domingo, 28 de diciembre de 2014

De torrucas y roza de cama...

En el corazón de Sierra Morena, al amparo del sacro cerro de la Navamorquina y en el "valle de la plata", cabalgando sobre sus lomas, la torruca serrana señorea hoy los despojos de grandeza que antaño tuvo.

Señora de prácticas agrícolas ancladas en tiempos mejores, años en los que la sierra bullía en "rozas de cama", cabañas trashumantes y piconeros, la torruca es prolongación de la tierra que la sustenta: pizarra, granito, encina, jara, retama,…

De interiores sencillos, ahondados, de tierra pisada y humildes empedrados de pizarra, de pequeñas alacenas adinteladas, soporte de candiles y carburos. De catres de encina, tomiza y farfolla, de hogares apagados, de noches que silban entre los ripios de sus paredes y truenos que quiebran en las umbrías.

Redonda, como las cosas paridas por los dioses, se eleva en oteros empedrados, sobre eras que esperan pacientemente días de viento mirando de reojo a efímeras tierras de pan segar que alimentan hornos achaparrados, apretados a la tierra que los nutre.

In Dey nomine et Ihesus, gracia conocida cosa sea a todos los homes que esta carta vieren, tambien a los que son como a los que seran por venir, como nos el concejo de Baeza damos e otorgamos de nuestras buenas voluntades a vos el concejo de Vaños por termino así como lo apearon y amojonaron os nuestros homes buenos, juezes e alcaldes que enbiamos y con nombradamiente, asi como tiene el Mazarulavañes e da consigo a la torre que yaze carrera de Vilches que tiene poblada domingo Yañez e da consigo fasta Tolosa-Saza, del otro cabo tiene de las Canalejas e da consigo en Ferrumblar, e diemosle por dehesa de concejo toda la Navamorquí con la Navamorquiella e todos sus derechos esto que lo ayan quito e franqueado para siempre ninguno non sea osado ni poderoso de traspasar aquesto, fecho reynante el rey Fernando de Castilla, reyna de Castilla la reyna doña Juana su muger, e doña Berenguela, la reyna su madre, e don Alfonso su hijo que a de reynar …”.

Confirmación hecha por los Señores Reyes a la villa de Baños de todos sus privilegios territoriales. Archivo de Baños de la Encina, legajo 11. 1561.












Piedra Escurridera

En un paraje de ensueño localizado en la monumental villa de Baños de la Encina, junto al Camino de la Picoza y San Lorenzo, la Piedra Escurridera no es otra cosa que un gigantesco bolo de granito bermejo utilizado como tobogán por decenas de generaciones de niños.

Hace 300 millones y aprovechando una fractura en el subsuelo de pizarra, ascendió material fundido desde una cámara magmática, que se enfrió lentamente bajo la superficie topográfica cristalizando los minerales que componen el granito. El desmantelamiento por erosión de las pizarras que cubrían este dique, dejaron al descubierto el cuerpo granítico que quedó expuesto en superficie a las condiciones atmosféricas. Hoy podemos apreciar como en un ondulado mar de pizarra aparecen pequeños reductos de bolos y canchales rojos, como éste de la Piedra Escurridera, un elemento natural con unos tintes etnográficos sobresalientes que da forma a un paisaje de aspecto desordenado y belleza extrema y tiene continuidad en la vecina “Piedra Bermeja”.

En sus inmediaciones y aprovechando las bondades geológicas del dique de granito, aparece el Pocico Ciego. Viejo lugar "de aguas y chivones" de mi ñiñez, se trata de un ingenio hídrico que aprovecha el encuentro entre los quebrados pliegues de la pizarra y el dique emergente para abastecer sus veneros de agua.





martes, 23 de diciembre de 2014

viernes, 12 de diciembre de 2014

Apenas despuntaba el día...

Arrancaba uno de aquellos noviembres preñado de amaneceres luminosos, de mañanas  que llegaban arropadas de un frío más que crudo y que sucedían a tardes oscuras, que creía monótonas ¡qué iluso! Las horas avanzaban tras los visillos contando el tintineo de las gotas de agua que rompían un silencio pausado y complaciente, o con una charla breve, casi apagada, provechosa. Corría uno de aquellos noviembres en los que la vida aún nos saludaba a diario.

