viernes, 26 de marzo de 2010

El Sendero del Bronce 3

Los Guerreros del Bronce:
Hace 4.000 años, en concreto hacia el 1.800 antes de Nuestra Era, poblaciones provenientes del sureste andaluz (altiplano de Granada y Levante Almeriense), lo que se ha venido en llamar Cultura del Argar, se instalan en los piedemonte serranos. Su principal objetivo era la identificación de filones de cobre y la extracción del metal, tan necesario para esta cultura de la Edad del Bronce Medio.

Tras una primera fase de adaptación a la geografía local, llegan a un perfecto control del territorio mediante la creación de una serie de poblados diferenciados social, económica y funcionalmente, que les permiten la total vertebración de su ámbito. Su patrón de asentamiento se establece en amplias mesetas sobre cerros escarpados, teniendo la vega del río Rumblar a sus pies. La ubicación de estos poblados principales, Peñalosa, La Verónica y el Cerro de la Obra, responde a ejercer el máximo control sobre los sistemas de extracción, transformación y comercialización del metal, habiendo otros, de menores dimensiones, tributarios de los primeros.

Los metalotectos de los que extraían los minerales de cobre, apenas eran surcos o pequeñas galerías a cielo abierto, trabajadas siguiendo las vetas de esos filones metalíferos que, según las últimas investigaciones, se localizan en las proximidades de los poblados como la de Contraminas–El Polígono, frente al castillo de Baños, José Palacios, en Doña Eva, frente al poblado de Peñalosa, en la otra margen del río, o la de Siete Piedras, al oeste del cerro del Navamorquín.

El control del territorio se ejercía mediante la implantación de fortines, situados en lugares estratégicos, normalmente en altozanos con buena visibilidad desde los que vigilar los pasos desde el valle a la sierra. El fortín de Migaldías, excavado y restaurado, es un buen ejemplo para ser visitado en durante el trayecto de este sendero.

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Hace muchísimo tiempo, antes de que los cuetuscos llegaran a estas tierras y lo plantasen todo de su árbol sagrado, el olivo, habitaba aquí un pueblo, algo diferente a nosotros, que como otros pueblos más allá de donde el río Ferrumblar se pierde en el horizonte -Almería, Murcia y norte de Granada-, lo que más les gustaba era buscar piedras azules y verdes para fabricar herramientas de metal que decían que eran más fuertes y duraderas que las hechas con piedra de sílex. Al principio casi no le hacían caso a las buenas tierras que ofrecían abundantes cosechas de verduras, legumbres y cereal, ni al agua que las hacía crecer.

Poco a poco fueron construyendo sus poblados cerca de las vegas del Ferrumblar y cultivando cerca también del río. Algunos de estos hombres, que decían que se iban de caza, lo que en realidad querían era adentrarse por los bosques al otro lado del río para seguir buscando rocas verdes y azules. Aunque no engañaron a las gentes del Bosque del Bronce, éstos les dejaron establecerse. Les llamaban Ferrumblaruscos, y a su pueblo Ferrumblar.

Al principio unos y otros se llevaban bien, pero tal era su deseo de controlar todos los sitios en donde había esas piedras, que pronto empezaron a pelearse y a quedarse con todas esas tierras para abrir grandes agujeros y sacarlas. Estaban tan obsesionados que trasladaron su poblado a la zona más alta del Bosque del Bronce, rodeándolo de murallas con bastiones y torres que los defendieran de los otros pueblos; se armaron también hasta los dientes: cuchillos, espadas, hachas y lanzas de bronce.


Peñalosa:
Los poblados de la Edad del Bronce de mayor importancia, asomados sobre espolones naturales a los ríos Rumblar y Grande, superaron la hectárea de extensión. Se trata de poblados en terrazas artificiales sobre las laderas de los cerros, adaptados al terreno. Por lo general eligen cerros escarpados con importantes defensas naturales y una única zona con facilidad de acceso que es la que refuerzan mediante una línea amurallada reforzada con torres y bastiones. El urbanismo muestra una serie de casas alineadas, de forma rectangular u ovalada, sobre cada terraza, con intrincadas calles, algunas pavimentadas, que sirven a su vez como acceso a las diferentes terrazas. Estas casas, realizadas con un zócalo de pizarra y techumbre plana de enrejado vegetal -encina y cañizo- y cubierta de lajas también de pizarra, estaban enlucidas con barro.

