había asegurado la persistencia de los de mayor tamaño, hasta lo más pequeños habían agarrado perfectamente. Todos. Pero, los de primavera, ya era otro cantar.

A los más de 500 árboles que sembramos este pasado otoño, más de treinta de ellos entre los de tamaño grande y mediano (olmos, encinas, alcornoques, robles melojos, coscojas y algarrobos), sumamos a primeros de marzo otros 500. En este caso, llegando también casi a cuarenta los de tamaños grande y mediano, éstos últimos fueron los menos (no nos fiábamos de las lluvias de la primavera). Ahora hubo mayor variedad e introdujimos madroños.

Como no pude participar el día de la repoblación, por encontrarme en las Jornadas de Arquitectura Militar “Oretum” de las que tendré que contar algo, y quedaron árboles sin sembrar, no deje pasar el fin de semana siguiente para echar un rato. Entre la familia de mi buen amigo José Luís y la mía nos sembramos casi ciento cincuenta más entre madroños, mirtos y encinas. Les dimos un riego y, posteriormente, viendo que no venían aguas, José Luís les dio otro. Estas aguas nos han dado un respiro y parece que la nueva plantación puede llegar a buen puerto. Estaremos atentos durante el final de primavera y el próximo estío.

Aunque la Consejería de Medio Ambiente no nos aprobado la subvención que se pidió para hacer de la escombrera del Pilarejo una verdadera área recreativa, al menos si nos ha dado visto bueno al proyecto de actuación. Recoger las aguas del Paseo en una alcubilla para asegurar el riego de las plantas y adecentar la parte inicial de la escombrera, viniendo de la Granja, como zona de estancia de autocaravanas tendrá que esperar; los árboles, las primeras mesas de merienda y la limpieza y recuperación estructural del Pilarejo creo que vamos a ser capaces de realizarlas. El próximo otoño seguimos.

Ahora estamos con el Geosendero de la Pizarrilla, donde ya hemos recuperado el Camino de la Cueva de la Mona, a falta de los bancos y mesas de interpretación, unos llegarán antes que otros; y donde vamos a iniciar el proceso idéntico con el Pozo Nuevo. Aunque se que el camino de la Cueva de la Mona, ya se que su nombre real es de “la niña bonita”, no es el Camino Ancho, que pasa por debajo, por lo que ahora es la carretera de Bailén, creo que a éste, al de “la Mona”, deberíamos darle el de “Ancho”, por no perder un nombre de tanto apego como éste. No nos pase como con “lo negro”, que toda la vida fue, más o menos, “la vuelta la Pera”.

Os dejo a “mis artistas” haciendo hora antes de iniciar la repoblación.





martes, 20 de abril de 2010

La Campiñuela bañusca, un caso de temprano desarrollo del olivar en la provincia de Jaén

En la actualidad, Baños de la Encina, municipio giennense situado en la zona noroccidental de la provincia de Jaén, en la difusa comarca Norte, otrora Sierra Morena, como la mayoría de las localidades coprovincianas tiene como principal pilar económico una agricultura con un marcado carácter laboral estacional, cada vez menos social: la explotación del olivar tradicional y la consecuente transformación en aceite de oliva. La diversidad física de su término municipal (escalón de Sierra Morena) le permite compartir en perfecta integración territorios de campiña y sierra. Este hecho ha favorecido tradicionalmente la presencia de unos sectores socioeconómicos con un marcado carácter cultural y etnográfico, aunque cada vez con menor pujanza y presencia, como son los oficios artesanos, la ganadería trashumante, las labores forestales o las actividades cinegéticas. En la actualidad, la propia decadencia de estas ocupaciones tradicionales ha favorecido la derivación de la población hacia nuevas actividades laborales que, la mayor de las veces, le obliga a desplazamientos diarios/semanales más o menos cortos. Estas nuevas actividades se encuadran en sectores como la construcción, la industria y, aunque con una presencia aún escasa, sobre todo en cuanto a su representación/ubicación física en el municipio, el sector servicios (alimentación, restauración y servicios administrativos). (Foto 1).