Aún bien sentada la noche, superando las blancas hiladas de las últimas casas, se abría un llano ancho, limpio, infinito, terrizo, salpicado a tramos de eras empedradas aún ajenas a mi cotidianidad, a las mañanas de trilla y a mis tardes de fútbol. La avanzada nos puso por frente, apenas sugiriendo el horizonte, una delgada línea de mampuestos que se aferraba a duras penas a la verticalidad y, ante la orden de los mayores, un hato escaso y en exceso trajinado quedó arropado tras ella. Algunos pasos por detrás, apenas a unos metros de la fuente de Marquitos, desde donde me llovían órdenes y regaños, quedaba el hato mayor, con jaulas bien ordenadas y un correoso morral pertrechado de canutillos de cañizo mal pintados en verde, los espartos equitativamente cortados y una pringosa lata de liria, veterana en mil vericuetos y batallas dominicales.

Mientras mi primo izaba varios chaparros varados a la intemperie y que pugnaban por mantener su verdor en ya clara decadencia, mi abuelo faenaba tras el muro de la Viña la Tonta con una lumbre que se resistía sin razones y que empezaba a tostar unas piedras ajenas a la situación, testigos mudos de cientos de aconteceres como el de esa mañana. Haciendo equilibrios sobre el derruido muro, como empezaba a hacerlo con el diario, recibí la orden de traer la lata de liria para que su oscuro contenido, un helado amasijo de auténtico ajonje, pez rubio, aceite frito y agua, volviera a la vida bajo el calor gestado al amparo de las piedras.

Junto a la fuente, cuando apenas asomaba un hilo de luz por levante, los pájaros de reclamo eran aupados sobre pequeños montículos de ripios a salvo de insectos desagradables, dando así por finalizados los prolegómenos. Mi abuelo saludó el día hurgando en el macuto e inaugurando una bota bien preñada. Yo, viendo como se desmoronaba parte del muro bajo mis pies, tomé la decisiva opción, al menos por el momento, de arrimarme al calor de la lumbre y esperar recomendaciones.

Todos tomamos posiciones aunque al poco y a ratos, rebelde, volvía a auparme a la tapia desmoronada.

Mi primo, arrimándose por vez primera tras la hilera de piedras, traía por equipaje una tabla, larga y vieja, algunos espartos y la destartalada lata de liria. Mi abuelo seguía extrayendo y ordenando las pocas viandas del macuto sobre dos grandes piedras: una talega con el pan mojado y oreado aquella noche, la cabeza de ajos, el aceite,…y demás aperos para las migas de la mañana; y una buena tira de tocino de veta y un buen cacho de queso curado que solventarían los honores de la espera.

El vino, como las decisiones de la vida, aún me era ajeno.

Dejando la tabla sobre el muro y viéndome ocioso y pegado a la lumbre, con un ojo y un oído al cielo, mi primo me alarga un manojillo de espartos y un palo, corto y de estreno, con la cabeza apenas liada de pringoso ajonje y me ordena mirar y seguir su hacienda: realizando un movimiento giratorio del esparto sobre el filo de liria del palo y con una rapidez inusitada el hilacho de hierba seca quedaba impregnado de aquel ungüento. A ratos, dediqué aquella primera mañana al aprendizaje de estos menesteres, reponiendo espartos según capturas y evasiones. Aunque la punta de los primeros quedó cabezolona y con un pegotillo colgando que haría que, según caminaba mañana, la liria se corriera, puso los cimientos de lo bueno y lo malo de otros encuentros matinales.

A poco que el día clareó, la espera nos trajo a mi padre y tío aparejados de una ancha sartén. Al duro trajín de la noche le sucedía ahora un rato de asueto amarrados a una lumbre, unas migas y un puñado de pájaros en un día extraño, que me parecía harto especial.

Con la llegada de mi padre, dejé de manera definitiva las medias alturas de la tapia para intentar oír a un hombre que hablaba poco, pero para escuchar a un padre que comunicaba con su ejemplo. En días como aquellos tomaron posiciones en mi cabeza ideas extravagantes sobre humanidad, sobre el valor de lo cotidiano, empecé a duras penas a escuchar, y mucho, antes de actuar, a sopesar en su justa medida el esfuerzo constante y diario, sin grandes alardes y dando un paso atrás antes de volver al frente.