La parte superior del poblado, una auténtica acrópolis doblemente reforzada por sendas líneas de muralla paralelas, estaba habitada por las élites que eran los que en definitiva controlaban la producción y distribución del metal. Los datos arqueológicos muestran una jerarquización social marcadamente acusada sobre todo en la tipología y número de los elementos depositados como ajuar en las sepulturas y en las patologías observadas en los inhumados. Hasta el momento se han documentado dos puertas de acceso al poblado, al norte y sur respectivamente, reforzadas mediante bastiones laterales que son una verdadera trampa “conejera” para intrusos.

Por último cabe resaltar la presencia, dentro de la línea amurallada, de una cisterna de grandes dimensiones que abastecía agua tanto para uso domestico como para las diferentes fases del proceso de producción metalúrgica.

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Las gentes del Ferrumblar levantaban sus poblados en lo alto de los cerros, y rodeados de murallas, para controlar a todos los que se acercaran y para que sus enemigos no pudieran atacarles. Pero como también necesitaban agua, siempre se instalaban cerca de algún río. Para construir las casas y las calles hacían grandes escalones sobre las laderas del cerro, como en Peñalosa.

Las casas, construidas con muros de piedra negra, la roca sagrada de los mazacotuscos, y con techos planos de ramas, tapados con piedras también planas, se revestían de barro rojizo al igual que los suelos. Como eran poblados dedicados fundamentalmente a fundir metal de cobre para que no les faltase el agua construyeron grandes cisternas que no solo les servía para el uso diario sino también para apagar los posibles incendios que se produjeran.
En la parte más alta del poblado vivía el jefe en el interior de una enorme torre que nadie sabía lo que contenía. Algunos viejos pastores, que desde las alturas oteaban el movimiento de estas gentes, afirman que allí almacenaban el trigo y las armas fundidas con las piedras verdes y azules. Pero nadie lo sabe bien ya que quien se atreve a pasar por su estrecha puerta, ésta lo atrapa llevándolo hasta los infiernos.


jueves, 25 de marzo de 2010

De los Filabres a Sierra Morena 1

El reciente libro de Pepa Cantarero, como a muchos, me obliga a revisar gran parte de mi vida y de los que me precedieron. Mientras intento ordenar las muchas cosas que me bullen, que como digo son muchas, adelanto una foto de mi abuelo materno, Frasquito Quesada, y el buen "Ernesto" cuando aún tenían 18 años. Primos y siempre muy buenos amigos, simbolizan ese afán de la gente que desde los agrestes Filabres bucearon en la no menos dura "aventura de Sierra Morena".


Sobre Salas Galiarda y otros 2

- ¿Dónde encontrar la entrada de las Salas?- pregunté al guía. Hubiera sido necesario una cuadrilla de hombres trabajando varios días, para hacer un hueco donde cupiese un hombre. Naufragábamos, pues, a la entrada del puerto… y dejamos, contrariados, nuestra empresa para mejores días, regresando al caserío de la Nava, donde, un cabrero, amigo del guía, nos contó lo que sigue:

- Cierto día fui llamado por un señor extranjero para que le acompañara desde Bailén hasta determinado sitio de aquella sierra. El cabrero le acompañó, y, una vez en el lugar buscado, pagole el extranjero con largueza, despidiéndole, y como aquél le hiciese observar que, si le dejaba solo, acaso no sabría volver a Bailén, el caballero le dijo sonriendo, que se llegase hasta un chaparro que se veía a pocos pasos de allí y no volviera la cara hasta que a él llegase, Así lo hizo el cabrero, pero, ¿cuál no sería su sorpresa al volver la cara y advertir que el caballero había desaparecido y sólo entrevió un hoyo en la tierra que, al cerrarse no permitía averiguar por donde se había abierto aquel sitio? El cabrero, aterrorizado, huyó de aquellos lugares más que deprisa.

