viernes, 29 de enero de 2010

Baños de la Encina, 4000 años oteando el horizonte

Quiero presentaros la nueva guía turística, ya editada en papel, de nuestro pueblo. Ha sido posible gracias a la colaboración económica de la Diputación Provincial y el apoyo de otras instituciones en las que estamos integrados como Las Rutas del Legado Andalusí, ADIT Sierra Morena o la Red de Conjuntos Históricos y Arquitectura Popular de Andalucía, que esperamos hagan una buena divulgación de la misma, de nuestro municipio y de sus productos turísticos.

Los textos han sido redactados por Susana Martín (susamar), en cuanto atañe a El Centenillo, y por un servidor. En la parte fotográfica ha habido una mayor colaboración: han participado nuestro paisano, Juan Manuel Ortiz, Antonio Antolín, vecino nuestro de El Centenillo, Agustín Rodríguez, un linarense que ha trabajado en el diseño de muchos de los trabajos de Baños editados en los últimos años, algunas fotos han sido cedidas por el “Proyecto Peñalosa” y realizadas por Antonio “el fotógrafo”, y, finalmente, hay alguna mía. Perdón, se me olvidaba que también hay alguna de mi buena amiga Estrella Jiménez, una de las socias de la empresa Culmina que tan activamente está participado en el desarrollo turístico de nuestro municipio.

Seguir fielmente el formato que usa el área de turismo de Diputación en su colección “Ciudades”, es decir cuadrado de 150 mm. x 150 mm., nos ha permitido presentar fotografías de gran calidad e impacto a pagina completa o casi completa. Así ha sido sobre todo en las paginas impares, que es a la que se dirige la vista en primera instancia. En esta línea se ha trabajado con fotos como la de Peñalosa o la del Cerco de los Corvera (Guzmanes).

En cuanto al texto, se ha intentado compaginar texto de pura guía turística, atractivo, que permitiera atraer al turista en origen; con texto más narrativo, que sea útil para el turista ya en destino, una vez en Baños. La economía manda en estos temas y hay que conseguir material con un uso múltiple.

Se ha querido subrayar mucho el aspecto “producto turístico”. Es decir, por una parte se han instalado, a modo de banner, mensajes sobre las ofertas turísticas que nuestro municipio ofrece; pero por otra, sólo se ha incidido en los productos turísticos reales, los que de verdad estamos vendiendo. Nada de publicitar aquello que en verdad nuestro visitante no va a poder “comprar” o visitar. También se ha dado un protagonismo especial a los establecimientos turísticos y a nuestro aceite. Por primera vez El Centenillo aparece con cierta entidad e independencia, aún hay que darle mayor protagonismo

Se han editado 3.000 guías cuyo diseño ha sido realizado por Artificis, siendo la impresión a cargo de Gráficas la Paz. Se ha obtenido también un pdf de alta y otro de baja resolución para web. De esta manera va a poder estar colgada en todas las web en las que estamos integrados: bdelaencina, sierramorena, redpatrimonia, rutas.legadoandalusi, prodecan, promojaen, etc. Por otra parte, se va a hacer llegar a todos los empresarios turísticos locales, de tal manera que puedan darle difusión o enviarla a sus clientes antes de iniciar viaje. Tan sólo esperamos que tenga buen rendimiento para nuestro municipio.

lunes, 25 de enero de 2010

Calle Amargura

Ya no realizo visitas guiadas a nuestro pueblo, y bien que lo echo en falta, porque comunicar lo que nuestras calles me han ido contando de su historia, de sus casas, de sus gentes, de sus juegos,… formaba una parte muy importante de mi manera de crecer como persona. Aún recuerdo muchos de los contenidos y anécdotas que les contaba a mis acompañantes y que entonces me parecían insignificantes por formar parte de mi cotidianidad.

Cuando hacía el tránsito desde la parte baja del pueblo hacía el Santo Cristo buscando el Molino de viento, por propia estrategia logística, intentaba no pasar dos veces por el mismo trayecto. Así, subiendo por Isidoro Bodson y Mestanza, al llegar a la casa de Joaquinito (Casona Jiménez de Mármol), prefería enlazar con el final de Cuesta Herradores, Cotanillo (como a mi me gusta llamar a mi calle), Travesía Amargura para salir a la empinada Amargura. Era uno de los sitios en los que más llegaba a comunicar con mis oyentes, porque es que allí les estaba trasmitiendo muchas horas de mi vida, de mis amigos, de mis vecinos, de mis juegos, hasta de algún diente roto.
En el cruce Amargura, Travesía y Desengaño, frente a Juana “la francesa”, intentaba narrarles como, durante el siglo XVIII, el pueblo había ido hilvanando nuevas casonas en torno a los principales caminos que, como alargados brazos, nacían del viejo casco histórico. Pero era acercarme a la casa de Vitorio e inmediatamente salía a mi paso Catalina, la bondad hecha señora, dándome paso a su casa. De nada valían las excusas que le daba sobre la necesaria privacidad de la casa de uno y demás, sin darme cuenta ya estábamos en el patio apreciando como un viejo pozo hacía de lindero entre su casa y la del vecino Lucas “Pepinollo”, cuando en tiempos habían sido la misma casa. Antes que saliéramos, las piernas no le habían permitido aparecer antes, ya estaba esperándome Juana preocupándose por mis chiquillos y, a veces, Antonio “Pepinollo”.
En esos momentos ya no me valía, en su casa había pasado “casi todas las siestas de mi infancia”. Su primer saludo, tras llamarme como sólo él me llamaba “Josico María”, era referente a mi bisabuelo Antonio, tenía de él una buena imagen, siempre me lo recordaba. Después ya, como un guía más, les hablaba a todos como amigos de toda la vida del tiempo, de las olivas, de la casa que ya estaba vieja como él, de su hijo Manolo que le había estado haciendo algún arreglo por la casa, de lo fresca que estaba la puerta de la cámara, incluso en verano, de los “merguis”,… Sólo con ellos, la visita ya obtenía un ocho sobre diez, con poco esfuerzo por mi parte, la imagen que se llevaban de Baños era increíble.
Todavía no me explico como jugábamos al fútbol en la calle Amargura. Una portería arriba y otra abajo, y hasta ganaban a veces los de abajo. Pero, eso sí, cuando marcaba un gol un jugador de arriba, según colaba el balón por la portería, tenía que perseguirlo evitando que entrara, al final de la calle, por la puerta de la tienda de María “la reina”. Si el balón superaba su umbral, había que dar por “muerto” el balón.
Después, seguíamos camino hacía el Molino, o quizá no, si teníamos la suerte de tropezar con Ángel Mañono teníamos que hacer otra intensa parada que dejo para otra ocasión. Hoy ya no es igual.

domingo, 24 de enero de 2010

Origen del cucharro bañusco


Era todavía muy pequeño, acababa de perder a mi madre en aquel invierno del 73, cuando tuve una de las clases que más me han marcado en mi vida académica. Fue una maestra, doña Paqui se llamaba ella, que era, y espero que aún lo siga siendo, una gran amante de la historia antigua. Pero, sobre todo, le encantaba darnos enseñanza de un idioma, tan atractivo a su entender, como el que debían tener los pueblos que encontró Roma al llegar a la Península Ibérica. Idioma del que, como veraces testigos, habían quedado algunas palabras sueltas en nuestra lengua romance. Ya por entonces, valiente ella en momentos difíciles, relacionaba aquellos retazos idiomáticos con el raro y “pobre”, para algunos, vocabulario que algunos se atrevían a utilizar en las Vascongadas.