Como decíamos, es el sector oleolícola el que mayor presencia tiene en la economía agraria de la provincia de Jaén, es hoy con seguridad el carácter que más la identifica. Pero no siempre fue así, hasta el siglo XIX el olivo es claramente un cultivo complementario en la configuración de un paisaje en el que domina la tierra de calma (siembra de cereal y legumbres). En comarcas como la marteña, en la que este cultivo ha sustentado la economía de los dos últimos siglos, no será hasta iniciado este siglo XIX cuando el olivo muestre una presencia medianamente significativa.

Sin embargo, por motivos y argumentos que intentaremos aclarar en el espacio de este artículo, hay una serie de municipios muy concretos, situados en la franja noroccidental de la provincia, en los que este sector, en siglos anteriores, irá sentando las bases de lo que para la época podemos entender como una primera explotación pseudoindustrial del olivar. Este es el caso del municipio que nos atañe, Baños de la Encina.

Pese al carácter comunal de las tierras adscritas al “término privativo” de la vieja aldea de Baños de la Encina, villa tras la compra del título al rey Felipe IV en 1626, su temprana regulación en manos de una muy reducida oligarquía local que controlaba el concejo aldeano favorece el desarrollo de distintos modelos de explotación agraria claramente complementarios. Factores como la calidad agronómica de las tierras, la abundancia de agua para riego, su ubicación en las inmediaciones del núcleo urbano -Ruedos- o la proximidad al viejo Camino Real de Andalucía por El Puerto del Rey o Camino de Toledo, van a determinar quienes acceden al control de una u otra propiedad, el modelo de cultivo, la producción e incluso el mercado final al que tienen acceso los productos agrícolas obtenidos. Aunque, en realidad, la distinta utilidad agraria del territorio, como ya se ha dicho, es complementaria y parte fundamental de un único proceso económico que acerca a nuestro municipio a la modernidad de aquellos años.

Durante los últimos años de la Baja Edad Media y los primeros de la Modernidad se cimientan las bases políticas, sociales, económicas y territoriales que permiten en Baños, más concretamente en su “Campiñuela”, el temprano desarrollo del cultivo de olivar que ya podemos entender casi como “industrial” y con una producción claramente destinada a mercados internacionales.

En 1225, mediante pacto de mutua ayuda, el reyezuelo moro de Baeza, Al Bayyasi, hace entrega de la plaza de Burgalimar -para otros Burch al Hammam- al joven rey castellano Fernando III, que sería conocido posteriormente como “El Santo”. Por entonces el lugar no es sino un considerable castillo de tapial o “tabiyya” que se eleva sobre bancales agrícolas que escalonan el Cerro del Cueto y reducidas estructuras de materia orgánica (barro y madera) que alternan los usos habitacionales con los agrícolas, y que se asoma desde las más sureñas estribaciones de Sierra Morena sobre el valle del Nacimiento, una antigua fosa marina, con posterioridad denominada Campiñuela, que se alarga hacia el Sur a través del valle del río Guadiel.

De notable calidad agraria, contrariamente a lo que ocurre con la mayoría de las tierras de la agreste Sierra Morena, este territorio, en la primera mitad del siglo XIII, asume un papel destacado en la nueva configuración de los reinos castellanos de Andalucía. Por una parte se configura como avanzadilla sobre la rica vega musulmana del Guadalquivir -hecho que durará escaso tiempo debido a que las conquistas de Fernando III se suceden de manera vertiginosa-; pero serán los dos siguientes factores los que regirán el devenir histórico de este territorio durante todo lo que resta de la Baja Edad Media:

1.- La aldea de “Bannos” se constituye como plaza básica en la protección y abastecimiento del Camino de Andalucía a través del Puerto del Rey. No en vano la propiedad municipal de la Venta de Miranda, antes la de Los Palacios, único punto de aprovisionamiento en el corazón de Sierra Morena, a medio camino entre el Viso del Marqués y el valle del Guadiel, se posiciona como principal posta del Camino. Gestionada por un arrendatario, su abultado alquiler -14.300 reales anuales- le convierte en uno de los más importantes ingresos de las arcas municipales.