En aquellos lejanos Santos había un encuentro con la tierra, de cómo enfrentarse a la vida con las enseñanzas de la tradición de los mayores, algunas buenas y otras malas. Aquellos Santos no eran hijos de los derroteros de la muerte instaurados por el cristianismo en las postrimerías de una Roma decadente; aquellos Santos no conmemoraban la muerte del ciclo estacional de la tierra como hicieran los paganos del norte; aquellos Santos eran el encuentro con la vida, con sus enseñanzas, tras un verano que había achicharrado todo hilo de ella de nuestras sierras y campiñas, de Sierra Morena.

La tierra brotaba en los pastos, en los pasos, en sus cosechas de invierno. Hoy, posiblemente, ese espíritu se ha borrado y con él todo atisbo de enseñanza, campando la muerte por doquier.

Vísperas de Santos de 2014

En la fotografía, mi tío Antonio, hermano mayor de mi padre. Autor: Antonio Miraves

domingo, 7 de diciembre de 2014

Es Sierra Morena...

Es Sierra Morena altozano que se eleva al norte de la vieja Bética, dando forma a suaves lomas pobladas de encinas y alcornoques que se suceden sin fin, a modo de colosales escalones que nos elevaran desde lo hondo de Andalucía hasta colonizar el otero manchego;… es Sierra Morena tierra de églogas.
Es Sierra Morena pago donde la historia narra encarnizadas fronteras entre la meseta y el valle del Guadalquivir, que la han dotado de castillos, plazas fuertes monumentales y reconocidas batallas, pero también de pueblos, aldeas y alquerías que a diario se ganan la sal con su sudor y hasta con su sangre;… es Sierra Morena tierra de odas y epopeyas.
Es Sierra Morena vieja atalaya que ha visto mudar pueblos y gentes: de maestros de caza y piedra a indolentes mineros de cobre, plomo y plata apretados contra las entrañas de la tierra; de eternos merinos trashumantes enfaenados en mil veredas a pertinaces campesinos que hilvanan hileras verde plata;… es Sierra Morena tierra de elegías.
Es Sierra Morena venero de aguas milagrosas, curativas y ponzoñosas, donde pululan encantadas de espejo y daga que renuevan votos en la noche de San Juan; es tierra de golfines y bandoleros de armas tomar y nobles caballeros en busca de causas que ajustar; es tierra ermitaños y penitentes, mudos y sordos, almas apagadas de la invisible ciudad de Folena; es Sierra Morena tierra de romance y sátira.
Pero Sierra Morena es y ha sido eje viario hacia la llanura manchega, horizonte salpicado de sendas históricas, caminos empedrados, puentes achaparrados y ventas bajomedievales; fluir de ideas y gentes,… Sierra Morena es Poesía.

Fotografía de mi buen amigo Hilario Pastor Vicaría.

jueves, 4 de diciembre de 2014

domingo, 30 de noviembre de 2014

Alojamiento + Geosendero guiado

En Posá la Cestería, durante el mes de diciembre, alojamiento + geosendero guiado: http://www.toprural.com/…/Pos%C3%A1-La-Cester%C3%ADa_117813…

"La fisonomía de Baños parece tan agarrada a la piedra que lo sustenta que más bien simula ser una prolongación de ésta. Baños, cabalgando a la grupa de la falla de su mismo nombre, parece haber mamado la tradición de la piedra desde su mismo nacimiento y, aunque el carácter pétreo de sus fachadas es el hecho que más le caracteriza, en todos y cada uno de los momentos de su historia, en todos y cada uno de los episodios de su cotidianidad, la piedra, sus piedras, están presentes.
(...)"


sábado, 29 de noviembre de 2014

Apertura de Posá la Cestería

Bueno por fin el trabajo y las faenas me dejan un ratillo. Ya tenemos a punto la casa rural, Posá la Cestería echa a andar. En breve, le sumaremos algunas cosillas para entretenerse: "hazte tu pan", un pequeño y ameno sendero por el Geosendero de la Pizarrilla, cosillas de minas, trapicheos con cerámica argárica,... iremos sumando:

http://www.toprural.com/Casa-rural-alquiler-%C3%ADntegro/Pos%C3%A1-La-Cester%C3%ADa_117813_f.html

miércoles, 5 de noviembre de 2014

De arquitectura de colonización agraria

A cuenta del hilo que sacó a la luz mi buen amigo Vicente Jose Gallego Simon, en relación con los poblados de colonización agraria, nuestro pueblo, no siendo destinatario de ninguno de ellos, presenta un patrimonio derivado nada desdeñable. No en vano, esta forma de construir, que marcó las edificaciones públicas, puso en gran parte los cimientos que habrían de seguir las nuevas promociones privadas del periodo:

