jueves, 3 de diciembre de 2009

LA VEREA DE BAILÉN: hacia el mirador de los ingenieros

… y al guardés del mismo pedir permiso
e indicaciones para bajar, si se tiene ánimo,
y hasta la orilla del pantano,
al yacimiento de la Edad del Bronce de Peñalosa
.

Apuntes del Caminante

Sugerencias: en bicicleta, durante todo el año.
Longitud: 10 kilómetros (ida y vuelta).
Dificultad: Media.
Observaciones:
· Recorrido lineal.
· Se aconseja extender el paseo hasta la Presa del Rumblar.
· Se puede continuar ruta (a pie), siguiendo el curso bajo del río Rumblar hasta la Dehesa de Burguillos.
· Otra prolongación idónea, cruzando el embalse por la presa, es continuar, introduciéndonos en Sierra Morena, por el camino de la sierra que nace en la presa buscando los Escoriales.

La mesta de Bailén tiene una anchura conocida de veinte varas castellanas y se extiende desde el Descansadero del Santo Cristo, dentro del pueblo de Baños de la Encina, hasta el mismo río Rumblar, coincidiendo en casi todo su recorrido con la Carretera del Pantano. A aquel cauce, luego, se ajustará en el mismo pie de presa y lo seguirá, aguas abajo y por la margen izquierda, hasta la mojonera con Bailén, que tocará después de haber pasado junto a dos viejos y sólidos molinos de agua, perdidos entre una frondosa vegetación de rivera, que merece la pena descubrir.

Bordeando la población de Baños de la Encina, sin perder en ningún momento la esbelta silueta del Castillo medieval que se yergue allá en lo más alto del casco antiguo, nos desplazaremos desde el cruce de la Carretera de Linares y el Camino de Majadavieja, rumbo al Oeste, sobre la prolongación de este último. Así, pasaremos junto a un restaurado Pozo de la Vega y próximos al transformado Hospital de Sangre de Cristo, testimonios ambos de la olvidada importancia de este longevo vial.



Con la carretera que se traza al pie del pueblo se nos acercará desde el Noroeste la Vereda de Bailén. Aunque enseguida se aparte de aquélla, rumbo al Suroeste, ahora sobre el conocido como Camino de Juan de las Vacas y en busca de varias norias abandonadas. Nuestro itinerario se va a ajustar durante un breve espacio al de esa carretera. Rodando sobre ésta pues, nos alejaremos del pueblo atravesando las mentadas Eras de Casa, hasta que, al poco, nos separemos definitivamente para tomar la pista asfaltada al Pantano del Rumblar.

Entre olivares del paraje Contraminas y sin perder la carreterita, pronto descubriremos la única chimenea de la Mina del Polígono. A la altura de la misma, la pista volverá a coincidir con el trazado de la Vereda de Bailén, y juntas, más o menos, se alejarán adentrándose en tierras de la Dehesilla. Al cortijo de esta finca se podrá acceder sobre un carril que se separa al poco hacia la derecha del asfalto, y al guardés del mismo, Antonio Cantarero, pedir permiso e indicaciones para bajar, si se tiene ánimo y hasta la orilla del pantano, al Yacimiento de la Edad del Bronce de Peñalosa. En el Cortijo de la Dehesa Corrales -que ya está muy cerca si continuamos por la carretera- se nos ofrecerá la posibilidad de conocer un antiguo tentadero de ganado perteneciente a la familia Larios, que bien regentara el ya difunto y muy apreciado Raúl Larios. La cortijada de la Dehesa Corrales, donde múltiples establos de piedra vieja y techumbres en teja se disponen a ambos lados, componiendo una curiosa placita de tientas de forma rectangular.


Saldremos del cortijo y avanzaremos algo más sobre la pista de asfalto, por el interior de la vereda de ganados. Enseguida llegaremos al acceso, a la derecha y entre algunos eucaliptos, que se apartará y nos permitirá extendernos, entre restos de las antiguas Casas del Pantano –las que dieran servicio a tantos trabajadores durante su construcción- hasta una coqueta balconada, al borde de un precipicio que se va a rendir allá abajo, al lejano pie de presa; y desde la que nuestra vista abarcará hasta los últimos requiebros que el Rumblar hace en las sierras bañuscas.


* Extracto de la publicación "De Veredas y Caminos por la Comarca Minera de Sierra Morena", con textos de Begoña García Fenoy, Alfredo Escudero Pérez y, sólo en los Caminos de Baños de la Encina, de José maría Cantarero Quesada. Publicación coordinada por mi persona.

martes, 1 de diciembre de 2009

Baños de la Encina, atalaya de Sierra Morena

Baños de la Encina está situada al noroeste de la provincia de Jaén. Aunque agarrada al agreste y feraz pellejo de Sierra Morena, se asoma mirando de frente a la antaño “tierra de calma”, hoy manta hilvanada de olivos, de la depresión del río Guadiel. Declarada conjunto histórico artístico en 1969, está al amparo de dos Parques Naturales: Sierra de Andújar y Despeñaperros. Villa entre parda y blanca, pastora y aceitera, minera y cazadora, manchega y andaluza, se muestra arracimada entre los dos cerros que la forman -Cueto y Calera- derramándose a la vera del pantano del río Rumblar.


Foto: Agustín Rodríguez




Es villa tranquila, sumida en la serenidad que aportan los muchos años de sus piedras, casi 4000 años oteando el lejano horizonte de La Loma y Sierra Mágina. Su castillo moruno se yergue como la mejor atalaya para asomarse a su barrio medieval: piedra, cal, barro y mucha sencillez apretados por la muralla de los Corvera, hoy convertida en noble hospedería. En su interior palacios, casonas e iglesias se elevan salpicando una trama urbana compleja, laberíntica, que cuesta entender, pero que nos acerca a uno de los máximos exponentes de la herencia bajomedieval castellana en Andalucía.
Foto: Juan Manuel Ortiz

Al exterior de la villa medieval, viejos caminos -Mestanza, Majavieja o Cascarrillo-, allá por los siglos XVII y XVIII, se vieron escoltados por sobrias casonas de labor, molinos aceiteros, ermitas y un molino de viento al uso manchego que se eleva frente al castillo (hoy centro de interpretación “Historias al Viento”). El Camarín del Cristo, sobre terrenos de la vieja Mesta Merina, barroco a rabiar, es una joya indescriptible hoy declarada Bien de Interés Cultural.

Foto: Juan Manuel Ortiz


El término de la villa, a caballo entre campiña y sierra, es pura mezcolanza de culturas. Su riqueza arqueológica (Peñalosa, Migaldías, Salas Galiarda, El Centenillo, etc.) se funde con el rancio sabor de sus dehesas cinegéticas y taurinas. Al norte, muy en Sierra Morena, la aldea minera de El Centenillo (pueblo al estilo inglés del siglo XIX) se muestra como la mejor expresión del entendimiento de la actividad humana con el marco natural que le rodea.

* Introducción a la nueva guía de Baños que se está redactando en estos momentos.