2.- Pese a la baja calidad agraria de los suelos serranos, la bondad climática invernal hace de este territorio al sur de Sierra Morena uno de los principales pastaderos de extremo para la oveja merina castellana, verdadero pilar económico de la Castilla bajomedieval. La brusca unión de las estribaciones serranas con el valle de arcillas miocénicas de la Campiñuela engendra los primeros destinos territoriales de esta cañada sin necesidad de penetrar en una serranía aún excesivamente agreste y feraz (la toponimia de algunos de estos parajes nos evidencia su uso ganadero primigenio: Mesto, Majavieja, cerro de la Mesta o Dehesa del Llano).

Junto a estos dos pilares económicos hemos de reconocer un tercero que debía permitir que una numéricamente representativa población arraigase en una tierra nada atrayente debido a su carácter agreste: la concesión, realizada por Fernando III, de un “término privativo” propio gestionado por los pobladores de la entonces aldea dependiente del Concejo de Baeza, bajo cuya jurisdicción recaía. Este hecho, posteriormente ratificado por su hijo Alfonso X y distintos monarcas, entre ellos los propios Reyes Católicos, propiciaba la gestión económica de un territorio, sin cargas económicas, bajo el mando de un muy reducido “concejo aldeano” que en principio encabezaba el propio alcaide del castillo. A Corveras y Carvajales, mandatarios durante las Guerras de “Banderías” acaecidas en las postrimerías de la Edad Media, sucedieron varias ramas familiares que llegaron a estar completamente emparentadas entre si, y que comandaron la Villa ya a lo largo de los siglos XVII y XVIII: Molina de la Zerda, Delgado de Castilla, Zambrana, Salcedo o Galindo.

“In Dey nomine et Ihesus, gracia conocida cosa sea a todos los homes que esta carta vieren, tambien a los que son como a los que seran por venir, como nos el concejo de Baeza damos e otorgamos de nuestras buenas voluntades a vos el concejo de Vaños por termino así como lo apearon y amojonaron os nuestros homes buenos, juezes e alcaldes que enbiamos y con nombradamiente, asi como tiene el Mazarulavañes e da consigo a la torre que yaze carrera de Vilches que tiene poblada domingo Yañez e da consigo fasta Tolosa-Saza, del otro cabo tienede las Canalejas e da consigo en Ferrumblar, e diemosle por dehesa de concejo toda la Navamorquí con la Navamorquiella e todos sus derechos esto que lo ayan quito e franqueado para siempre ninguno non sea osado ni poderoso de traspasar aquesto, fecho reynante el rey Fernando de Castilla, reyna de Castilla la reyna doña Juana su muger, e doña Berenguela, la reyna su madre, e don Alfonso su hijo que a de reynar …”. Confirmación hecha por los Señores Reyes a la villa de Baños de todos sus privilegios territoriales. Archivo de Baños de la Encina, legajo 11. 1561.

Con la desaparición de los componentes bélicos de este escenario, el concejo aldeano pudo verdaderamente “administrar su territorio” e iniciar un proceso de privatización claramente contrario a la concesión real. La presencia de primitivas huertas amuralladas (Zambrana, Camino de Baylen, Burrucal, Enmedio de los Charcones y del Pozo de Valdeloshuertos), a la vera del castillo, donde arranca la campiña bajo el cerro del Cueto, donde el agua, tras ser engullida en las cotas más altas del Cerro de la Calera, aflora muy cercana a la superficie del suelo –Charcones y Cantalasrranas-, nos muestran un panorama en el que las tierras más fértiles son cercadas para defender la cosecha de una masa ganadera importante -aún el uso ganadero de la Campiñuela es predominante-. Pero, por otra parte, la altura, anchura, rigidez y protección de los muros o “bardales” que cercan estas viejas huertas nos permiten diagnosticar con claridad que, pese a su carácter protector de la acción de los ganados, en estos muros predomina la intención de subrayar la privacidad de unas tierras que hasta hace bien poco habían tenido un uso comunal. Es la primera usurpación que hace la élite de lo público. (Fotos 2 y 3).

