domingo, 24 de febrero de 2013

El olivar de Baños...

en la Ordenanzas Municipales de 1742...

“En atención a estar advertido, y experimentado, que los trabajadores, y espezialmente los que no tienen cavalleria con que traer leña despreziando tanta como hay por todas partes en este País osadamente sin advertir los daños que Causan Unos con Achas, otros con ozinos, y piedras y otras erramientas sacan Zepas, y astillas de los troncos de las olibas lo que es sensible, y digno del mayor Castigo hordenamos que cualquiera Persona que se aprenda sacando Zepas o astillas, o con ellas incurra en la pena de doszientos maravedies de vellon,...”
 

“Otro si átento a que la ábundancia de leña que hay en este País no se haze aprecio del Ramon despojo de la Corta de las olibas pues solo se aplica la recia, y les es prezisa a los Dueños quemarlo a sus expensas, y haver la experienzia que algunos por omision o no gastar los maravedies lo dejan sin quemar y secandose produce la langosta o palomilla que tanto daño Causa al Arbolado, ordenamos que de aqui ádelante qualesquiera Persona que dexe sin quemar dicho Ramon incurra en la pena de seiszientos maravedies, y si exigida la pena todavia permanezca el Ramon sin quemar la Justizia lo mandara quemar, y cobrar del Dueño el costo ..."


"Que respecto de que alzado el fruto de Azeituna del termino de esta Villa ay costrumbre que los Vezinos de ella entran árrebuscar la que se a quedado que le es de alguna Utilidad ordenamos en obediencia, o en observanzia de dicha immemorial costumbre los Vezinos de esta villa finalizado enteramente el recojimiento del fruto de Azeituna en todo el termino de ella entren a arrebuscar la que se aya quedado libremente, ...”


“Siendo igualmente costrumbre que se á practicado en esta Villa que alzado el dicho fruto de Azeituna, y haviendose hecho la rebusca por los vecinos sea permitido que el Ganado de Zerda entre en los olibares a comer el Destello que tanto los reforma, ...”

 
“Siendo el heredamiento de olibas de esta Villa el Caudal principal en que los Vezinos de ella, ..., Labrarlas, y Administrarlas á Ley que uno, y otro es indispensable en el supuesto Zierto de que generalmente, se aran con ganado Vacuno, ordenamos que para entrar á labrar dichas olibas que sera cojida la mayor parte de Azeituna ...”

jueves, 14 de febrero de 2013

La flor del azafrán...

Llegó el momento que empecé a alzarme por encima del mostrador, así que mi abuela, más por la sapiencia que dan los años que por cansancio, me dio pie y pasó a ver las cosas y la gente desde su corta silla de enea, junto a la mesa camilla del rincón de la escalera.

Allí echaba sus ratos y sus cuentas y no perdía tiempo en matricular a los indocumentados que venían a caer por aquellos pagos, ya fuera momentáneamente o para quedarse. El tiempo trajo nuevas parroquianas, muchas de ellas foráneas que venían traídas por nupcias recientes. Y ninguna quedaba ajena al diagnóstico de pelaje;… pocas veces cayó en renuncios.

Y ésta era una gran mujer, ¡descansé en paz!

martes, 5 de febrero de 2013

De ingenios dormidos que no callados por el GR-48...

Hace ya bastante tiempo, cuando a uno le inquietaba conocer de lo suyo y de lo ajeno, me atreví a profundizar en los pilares económicos y sociales que sostuvieron el crecimiento urbano y monumental de mi pueblo durante los siglos XVII y XVIII, que luego vino a languidecer durante la primera parte del reinado de Fernando VII.
 
En esas, llegué a la conclusión que fue un importante y temprano desarrollo del olivar lo que vino a repartir mieles por estos lares. De manera paralela fue desarrollándose una nueva estructura de la propiedad que vino a sentar las bases de muchas de las carencias sociales, y también económicas, que el siglo XX padeció. Pero eso son otros avatares.
 
La producción aceitera giró en torno a pequeños molinos establecidos en dos barrios de la localidad, Eras-Trinidad y Molinos, pero sobre todo en torno a cuatro grandes almazaras localizadas junto al Camino Real: Salcedo, Manrique, Conde de Benalúa y Mendozas. Poco les queda hoy a estas caserías de aquellos trajines que les dieron lugar. Una, como sus piedras, duerme el sueño de los justos. Alguna otra, saqueado su interior, apenas sostiene un ápice de su chasis original. En las que los trapos mejor señorean, el deterioro ya comienza a medrar.
 
