jueves, 21 de agosto de 2014

Sobre Folena y la población mozarabe de Sierra Morena

También en la sierra de Andújar se localiza la existencia de una comunidad mozárabe, a juzgar por las numerosas tumbas rupestres antropomorfas que se extienden entre la Loma de las Sepulturas, Viñas de Peñallana, Aldehuela y Santa Amalia. En ellas predomina la morfología tipo Pedroche,  aunque hay ejemplos peculiares. Las dimensiones de los vaciados varían en torno a una media de 1,70 x 0,40 m. Algunas de las sepulturas llevan grabadas cruces. La comunidad que labró estas tumbas eran gentes con una economía pastoril y de explotación de los recursos forestales. Su aldea, al Oeste de Baños, debe ser la que aún en 1155 se denomina con el nombre de Folena, cuya grafía correcta sería Fulinae o «Sepulturas de pobres», y debe identificarse con la arruinada aldehuela de la sierra de Andújar que Pedro I mandó repoblar con algunas familias en 1367. No lejos de la aldea mozárabe existía un fortín musulmán de vigilancia llamado Shándola (ˇ Sandula) próximo al curso fluvial del río Jándula, al que dio nombre. (…).

(…)

La documentación diplomática nos permite conocer a algunos de aquellos mozárabes baezanos, como Suario Didaciz, Pedro García Alesaid (*al-Sa‘¯ıd) de Baeza, y Abdelaziz de Baeza. Al primero donó el rey la aldea de Linares (121); al segundo la mitad de Cierzo (Tiédar?) (122). Esta repoblación con elementos autóctonos era necesaria para mantener la confianza y la tranquilidad en la zona. Por ello otorgó a Abdelaziz de Baeza la aldea de Balneum (Baños), situada entre las de Folena y Bosogra (123), y más tarde le concedió también la aldea de Bailén, y la de Segral (Los Escuderos) con su castillo sobre el Guadalimar (Giribaile) (124).

En “La Iglesia mozárabe en tierras de Jaén (712-1157)”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, por Juan Carlos Torres Jiménez



viernes, 8 de agosto de 2014

La Ruta de los Ammonites del Geoparque de las Sierras Subbéticas

 http://www.andalucia.org/es/rutas/ruta-de-los-ammonites-del-geoparque-de-las-sierras-subbeticas/

La Ruta de los Ammonites del Geoparque de las Sierras Subbéticas discurre por un territorio montañoso situado al sur de la provincia de Córdoba, en pleno centro de Andalucía. Dominan las cumbres grises junto al verde cambiante de los cultivos de olivar y el blanco de los pueblos que se integran en el paisaje rocoso en un equilibrio de belleza singular.

La roca caliza, que ha sido modelada por las aguas durante miles de años, presenta un interesante relieve kárstico con gran diversidad de elementos geológicos: poljés, lapiaces, dolinas, simas y más de 800 cavidades. Además, las rocas de las Sierras Subbéticas llevan implícitas una historia de más de 200 millones de años de antigüedad. Importantes capítulos de la compleja historia del Mar de Tethys quedaron registrados en los sedimentos, destacando los ammonites, antiguos animales con concha espiral que, por la abundancia y diversidad de sus formas fósiles, constituyen el emblema indiscutible del Geoparque Sierras Subbéticas.

Las Sierras Subbéticas fueron declaradas Parque Natural en el año 1988, destacando principalmente por sus características geológicas. Está constituido por 8 municipios: Cabra, Carcabuey, Doña Mencía, Iznájar, Luque, Priego, Rute y Zuheros y en el año 2006 entró a formar parte de la Red Europea de Geoparques y de la Red Global de Geoparques, avaladas por la UNESCO.





 Fotografías: Mancomunidad de la Subbética (Cati Molina).

jueves, 7 de agosto de 2014

El Santo Cristo

Arranca la senda en el llano del Santo Cristo. Aunque hoy sienta reales bajo una maraña de viviendas y asfalto, este descansadero de ganado merino ofrecía hasta hace bien poco un horizonte totalmente limpio de obstáculos sólo roto, al fondo, en la lejanía, por los pétreos bardales de la Viña “la tonta”. Teniendo, como tenía, principal cometido la posta de los ganados trashumantes, compaginaba con otros usos de interés para el común. Así, un rosario de eras de pan trillar se sucedían a modo de gigantescos círculos empedrados que, en días de asueto, soportaban a empedernidos futboleros que removían polvos un día en la era de “Vidal” y otro mudaban a la “vuelta la pera”.

 Pero fueron las canteras para extraer arenisca (la piedra local) la actividad que mayor empuje tuvo, quizá ya desde la edificación del santuario o aún, antes, cuando la Vieja Santa María alzaba sus verticales. Así, apreciamos la de “Marquitos” a nuestra derecha, dando cobijo a la piscina local, como antaño lo diera a docenas de mozalbetes que, arremangados los calzones por encima de la rodilla, buscaban entre las aguas del hoyo, sucias y estancadas, cabezolones (renacuajos) y tiros (salamandras). De aquí, de su suelo, se obtuvieron las principales materias primas que dieron forma a nuestro castillo: tierra -roja-, también utilizada para el barro de los tejados y las legendarias “bolas de barro” (canicas), y cal -blanca- (a la sazón éste es el cerro de la Calera).

miércoles, 6 de agosto de 2014

Quesos de Sierra Morena

Ruta de los Quesos de Sierra Morena discurre por la franja norte de Andalucía, en territorios linderos con Extremadura y Castilla La Mancha. Aquí, las dehesas de encina, alcornoque y quejigo se extienden como un verdadero y extraordinario "bosque humanizado", donde la naturaleza y el hombre, en común acuerdo, han dado forma al mayor bosque mediterráneo de Europa, no en vano declarado "Reserva de la Biosfera" por la Unesco.