Durante los años finales de la Edad Media y estos primeros años de la Edad Moderna se desarrolla la primera transformación agrícola de la Campiñuela, la que permite que progresivamente la tierra de calma (cereal y legumbres) vaya sustituyendo a una magnífica masa adehesada de carácter ganadero en la que la masa de encinar era predominante -acontecimiento que estuvo apoyado por un corpus ideológico que entra en el campo de las apariciones marianas que se tratará en otra ocasión- (aparición de Nuestra Señora la Virgen de la Encina en el paraje denominado del Chaparral). La comunidad bañusca da un gran paso económico y social: de una economía subsidiaria, parásita del Camino de Andalucía (ventas) y la cañada merina (pastadero de extremo), salta a un nuevo modelo socioeconómico que hunde sus pilares en la roturación de la Campiñuela. En siglos posteriores, cuando el olivar inunde la propia Campiñuela, se llevaría a cabo una posterior roturación de nuevas tierras, aquéllas hasta entonces sólo destinadas a uso comunal como pasto para ganado y aprovisionamiento forestal: la Dehesa de Navamorquina. En principio fueron los cereales -trigo, cebada y centeno- y la alternancia con legumbres -garbanzo, haba, beza y “chorchos” o altramuces- las especies agrarias que mayor presencia tuvieron en la producción de la Campiñuela, cultivos organizados en torno a un sistema de barbecho variable según la distinta calidad edáfica de las tierras. La población ganadera trashumante fue paulatinamente movilizándose hacia el noroeste colonizando un territorio hasta entonces de exclusivo uso local, pues no eran otras que las tierras del término privativo aldeano, la vieja “defesa de Navamorquina” ahora segregada en cuatro ahijadas de la finca matriz: Navarredonda, El Llano, Corrales y Navamorquín. Clara muestra de este hecho son las majadas más antiguas presentes en la Dehesilla, Piedra Escurridera o en Migaldías-Piedras Bermejas.

Para Richard Herr “Agricultura y Sociedad en el Jaén del S. XVIII” 1996, en el Jaén del siglo XVIII era inevitable entender la extensión territorial del cultivo del olivar sin una fase previa de desarrollo exitoso del “grano”:

“Las zonas donde había expansión notable del cultivo del olivo entre 1750 y 1800 eran regiones donde ya había una producción de trigo para el mercado, puesto de manifiesto por la existencia de numerosos cortijos. Se puede concluir que para establecer los olivares de una manera intensiva hacía falta una etapa anterior dedicada al cereal. El cultivo de cereal permitía la acumulación del capital necesario para la transformación de la tierra progresivamente en olivares, porque hacía falta unos diez años para que un estacar de olivos llegase a producir una cosecha adecuada de aceitunas. Sin esa previa etapa cerealista no aparecerían olivares en esa época. Esto puede explicar por qué la zona de Martos estaba aún sin su manta actual de olivos. El suelo de la zona de Martos hasta Porcuna es de una salinidad pronunciada, poco apta para el trigo. No había cultivo abundante de cereales en el siglo XVIII, y no se extenderían los olivares hasta una época posterior, cuando se produjese un mercado de aceite lo suficientemente atractivo para atraer capitales ajenos.”