- ¿Usted no cree, señor, que tales personas puedan desaparecer? -Interrogome el jina-. ¡Eso será por la electricidad, verdad! Ja… ja… ja… -y se reía en nuestras mismas barbas, haciéndome concebir contra él cierta sorda irritación.

No le contesté siquiera. Llegamos al fin al coche y despedimos al guía, quien echó a andar por la planicie aquélla donde no se veía ni un árbol ni otro accidente del terreno capaz de servir de escondite a nadie, pero… el viejo había desaparecido, y, por más que partimos al punto, fustigando lo caballos, ya no volvimos a verle más… O se escondió en algún hoyo, o se lo trago la tierra, después de habernos dado las señas para poder dirigirnos a los Penitentes Mudos…

Nosotros no acabaríamos nunca si a detallar fuésemos las innumerables leyendas de los jinas y de sus tesoros, que en todo el ámbito de la Península se guardan. Los bathi, espantosos pero fieles gnomos, guardan estos últimos; diremos parafraseando lo que acerca del Gobbi dice nuestra Maestra. -Ellos esperan el día en que nuestra patria querida entre en un nuevo ciclo de restauración de su sublime pasado y el que esas armas ocultistas de fino temple toledano que poseímos siempre, se limpien de la herrumbre que sobre ellas han depositado veinte siglos de persecuciones e intolerancias. La tumba del Cid –no del Cid de tiempo de Alfonso VI, sino del Alcide, El Señor, el Hércules prehistórico, español-, esa tumba que Costa quiso cerrar con los siete sellos apocalípticos, recuerda aquella otra tumba del gran Ghengis-khan mogol junto al lago Tabasun Nor, donde, al decir de la tradición local, éste yace como dormido, en espera de despertar dentro de poco tiempo para conducir a su sufrido e incomprendido pueblo a nuevas victorias, no contra morisma alguna, sino contra esa lepra y ese cretinismo sanchopancesco que ha hecho de la raza de Don Quijote, caballero andante, o séase ocultista, una raza que lo ignora todo, que lo teme todo y que vanamente espera de fuera una redención que sólo puede venirle de si misma y de sus glorias en el campo de la Poligrafía y del Ocultismo.

Sucesores de los primitivos Penitentes Mudo anticristianos, a que se refiere nuestro amigo, son, sin duda, los eremitas que pueblan las llamadas Ermitas de la Sierra de Córdoba, y un estudio detallado de ellos y de su historia sería de cierto interés ocultista, porque, a bien decir, en España, pese a todas las tradicionales persecuciones, no hay rincón alguno de carezca de semejante interés.

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lunes, 22 de marzo de 2010

23 - Kortatu Denboraren menpe

¡Como nos puede el tiempo! Pero aún resisto, prefiero no mirarme la muñeca no sea que encuentre la sorpresa que siempre espera.

Sendero del Bronce 2

La Cultura de los Huertos en Barranco:
En la segunda mitad del siglo XIX, tras promulgarse la Desamortización Civil de Madoz, los montes públicos de la Villa de Baños, hasta entonces para uso del común de los vecinos, fueron puestos en pública subasta en Madrid. La venta de las tierras del Común consiguió que los agricultores bañuscos se quedaran prácticamente sin nada. Hasta entonces habían roturado las tierras serranas bajo un complejo sistema agroganadero y forestal denominado de “roza de cama”, por el que obtenían carbón y picón, raquíticas cosechas de grano y ganados; que, al menos les permitía subsistir.

Los labradores, como ultima esperanza, fueron ocupando las ásperas tierras en barranco de la dehesa del Santo Cristo, aquéllas por las que discurrían los arroyos que iban a dar a las margen izquierda de los ríos Rumblar y Grande. Fueron creando bancales de piedra que sujetaban los entonces pobres suelos y horadaron la tierra con minas, norias o pozos, buscando las preciadas aguas con las que regar su escasa producción. Pequeñas chozas de pizarra y retama dieron precario albergue a familias enteras que no abandonaban ni un solo instante tan pobre hogar ante el peligro de expulsión.