Además de sentar uno de los principales pilares que haría de mí un enamorado de la historia, consiguió que relacionara todo ese bagaje lingüístico, quizá sólo por similitud fonética, con una palabra que me era muy familiar: nuestro término “cucharro”.

Por entonces, con la familia aún un poco errática por la pérdida de la madre, aunque ya mi abuela Pura cuidaba de nosotros, teníamos la costumbre de merendar en la casa que más cercana encontrábamos, entendiendo por tal la de algún familiar cercano. En aquellos años, aunque tuvimos bastante arropo en toda la familia, fueron las hermanas de mi abuela paterna quienes más nos atendían, no en vano era el vínculo directo de la que había pasado a ser la “ama de casa”, valga la redundancia, de la casa de mis padres. Mi abuela y todos sus hermanos: Mariana, Ana María y mi tío Vicente, tenían lo que suele llamarse como un genio fuerte. Mi “chacha Mariana”, no era menos, pero a mi, personalmente, su trato me era muy agradable. Recuerdo los bocadillos de tortilla francesa con la yema a medio hacer que me preparaba en la cocina de mi tía Leonor, toda una exquisitez. Pero, sobre todo, me encantaba su cucharro con aceite y colacao, que también nos condimentaba mi tía Rafaela, hija de la chacha Ana María, a mi primo Dioni y a mí cuando jugábamos en la lonja o en el callejón de la casa de mis abuelos. Desde aquellos momentos la palabra “cucharro”, su raro origen que por entonces creía prerromano, fue para mí todo un icono que me incitaba a indagar en su origen.

No debió pasar mucho tiempo cuando leí un pequeño artículo de nuestro bien querido D. Juan Muñoz – Cobo, “padrino” de todos los que después nos ha gustado bucear en la historia de Baños, donde hacía alguna propuesta sobre el origen remoto de este atractivo y singular vocablo. Si no recuerdo mal, pues ya no está en mis manos este artículo, pudo se editado en un libro de las Fiestas de Primavera; pero no lo puedo asegurar. En este documento, donde mostraba la gran querencia que siempre tuvo hacia su pueblo adoptivo, aunque quizá argumentando sin suficiente sustento científico, vinculaba nuestro cucharro, debido a su forma barquiforme, con la presencia fenicia en nuestro territorio, más concretamente en Salas Galiarda que por entonces era considerada como tal, subrayando el carácter marinero de este pueblo del Mediterráneo Oriental. Esta lectura, junto con muchas otras de nuestro querido paisano, hicieron que aún enraizara más aquel interés por este singular término del vocabulario culinario bañusco.

Pues hace algún tiempo, ojeando el número 162, año 1996, del Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, tuve la dicha de toparme con un artículo denominado “Una curiosidad lingüística: sobre el posible origen de la palabra cachurro” de José Santiago Haro, por entonces profesor del instituto San Juan de la Cruz de Úbeda. Este autor realiza un estudio donde intenta, sin cerrar en firme, hallar el “étimon latino”, es decir, el origen etimológico de esta palabra que, como la nuestra, podemos resumir como un “hoyo de pan con aceite”.

El profesor, que por sus escritos parece originario de Lopera, aprecia en su investigación que la palabra “cachurro” es utilizada en un área muy localizada de la provincia de Jaén: su pueblo que es Lopera, el vecino Marmolejo y el no mucho más lejano Fuerte del Rey; además se presenta con una significación más o menos idéntica: canto u hoyo de pan con aceite o miel. Asimismo, constata que en nuestro municipio, Baños de la Encina, el mismo contenido semántico es patrimonio de la palabra “cucharro”, que él entiende que es una variación por metátesis recíproca de su término “cachurro”; es decir, dos sonidos intercambian su lugar en la palabra en la que están presentes.

En referencia a su artículo, Santiago Haro aprecia que aunque las dos palabras mencionadas (“cachurro” y “cucharro”), con el significado argumentado de “pan con aceite”, no tienen mayor dispersión territorial, si hay otra, como Antonio Alcalá Venceslada advierte en su “Vocabulario Andaluz”, que con este contenido semántico tiene una mayor presencia geográfica: se trata de “cachucho”. Este hecho le lleva a reconocer el valor primero del término “cachucho” debido a esta mayor extensión geográfica, motivo por el que el profesor intenta descifrar el “étimon latino” del que proviene esta palabra. En este sentido, aprecia que “cachucho” es una “…voz de significación más amplia…”, de la que después, utilizando el sufijo prerrománico “urro”, deriva su palabra de estudio “…tomará de ella y adoptará en el nuevo derivado, destacando, tal vez, el matiz despectivo con el moderno sufijo;…”.

Es decir, para Santiago Haro, “cachucho” es un término con un contenido semántico muy amplio (poza, hoyo, …), mientras “cachurro” que entiende deriva de ella vendría a concretar en lo que entendemos como un hoyo o coscurro (matiz despectivo) de pan con aceite. El problema surge, cuando en la búsqueda de su origen etimológico, el propio Santiago reconoce que duda de todas las potenciales probalidades, aunque se inclina por una de las opciones que propone: (cacculus>cach>cachucho>cachurro>cucharro):

- capsa-capsula (caja-ita, cofre-cillo, bote).
- cattia (cazo).
- cavëa (hueco, jaula, cavidad).
- Y finalmente, la ya apreciada cacculus

Como podemos apreciar, y como ya decíamos, en todos los casos nuestro término cucharro, hasta ahora, viene a identificarse con un recipiente más o menos abarquillado, las más de las veces de corcho, que se utiliza para contener líquidos. Sin embargo, llegados a este estado de la cuestión nos sorprende que el DRAE, en su primera acepción, lo considere como “Un pedazo de tablón cortado irregularmente que sirve para entablar algunos sitios de las embarcaciones”. En esta línea encontramos otros casos; así el María Moliner lo considera como “Pedazo de tablón cortado irregularmente, con que se refuerzan algunas parte del barco, particularmente la popa y la proa”. En un sentido parecido, pero que nos permite obtener más datos sobre esta acepción marítima, el Diccionario Marítimo Español nos viene a decir “La curvidad que forma la figura del casco del buque, tanto en popa como en proa, desde la línea de agua hasta la cinta y a uno y otro lado del codaste y la roda. Cada una de las ligazones que forman esta curvidad, y de los tablones del forro que se sientan sobre”.

Apreciamos en este último párrafo que ya nos hallamos en un segundo nivel semántico, es decir, el término originario, por similitud en la forma, ha pasado también a denominar otro contenido semántico distinto al primigenio, en este caso el casco de un barco que, por la forma, se asemeja al “cucharro” recipiente de corcho. En este mismo segundo nivel semántico es donde podemos ubicar ya “nuestro cucharro”, el pan con aceite con una forma muy determinada.

Y así es, nuestro cucharro ya no es un recipiente abarquillado de corcho, madera o barro, sino un trozo de pan, eso si, volvemos a subrayar, abarquillado (aunque después llegue a utilizarse un moño o, como ocurre hoy en día, hasta una barra o un bollo), que contiene un líquido, más o menos espeso; en nuestro caso aceite con sal, el churre de un tomate y compaña sólida (aceitunas, bacalao, cebolleta y hasta melón). Pero cual ha sido nuestra sorpresa cuando, durante el trabajo de investigación, nos ha aparecido un municipio cercano, Linares (Jaén), donde nuestro término tiene la misma acepción, pese a que su población ha perdido la conciencia de este uso. Así nos lo confirma Juan Vicente Acosta, profesor jubilado de SAFA, que ha dedicado parte de su vida a recopilar frases y términos que oyó en su niñez y juventud por la casas y calles de Linares. En uno de sus escritos nos narra con cierta nostalgia “…de un tiempo en el que los chavales se comían un cucharro antes de ir al colegio, aunque para ir a comerse unos …”.