En nuestro caso, como muestra el Catastro del Marqués de la Ensenada (realizado a mediados del siglo XVIII), el desarrollo cerealista ya era muy notable, pero, sobre el territorio, era evidente. Así lo subraya la presencia de un número destacable de cortijos ubicados en las tierras del término privativo, a caballo entre la sierra y la depresión (Campiñuela):

“… y las restantes de 4º en el termino que nominan Privativo, y sitios que estte comprende, habra 508 fanegas, las 900 en los cortijos, y sittios de la Atalaya, Doña Deva, Parrilla, el Pintto, Navarredonda, Loma de Villas, Hera de Don Juan Marisanta, Las labores, Juan de las Bacas, Majadillas, Morquihuelo, Cuellos y Llanos. Y de ellas 200 de 1º calidad, 220 de 2º, 250 de 3º y las restantes de 4º. 1800 que sirven para hazer la Roza que llaman de Barbecho, que son, y que se ejecutan en aquellas tierras, que tienen algunos pedazos de montte dispersos, los que quemados benefizian dicha tierra…”

La idoneidad de estas tierras para la producción cerealista ha quedado patente en la capacidad económica adquirida por la élite local. Así, no en vano, en los primeros años del siglo XVII (1626) tuvieron capacidad para la compra del título de villa para Baños, logrando eliminar la ingerencia jurídica y económica que venía realizando la ciudad de Baeza. Pero aún más importante fue la capacidad adquirida para lograr excedentes, por tanto para acumular capital que les permitiera “empresas” mayores. Este hecho fue vital en el devenir económico de la villa.

Con el discurrir del XVII hay cuatro factores que permiten que la economía agraria bañusca se abra un hueco en el mercado internacional:

1.- La capacidad política que adquiere la población local, mediante la compra del título de villa, para gestionar su territorio.

2.- El capital acumulado por la élite local mediante los ingresos obtenidos de la roturación agraria de la Campiñuela -hecho que había permitido incrementar de manera muy sobresaliente la producción cerealista y, por tanto, los excedentes-.

3.- La cercanía de un eje viario vital para movilidad de la producción: el Camino de Andalucía, a los pies del núcleo urbano de la villa, hecho que permitía la fluidez de los desplazamientos de la mercancía desde el lugar de producción al mercado portuario de Sevilla.

4.- Una muy reducida clase social, sin títulos pero con una gran capacidad económica y un alto afán de empresa que, por tanto, tiene en sus manos el capital, el dominio de las tierras y la gestión local.

Estos factores convergen todos en un hecho evidente, como así queda expresado tanto en los documentos escritos como en el análisis del territorio. Durante este siglo XVII y el que le sigue se produce una introducción masiva del olivar, territorialmente distribuido en línea con el eje viario que es el Camino Real de Andalucía. Este acontecimiento supone la segunda gran transformación agrícola de la campiña, la que será pilar fundamental de la bondad económica y social de estos siglos XVII y XVIII y motor principal del crecimiento urbano y monumental de la villa; responsable, por tanto, de gran parte de la estampa que en el siglo XXI ofrece Baños de la Encina. (Foto 4).

“Y que en el pago de olivas que se hallan en la campiñuela desta villa, y sitios que tienen declarados havra 2500 fanegas. Las 20 de 1º calidad, 650 de 2º, 1800 de 3º y las 30 fanegas restantes de 4º. Y que asimismo en los zittados Ruedos en que se comprenden los sittios que nominan Cascarrillo, el Prado, Marquesa, Parrales, Terreros, Viña del Beato, La Vega, La Serna, La Ladera, Santo Domingo, Burruncal, Palomar, Colmenera, Caminos de Baeza y villa de Vailen, bajo de los cuales se comprenden otros, habra 200 fanegas las 100 de 1º calidad, 60 de 2º y las 40 restantes de 3º.” Catastro del Marqués de la Ensenada; Pregunta 23.

Para Richard Herr “La hacienda rural y los cambios rurales de la España de finales del Antiguo Régimen” 1991, 2.700 fanegas, un 65% de la tierra privada, estaban plantadas de olivos, unos 119.000 árboles que producían la cosecha más valiosa del pueblo.