Entre los años 1893 y 1897, dos Reales Decretos vinieron a certificar la propiedad de los ocupadores mediante el pago final de un 40% del precio de tasación. La entrega se realizó en plazos anuales repartidos en diez años.
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Cuando el llano estaba aún cubierto de grandes bosques de encinas, llegaron gentes del norte, los cuetuscos, que rápidamente fueron segando sus milenarios troncos. De esta forma sus majestuosos portes fueron sustituidos por infinitos surcos de cereal (trigo, cebada y centeno) y legumbres (garbanzos, habas y beza). Después, con el tiempo, esos surcos se sustituyeron por hiladas de olivos y viñas.

Expulsaron a los pequeños y alegres mazacotuscos, ahora tristes, que, conocedores de la piedra y los caminos del agua, se refugiaron en el Bosque del Bronce. Allí, escondidos en lo más penetrante de la arboleda, fueron construyendo estrechos huertos franqueados por muros de pequeñas piedras azules, que frenaban las tierras que arrastraban los arroyos. Fueron así encauzando el agua para hacer crecer, verduras, higos, chumbos, almendras y su alimento sagrado, el altramuz o “chorcho”, nuestra chuche de entonces.

Como observaban a la naturaleza la conocían muy bien, y por eso sabían que cavando en donde la roca negra -la pizarra- se cruza con la de color blanco -la cuarcita-, podían construir socavones, pozos y norias para tener agua en cualquier época del año. Con la piedra negra que habían sacado, levantaban sus pequeñas y sencillas casas, que luego techaban con encina, jara y retama. Respetando también a la naturaleza llegaron a ser expertos en buscar setas, que en este Bosque del Bronce eran muy ricas y variadas.

viernes, 19 de marzo de 2010

Geosendero de la Pizarrilla

Tengo pendiente con mis amigas Plácida y Estrella un texto sobre el Geosendero de la Pizarrilla, sendero que en estos momentos se está señalizando. Las aguas han retrasado el estudio de detalle; espero que sea suficiente mientras tanto.
En el sector noroccidental de la provincia de Jaén afloran materiales pertenecientes a tres unidades geológicas. Por un lado, las viejas rocas de la Zona Centro-Ibérica, uno de los dominios geológicos en los que se divide el Macizo Ibérico, representado aquí por los relieves más orientales de Sierra Morena. Son rocas metamórficas de edad Precámbrico a Carbonífero, plegadas y dispuestas en bandas dirección NNE-SSO limitadas generalmente por fallas de gran envergadura. Por otro, depósitos post-orogénicos que cubrieron el macizo durante el Mesozoico. Por ultimo, el relleno sedimentario del sector nororiental de la Cuenca del Guadalquivir, que contacta aquí con Sierra Morena a través de una serie de importantes accidentes tectónicos que definen una fosa tectónica, la Fosa de Bailen. En el zócalo Paleozoico es donde encajan las mineralizaciones filonianas del distrito Linares – La Carolina.

La historia geológica de la región oriental de Sierra Morena comenzó hace unos 550 millones de años, a comienzos del Paleozoico, cuando un extenso mar bañaba la zona extendiéndose hacia al sur. A comienzos del Ordovícico se depositaron en sus áreas litorales arenas, como se sedimentan actualmente en las playas y los fondos someros marinos. En esa época, la línea de costa se situaba, muy próxima a Despeñaperros. Estas arenas, convertidas más tarde en cuarcitas muy resistentes a la erosión, imprimirán al relieve uno de sus rasgos más personales: las agrestes cuerdas de cuarcita armoricana.

La zona continuo siendo marina durante el Silúrico y el Devónico, depositándose en ellas fuertes espesores de arenas y arcillas, trasportadas por los ríos que erosionaban el antiguo continente, y fangos carbonatados, procedentes de la acumulación de caparazones y esqueletos de organismos que vivían en el propio mar. En el Carbonífero, hace unos 320 millones de años, el mar se restringió hasta generar extensas zonas pantanosas. En ellas se acumularon grandes cantidades de restos vegetales, que más tarde se transformaron en capas de carbón. Estos materiales no afloran en Despeñaperros, pero si lo hacen en áreas relativamente próximas de Sierra Morena, como el Alto Guadiato cordobés.
Areniscas en el Cerro del Cueto

