sábado, 20 de agosto de 2011

¿Cordura?

Esta mañana, deambulando distraidamente por las televisiones escucho a un legado del traído Encuentro que, como en otros periodos de la historia en las que la usura estubo castigada con la excomunión, en estos momentos lo era la aplicación del aborto. Por ello, la ocasión era oportuna para el arrepentimiento masivo. ¿Dónde demonios ha quedado la cordura de este mundo?

lunes, 8 de agosto de 2011

Sendero de Gran Recorrido GR-48 Sierra Morena (ADIT SIERRA MORENA)

4ª ETAPA: BAÑOS DE LA ENCINA-LA CAROLINA (Guía de Ruta)

La presente etapa conecta la localidad de Baños de la Encina con La Carolina. Fundamentalmente el trazado es coincidente con la vía pecuaria “Cordel de Guarromán” en su primera parte y luego con el antiguo camino municipal que unía Baños de la Encina con la Carolina, aunque discurre puntualmente por el Camino de Majavieja y El Cordel Principal de la Plata.
Aunque la longitud y el trazado del perfil imprimen algo de dificultad en la realización de la etapa, el viajero se verá gratamente recompensado por la belleza de los paisajes y los numerosos enclaves desde los que contemplar excepcionales panorámicas. Olivares, pinares y dehesas se suceden a caballo entre la primera línea de sierra asomada en ocasiones a la extensa vega jiennense salpicada de olivos.
La vertiente más norteña muestra el agreste valle del Rumblar, laderas de jarales y un monte mediterráneo casi impenetrable donde ciervos y jabalíes tienen su reino. En ocasiones el tapiz vegetal se ve interrumpido y salpicado de un  interesante patrimonio inmueble y escoriales de antiguas explotaciones mineras.
El firme por el que discurre la etapa no entraña demasiada dificultad, tan sólo en el entorno del arroyo del Rumblarejo donde el trazado se aparta de cualquier camino y se hace senda que asciende más o menos entrelazada con el arroyo (cuando tiene agua). A pesar de todo hay recordar que cada vez que se cruce un portón o cancela deberemos dejarla cerrada priorizando el respeto al aprovechamiento ganadero que hacen las gentes del lugar.
Inicio: Baños de la Encina.
Final: La Carolina.
Distancia aproximada: 26 km.
Tiempo estimado: 7  horas.
Dificultad. Valoración según método Mide:
MEDIO. Severidad del medio natural
2
DESPLAZAMIENTO. Dificultad en el desplazamiento
3
ITINERARIO. Orientación en el itinerario
2
ESFUERZO. Cantidad de esfuerzo necesario
5
Accesibilidad: En bicicleta (salvo algún tramo complicado), a caballo y a pie.
Cartografía: Hoja 884 1:50.000.
Descripción del itinerario
La presente etapa parte desde el ayuntamiento de Baños de la Encina, continuando por la calle San Mateo hasta la avenida de Linares en un continuo descenso que nos conducirá hasta las afueras del municipio por la carretera J-5040. En el borde izquierdo aparece una pequeña área de descanso (Pozo Nuevo) y en breve se abandona el asfalto para tomar el camino que se adentra por tierras de olivar hacia el santuario de la Virgen de la Encina y la ermita de Jesús del Camino, coincidente con el sendero de pequeño recorrido PR A-289 que conduce al Yacimiento de La Verónica.

Km. 1. Camino de Majavieja y yacimiento de La Verónica:

Durante algo más de 500 metros se transita por este camino pero se habrá de prestar atención para tomar el desvío a la izquierda, abandonando el camino de la Virgen de la Encina. En este primer tramo GR y PR coinciden en su trazado con la que fuera antigua vía pecuaria.
Pronto encontraremos un espacio más abierto en el que desaparece el olivar, en esta encrucijada de caminos optaremos por tomar el desvío de la derecha, donde se intuye un serpenteante ascenso hasta una zona de pinares. Al borde de este antiguo descansadero de ganado aún se delatan antiguas zonas de huerto, en las que no falta el pozo de noria tradicional y la alberca escoltada por frutales. Los muretes de piedra y las chumberas se encargan también de delimitar y proteger los límites del camino.
La subida hacia el alto con un manchón de pinos piñoneros se realiza por entre sustratos de pizarra, en esta zona abunda la retama y el cantueso. Al volver la vista atrás se sigue contemplando, al ganar altura, la bella estampa del pueblo de Baños de la Encina con su molino de viento, al uso manchego, en el frente.
Ya en el punto más alto nos encontraremos en la divisoria de aguas entre el valle del río Grande al norte y la vega de olivar jienense al sur. Nuestra dirección continúa hacia levante en el límite con un espeso pinar. A la bella cuenca visual, se une el frescor y el aroma de las coníferas animadas por el revuelo de bandadas de rabilargos.
La siguiente bajada ofrece un alivio hasta llegar a las inmediaciones del arroyo Rumblarejo. En el margen derecho del trazado existe una finca dedicada a la cría del ganado de lidia. Precisamente en este punto hay que fijarse bien ya que existe un cruce por nuestra izquierda donde el  PR A-289 que conduce al yacimiento Verónica se separa del GR-48.
Para visitar el yacimiento Verónica nos desviaremos un par de kilómetros (ida y vuelta al punto de cruce) cruzando la vaguada y ascendiendo por el cortafuegos junto a una valla. Este yacimiento arqueológico representa una fortificación de origen Argárico, vestigio de la Edad del Bronce donde la impresionante vista del valle del Río Grande recompensará el esfuerzo de la subida.
Km. 4,2. Arroyo Rumblarejo:
Nuestro trazado continúa en el cruce anterior y se adentra al frente en forma de sendero que discurre paralelo a un lado y otro del arroyo Rumblarejo, no sin antes cruzar un pequeño paso canadiense habilitado para senderistas. El entorno ha cambiado, un tímido matorral y encinar mediterráneo se ve enriquecido por especies riparias como adelfas, zarzas y algún ejemplar de majuelo.
La senda alude a su carácter pecuario coincidiendo con la vía señalizada con balizas verdes. Existe incluso un pequeño paso o dique a modo de puente para vadear el cauce, el Pantanillo que, haciendo honor a su nombre, antaño embalsaba las aguas derivándolas a través de un pequeño caz de ladrillo hasta la vecina Casería Manrique para su uso en la industria del aceite. A pesar de todo la mayor parte del año el caudal es pequeño y no supone ninguna dificultad.
La vaguada se abre en su parte más alta en unos extensos prados que en épocas de lluvia aparecen encharcados y son muy frecuentados por aves como las lavanderas. El olivar que aparece en la parte derecha, en la vertiente norte de la Cuesta de los Santos, al que un camino transversal da acceso, compagina la explotación agrícola con la ganadera.
Continuamos al frente buscando la cabecera de la vaguada, la zona gana interés desde el punto de vista ornitológico ya que se hace abundante una nutrida avifauna. Es precisamente la diversidad de hábitats como cultivos y matorral noble lo que provoca que coincidan diversas especies de paseriformes como jilgueros, verderones, carboneros y herrerillos.
En la parte más alta de la cabecera del arroyo, el sendero continúa hacia delante dando paso a una nueva vertiente donde se descubren a la izquierda grandes bolos de granito al pie de un berrocal, los llamados “Peñones de Chirite”. Ello se traduce en un sustrato arenoso con un sinfín de sendas todas ellas coincidentes, que van recorriendo la joven dehesa y girando levemente a la derecha donde vuelve a aparecer una nueva cabecera con un pequeño navazo del que nace el arroyo del Pilar.
El arroyo se aleja en dirección al sur, a la campiña, nuestro caminar en cambio se adentra en la misma dirección que la vía pecuaria que aparece a la izquierda atravesando una cancela de alambre que volveremos a cerrar.
Hemos entrado en un enclave distinto, un encinar bastante más extenso y adehesado que indica la proximidad de la dehesa de Navarredonda. Siguiendo la dirección de la valla perimetral que aparece a la derecha llegaremos a la confluencia con el camino de acceso a la casa de la Nava. En este punto nuestra senda continúa al frente hacia una loma de encinar que nos conducirá a una fuerte bajada repleta de cárcavas hacia el arroyo de la Parrilla. Pero antes de llegar a la confluencia con el cauce conviene prestar atención ya que en este punto abanonamos la vía pecuaria y entramos al interior de la dehesa de Navarredonda por una pequeña cancela de alambre que aparece a la izquierda.
Km. 9,5. Dehesa de Navarredonda:
En el interior de la dehesa de Navarredonda se asciende por un sendero hasta coincidir con el camino o pista que no es otro que el que daba acceso a la casa y que tomamos a su derecha, en dirección al norte. Desde este lugar y a nuestros pies se extiende esta bella dehesa dedicada a la explotación ganadera de vacuno que rodea al edificio o cortijada principal.
Más cómodamente por el firme del camino iniciamos un tramo de leves descensos y ascenso entre jóvenes encinares adehesados y al ritmo acompasado de los cencerros del ganado que pasta plácidamente a la sombra. Un territorio más agreste y serrano en el que es posible divisar la silueta de alguna rapaz como el busardo o el milano.
Mientras continuamos ganando altura aparecen las panorámicas hacia el valle que marca las colas del embalse del Rumblar al norte y que queda a la izquierda de nuestro trazado. Una vertiente mucho más abrupta tapizada de monte y jarales que en época de floración es todo un regalo para los sentidos.
De esta manera vamos abandonando la dehesa de Navarredonda en un punto donde el camino se divide en dos y tomamos la opción de la izquierda, una encina nos sirve de referencia para pasar una cancela de hierro de entrada a la Parrilla, acceso que deberá ser cerrado tras nuestro paso.
Una acusada curva en ascenso aparece acompañada en sus bordes por bolos de granito entre los que crecen gamones que dejan entrever su floración vertical en contraste con el violáceo del cantueso.