En Baños de la Encina, hasta este siglo XVII, la producción agrícola prácticamente se limitaba a los usufructos hortícolas y el secano para verde situado en los bancales que salpicaban la propia trama urbana, las huertas de la vega -a los pies de la villa, donde los suelos arcillosos montan sobre la roca hercínica-, y los cereales y legumbres producidos en la campiña más cercana al propio núcleo urbano; en la Campiñuela la presencia ganadera supera aún los rendimientos agrarios. El dinamismo empresarial de la concentrada y rápidamente enriquecida oligarquía local, teniendo el control de la tierras, permitió aprovechar la cercanía del Camino Real (vía de comunicación esencial para toda producción agrícola con carácter nacional e internacional) para implantar un sistema agrario que se adelantó dos siglos al devenir agroterritorial de la provincia de Jaén: el desarrollo masivo de la producción oleícola. Por otra parte, siguiendo también la opinión de Richard Herr, tras la Desamortización llevada a cabo durante el reinado de Carlos IV a partir de 1789 la tierra destinada a este cultivo siguió creciendo auxiliada por capitales externos que fueron apropiándose de una cantidad muy considerable de tierras, sobre todas las destinadas al olivar “… Los olivares, una inversión de fácil explotación que producía una mercancía óptima en una época de precios en aumento, constituían un punto lógico de atracción de capitales. Baños estaba en gran medida orientado hacia la producción de aceituna y era por tanto, un lugar adecuado para dichas inversiones”. Este fue el caso de D. Joseph Pérez Caballero, Consejero Real, que invirtió 430.000 reales en cuarenta y ocho olivares con 4.799 olivos, …, convirtiéndose en el primer terrateniente de Baños. Asimismo, compro ocho parcelas de grano, dos casas y un molino de aceite.

Pero, además, la lista de compradores tras la Desamortización aclara que los cuatro grandes compradores invirtieron preferentemente en olivares, debido a su fácil explotación a gran escala y distancia y su destacada presencia en los mercados internacionales.

A lo largo del Camino Real se sitúan cuatro grandes haciendas con molino de aceite, Caserías para la jerga local, que van a ser las que van a encabezar los nuevos usos del suelo y la construcción de un sistema agronómico partícipe de los mercados internacionales. De este a oeste, son las que siguen: Salcedo, Manrique, La Casa del Conde de Benalúa y Mendozas. Destacando en todas ellas el carácter casi monumental de su arquitectura, llegan a desarrollar pequeñas obras de ingeniería necesarias para el desarrollo de su labor transformadora. Este es el caso de la Casería Manrique que construye un pequeño embalse o “pantanillo” que permite represar el arroyo que nace a los pies de la Cuesta de los Santos, derivando las aguas, mediante un canal de ladrillo, hasta un gran aljibe situado en el cerrete que corona la Casería. (Foto 5).

“Asimismo hay, dentro de la poblazión de esta villa, veinte y dos molinos de azeite con veinte y quattro piedras, y extramuros quattro cassas de Campo, molinos de azeite, con sus piedras…” Catastro del Marqués de la Ensenada; pregunta 58.

Las Ordenanzas Municipales que promulga el Cabildo en 1742, entre otras funciones, vendrían a regular la domesticación agraria que ya se venía ejerciendo sobre la Campiñuela desde hacía más de un siglo. El resultado fue una organización agrícola compleja y mixta, mayoritariamente en manos de la oligarquía local. En el plano agrario la tierra calma alternaba con un número escaso de viñas y una incipiente producción olivarera que permitiría un cúmulo de cambios en el paisaje que tendrían su reflejo en la economía y sociedad bañusca, pero, sobre todo, desde nuestra perspectiva, en la urbanística local.

De la importancia que adquiere el cultivo del olivar son muestra evidente estas mismas Ordenanzas Municipales, y así lo reflejan destinando siete de sus artículos de un total de setenta y uno para la regulación de todo los público (funcionamiento del Cabildo, administración, penas y denuncias, agricultura, ganadería, industria, comercio, control y regulación de aguas, viales públicos, etc.): control de ganados en olivares, arado de la tierra de cultivo de olivar, rebusca de aceituna, entrada del ganado de cerda a comer aceituna, corta de cepas de oliva, quema de ramón de oliva, método de estaquillar.