“El matadero del Santo Cristo es un edificio de nueva planta edificado en los albores del “desarrollismo”, en pleno descansadero mesteño del Santo Cristo, a espaldas de las canteras del “Peñón Gordo”. Pese a su sencillez, expresa de manera evidente los postulados de la racionalidad económica del momento, fomentado los sectores agrícolas locales, ahora fiscalizados, e intenta un distanciamiento de la económica anárquica, de subsistencia y trueque, que hasta entonces imperaba.

Destinado a presidir y ordenar un espacio, el de la entonces novedosa barriada que amagaba crecer a la siniestra de la ermita del Cristo, aún conserva su planta achaparrada y la bella bóveda de la sala de matanza.”

No sería equivocarse si se hicieran los estudios necesarios para identificar las verdaderas características constructivas de estos edificios, pero en profundidad y siendo realistas. Así se permitiría el conocimiento público de sus valores constructivos, y su preservación, pero también aquéllos de carácter urbano, social, higiénico, estético,… e histórico.

En esa línea, como ponen de manifiesto las fotografías, tendría cabida la barriada de las “Casas Baratas”; pero también el primer grupo escolar de Nuestro Padre Jesús del Llano o los depósitos del agua. Pero no es menor la influencia en otras obras públicas posteriores, como la Adebasa o el Mercado de Abastos; y aún en el ámbito privado se rememora esa influencia, como deja ver el antiguo Hotel Mirasierra o la “Casa del Cura”.




martes, 4 de noviembre de 2014

De torreones calatravos...

“El santuario renacentista, mucho más amplio, ‘fagocitó’ a la ermita medieval y al torreón calatravo. Al hacer el nuevo templo, no sólo se derribó toda construcción anterior, sino que incluso se allanó el espacio para ensanchar la superficie, rompiendo hasta las mismas rocas sobre las que se asentaba la ermita medieval. Así, ya en 1534 se contabilizan los primeros pagos a los canteros encargados de ‘...quebrar las peñas donde se fundó la capilla...’. Ésta es la causa de que no queden restos visibles de la fortificación medieval.”

Podría haber sido éste el caso del santuario de Nuestra Señora de la Encina, como lo fue en el "cabezo", pero no fue el caso...



sábado, 18 de octubre de 2014

Baños de la Encina, un pueblo dibujado por las aguas del Rumblar

Quizá no haya mejor y más sencilla narración de la historia de la villa de Baños de la Encina que entenderla como una tierra y unas gentes cuyo devenir cotidiano ha girado en torno al sendero de vida que labraron el río Rumblar y sus tres afluentes principales, los ríos Pinto, Grande y Campana; y así es. Cuando el rey Fernando configura a mediados del S. XIII el germen territorial de la que después sería histórica villa de Baños, lo hace mediante la concesión de un término privativo para uso exclusivo de los vecinos de la incipiente aldea de “Bannos”. Este terreno o dehesa boyal es la denominada “defesa de Navamorquina”, un solar serrano a ambas márgenes del río “Herrumbrar”. Este territorio fue la semilla que marcó el nacimiento del término histórico municipal, posteriormente segregado con la creación de “Las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena” a finales del S. XVIII, arrancándole las vertientes del Campana.

Pero, ya desde la antigüedad, las gentes de estas tierras han ordenado su territorio en torno al eje hídrico que forma el río Rumblar. Hace 4000 años, los “bañuscos de la antigüedad” fueron mineros que obtenían mineral de cobre y vivían en pequeños poblados de pizarra repartidos por calles dispuestas en terrazas y avezadas sobre espolones que se asoman a la cuenca del Rumblar. Durante los siglos XVIII y XIX el río, sus afluentes y arroyos se llenan de bancales y huertas que sacian el hambre en tiempos de penuria. Y es la elevación de la presa del río Rumblar sobre la “Cerrada de la Lóbrega” la que, enriqueciendo de vida la vega del Guadalquivir y bajo Rumblar, aleja a los bañuscos, en la margen izquierda del río, de la explotación económica de su sierra más cercana (en la margen derecha), haciendo desaparecer una economía agrícola centenaria y muy arraiga, la denominada “agricultura de roza de cama”, que permitía un complejo sistema agrícola que producía picón, cereal y ganado ovino.