El camino pasa junto a uno de los laterales de la casilla de la Parrilla, un buen lugar para descansar de la subida y contemplar el espectáculo que desde allí se extiende. Una vez retomado el camino éste se bifurcará en dos optando por el de la izquierda que permanece pegado al perímetro de la valla. De nuevo se ofrece a nuestro campo de visión la vertiente más norteña que mira a las colas del río Grande, afluente del Rumblar, laderas de matorral de gran cobertura donde en otoño se escucha el reclamo amoroso del ciervo desde esta caja de resonancia natural.
Km. 13 Dehesa del Quinto de los Cuellos:
En este tramo de la etapa nos vamos a adentrar en una zona bastante llana siguiendo siempre el camino principal pero cerrando las continuas porteras para evitar que se salga el abundante ganado vacuno. También se va a incorporar al trazado el antiguo camino que viene del norte conocido como de El Centenillo.
Al pasar junto a las casillas del Quinto avanzamos en dirección este hasta encontrar una nueva bifurcación. En este punto tomaremos el camino de la derecha que avanza por una extensa vaguada entre prados y culmina al salir de una cancela de paso peatonal junto a una balsa o pantaneta habilitada para que abreve el ganado.
Este tipo de pequeños embalses suponen lugares de vital importancia para la fauna. Por un lado son enclave asiduo de garcillas bueyeras que complementan su dieta de insectos con anfibios y reptiles. Por otro, son puntos de interés de cría para especies como el sapo partero o el sapo de espuelas.
Dejamos la balsa a nuestra derecha y continuamos adelante por el antiguo camino de Baños a La Carolina que no dejaremos hasta el final de la etapa. Sobre la loma nos adentramos en la divisoria entre la extensa campiña de Jaén que se divisa al sur y las laderas salpicadas de ruinas mineras en la vertiente del norte.
De esta manera penetramos en el término municipal de Carboneros y abandonamos el de Baños de la Encina. Abrimos los portones que dan acceso a un contadero y tentadero que queda a la derecha. Este bien utilizado todavía para el manejo del ganado, mantiene una fábrica de mampostería en piedra típica de la arquitectura rural de la zona.
El siguiente portón dará acceso a la nava de los Cuellos. La cortijada también realizada en su mayoría con mampuesto de piedra de pizarra y bellos contrafuertes, preside la loma y nos sirve de referencia. Es un espacio mucho más abierto con menos arbolado y en el que un pozo tradicional pone la nota singular al conjunto.
El camino se adentra por entre la cortijada de los Cuellos donde deberemos cruzar un último portón. Desde aquí aparece ya en a lejanía la población de La Carolina pero aún nos quedan seis kilómetros para el final de la etapa.
Km. 19,500. Camino de los Cuellos:
El firme del camino en este tramo se encuentra en buen estado. Lo más destacado son las bellas panorámicas desde todos lados, la falda de la sierra repleta de ruinas de minas y escoriales, el mar de olivos que se extiende en el lado opuesto al sur, a la derecha de nuestro trazado y si el día está claro y lo permite, las estribaciones de la sierra de Cazorla, Segura y las Villas y Mágina algo más a occidente, e incluso a mitad del campo de visión la localidad de Vilches destacable por la morra de su viejo castillo hoy mudado a ermita.
En las inmediaciones del cortijo de los Ruices que queda sobre una loma a nuestra izquierda aparecen zonas de huerta e incluso en el lado opuesto junto al camino un antiguo pozo abrevadero, realizado en fábrica de ladrillo.
El ganado vacuno ha dejado de ser el protagonista y en estas fincas abunda la oveja de raza segureña. Este tipo de animales pasan el invierno en zonas de Sierra Morena para posteriormente realizar la trasterminancia hasta la sierra de Segura, sobre todo a los términos de Santiago de la Espada y Pontones.
Nos adentramos en el término municipal de La Carolina y a nuestra derecha aparece imponente la casa de La Cerrada sobre un cerro. El paraje es conocido como “de la Media Legua” indicándonos que estamos precisamente a eso, a media hora de camino a pie del municipio carolinense.
Una acusada curva del camino muestra un aspecto más árido y falto de vegetación arbórea. Al borde izquierdo del mismo y flanqueando la cuneta aparecen estratos de pizarra perfectamente definidos dibujando pliegues que simulan arcos de medio punto.
El cerro de la Cruz se extiende en todo el flanco izquierdo con sus casi 650 metros de altitud. Un enclave muy visitado por senderistas y paseantes que disfrutan de las bellas panorámicas del lugar.
Llegamos a la confluencia con la carretera de El Centenillo que tomaremos a la derecha adentrándonos en la avenida Virgen del Rosario, donde una rotonda nos indica a la izquierda el acceso al municipio por la calle Camino de Baños, donde finaliza nuestra etapa.
El castillo de Baños de la Encina:
Dominando la población de Baños de la Encina y sobre la parte más elevada de uno de los cerros que ocupa la población, el del Cueto, se alza majestuoso el castillo de Burch al Hammam. Su silueta se recorta sobre el paisaje serrano y ya desde la lejanía anuncia un no menos interesante intrincado de calles y rico patrimonio monumental.
El origen de esta fortaleza es musulmán y, aunque hasta hace bien poco era considerado como califal, hoy, tras las recientes excavaciones arqueológicas, puede afirmarse que fue construido durante el periodo almohade (mediados del siglo XII). El castillo de Baños de la Encina es uno de los baluartes musulmanes mejor conservados de Europa, al no haber sufrido apenas modificaciones en época cristiana y mantenerse casi íntegro su recinto original.
Lo que más llama la atención del conjunto son sus catorce torreones rectangulares y otro de ellos pentagonal adaptado al quiebro de la muralla. Una de estas torres sufrió una modificación en época cristina transformándose en Torre del Homenaje (también conocida como Almena Gorda), de la que carecen los castillos musulmanes y que se orienta hacia la población.
Al patio de armas se accede desde una puerta localizada en el ala este y custodiada por dos torreones. Ya en el interior se encuentra un gran aljibe dividido en dos naves separadas por pilares y cubierto por una doble bóveda de medio cañón.
Su conquista fue ardua y según cuenta la tradición, más legendaria que real, durante una visita de la Reina en el castillo de Baños de la Encina, allá por finales del siglo XII, dio a luz allí a su primogénito Fernando, conocido después por Fernando III el Santo que años después lo conquistaría definitivamente en 1225.
Su declaración como Monumento Nacional Histórico-Artístico en 1931 hace justo reconocimiento a sus valores históricos y monumentales.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Ahora toca pelear

