sábado, 22 de julio de 2023

La espiral

Tierra de enorme arraigo, Andalucía guarda con celo la impronta histórica de cada uno de los pueblos que la hollaron, desde los que arribaron del Asia Menor durante el Neolítico hasta Roma, sin olvidar a los míticos viajeros púnicos y helenos. Del encuentro, surgieron culturas locales de enorme trascendencia, como la que construyó los túmulos megalitos, Millares o Argar, Tartesios y un variado elenco íbero (oretanos, turdetanos, accitanos, bastetanos...), para finalmente culminar en al Ándalus, la más brillante civilización del Mediterráneo.

Cuna de grandes artesanos, poetas, artistas y filósofos, no son pocos los que han dedicado más de una estrofa, nota musical o trazo a ensalzar las maravillas de nuestra geografía. Séneca, Ibn Firnás, San Isidoro, Maimónides, Velázquez, Bécquer, Góngora, Machado, Picasso, Cernuda, Alberti, Falla, Juan Ramón Jiménez, Raphael, Andrés Segovia o García Lorca…., la enumeración se haría demasiado extensa. Sin darnos cuenta, la vida nos introduce en una espiral que nos puede parecer interminable, pero tan sólo ocupa un instante del tiempo.


Espiral tallada en pizarra, Peñalosa. Baños de la Encina

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lunes, 17 de julio de 2023

Castillo de Baños

El castillo de Baños, fortaleza almohade levantada en las décadas finales del siglo XII, está construida sobre los hormazos de edificaciones de diversos periodos: Edades del Cobre y Bronce, ruinas íberas, templo romano, restos emirales… Reutilizados de manera más o menos continua, en lo que atañe al periodo andalusí hay evidencias de población previa, durante los periodos emiral y califal. Se alza en una zona de paso estratégica, a la entrada de Andalucía, entre Sierra Morena y la Depresión del Guadalquivir, y en un entorno que hunde sus raíces mineras ya desde la Prehistoria. Con diferente protagonismo, según periodo, se construyó como centro neurálgico y defensa de las zonas mineras (durante la prehistoria reciente), con carácter sacro (Roma) o para control y defensa de los pasos y caminos (periodos íbero y almohade, y durante la prima conquista castellana con principal protagonismo para los pasos calatravos). Su aspecto definitivo, el que hoy apreciamos, lo adquiere a finales del siglo XII (posiblemente tras la batalla de Alarcos, 1195), bajo dominio almohade. Para entonces, de la ciudad iberomana de Cástulo y de su último obispado cristiano apenas quedaba recuerdo y el castillo formaba parte de una compleja red estratégica y carácter defensivo, urdida para defensa de la cora andalusí de Baeza.

Siendo uno de los castillos más emblemáticos de al-Ándalus, por su antigüedad e imponente y bien conservada arquitectura militar, ha sido llevado al cine en películas como El Capitán Trueno y el Santo Grial y fue escenario de ‘minutos musicales’ (actuaciones televisivas) de renombrados artistas, como Isabel Pantoja. Declarado Monumento Histórico Artístico (1931) y Bien de Interés Cultural (BIC), posiblemente sea el edificio bereber más sobresaliente de la Península Ibérica y uno de los conjuntos fortificados hispano andalusíes mejor conservados de todos los tiempos.

El castillo se localiza en el casco antiguo de Baños de la Encina, sobre uno de las elevaciones que lo forman, el cerro del Cueto. La localidad ha sido declarada Conjunto Histórico-Artístico (1969) y ha entrado a formar parte del club de los Pueblos más bonitos de España recientemente. Se alza imponente sobre el Cerro del Cueto, un relieve residual y tabular labrado sobre las rocas detríticas de la Cobertera Tabular, conglomerados y areniscas rojizas, estas últimas muy usadas en cantería y conocidas como “piedras de asperón”.  Es una verdadera atalaya, un mirador natural situado en la cuenca del Alto Guadalquivir, tanto a Sierra Morena como a la Cordillera Bética.

En las laderas N, S y O, bajo el castillo, se encuentran las rocas detríticas de la Cobertera Tabular, discordantes sobre las pizarras de las Facies Culm de Los Pedroches (Macizo Ibérico), y en ladera E y SE está la Falla de Baños de Encina, que pone en contacto las rocas del Macizo Ibérico (Sierra Morena) con la Depresión del Guadalquivir (Fosa de Bailén).

El Cerro del Cueto ha estado ocupado desde el Calcolítico debido al rico patrimonio minero de su entorno. Así lo constatan las excavaciones arqueológicas realizadas en el castillo, que han sacado a la luz restos cerámicos y herramientas de piedra usadas en la cercana mina del Polígono-Contraminas (explotada desde la última Edad del Cobre), restos de la muralla de un antiguo poblado argárico y función metalúrgica, así como una escalinata de acceso y capiteles de un templo romano y carácter funerario: posiblemente dedicado a una tal Ilicia.

La fortaleza, con forma oval (100x46 m) y una puerta de acceso, está construida con un magnífico tapial o tabiyya, heredero del mejor opus caementicium (mortero) romano. La mezcla o encofrado está formado con tierra, arena, cal y cantos de río de diferente tamaño, según posición en altura, excepto el alcazarejo noreste y la torre del homenaje, que están construidos en mampostería irregular (a excepción de la parte superior de la Almena Gorda, que cuenta con sillares mejor trabajados). A lo largo de su muralla, que destaca por su color rojizo, se distribuyen 14 torres cuadradas (en realidad una de ellas es pentagonal) estructuradas en 3 niveles y de tamaño bastante similar, y la torre del homenaje o Almena Gorda, quasi circular. Construida tras la conquista castellana, y envolviendo una bereber similar a las anteriores, presenta dos fases de construcción (XIII y XV) y mayor altura que el resto de sus hermanas. Dirigida a la Plaza Mayor del pueblo y de forma más o menos ovalada, cubría el único flanco por donde el castillo podía ser atacado mediante trebuchet, un tipo de catapulta que se generalizó a partir del siglo XIII en los asedios que se producían en la vieja Europa.

Las murallas y las torres están rematadas con merlones y perforadas con aspilleras. En el interior del castillo, girando en torno al espacio abierto de los aljibes (se nutría con las aguas de lluvia y abastecía a los habitantes del interior del hins o izn), que hacía las veces de minúsculo patio de armas, se distribuían calles con viviendas, cuadras, patios y almacenes, con una intención más o menos clara: crear un complejo entramado urbano que dificultara la acción invasora de un posible atacante.

El castillo mantuvo su carácter militar hasta comienzo del siglo XVI, para después caer en una fase decadente que ya fue definitiva en el XVII. Mucho después, desde la segunda mitad del XIX hasta 1929, fue usado como cementerio parroquial bajo la protección de la iglesia de Santa María del Cueto. En su interior contaba con criptas familiares, tanto en superficie como en los habitáculos de las torres, también había nichos adosados a las murallas y tumbas al exterior del recinto. En la segunda mitad del siglo XX se procedió a la exhumación de los cuerpos y, poco a poco, tras varias excavaciones e intervenciones arqueológicas y ya en la primera década del XXI, se llevó a total su total recuperación y buen término. Tanto en el interior como en el exterior del castillo se han establecido las distintas fases de ocupación del Cerro del Cueto, desde la Edad del Cobre hasta nuestros días.