En este mismo nivel semántico e incluso en un tercero, podemos ubicar lo que en la localidad de Feria (Badajoz) llaman cucharro, que no es otra cosa que una pila rectangular para lavar. Aquí no es la forma lo que ha dado el nombre a un nuevo elemento, sino la utilidad (lavar) que veíamos que se le daba en algún otro municipio extremeño. Aunque, en cierta medida, ya nos estamos alejando hacia un tercer nivel semántico en el que ya estarían:

- Albaida de Aljarafe (Sevilla), donde se hace coincidir con el vocablo “talega”. Como veíamos con anterioridad el recipiente prestaba nombre al contenido, es decir el “cucharro” continente de líquidos daba nombre al contenido “sopeao” o “cucharro”, y en Albaida, en un tercer plano, llega ya a dar nombre a cualquier alimento que se desplace al trabajo.

- Talavera la Vieja (Cáceres), donde cucharro es “doblar la lengua haciendo canalillo para mamar”.

- Cobos de Segovia, donde cucharro es un tipo específico de punta de trompo que da nombre a la propia peonza.

- Bonillo (Huelva), donde es una calle principal dentro de las procesiones de Semana Santa.

- Navalucillos (Toledo), donde es un mote muy popular.


- Y, finalmente, La Puebla de los Infantes (Sevilla), donde presta el vocablo para dar gentilicio a sus habitantes.

Aunque ya hemos establecido que el origen de nuestro término es por derivación semántica del “cucharro original” considerado como recipiente de líquidos, hecho que estuvo motivado por la similitud en la forma, sería también interesante concretar el origen etimológico de la palabra como intentara el profesor Santiago Haro con su “cachurro”.

En este sentido, nos manejamos en un campo de suposiciones debido a lo relativamente ajenos que estamos de esta materia. En primer lugar, tomamos como punto de partida el origen etimológico de una palabra clave perteneciente a la misma familia que cucharro: cuchara. En este sentido, todos los estudiosos en la materia aceptan de manera unánime que su “étimon latino”, del término latino del que procede, es cochlea>cuchara (cuchara pequeña en latín). Con estos supuestos, sí consideramos la raíz ya castellana , que hemos aceptado que ha evolucionada del latín “cochlea”, al añadirle el sufijo prerromano obtenemos nuestro vocablo . Literalmente, su significado vendría a ser “cuchara ruda, tosca o rústica”, en total consonancia con el primer nivel semántico que venimos considerando, ¿o qué otra cosa es el artilugio de corcho que se cuelga en las fuentes de la Sierra de Aracena para que las gentes beban agua?

En referencia al estudio que ya se mencionó del profesor Santiago Haro, estamos en condiciones de afirmar que la variación por metátesis recíproca que proponía entre las palabras “cachurro” y cucharro”, tuvo lugar, pero a la inversa de su propuesta. Es decir, la palabra origen es “cucharro” y el cambio en el sonido de las vocales se produce en el vocablo derivado “cachurro”.

Quizá nos quede sólo una pregunta que hacernos, en base a la dispersión territorial del término cucharro, ¿cuál es el origen geográfico del mismo?

Aunque hemos anotado una gran dispersión geográfica del término, podemos subrayar que, obviando su presencia puntual en las provincias de Jaén, Almería, Navarra y el País Vasco, el centro neurálgico se sitúa en Extremadura y la Sierra Norte de Huelva, lugar en el que hubo una clara repoblación demográfica, según avanzada el proceso reconquistador, realizada por gallegos y leoneses. Por tanto, en primera instancia, podríamos proponer una sugerente propuesta de vinculación de este término con los repobladores, posteriormente, por contacto geográfico, se desplazaría a los Montes de Toledo, la Siberia extremeña y las sierras del norte de Sevilla y Aljarafe.

En este estado de la cuestión y teniendo como referente la propuesta anterior, su análisis nos plantea varios y serios problemas:

1.- Resulta que en nuestro rastreo del vocablo “cucharro”, éste no tiene presencia ni en Galicia ni León. Tampoco hemos hallado que esté presente en el antiguo “extremo del Duero”, es decir, Zamora y Salamanca, que con anterioridad había sido repoblada por gallegos y leoneses.

2.- Sí hay presencia del término, como veíamos, en el País Vasco y Navarra, pero no lo hemos localizado en provincias limítrofes como Burgos, Logroño o Soria, donde se gestaría el primer castellano.

3.- ¿Por qué motivo está presente en provincias andaluzas que apenas han tenido relación histórica con la sierras del norte de Huelva y Sevilla?, véase Jaén y Almería.

Entre las posibles respuestas podemos ofrecer las que siguen sin decantarnos de manera definitiva por ninguna:

1.- El término, como proponíamos, no se acuña en el lugar de origen de los repobladores, sino una vez establecidos en un territorio que tiene como núcleo central las sierras del norte de Huelva y las adyacentes extremeñas (donde su presencia territorial es intensa y continua en toda la geografía). Con posterioridad tendría una dispersión mayor por territorios colindantes como el Aljarafe sevillano, Vía de la Plata, Sierra Norte de Sevilla, Andévalo onubense, norte de Cáceres, Siberia manchega y Montes de Toledo.

2.- Una hipótesis que entendemos más débil pero no por ello improbable, es que su origen se encuentre en los montes de Euskadi y Navarra (zonas pastoriles) y que, repoblaciones minoritarias llegadas desde estas tierras, se instalaran en las sierras ganaderas de Sierra Morena (Huelva, Sevilla y Jaén). De contrastarse esta hipótesis, posiblemente tendríamos que proponer otra posibilidad para el origen etimológico del término , o quizás no, y que además valoramos menos probable.

En este caso su origen etimológico podría ser fruto de la unión de dos monenas prerromanos, la raíz , entendida como “hucha”, “caja”, “recipiente”, “cazo” y el sufijo ya mencionado anteriormente , de cuya propuesta surgiría un contenido semántico que podemos interpretar también como “recipiente tosco”.

3.- Si admitimos la segunda propuesta, tendríamos solucionado la puntual presencia del término cucharro en nuestro municipio y en el vecino Linares, la Alpujarra Almeriense y las localizaciones dispersas a las que hacíamos mención, como podría ser el testigo segoviano. En caso contrario, es difícil aventurar su presencia en nuestra zona, debido a la escasa relación histórica que han tenido estas dos zonas, tan opuestas geográficamente, del macizo mariánico.

Este estudio no quiere ser un referente que tenga como objetivo sentar cátedra, nada más lejos de su verdadero interés. Sí quiere dar solución a la inquietud que un niño tuvo hace muchos años cuando quedo prendado por la historia. Por este motivo, lo que si pretende es ser punto de arranque de un debate que nos vaya acercando cada vez más a la verdad histórica, aquélla que sabemos con seguridad que será casi imposible alcanzar, pero en el camino, con sus pasos hacia delante y hacia atrás, está el placer que colmará esa inquietud.

