jueves, 14 de febrero de 2013

La flor del azafrán...

Llegó el momento que empecé a alzarme por encima del mostrador, así que mi abuela, más por la sapiencia que dan los años que por cansancio, me dio pie y pasó a ver las cosas y la gente desde su corta silla de enea, junto a la mesa camilla del rincón de la escalera.

Allí echaba sus ratos y sus cuentas y no perdía tiempo en matricular a los indocumentados que venían a caer por aquellos pagos, ya fuera momentáneamente o para quedarse. El tiempo trajo nuevas parroquianas, muchas de ellas foráneas que venían traídas por nupcias recientes. Y ninguna quedaba ajena al diagnóstico de pelaje;… pocas veces cayó en renuncios.

Y ésta era una gran mujer, ¡descansé en paz!

2 comentarios:

  1. ¡Precioso! se hizo querer detodo aquel que la trataba.
    Si, descanse en paz

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  2. Preciosa entrada le has dedicado. Como bien dices una gran mujer. Muy querida por toda aquella persona que la ha conocido. Siempre con una sonrisa para todo el mundo, atenta, cariñosa... y un sin fin de cosas más. Sin duda alguna no merecía partir tan pronto. Aunque mientras tengamos su recuerdo y la mantengamos en nuestro corazón siempre estará con nosotros. Su familia agradece todo el apoyo recibido y todas las palabras de afecto que ha recibido. Seguro que descansa en paz y ahora es una estrella más de ese cielo que cada noche nos iluminará con su sonrisa.

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