Y, como podemos comprobar con la cartografía actual, no es el término de Baños de la Encina otra cosa que una tierra volcada a la verea de agua de su río Rumblar.









 Fotografías: Hilario Pastor Vicaria (1), un servidor y anónima (7).

jueves, 21 de agosto de 2014

Sobre Folena y la población mozarabe de Sierra Morena

También en la sierra de Andújar se localiza la existencia de una comunidad mozárabe, a juzgar por las numerosas tumbas rupestres antropomorfas que se extienden entre la Loma de las Sepulturas, Viñas de Peñallana, Aldehuela y Santa Amalia. En ellas predomina la morfología tipo Pedroche,  aunque hay ejemplos peculiares. Las dimensiones de los vaciados varían en torno a una media de 1,70 x 0,40 m. Algunas de las sepulturas llevan grabadas cruces. La comunidad que labró estas tumbas eran gentes con una economía pastoril y de explotación de los recursos forestales. Su aldea, al Oeste de Baños, debe ser la que aún en 1155 se denomina con el nombre de Folena, cuya grafía correcta sería Fulinae o «Sepulturas de pobres», y debe identificarse con la arruinada aldehuela de la sierra de Andújar que Pedro I mandó repoblar con algunas familias en 1367. No lejos de la aldea mozárabe existía un fortín musulmán de vigilancia llamado Shándola (ˇ Sandula) próximo al curso fluvial del río Jándula, al que dio nombre. (…).

(…)

La documentación diplomática nos permite conocer a algunos de aquellos mozárabes baezanos, como Suario Didaciz, Pedro García Alesaid (*al-Sa‘¯ıd) de Baeza, y Abdelaziz de Baeza. Al primero donó el rey la aldea de Linares (121); al segundo la mitad de Cierzo (Tiédar?) (122). Esta repoblación con elementos autóctonos era necesaria para mantener la confianza y la tranquilidad en la zona. Por ello otorgó a Abdelaziz de Baeza la aldea de Balneum (Baños), situada entre las de Folena y Bosogra (123), y más tarde le concedió también la aldea de Bailén, y la de Segral (Los Escuderos) con su castillo sobre el Guadalimar (Giribaile) (124).

En “La Iglesia mozárabe en tierras de Jaén (712-1157)”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, por Juan Carlos Torres Jiménez



viernes, 8 de agosto de 2014

La Ruta de los Ammonites del Geoparque de las Sierras Subbéticas

 http://www.andalucia.org/es/rutas/ruta-de-los-ammonites-del-geoparque-de-las-sierras-subbeticas/

La Ruta de los Ammonites del Geoparque de las Sierras Subbéticas discurre por un territorio montañoso situado al sur de la provincia de Córdoba, en pleno centro de Andalucía. Dominan las cumbres grises junto al verde cambiante de los cultivos de olivar y el blanco de los pueblos que se integran en el paisaje rocoso en un equilibrio de belleza singular.

La roca caliza, que ha sido modelada por las aguas durante miles de años, presenta un interesante relieve kárstico con gran diversidad de elementos geológicos: poljés, lapiaces, dolinas, simas y más de 800 cavidades. Además, las rocas de las Sierras Subbéticas llevan implícitas una historia de más de 200 millones de años de antigüedad. Importantes capítulos de la compleja historia del Mar de Tethys quedaron registrados en los sedimentos, destacando los ammonites, antiguos animales con concha espiral que, por la abundancia y diversidad de sus formas fósiles, constituyen el emblema indiscutible del Geoparque Sierras Subbéticas.

Las Sierras Subbéticas fueron declaradas Parque Natural en el año 1988, destacando principalmente por sus características geológicas. Está constituido por 8 municipios: Cabra, Carcabuey, Doña Mencía, Iznájar, Luque, Priego, Rute y Zuheros y en el año 2006 entró a formar parte de la Red Europea de Geoparques y de la Red Global de Geoparques, avaladas por la UNESCO.





 Fotografías: Mancomunidad de la Subbética (Cati Molina).