Perdonad las fotos, pero no tengo otras mejores a mano. Intentaré cambiarlas lo antes posible.

viernes, 22 de enero de 2010

Castillos de Sierra Morena

La estratégica situación geográfica de la villa, a caballo entre Sierra Morena y el valle del Guadiel-Guadalquivir, ha favorecido que el término municipal de Baños sea solar de innumerables estructuras “encastilladas” que, a la sombra de nuestra fortaleza, han pasado desapercibidas para los amantes de las “recias piedras de la historia”.
Una línea de castilletes o fortines argáricos -4000 años- se encarama sobre la falla de Baños, asomándose a la llanura que se extiende a los pies del núcleo urbano de Baños de la Encina (la llamada Campiñuela). Guarecían los pasos que, desde el valle, daban paso a la sierra. Estos fortines se levantaban a modo de avanzadilla defensiva de las recias murallas de los poblados de la prehistoria reciente que, a lo largo de la Edad del Bronce, salpicaron el viejo y minero río “Herrumblar” (Peñalosa, Verónica y Cerro de la Obra). El mejor ejemplo lo encontramos en la Dehesa Santo Cristo, a espaldas del núcleo urbano; se trata del fortín de Migaldias, excavado con método arqueológico y rehabilitado.


Pero si son interesantes los fortines, aún más sobresalientes son las murallas de los poblados que gestaron esta cultura minera de la Edad del Bronce. Peñalosa, mecida hoy en parte por las aguas del Rumblar, esgrime murallas, macizos bastiones circulares y complejos pasillos murados que pugnan por asemejarse al mismísimo laberinto del Minotauro de la Creta legendaria.


En plena Sierra Morena, mirando de frente al santuario de la Virgen de la Cabeza, se alza, altivo sobre el cerro sacro del Navamorquín, el “torrus” ibérico-romano de Salas Galiarda. Se trata de un castillo que mantiene en excelente estado lienzos de muralla y bastiones rectangulares elevados en granito. Este alcázar de origen minero, pelea por erguirse entre encinares asomándose al valle del Rumblar. El río parece dibujarse a sus pies como si de un plano cartográfico se tratara.

El viejo Camino de Andalucía, el que fuera de Toledo a Sevilla a través del Puerto del Rey, y que aún hoy muestra, de cuando en cuando, restos pétreos de esta vieja calzada, se encuentra escoltado al llegar a nuestro solar por ermitas que esconden entre sus piedras viejos torreones de Reconquista. Este es el caso de la ermita de Jesús del Camino y, sobre todo, del venerado santuario de la Virgen de la Encina. En este lugar, bien entrada la segunda mitad del siglo XV, acaeció una importante batalla en el marco de las luchas por la sucesión de la corona de Castilla.

Fotos: Proyecto Peñalosa, Antonio Antolín y propias.

martes, 19 de enero de 2010

Componente mágico, religioso y lúdico del cencerro en el ciclo vital

Con motivo de la próxima inauguración del Museo del Territorio “Torreón del Recuerdo”, donde tiene un papel principal la ganadería trashumante por su implantación histórica en nuestra sierra, damos un protagonismo principal a los cencerros, esquilas, arrieras y cañones,…

En este sentido queremos ir más allá de la exposición de los distintos tipos de cencerros y su función primaria, queremos conocer su particular presencia en la sociedad bañusca. En esta línea, hemos localizado un artículo sobre la cencerrería en la provincia de Salamanca que nos ha parecido muy interesante y que trascribimos en parte.
Nos gustaría contar con la ayuda de todos los bañuscos que se asomen por aquí y que puedan aportarnos datos en este sentido, para que de esta forma estos no caigan en el olvido. Pasamos a la trascripción:

”…Dentro de las múltiples costumbres en torno a las edades del hombre, queremos mencionar aquellas en las cuales de introduce el uso del cencerro, tanto en sentido festivo y alegre, como en el negativo de sorna.

Durante las “Fiestas de Quintos” era frecuente atar cencerros y esquilas a burros o perros, introducirlos en las casas y pedir el aguinaldo, o robar chorizos y chacinas para hacer una merendola, como por ejemplo en Mogarraz por San Antón (en desuso).

En las bodas, en tierras de Alba y Morille, se acostumbraba al salir los novios de la iglesia, pasearles por las calles en un borrico engalanado con cintas y esquilas. En la noche de bodas, en toda la Charrería, se buscaba con ahínco al reciente matrimonio para no dejarles dormir juntos. Si localizaban la alcoba nupcial, les llenaban la parte inferior de la cama con cencerros y cascabeles para que sonaran al menor movimiento. Aunque en algunos casos se podía evitar la broma, pagando el novio una merienda. En la “Tornaboda” era corriente que fuesen a buscar a la familia (novios y padrinos) con un carro de bueyes o mulas con un cortejo de jinetes pertrechados con tapaderas, hierros y cencerros, para pasear el carro hasta la taberna, donde el novio y el padrino debían convidar a la comitiva. Abundando en el tema, el traje “de vistas” - propio de las bodas en la Sierra de Francia - porta como adorno y, curiosamente, atados bajo los sobacos, dos sartas de plata ornadas con cascabeles y esquilas.

En el adulterio u otras “rarezas” matrimoniales, cuando la comunidad local se daba cuenta de tal “escándalo”, era normal, entre otras costumbres (carril de paja…) la práctica de la cencerrada. “La Cencerrada”, también llamada “Dar Borrada”, Esquilada o Charivari, según localidades, fue una práctica muy extendida hasta la mitad del siglo XX, a pesar de las múltiples prohibiciones tanto eclesiásticas como gubernamentales y, consistente en una ronda burlesca dada, por los solteros del lugar, a base de cencerros y esquilas, durante la noche. El motivo de la sorna era variado: segundas nupcias de viudos, casorios desiguales de edad o fortuna, irregularidades de la vida matrimonial, etc. Y la duración de la broma, que se acompañaba, normalmente, con procesiones, cortejos y ritos paganos, dependía de la región. Llegando, incluso, hasta los nueve días.

En el luto, cuando alguien moría y era principal (sobre todo los dueños de grandes ganaderías), se quitaban los badajos de los cencerros para que no sonaran y así no impidieran el dolor por el ausente. El son del cencerro era considerado como síntoma de alegría y resultaba improcedente en momentos de dolor y recogimiento. Lo mismo que el día en que fallecía un vaquero o un zagal, había que eliminar los badajos en señal de luto, para que el ruido no perturbara al difunto. De igual manera, que cuando moría un animal y, en especial, si era querido por el cuidador, se le despojaba del cencerro y el pastor se lo ataba al cinto. Y viene a cuento un dicho popular de la Sierra de Gredos:

“Dice el pastor, adiós al marzo traidor.
Y marzo responde, no te rías pastor,
que con los días que me quedan
y otros tres que me presta mi hermano abril,
te he de ver con las pellicas al hombroy los cencerros al cuadril.”


Debido a la variedad de festejos y tradiciones que incorporan la utilización de cencerros y esquilas dentro de su parafernalia, nos limitaremos a mencionar las prácticas más comunes dentro de la provincia.

En el Carnaval, considerado como período de grandes ruidos y alborotos con instrumentos, y en el que suele abundar máscaras con esquilones y cencerros. Era usual durante este tiempo atar cencerrillos a las colas de los gatos y perros para aumentar la confusión. Esta costumbre precuaresmina se extiende, en casos como el Norte de España, desde Reyes hasta el Carnaval, propiamente dicho, donde aparecen personajes con máscaras y cencerros como el “Chagueiro”, los “Tunturros” o los “Chachos”. El carnaval en sí es mucho más complejo, pero no tiene mayor relación con nuestro estudio, salvo las connotaciones con las fiestas de quintos, anteriormente expuestas.