“Siendo el heredamiento de olibas de esta Villa el Caudal principal en que los Vecinos de ella, y forasteros hacendados de su termino tienen puesta toda la consideración por el benefizio General que de ellas se disfruta, y que por esto mismo se deben guardar con el mayor Vigor, Labrarlas y Administrarlas a Ley …”. Ordenanzas Municipales de Baños de la Encina. 1742.

El uso ganadero de los rastrojos, el secano para verde y el consumo de los despojos agrarios (ramón, aceituna de suelo, permitir que las cerdas entraran en los olivares tras la rebusca, ...) permitían sustentar una economía ganadera complementaria y, en cierto sentido, con reminiscencias comunales emanadas de la compra del término municipal por el Común y la persistencia del “termino privativo” de herencia bajomedieval.

Paralelamente al crecimiento agroindustrial rural, la economía aceitera se va adueñando de la vieja villa ensanchando su trama urbana. El Camino Real viene a tocar las puertas del antiguo núcleo urbano en lo que hoy se conoce como Plazuela del Rosario, a los pies del achaparrado torreón de los Corvera. Durante estos dos siglos, a norte y sur, el callejero va alargando los tentáculos de su trama urbana en torno a este eje viario (Camino Real). Según nos alejamos del centro medieval las nuevas casonas de labor van alternando con molinos aceiteros hasta llegar a adueñarse del barrio que, tanto ayer como aún hoy, da entrada a la villa desde el vecino Linares a través del tramo norte del Camino Real: el barrio de los Molinos (esquina de los Molinos). Hacía el sudoeste del callejero, es secundado por otro barrio, el de las Eras/Trinidad, en el que los molinos salpican una trama dominada por casonas de labor hilvanadas en callejas empinadas que verticalmente rompen las líneas de nivel del Cerro del Cueto. (Foto 6).

“Asimismo hay, dentro de la poblazión de esta villa, veinte y dos molinos de azeite con veinte y quattro piedras, y extramuros quattro cassas de Campo, molinos de azeite, con sus piedras. Y son propios vno de D. Severino Pérez Carrasco, vezino de esta villa; otro de D. Salvador Navarro; otro de D. Francisco Caridad Villalobos, presvítero de ella; otro del Patronato del Sto. Christo del Llano, cada vno con una piedra, que si se arrendaran (por ser los que más molienda tienen) ganaría cada vno annualmente quatrozientos reales; otro de Antonio y Luisa de Barrionuevo; otro de D. Manuel Francisco de Rivera; otro de D. Luis de Molina y sus hermanas; otro de María de Aranda y consortes; otro de D. Juan Benito del Mármol y sus hermanos; otro de Dña. Francisca Luisa de Molina; otro de D. Joseph Galindo y Soriano ...”. Catastro del Marqués de la Ensenada; pregunta 58.

La tradición medieval había moldeado pequeñas casas de adobe y piedra irregular que se disponen escalonadamente a la vera del castillo formando calles apretadas y llanas. La modernidad agroindustrial, por el contrario, como se ha mencionado, diseña calles empinadas donde grandes casonas de labor se disponen a uno y otro lado aprovechando el desnivel de la calle para obtener un habitáculo que hasta ahora no tenía presencia en la organización estructural de la vivienda: la bodega para conserva del aceite en grandes tinajones. La casona se estructura ahora en altura en tres plantas: bodega, vivienda principal y cámara. Horizontalmente aparecen nuevos elementos como cuadras, al fondo de la casa, tras un amplio corral, y un ancho y empedrado portal que, recorriendo toda la casa, da acceso desde la soberbia puerta de la calle hasta el mismo corral; claros y bellos ejemplos los tenemos en la casa familiar de los Caridad Zambrana o las casonas que ascienden por las calles Amargura, Travesía Amargura y Mestanza. (Foto 7).