Pero hoy son sus cosas menores las que me llaman la atención. Pequeñas, pero indispensables para el funcionamiento del sistema, languidecen orgullosas entre matojos y ruinas. Ingenios dormidos que no callados. Y aquí, el cordel mesteño de Guarromán, el tramo del GR-48 Sierra Morena de Baños hasta la Nava (Navarredonda) y El Salcedo, desempeña un papel protagonista.
 
Superada por su espalda la casería Manrique, ahora nominada por el arbusto más que centenario que adornara su arrabal, El Lentisco, nos topamos con un pequeño muro de piedra descompuesta y ladrillo rojo que cortara por la sano el cauce del arroyo de la Rumblosa. El Pantanillo, así llamado, desviaba las aguas por la margen izquierda y las llevaba mediante un pequeño canal de ladrillo hasta los aljibes del molino donde eran utilizadas para los usos propios de su industria.
 

 
Hemos de cruzar los Peñones de Chirite y dejar a nuestra diestra el Barranco del Pilar y el Cerro del Salcedo para ir a topar con la portera de la Nava. Siguiendo el curso descendente del arroyete y buscando la casería del Salcedo nos damos de bruces con una pequeña alcubilla tallado en piedra o arcón de agua, fuente muy al uso por estos lares que suministraba agua potable a esta hacienda aceitera. Solo a unos metros y sobre el arroyo un pozo, al modo de las norias del lugar, derivaba aguas hasta la almazara para el laboreo cotidiano de la misma y la mejor producción del huerto cercano.
 


Noria del huerto del "descolorío".
 
Llegando hasta la fachada frontal de este molino un sencillo reloj de sol, cobijado a espaldas de la portada y volcado a levante, contabiliza las penurias que nos va dejando el paso del tiempo.
 

 

sábado, 2 de febrero de 2013

Sobre rosquillas de tetica...

Se dice que llegas a maldecir aquello que otrora te daba placeres.

Iba cayendo la tarde, helios doblaba ya el Peñón Gordo. A primera hora habíamos subido las támaras desde lo hondo del Cotanillo a la cima del Corralón, mucha era la leña recogida desde “la pura” y no poca la faena acumulada. Arriba esperaban los haces de tomillo aliñados para prender el corazón de la candelaria.

Con el tiempo descubrí que la hierba, pese al famoso dicho, era cantueso, ¡qué difícil es doblar la costumbre!

Aquel año las prisas me apuraban y traía a la compaña arre que es tarde, ¡cosas de cuando uno es chico! Esa madrugada sería especial, por fin mi padre me permitía bajar al horno y consumía la noche de candela precipitadamente.

La Candelaria precedía a San Blas, día de rosquillas, aquéllas que bendecidas sanaban la garganta, ¡bien decía mi abuela qué cuanto más dura la miga mayor sería la efectividad! Era noche de faena y las manos no estaban de más, aunque fueran torpes por novedosas.

Desde la cama, todas las noches, me martilleaba el sonar de la puertecilla del horno. Desde la cama imaginaba que el mundo corría abajo mientras todos dormíamos.

Así que esa noche no veía llegar el momento en que la candelaria se deshiciera en cenizas.

Mi primer San Blas no tuvo otro cometido que desatascar el laterío de rosquillas que se acumulaban sobre la mesa del obrador. De la mesa al armario chico para que subieran antes de doblar la puertecilla batiente y asomar a la boca del horno. Embelesado, antes de retirar la lata, veía como mi padre les daba un doble corte cruzado en la tética, un engrosamiento que con mimo hacían mis allegados al estirar la bola de la rosquilla. Mi abuela, terca, todos los “san blas” repetía a su hijo que no apretara la “barbera”, que mirara por los viejos, que a fin de cuentas eran los que más necesitaban de aquella medicina sanadora, que el corte les jodía unas encías faltas de huéspedes.

Un año después me armé de un banquete muy bajo, a modo de palé, para estar a la altura de la mesa. Heredé el corte y la navaja barbera más gastada del horno (espero que hoy siga prestando buen servicio, allá por donde ande).

Los años tornaron en obligaciones lo que fueron deseos de otros tiempos, como aquélla de las rosquillas de San Blas. Por entonces las Candelarias alargaban en exceso la noche, la navaja firmaba cicatrices en índice y corazón y las rosquillas, renegando del pulpejo, asomaban temerosas por la cinta de la máquina de las barras ocultando como podían la ausencia de la tetica. Pero ya eran otros tiempos.