El tiempo, de una bofetada, te dice lo poco que aprovechaste la sabiduría y el buen querer de tus mayores. Como diría a modo de respuesta vital el coronel Bilbao “¿Sabe usted para que tenemos hijos? Para que nuestros errores duren más que nosotros”. Pero además nuestros precursores nos dejan desarmados para la enmienda.
Así, entre la falta y el desamparo, me dejó mi abuelo José María una revoltosa tarde de primavera, ni peor ni mejor que otras, tan solo fue la última. Pese a la ausencia llegó a contarme algunos de sus muchos devaneos en la Guerra de África, pocos tiros y muchas intrigas. Donde me decía hizo buenos amigos que vestían largas vestimentas y poseían extraordinarias riquezas que tuvo que abandonar el día de su espectacular liberación, ¡él sí que sabía mentir!, como suelen hacerlo los grandes hombres a sus menores.

Poco me contó de sus inquietudes y miedos en una guerra que le desgarró el alma; tampoco especuló fantasías de los días que tuvo que barrer plazas con la amanecida o cuando tuvo que despedir a su padre, Antoñico como así le decía Antonio “Pepinollos”, el hombre que durante la guerra tomó la osada decisión de sacar canastas de pan a la calle, pna que hacía con la harina que casi de estraperlo traía de La Mancha.