Rafa El Polígono-Contraminas

A partir de hace 320 millones de años tuvo lugar la orogenia Hercínica. Los sedimentos depositados fueron sometidos a fuertes transformaciones (metamorfismo) y deformaciones (pliegues y fallas) y, posteriormente, a su levantamiento y emersión definitiva. El mar se retiraría definitivamente y, desde entonces, el relieve permanece emergido y sometido a la erosión. Las arcillas se transformaron en pizarras metamórficas y aquellas antiquísimas arenas litorales dieron origen a los resistentes niveles de cuarcita armoricana, cuyos estratos verticales se erigen centinelas del Desfiladero de Despeñaperros en el paraje conocido como los Órganos. Anteriormente, reiteradas oscilaciones del nivel del mar darían lugar a grandes acumulaciones de arcillas (pizarras) entreveradas de cuarcita (avance temporal de la línea de playa hacia el sur), como podemos apreciar en el lado noroeste del Cerro del Cueto (Camino de la Cueva de la Mona) o en zonas puntuales de Piedras Bermejas y Piedra Escurridera.

El juego de dos fallas normales que comenzaron su actividad en el Trías (hace unos 220 millones de años) ha dado lugar a una fosa tectónica o graben en el sector de Bailen. En el margen oeste se sitúa la Falla de Baños-La Carolina (con mas de 320 metros de desplazamiento vertical a la altura del núcleo de Baños de la Encina) y en el margen este la Falla de Guarromán (con 200 metros de desplazamiento vertical del bloque hundido a la altura de la mina de Matacabras). Este sector sufrió durante la Orogenia Hercínica una intensa erosión originando una extensa penillanura, sobre la cual se depositaron sedimentos fluviales en el triásico (areniscas del Cerro del Cueto, del Cerro de la Calera y del Gólgota-Dehesilla). Mucho mas tarde, una vez estructurada la Cordillera Bética, se acumularon depósitos marinos durante el Mioceno que vinieron a colmatar la vieja fosa (tosca de las eras de Casa).

Contacto del Mioceno con la falla

Lajas de pizarra en el camino de la Celada

Areniscas del Trías en el Calvario Viejo
El Distrito Minero de Linares-La Carolina, donde se encuadra nuestro municipio, ha constituido la zona de mayor producción de plomo a nivel mundial desde 1880 hasta 1970, aunque las primeras explotaciones se realizaron hace más de 4000 años, citándose mineral de cobre y plomo (Rafa El Polígono-Contraminas). En el año 1920 llegaron a cuantificarse mas de 120 explotaciones activas con mas de 65 km. de pozos y 800 km. de galerías. La producción de plomo llego a superar las 600.000 toneladas de mineral, entre los años 1860 y 1940. Actualmente, todas las explotaciones están paralizadas.

Desde el punto de vista geológico, en este sector se distinguen dos conjuntos litológicos bien diferenciados: un zócalo de edad Paleozoico perteneciente a la zona Centro-Ibérica del Macizo Ibérico, en el que encajan las mineralizaciones principales, y un redescubrimiento posthercínico. En el zócalo se produjo una intrusión granítica (hace unos 330-300 millones de años), aflorante en Linares, La Carolina y zonas puntuales de Baños de la Encina (Navarredonda, bajo Rumblar y Navamorquín), que corresponde a las últimas manifestaciones ígneas del Macizo, como prolongación del batolito de los Pedroches. Asociado a esta intrusión granítica se instala, durante las últimas fases de la Orogenia Hercínica, un campo hidrotermal responsable de las mineralizaciones filonianas de plomo y plata. En las zonas periféricas, instalado el magma en delgadas brechas, sufre un enfriamiento más rápido que da lugar a una roca intrusiva caracterizada por un fuerte color bermejo, se trata de pórfidos; y así ocurre en Piedras Bermejas o Piedra Escurridera.