Así lo pone de manifiesto la excelencia de sus espacios protegidos, que dan cobijo a parques naturales de meritorio interés como Aracena y Picos de Aroche, la Sierra de Norte de Sevilla, Hornachuelos o Cardeña Montoro. Son tierras de pastos en las que cabras y ovejas campan a sus anchas entre piaras de cerdos ibéricos y toros de lidia, entre linces y venados,... bajo la atenta mirada del águila imperial ibérica.

Pueblos de reconocida tradición artesana y aromas a chacina, anisados y sierra, como Aracena, Cazalla o El Viso, elaboran principalmente quesos de cabra y oveja, de las variedades Sierra Morena, Los Pedroches, Aracena y Montes de San Benito. Son quesos gestados por una excelente ganadería extensiva, su preciada leche, densa, grasa y aromática, la sucesión de numerosas generaciones de sabios pastores y los mayores cuidados artesanos al amparo de la mucha paciencia de sus gentes.

Miles de kilómetros de cañadas tradicionales surcan la sierra permitiendo que el visitante pueda adentrarse en los muchos rincones que está atesora, y así, las queserías que salpican la geografía serrana abren ahora sus puertas para que pueda conocer los secretos de esta elaboración ancestral, participar de una didáctica cata o realizar su propio queso fresco.

Mientras que los quesos de Aracena son elaborados con leche cruda de cabra y muestran una corteza anaranjada, melosa; los de Los Pedroches y Montes de San Benito, semicurados, proceden de leche de oveja merina con una corteza amarillenta algo aceitosa. Sierra Morena también presenta quesos de cabra con una corteza rugosa y un sabor intenso, lechoso y picante.

Varios eventos relacionados con la elaboración quesera en estos terruños salpican el calendario anual haciendo que el visitante sea partícipe de esta tradición artesana: El Mercado del Queso Artesano de Aracena, Aracena Sabor o la Feria Agroganadera y Agroalimentaria de Los Pedroches son una muestra más que evidente del buen hacer de los pastores y queseros de Sierra Morena.


domingo, 3 de agosto de 2014

Téjule borriquera

En un espacio amplio se sitúan dos líneas o rayas separadas entre sí por unos 10 metros. Entre una y otra se marca una tercera.

El número de jugadores se recomienda que sea entre seis y ocho, ni pocos ni muchos y, sobre todo, varones, ya que el juego es algo burro.

Se sitúan todos en una de las líneas exteriores y, previo aprovisionamiento de una teja o baldosa de unos diez centímetros que pueda ponerse de canto sin caerse, lanzan por orden su téjule a la raya externa contraria buscando que quede lo más cerca posible de la misma. La que caiga más lejana es en principio la perdedora.

Ésta ha de ponerse de ponerse de canto en una de las rayas externas y desde la contraria el resto de jugadores han de intentar derribarla con una sola tirada. Quienes lo consigan tienen derecho a subirse en el “burro”, que no es otro que el propietario de la téjule que se “la quedaba”.

Este burro debe situarse doblado en la línea intermedia y, por turno, han de subirse en él los que derribaron la téjule perdedora. Con el “jinete” encima, el burro lanza su téjule a una de las líneas externas, de seguido lo hace el jinete. Si queda más cercana de la línea la del burro, uno que se quita de en medio y pasa el siguiente; si es al contrario, repiten la jugada. Por cada tres veces seguidas que gane el jinete, es una invitación a otro de los participantes que en la jugada inicial no derribara la téjule del burro.

Y así sigue el juego hasta que el burro los elimine a todos y se pueda de nuevo reiniciar el juego. 

“Jugando en las calles bañuscas”, 1999.

 Tégula en el yacimiento romano del Santuario de la Virgen de la Encina.

viernes, 1 de agosto de 2014

De pasarelas y "regeneracionismo"

(...)
“Los tres ríos citados son vadeables por algunos sitios la mayor parte del año, pero aparte de los peligros, molestias e incidencias desagradables a que diariamente da lugar tenerlos que vadear, ocurre con bastante frecuencia que en pocas horas sobreviene crecida que imposibilita el paso e impide, o que los habitantes puedan ir a sus labores, o que si se encontraban en ellas puedan regresar a sus casas, sin dar un rodeo de 18 kilómetros."

Ángel Arbex, 1927.

Y esto viene al cuento de un magno proyecto de pasarelas metálicas que salvarían los ríos Rumblar y Grande -Caminos de San Lorenzo y Mestanza- facilitando un uso más generalizado y social de la sierra bañusca. Pero, como muchos otras grandes empresas de desarrollo local, cayeron bajo la apisonadora de una comprensión más global del territorio. 

Con seguridad, el embalsado del Rumblar acrecentó la producción de las vegas del bajo Rumblar  pero, paralelamente, dio al traste con el desarrollo serrano creando una barrera hídrica cada vez más insalvable y un territorio hermético que acrecienta su opacidad a pasos agigantados.

 Fotografía del amigo Juanjo Mercado