Y en la Semana Santa, también en todo el campo, en el mismo cencerro hay ritos que deben cumplirse. Verbigracia, desde el Jueves Santo enmudecen los cencerros trabando los badajos con hierba fresca si había crecido ya, dada la época, o con heno en su defecto, de manera que se impedía que sonaran, como símbolo de tristeza por la muerte de Cristo. Y el Domingo de Resurrección se les quitaba la impedimenta, como si se quisiera que cantaran, asimismo, a la Gloria. Costumbre documentada en Fuentes de Béjar y relacionada con el luto, aunque actualmente es inoperante…”

Extracto del artículo “Pervivencia de la Cencerrería en Salamanca” de Marta Sánchez Marcos y publicada en la Revista de Folclore editada por la Fundación Joaquín Díaz de Caja España.

Casona de los Molina de la Cerda

Esta casona es reflejo de la bonanza económica que vivió la ya villa de Baños de la Encina durante los siglos XVII y XVIII; también del estatus social, político y económico de la familia que lo construye, no en vano en la cúspide de la sociedad local. Los Molina de la Cerda fueron protagonistas de la gestión política que sentó las bases de la grandeza agronómica de estos años. El escudo heráldico que presenta la casona sobre el ventanal central de la planta superior de la fachada -la cruz a modo de balanza que sopesa la posible culpabilidad de los encausados-, certifica su posición como “Familiar” de la Santa Inquisición en la localidad y el nivel de sus influencias.

Finalizada su construcción en 1724 (según queda reseñado bajo la cornisa), muestra una recia portada adintelada con decoración heráldica, flanqueada por columnas toscanas sobre pedestal que avanzan por delante de la fachada dando sensación de profundidad. A la derecha de la puerta podemos apreciar una basa de columna, bien labrada, que, según la tradición local, era utilizada para ayudarse los propietarios a subir a caballo. Anecdótico, pero interesante, es el desgaste producido en el tranco de la puerta, que permitía el paso de carros.

Destaca en su frente, como venía siendo norma en las casonas bañuscas, la sobriedad, horizontalidad de líneas y simetría en la organización de la fachada (rota con posterioridad mediante la apertura de un gran portalón, a la izquierda de la entrada principal). La casona, aunque hoy muy segregada en distintos inmuebles, llegó a ocupar toda una manzana. El edificio principal estuvo organizado en torno a un patio central elevado sobre pies derechos de madera, que aún hoy podemos apreciar entre la amalgama de divisiones de la edificación original. En torno a este patio central se reparten todas las estancias, quedando la parte noble a espaldas de la parroquia de San Mateo. Cuadras, corrales, huertos, bodegas y hasta pequeñas estancias para artesanos, como la herrería que da nombre a la calle “Cuesta de los Herradores”, se reparten por el resto de la manzana.

El desnivel que presenta la calle en el frente de vivienda, se subsana mediante la construcción, en la mitad inferior, de dos pequeños sótanos de piedra que cierran en bóveda, que harían las veces de bodega privada. De tal manera quedaba una vivienda a pie llano.




This house palace was built thanks to the good economical situation in the village during the 17th and 18th centuries and because of the political, social and economical status of its owners. The family of Molina de la Cerda were the main people in the political and agricultural management in the village. The coats of arms over the main central window on the top floor with a cross in a balance design to measure the guilt of people relates this family as “Familiar” of the Inquisition in the village and thus, to their social and political influence.

The building was finished in 1724 as it is carved on the cornice. It has a thick gate with coats of arms, two columns on a pedestal that come out of the walls giving deepness to the front. On the right there is the base of a column, that it is said to be used as a help to sit up to the horse. Another interesting point are the tracks on the door step that enabled carts to go into.

The main characteristic of the front walls are the plain lines and symmetry as in other houses, broken by a big door on the left by the half of the 20th century. The house land is now divided into different buildings but it covered all the block of houses. The rooms of the main building were placed around a big patio with wood pillars, this patio can be partly appreciated in the different part in which the original building was divided. The noble rooms were set at the back of the church and the stables, yards, gardens, cellars and small rooms for artisans as the blacksmith’s that names the “Cuesta de los Herradores” were placed all over the block.The slope of the street at the front of the house is solved with two small basements with barrel vault that used to be private cellars, so the floors of house were set at the same level.
Este texto forma parte de un programa de señalización e interpretación "in situ" que se va a desarrollar en muy breve tiempo en nuestro municipio. Las fotos son de Culmina y Antonio Antolín, el texto en inglés de Antonio Jiménez Rodríguez.

domingo, 17 de enero de 2010

Conferencia sobre Peñalosa en el Museo Arqueológico de Alicante

Todo bien patrimonial, entendiendo por tal monumentos, conjuntos monumentales, bienes muebles, sitios arqueológicos, bienes inmateriales y conjuntos etnográficos, tienen el privilegio que cuanto más se investiga sobre ellos y más debate provocan, mayor valor histórico adquieren y, por tanto, más se llega a quererlos, de tal forma que la población de un territorio llega a identificarse con ellos como sujetos culturales que somos, anclados en un territorio concreto.

Pero el debate ha de ser como debe de ser, en el marco de una ciencia bien instrumentada como es la HISTORIA. En ese marco en el que se investiga, se aportan datos una vez contrastada su fiabilidad, se actualizan los estudios, se renuevan bibliografías, se ponen sobre la mesa hipótesis diversas y contrarias y, finalmente, se cierran tesis que, con seguridad, el tiempo irá limando hasta transformarlas completamente. Pero para entonces el conjunto de las teorías históricas determinadas habrán realizado su trabajo como aporte científico: consolidar o transformar la realidad implementado un proyecto social en la época en que han sido gestadas.


Así ha ocurrido durante los últimos cinco lustros con los estudios desarrollados por la Universidad de Granada en la cuenca minera del medio Rumblar, que no sólo se han circunscrito al yacimiento arqueológico de Peñalosa. Lo que comenzó como unas primeras catas donde el Rumblar viene a verter sus aguas al Guadalquivir, seguido de una prospección sistemática en la cuenca alta y media del río Rumblar, ha venido creciendo con la excavación de Peñalosa, a la que se han sumado excavaciones y prospecciones de detalle en otros yacimientos de carácter variado. Así, se llevó a cabo la excavación y rehabilitación del fortín de Migaldias, los sondeos realizados en la mina prehistórica de José Palacios en Doña Eva o las prospecciones de detalle de El Polígono-Contraminas, Cerro de la Obra de los Moros, Cerro Tambor, Salas Galiarda o Verónica.


Los primeras teorías que se obtuvieron, venían a concluir que la cuenca del río Rumblar, durante el Bronce Final (segundo milenio antes de Cristo), estaba estructurada mediante un complejo hábitat compuesto de poblados mineros de escasa entidad estructural, pequeños fortines de control del territorio y una serie de poblados mayores, totalmente aterrazados y amurallados, que se extendían junto a las aguas de los ríos Rumblar y Grande (Peñalosa, Verónica y Cerro de la Obra). En una economía fundamentada en la explotación minera, estos poblados, en la cúspide social del territorio, dirigían la gestión de este complejo sistema, realizaban los procesos metalúrgicos y comandaban la comercialización de los metales y los útiles broncíneos obtenidos.

Tras la reciente excavación arqueológica del interior del castillo de Baños, motivada por el proyecto de drenaje de las aguas del propio castillo, entre otros elementos de interés se ha obtenido una importante información de los niveles arqueológicos identificados como de la Edad del Bronce. En principio, la intensa presencia superficial de cerámica de uso cotidiano adscrita a este periodo y su estratégica ubicación, controlando uno de los pasos principales desde el valle a la cuenca del río Rumblar, concretamente por Valdeloshuertos a Peñalosa, hacía pensar en la presencia de uno de los fortines de control del territorio antes mencionados.