Pórfidos en la Piedra Escurridera

Pórfidos y pizarra se entremezclan en el arroyo de la Alcubilla


Pórfidos en Piedras Bermejas
En toda la extensión del distrito, la morfología de los filones es muy parecida. Son subverticales, con gran desarrollo lateral, y pueden llegar a alcanzar profundidades de más de 700 metros. Su aspecto es brechoide y su potencia puede variar entre varios decímetros y cinco metros, aunque la más frecuente es de dos metros.

La dirección de los filones dentro de la masa granítica está fuertemente marcada por factores estructurales. En el sector de Linares, los filones presentan una dirección NE-SO, con buzamientos subverticales y aparecen encajados en granitos o pizarras metamórficas del Carbonífero. En La Carolina, el sistema de filones presenta orientaciones E-O y aparecen encajados sobre granitos y la serie detrítica del Ordovícico.

Desde el punto de vista mineralógico, el mineral característico del Distrito Minero Linares-La Carolina es la galena (sulfuro de plomo), que aparece en diversas formas. Asociados a ella aparecen otros minerales metálicos (calcosita, bornita, calcopirita, hematites, cuprita, etc.), minerales pertenecientes al grupo de los carbonatos (siderita, cerusita, etc.) y cuarzo, que se encuentra como ganga. Cabe destacar el descubrimiento de la linacita (sulfato de plomo y cobre), que se encontró por primera vez en algunos niveles de las minas de Linares, de ahí su denominación.

En esta zona del sector noroccidental de la provincia de Jaén, en la que afloran materiales pertenecientes a tres unidades geológicas: las viejas rocas de la Zona Centro-Ibérica, los depósitos post-orogénicos que cubrieron el macizo durante el Mesozoico y la Fosa de Bailén (relleno sedimentario del sector nororiental de la Cuenca del Guadalquivir); en el triángulo donde estos materiales se tocan y tienen presencia las mineralizaciones filonianas del distrito Linares – La Carolina se ubica el núcleo urbano de Baños de la Encina.

lunes, 15 de marzo de 2010

El Bosque de Bronce

A través de la estrategia de Turismo Sostenible ADIT Sierra Morena, el área de turismo de nuestro ayuntamiento ha obtenido una ayuda para la puesta en valor del Sendero del Bronce, el PR-A 288 homologado por el Comité de Senderos de la Federación Andaluza de Montañismo, y que fuera señalizado bajo el auspicio de un programa de la Consejería de Turismo y Deporte denominado “Sierra Morena, tierra minera”. Programa que nació al amparo del Plan Senda y que tuve el honor de dirigir en el primer lustro de este siglo.

El nuevo programa nos permite recuperar el balizamiento ya perdido, equipar el sendero de aquellas infraestructuras necesarias para el mayor disfrute del paseo, como son la instalación de bancos y mesas en zonas concretas, la reforestación de espacios puntuales relacionados con lugares donde se instalen las mesas, la implantación de siete paneles que permitan interpretar los valores naturales, arqueológicos y etnográficos de la Dehesa Santo Cristo y la edición de un nuevo folleto de campo que mejore el que en estos momentos está ofreciendo la Oficina de Turismo.

Las balizas de madera cilíndrica va a ser sustituidas (las que falten) por hitos de pizarra, al modo de los antiguos mojones. Este hecho debe darle más durabilidad y capacitarle de una mayor integración en su entorno natural y cultural. Ya hemos realizado una prueba, en las Eras, en el enlace del camino de la Cueva de la Mona (Cueva de la Niña Bonita) con la prolongación de la calle Eras. Aún le falta la piedra superior que debe cerrar el hito y, creo, la señal de piedra que contiene la doble línea (amarilla y blanca) que lo identifica como PR quedará mejor en bajo relieve, pero entiendo que el resultado puede ser satisfactorio.

Ya tenemos los textos de los paneles redactados. Siete en total a falta de la elaboración de los dibujos que acompañarán a los paneles. El texto, por una parte, aporta una interpretación genérica de un bien general o concreto, y por otra, establece un texto dirigido a los niños que, siendo objetivo con lo que comunica intenta rodearse de un mundo imaginario que debe permitirle ser atractivo para los niños.

Por otra parte, el texto dirigido a los niños pretende aportar los suficientes argumentos para la edición de un futuro cuaderno didáctico y la eclosión de actividades paralelas al desarrollo del sendero.