La villa se expande a través de los ejes de acceso a la localidad, como el Carril de Mestanza o los Caminos de Bailén y Linares, surgiendo nuevas calles, impregnadas hoy de un fuerte sabor popular: Mestanza, Amargura, Desengaño, Trinidad, Eras o Molinos. En ellas el componente arquitectónico que mayor representatividad ha de tener es la nueva casona agroganadera o de labor, totalmente adaptada a los usos económicos, sociales e higiénicos del momento, sin menospreciar la rentabilidad climática que el fuerte desnivel proporciona, tanto para la habitabilidad humana como en materia de conservación de los productos agroalimentarios, ya sea en la cámara o en la bodega.

Hasta hoy nos ha llegado un amplio muestrario de la riqueza etnográfica que fue motor de este periodo histórico que tuvo como protagonista el devenir de la campiña que se extiende bajo la villa de Baños de la Encina, entre los ríos Nacimiento y Guadiel: molinos de viga, molinos de tornillo, caserías, casonas de labor ejemplares, huertas amuralladas, pozos, alcubillas y fuentes monumentales, etc. Un patrimonio único y singular, verdaderas seña de identidad de Baños de la Encina y los bañuscos, por el que debemos velar. A poco que nos descuidemos las escasas muestras que aún se alzan pueden encontrar el camino que en los últimos años han seguido algunas de estas muestras históricas, como ha sido el caso del molino de viga de los Azorit o el de Santa Ana y San Joaquín; primero la desidia y la ruina y después el peso de una nueva modernidad mal entendida han acabado con ellos.

La nueva producción olivarera y el aumento de la cantidad de grano disponible, fruto de la ordenada roturación de nuevas tierras en el ámbito serrano, bajo el auspicio de las Ordenanzas Municipales de 1742, favorecieron el desarrollo de un periodo económico de gran vitalidad. Este acontecer histórico tuvo su expresión física, paralelo a un fuerte despegue industrial, en un crecimiento urbano de gran interés y envergadura. La masiva introducción del cultivo del olivar -mercado externo nacional e internacional-, por otra parte, no supone la merma del resto de la producción agraria, tanto cerealista como de productos en general -mercado local-, que crece de manera paralela con la roturación de nuevas tierras, en principio de la Campiñuela, para expandirse también por los lares serranos más inmediatos (en los predios de la vieja dehesa de la Navamorquina).

En este sentido, Herr nos hace la siguiente apreciación “Había dos tipos de mercado de productos agrícolas, uno local, para la alimentación de la comunidad, o a lo más de los pueblos del contorno. En este mercado se vendían o se canjeaban las frutas, las legumbres, los huevos, los pollos y otras cosas que no se conservaban, además del trigo para el pan del pueblo y el aceite de las sartenes. El otro mercado era nacional e internacional, donde se comercializaban productos que se podían transportar, como el aceite, los granos, el vino. Los arrieros con sus jumentos y mulas hacían posible el comercio exterior. Había pueblos que se especializaban en el transporte con gran número de arrieros como Mengíbar y Noalejo, aún cuando pocos eran los pueblos que no tenían muleros con los que transportar sus mercancías hacía centros más o menos lejanos”.

El incremento de la tierra calma puesta en explotación favorece, sobre todo en el entorno del núcleo urbano o ruedos, aunque no sólo en él, el desarrollo de nuevas infraestructuras destinadas a esta economía agraria. En este sentido, se multiplican las eras de pan trillar en todo el entorno urbano (Eras y Calvario Viejo), se consolida el silo o pósito para grano en los bajos de la Casa Consistorial, así como se construyen nuevos ingenios de molienda, tanto hidráulicos en los ríos Rumblar y Grande, como eólicos, plenamente vinculados con la relación cultural mantenida durante milenios con nuestro norte manchego: el molino de viento del Santo Cristo. (Foto 8).


Bibliografía:

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