Sin embargo, la dimensión valorada del yacimiento y la cultura material presente, nos aportan datos sobre un poblado de dimensiones bastante mayores a los anteriormente citados como “poblados mayores”, como era el caso de Peñalosa. Este hecho comienza a valorar la posibilidad de nuevas teorías en las que el castillo, como yacimiento de la Edad del Bronce, toma nuevas dimensiones. Con el tiempo, la aportación de nuevos datos y la fiabilidad de estudio de los mismos, nos debe llevar a formular nuevas hipótesis sobre la ocupación del territorio que en nada invalidan el protagonismo que las anteriores tesis tuvieron, éstas fueron el principio de un proceso que nos ira acercando cada vez más a la verdad científica.

Y todo esto viene al hilo de un cartel que me ha llegado a través de mi buena amiga “Susamar”, que nos viene advirtiendo del protagonismo que está tomando en los últimos años nuestro territorio en el marco de los estudios de la prehistoria reciente.

jueves, 14 de enero de 2010

Baños en la Redpatrimonia

Se ha conseguido que nuestro municipio esté inmerso en lo que la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte ha dado en llamar “Estrategias de Turismo Sostenible”. Se trata de proyectos ambiciosos, comprometidos con el patrimonio cultural y natural del medio rural, una duración temporal de cuatro años y que son promovidos por municipios que se agrupan en entidades supramunicipales con algún nexo de unión. Los proyectos se agrupan en específicos, es decir los que promueven y ejecutan directamente cada uno de los pueblos; y comunes, que afectan al conjunto de la entidad supramunicipal.

Baños de la Encina está integrado en tres de estas Estrategias de Turismo Sostenible, cada una con un distinto grado de desarrollo. Una de ellas es la “Red de Conjuntos Históricos y Arquitectura Popular de Andalucía” que está formada por núcleos urbanos declarados como Conjuntos Históricos o, al menos, incoados. Esta red la forman municipios de seis provincias andaluzas, sumando un total de 23 localidades. De nuestra provincia están presentes cinco pueblos: Vilches, Guarromán, Montizón, Arquillos y Baños de la Encina.

La Red ha creado una marca de difusión turística que aglutina a todos los municipios y que se llama “Redpatrimonia, pequeñas ciudades, grandes emociones”. Aquí podemos apreciar el folleto que difunde la estrategia y que tiene a nuestra localidad como imagen.

En el marco de este proyecto ya se han realizado varios proyectos y otros se están ejecutando. En este sentido, ya se han realizado unas jornadas de “Arquitectura Popular” que se desarrollaron la primavera pasada; se obtuvos subvención para el desarrollo de “La Noche Andalusí de la Rosa ‘08” y para todos los Mercados de Mestanza del año 2008. En breve se hará la inauguración del Museo del territorio “Torreón del Recuerdo” y de “La Casa del Barro” en el sótano de la antigua Plaza de Abastos. También ha sido proyectos con ayuda de esta línea el empedrado de la calle Huérfanos y la adecuación de las terrazas bajo el mirador de Santa María. En este año 2010, si no hay ningún problema, se llevará a cabo la remodelación de la Plaza de Santa María, buscando que sea un sitio más acogedor, que tenga más presencia el rumor del agua y la vegetación. Además, se le dará más seguridad y nobleza al vallado actual del mirador.




En el marco de los proyectos comunes, se ha elaborado una recreación en tres dimensiones de una casa de Peñalosa y estamos pendientes de situar un punto de información multimedia en la Oficina de Turismo. Una vez abierto el Torreón del Recuerdo, en la sala de audiovisuales de la planta inferior, se podrá ver la recreación en 3D de Peñalosa y otra del Molino de Viento, junto con un video promocional del pueblo realizado por El Legado Andalusí, una colección temática de fotografías y una exposición de fotos antiguas de El Centenillo, trabajo realizado por la Asociación de Amigos de El Centenillo.

martes, 12 de enero de 2010

Baños de la Encina: tres siglos de cultura taurina ante los retos del presente

Un capitulo interesante en el devenir histórico de la serrana villa de Baños de la Encina (Sierra Morena de Jaén), ya sea desde las vertientes económica, social o cultural, y al que se ha dado poca importancia en los estudios locales y regionales, es el desarrollo de la cabaña taurina durante las tres últimas centurias.

Sin embargo, los datos numéricos que tenemos son muy interesantes. En 1978 la cabaña local llegó a tener el mayor número de hierros (28 ganaderías) y fincas dedicadas a la cría de ganado de lidia (38) de toda la Península Ibérica, convirtiéndose nuestro municipio en destino consolidado de un número indeterminado de maletillas que, poco después, llegarían a ser grandes figuras del toreo nacional. A partir de ese momento los números menguan y llegan más o menos a estabilizarse: en 1998 las ganaderías se han reducido a 17, en 2002 restamos una para contabilizar aún 16 ganaderías y el censo actual muestra 16 hierros afincados y uno con domicilio fiscal pero con finca para el ganado en municipios vecinos (Bailén y la Carolina). Por término municipal, Baños de la Encina se posiciona como uno de las localidades con mayor número de hierros de la provincia de Jaén y, en general, de Andalucía. Por otra parte, Baños de la Encina es aún uno de los pocos municipios que, aunque de manera endémica, han conservado los movimientos trashumantes de cabaña taurina, en este caso transterminante entre la Sierra Alta de Segura -Pontones- y la finca “Pastizales”, entre las vertientes de los ríos Pinto y Grande.

Así es, tras siglos desarrollando esta cultura ganadera, sólo Antonio Fernández García “el Zorro”, sigue desplazando sus 280 cabezas, entre vacas de vientre, becerros, sementales y bueyes (utreros y erales realizan el trayecto en camión), durante once jornadas entre Santiago de la Espada y Baños de la Encina. En la memoria quedan los desplazamientos históricos realizados por Sorando, Sorianos y Giménez desde los Montes Universales hasta nuestras tierras de “extremo”. La reciente perdida de Benito Mora y César Chico, puso fin a los últimos herederos de esta cultura económica y territorial.

Como nos muestra el profesor Antonio Luís López Martínez (Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 182 - 2002), en el siglo XVIII la ganadería taurina ya está presente en nuestro municipio serrano. Aunque es necesario subrayar que esta situación, por entonces incipiente, es generalizada para toda la provincia de Jaén que muestra una dispersión territorial muy acentuada: Úbeda (2 ganaderías), Cazorla (2 ganaderías), La Iruela (1 ganadería), Villacarrillo (1 ganadería), Iznatoraf (2 ganaderías), Santisteban del Puerto (1 ganadería), Castellar, por entonces de Santisteban, (4 ganaderías) Martos (1 ganadería) y Baños (3 ganaderías). Hemos de considerar que para sustentar una cabaña representativa de vacuno de bravo, por entonces no trashumante pero si transterminante, había que disponer de pastos de invernada (montaña) y rastrojos de cereal para el verano (campiña).

Según un informe solicitado por el Conde de Aranda, a la sazón Presidente del Consejo de Castilla, y realizado en 1768 por las autoridades locales, en Baños podemos apreciar tres ganaderos dedicados parcialmente a la cabaña taurina:

1.- Pedro Manuel Caridad posee 101 vacas de cría y, tenemos datos, uno de sus toros fue lidiado en Córdoba en 1775.

2.- Antonio Jorge Barrionuevo, según datos del informe posee 110 vacas y 2 toros.

3.- Finalmente, tenemos datos de que un toro de Alonso Jorge Zambrana fue también vendido para ser lidiado en Córdoba en 1775.