Bueno, os dejo el texto del primer panel que he redactado con la aportación crítica, necesaria, de Susana Martín y Auxilio Moreno. Caben todas las aportaciones del mundo.

La Dehesa del Santo Cristo:

Corría el año de 1246 cuando el rey santo, Fernando III de Castilla, reorganiza el concejo de la ciudad de Baeza. Bannos (Baños de la Encina), como aldea, queda integrada en su área de dependencia, aunque con una serie de privilegios, como la concesión de un término privativo para usufructo de los vecinos sin la obligación de pagar impuesto alguno a las arcas del concejo baezano. Este término privativo, denominado defessa de Navamorquina, sería segregado posteriormente en varias fincas, entre ellas la Dehesa Santo Cristo, nuestro “Bosque del Bronce”.

Esta estrecha franja de arbolado entre el pueblo y los ríos Grande y Rumblar fue usada, en primera instancia, como pastadero de ganadero trashumante (oveja merina venida de la Serranía de Cuenca, el Señorío de Molina y la Sierra de Albarracín). Pero, debido a la cercanía del núcleo de población, acabó finalmente integrada en sus ruedos y destinada al ganado local (cabras, mulos y burros, colmenas y ganado porcino). La sobrecarga ganadera motivada por esta proximidad llevó a la dehesa a una situación de quasi ruina ambiental. La reforestación llevada a cabo durante la década de los cincuenta del siglo XX, principalmente con coníferas, frenó en parte la situación, pero, sesenta años después, el carácter alóctono de algunas de las especies introducidas (eucalipto rojo) está causando pérdidas de suelo irreparables y un agotamiento parcial de la mayoría de los veneros de agua tan presentes en la zona. Pese a ello, la encina y su cohorte vegetal van colonizando muy despacio su viejo territorio haciendo que la primavera embriague de color y aromas este pellejo serrano: cantueso, romero, mejorana, jara pringosa, jaguarzo, jara estepa, retama,…

Al día de hoy, la Dehesa del Santo Cristo se va constituyendo en un pulmón natural de gran calidad, inmediato al pueblo, con una carga histórica, arqueológica y etnográfica sobresaliente.


Un bosque de piedras de colores:

Ante vosotros se abre un bosque que hace mucho, mucho tiempo, fue fuertemente apresado por los anchos brazos de dos ríos: el Pinto, de aguas tintadas de rojo por la presencia de mineral de hierro; y el río del Acero, que cuentan los viejos que en sus entrañas ocultaba plata. Tan grande fue el abrazo, que los dos ríos se unieron en uno solo, al que llamaron Ferrumblar por el color de hierro oxidado de sus aguas. Cómo sería la fuerza con que los ríos apretaron al bosque, que hasta el monte se estremeció dejando caer finísimas lágrimas que parecían fuentes de agua.

Aunque ahora no nos demos cuenta, debajo de los pinares se esconden muchas rocas diferentes y también de muchos colores -negras, rosas, rojas, azules, blancas y verdes-, que antes estaban a muchos metros bajo el mar hasta que, según cuentan los más mayores, unos gigantes las empujaron a la superficie. Otra cosa que dicen es que, en otoño, cuando el viento más susurra a los árboles, si logras reunir varias de estas piedras, por muy pequeñas que sean, y las frotas, te otorgaran la mayor de las virtudes: la sabiduría.

Este fue el motivo por el que llegaron hasta el Bosque del Bronce los primeros pobladores, los mazacotuscos, seres pequeños, alegres y muy ágiles. Se instalaron entre el llano y los linderos del bosque, en el Mazacote, y cavaron la roca buscando las piedras de colores, aunque sin éxito. No encontraron lo que con tanto trabajo buscaban, pero por la práctica llegaron a ser grandes canteros, y además aprendieron cómo el agua manaba a raudales por entre las fracturas que hacían en la roca. Tal es así que, conociendo los oscuros laberintos por donde el agua se oculta, llegaron a construir fuentes, pozos, norias y alcubillas.

¿Te atreves a buscar las piedras de colores del Bosque del Bronce?”