Una buena mañana, cayendo ya la primavera, me dice –Pollo, ¿te vienes con la Ligera?, una mansa galga de tonos canela que inquietaba a los viandantes que discurrían presurosos por la calleja de El Cotanillo. Por la tempranera, cuando la primavera jugaba ya a verano y haciendo honor a sus raíces de campiña solía dar una vuelta por los olivares y cazar a carrera algún conejo o liebre. Se ve que la escasa quietud de mis pocos años daba algún quebradero a mis mayores y mi abuelo pensó que no habría mejor medicina que tumbarme con la andada. Con el tiempo, que pone y quita en alguna que otra ocasión no siempre, me he dado cuenta que fue una de las primeras experiencias que abrieron mi instinto curioso.

Cuesta abajo, salí arreando como el morlaco de los toriles, en un santiamén, despistado e inquieto, estaba en San Marcos con un abuelo que apenas recuperaba el aliento corriendo tras de mí. La Ligera, estando de nuevas, entre carrera adelante y atrás, caracoleaba en torno mío. Josico, sosegado, me indica que a partir de ahí ¡tras su sombra!, nada de corretear por delante en un intento de imponer cordura paterna y táctica cinegética.

Siguiendo con respeto la opinión del mayor, ocupé mi posición de retaguardia tornado las carreras hacía delante por bandazos y quiebres laterales que no dejaron de perturbar el sosiego del abuelo. Subí y bajé a trompicones de la cabeza de los pies de olivo, me pinché hurgando entre esparragueras, desollé rodillas en los padrones y caí una y otra vez entre las camás tropezando con sus terrones. Mientras tanto, la galga iba a lo suyo y mi abuelo deambulaba sin saber cómo atender a lo uno y a lo otro.

Cuando llegamos al horno, creyendo yo que de vacío, mi abuela nos recibió con alivio y con un orgullo que apenas aprecié.

Esa siesta, como todas, una vez que mi abuelo refrescó la levadura, nos acurrucamos juntos en la cama, una vieja chatarra de redondos hierros azules, pequeña y apretada en un cuartucho donde apenas dejaba moverse a sus inquilinos. A modo de protección, intentaba amarrarme a su ancha y quebrada espalda sin caer en demasía en el sueño y siendo testigo de sus sonoros ronquidos. Esa tarde, quizá por las nuevas del suceso y pese a sus muchos años y venturas, respiraba una inquietud que me envalentonó a interrogarle –abuelo, me he caído muchas veces, ¿te ha regañado la abuela? No hubo más respuesta que un leve refunfuño. -¿No me llevarás más contigo y con la Ligera por caerme? Sin darse la vuelta y apenas esforzando la respiración me dijo –Sí, sí vendrás más días conmigo, te has caído y mucho, pero siempre te has levantado hincando los dientes. Y así fue.

Ahora padre te toca a ti, tienes que hincar los dientes y seguir.