En los tres casos, los hierros pertenecen a “pecheros locales” que estaban siendo protagonistas del crecimiento económico y urbanístico de la villa en los siglos XVII y XVIII y cuyas familias tienen constante presencia en el Concejo local. No podemos obviar que la familia Barrionuevo, por estos años, desempeña altos cargos en el Concejo de la Villa; los Zambrana, además de gestores locales, ceden su apellido a una de las mayores, fértiles y rentables propiedades hortícolas, la Huerta Zambrana; y, finalmente, los Caridad, además de estar presentes en el Concejo como “rexidores” tienen en Francisco Caridad Villalobos, prior de la parroquia de San Mateo, a uno de los principales propulsores de las renovaciones arquitectónicas del ámbito religioso local.

Contrastando estos datos de 1768 con los aportados poco antes por el Catastro del Marqués de la Ensenada (1753), nos permitimos subrayar que los años finales del siglo XVIII van a posicionarse como decisivos en la implantación de la cañada taurina en nuestro territorio. En este sentido, aunque este documento tan solo nos advierte de la presencia de “…80 cavezas de ganado bacuno, Cerril, que las 40 son de Antonio Jorge de Barrionuevo y las restantes, de varios particulares …” nos permite apreciar, y podemos deducir, que el crecimiento, tanto en numero de cabezas como de ganaderos, como decíamos, mostraba un signo progresivo en la segunda mitad del siglo XVIII.

López Martínez encuentra como causas principales de este crecimiento y el que se desarrollaría en los dos siglos venideros, en el aumento de los festejos taurinos locales y, en el caso particular de nuestra localidad, la disposición y concentración en unos muy pocos propietarios de un alto numero de hectáreas de pastizal que había puesto a disposición la Desamortización Civil que desarrolla Madoz en la segunda mitad del siglo XIX (1855). Hasta ese momento, el uso comunal forestal, ganadero y agrícola, ya sea bajo los sistemas de barbecho o de roza, de las tierras serranas, y la mengua de las “tierras de calma” ante la pujanza del cultivo del olivar, impedían un equilibrio alimenticio entre los pastos de invernada serranos y las rastrojeras del estío que limitaban un crecimiento mayor de la cabaña taurina no dedicada a labores agrícolas.

Apoyando estos criterios, entendemos que el proceso de implantación de la cabaña taurina en nuestro pueblo fue mucho más complejo. Es necesario tener en cuenta otras causas complementarias sin las que este proceso histórico, que llevó a nuestra villa a encabezar la cabaña taurina en la década de 1970, no se hubiera desarrollado.

Nos mostramos totalmente de acuerdo con el crecimiento progresivo de los actos taurinos, tanto de las corridas organizadas o “toreo a pie”, también denominado “villano”, como de la suelta de novillos o “toros de cuerda”, que pasan en la segunda mitad del siglo XVIII de ser eventos muy puntuales convocados por motivos extraordinarios, como la visita del rey de turno o bodas excepcionales, a ser un acto lúdico con cartel permanente en las fiestas patronales. Un hecho que evidencia este proceso en nuestra comarca es que en la construcción de la nueva ciudad de La Carolina (1767), bajo el auspicio de las nuevas ideas ilustradas y “pensada” como capital de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, encontramos en su planimetría urbanística un espacio destinado a cobijar festejos taurinos, la actual Plaza de las Delicias que, tras perder sus arcadas, dejó de tener esta funcionalidad.

Vamos a analizar más profundamente los cambios desarrollados para ser conscientes de la complejidad del proceso de implantación de la cabaña taurina en Baños de la Encina.

Durante la primera mitad del siglo XVIII, tras la prohibición por parte de Felipe V de las llamadas “fiestas de los cuernos” o corridas en las que participaba la nobleza a caballo acosando y lanceando al toro, este tipo de toreo pierde popularidad. Por su parte, y paralelamente al desarrollo del toreo plebeyo a pie, se mantiene la tradición que ya venía de los siglos XVI y XVII de la suelta de vaquillas y toros por las calles en sus distintas modalidades: toros de fuego, toros embolados, amarrados o enmaromados. El toreo a pie había ido tomando posiciones tras el retroceso de la fiesta a caballo, habiendo derivado de la muerte que hasta entonces se daba a los toros en los mataderos para abasto de carne de la población Es decir, de manera creciente, la fiesta taurina pasa de ser un evento que se desarrolla puntualmente conmemorando un hecho excepcional relacionado con las clases más pudientes a tener una celebración más o menor periódica y un carácter popular. En este marco social es donde aparecen los primeros ganaderos taurinos bañuscos y, en general, en toda la provincia de Jaén, con el objetivo de abastecer de ganado cerril a una fiesta creciente.

En Baños, el uso comunal de las tierras del Concejo limitaba el aumento de la cabaña taurina. Por una parte, las tierras de la vieja “Dehesa Cerrada”, privilegio otorgado por el rey Fernando III a la aldea de Baños, tenían como destino el arrendamiento de sus pastos a la cabaña trashumante merina que venía en invernada desde la Serranía de Cuenca, el Señorío de Molina y la Sierra de Albarracín (Montes Universales). El resto de las tierras del Común, principalmente las serranas, eran sistemáticamente roturadas mediante la llamada “roza de cama”. Se trata de tierras de muy baja calidad que permiten una cosecha cada 20 a 25 años una vez que se ha quemado el monte y aprovechando sus cenizas, de lo que podemos deducir que eran tierras que no tenían aprovechamiento ganadero alguno. En cuanto a las tierras de ruedos y campiña (Campiñuela), que antaño estuvieron dominadas por la tierra de calma (cereal y legumbres), mostraban un crecimiento constante de los plantones de olivar y la consecuente reducción de rastrojeras.

Por tanto, en esta primera fase de la cabaña taurina en nuestra localidad, los ganaderos taurinos debían compartir con toda la cabaña doméstica local los escasos pastos serranos fuera del mercado trashumante y las rastrojeras de la campiña que bajo ordenanza municipal eran de uso común (Ordenanzas Municipales de 1742): “Ordenamos que todos los rastrojos de dichos ruedos de la sierra, y Campiñuela del termino de esta Villa án de ser de Comun áprovechamiento para los ganados de los Vezinos de ella sin que en ello se pueda poner obice ni embarazo alguno”. Es en este punto donde tiene cabida una cabaña taurina integrada por “… cavezas de ganado bacuno, Cerril, que las 40 son de Antonio Jorge de Barrionuevo y las restantes, de varios particulares…”.

El crecimiento en el que está inmersa la cabaña taurina bañusca por estos años, como muestra el informe del Conde de Aranda de 1768, pasa a mantener estables sus números ante la incertidumbre legal que se produce durante las décadas finales del siglo XVIII y las primeras del que le sucede. Este hecho está motivado porque calan los principios humanitarios “ilustrados” en la cúspide social española. El conde de Aranda, a raíz de los informes recibidos, promulga una Real Orden de 23 de marzo de 1778 que prohíbe las corridas de toros con muerte, exceptuando las destinadas a sufragar algún gasto de utilidad pública o para fines benéficos; excepciones que son también prohibidas en 1785 y, finalmente por decreto en 1786. En 1790, complementando los decretos anteriores que venían a prohibir la “corrida moderna a pie”, una Real Provisión prohíbe todo festejo relacionado con el toro, por tanto, se suspenden también las sueltas de vaquillas y toros por las calles o “toros ensogados”. En 1804, mediante Real Decreto, Carlos IV viene a ratificar todos los decretos anteriores prohibiendo todo espectáculo público relacionado con el toro, exceptuando los espectáculos con fines benéficos.

Finalmente, con el acceso al poder del monarca Fernando VII, se recuperan los espectáculos taurinos sentándose las bases de lo que vendrá a ser la fiesta nacional por antonomasia. Durante la segunda mitad del siglo XIX se darán los cambios estructurales necesarios, sobre todo en los aspectos relacionados con la propiedad de la tierra, para que nuestro municipio pase a ser uno los principales destinos de las ganaderías taurinas durante la mayor parte del siglo XX.

En 1855 se promulga la llamada Desamortización Civil o de Madoz, por la que se declaran enajenables todos los “montes de propios” de los municipios españoles, excepto aquéllos formados por masas de pinar y que podían tener utilidad pública, sobre todo en materia de marina. Aunque en el caso que nos atañe, Baños de la Encina, sus montes de encinar eran del “Común”, el Concejo, con la connivencia de la Diputación Provincial, había venido vendiendo durante los últimos años de la primera mitad del siglo XIX distintos predios del Común. Este hecho dio pie a considerar como enajenables el 100% de casi las 50.000 hectáreas que formaban el otrora vasto término de la villa (la Diputación Provincial los considera como de “propios” y no del “común”, por tanto susceptibles de venta). En 1859, en Madrid, se ponen a subasta pública las tierras, teniendo como destinatarios, en gran medida, a latifundistas madrileños, bajo intermediación de los propios funcionarios agrimensores, y ganaderos trashumantes, grandes conocedores del solar serrano que ocupaban estas cálidas tierras andaluzas como territorio de “extremo” de su cañada trashumante merina. En general, encontramos grandes propietarios absentistas atraídos por las posibilidades cinegéticas de la “sierra alta”, como es el caso de Nava el Sanz; propietarios de la capital imbuidos del pensamiento fisiocrático, que entendían que la benignidad de los suelos de la campiña para el cultivo del olivar les permitiría unas buenas rentas “en la distancia”; y finalmente, los grandes ganaderos merinos de los Montes Universales, aquí llamados “serranos”, perfectamente conocedores de las tierras que compraban y que, tras siglos de arrendamiento, podían obtener en propiedad.

A finales del siglo XIX tan sólo quedaban sin vender las fincas de Corrales, Dehesa Santo Cristo y Almorranares, un total de 2.133 hectáreas de las 47.466 que se pusieron a subasta inicialmente.

No sería hasta la última década del siglo XIX, cuando tras dos Decretos Reales Diputación Provincial pone fin a los litigios de propiedad surgidos entre los nuevos adjudicatarios y las múltiples roturas de agricultores locales que éstos encontraron al intentar hacer efectiva su nueva propiedad. La mayor parte de las roturas se encontraban en predios cercanos al núcleo de población: Dehesa Santo Cristo, Marquigüelo, Atalaya, Los Llanos, Garbancillares, Doña Eva, Cuesta del Gatillo y Parrilla. Así que, como decíamos, Diputación Provincial tuvo que tomar cartas utilizando como herramienta estos dos Decretos.

El primer Decreto Real es de 29 de agosto 1893 y, muy someramente, daba carta de propiedad a los roturadores que pudieran justificar un mínimo diez años de ocupación del espacio roturado; limitando la extensión de la parcela a un máximo de 10 hectáreas por cabeza de familia. Desde la vertiente financiera, el Decreto también ayudó a los roturadores evitando lo que verdaderamente hubiera sido una catástrofe social, pues permitía que el pago de las tierras se realizara durante diez años, con un desembolso anual del 6% del valor; es decir, finalmente sólo se pagaba un 60% del valor de tasación.

Un segundo Decreto Real de 25 de junio de 1897, permitió bajar el pago final a un 40% del precio de tasación.

La primacía de la lana merina española en los mercados internacionales había sufrido un lento agonizar durante el siglo XIX debido a la destrucción de la cabaña con la Guerra de la Independencia y la salida masiva de sementales con destino a Holanda, Inglaterra o Alemania. En el siglo XIX, los principales mercados productores se habían desplazado a Sajonia, Estados Unidos o Australia. La lana castellana fue quedando en un dulce recuerdo y relegada marginalmente al mercado interior. La supresión del Honrado Concejo de la Mesta en 1836 no vino sino a ratificar una realidad. Para los pastores trashumantes, la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, fue un escenario errante en el que no supieron reconocer que había llegado el final de un ciclo que tuvo su génesis en el reinado de Alfonso X. En este seno surgieron nuevas propuestas económicas y ganaderas, entre las que tuvo cabida la reconversión de la cabaña merina en taurina.

En este marco, en el que las tierras del Común bañusco ya han sido privatizadas, aparecen los primeros ganaderos trashumantes merinos que lentamente van reconvirtiendo su cañada a taurina. La primera mitad del siglo XX es aún errática, pero en la segunda aparecen una serie de factores que harán que de manera definitiva estos pagos de Sierra Morena se conviertan en el mejor destino de España para la cabaña taurina.

En este periodo inicial que abarca los primeros años del siglo XX encontramos los primeros ganaderos “serranos”, ahora mutados a taurinos. En este sentido, podemos mencionar, a modo de ejemplo, los casos de Bernardino Giménez Indarte y Samuel Hermanos.

En 1927, Bernardino Giménez Indarte, vecino de Checa (Guadalajara), adquirió a la señora viuda de Damián Flores la ganadería que en su día su esposo heredó de Don Fructuoso Flores y que se había estrenado en la plaza de la puerta de Alcalá de Madrid el domingo 21 de julio de 1861 (con derechos de hierro, divisa y antigüedad) que, al parecer, estaba sólo formada con reses provinentes del cruce de jijonas con Veragua. Después de unos años en que Giménez Indarte sólo lidió novilladas (Cartagena, Villanueva del Arzobispo y Granada en 1930) las reses fueron llevadas a la dehesa de Navarredonda, en el término de Baños de la Encina. Tal vez, por ello, siempre se consideraría a esta vacada como de la región andaluza. El 15 de agosto de 1932, don Bernardino se estrenó en la plaza de la carretera de Aragón de Madrid con una novillada, lidiada por los jóvenes Fernando Domínquez, de Valladolid, el madrileño Félix González "Dominguín Chico" y Silvino Zafón "Niño de la Estrella".

A la finca de Los Alarcones y proveniente de Palma del Río, llegó en 1926 una de las cuatro partes en que se dividió la divisa de Gamero Cívico. Propiedad en la actualidad de Samuel Flores Romano, anunciada en su día como Samuel Hermanos. De sus cercados salió “Cuenco”, con el que tomó la alternativa Luís Miguel Dominguín en La Coruña y también “Palancar”, con el que hizo lo propio Manuel Benítez “El Cordobés” casi veinte años después.

A éstos siguieron otros ganaderos, todos estrechamente vinculados a la historia reciente de nuestro municipio, como José María Arauz de Robles, con ganado procedente del conquense Rufo Serrano; Jacinto Ortega con vacas y un semental de Celso Pellón; Jesús Andreu con reses procedentes de Arauz Hermanos y Celso Pellón; Raúl Lario Gómez con reses de Celso Pellón; Román y Leoncio Sorando, Bernardino Sanz Giménez o Alfredo García Merchante.

Es justo reconocer que ya hubo un precedente bastante singular, a finales del siglo anterior. Se trata de un latifundista agrícola de la vecina ciudad de La Carolina, Antonio Jiménez Martínez, que comenzó en 1854 a seleccionar vacunos de labor, hasta conseguir crear una ganadería de bravo. Aunque, como veíamos, el toreo a pie tuvo sus altibajos durante la transición de los siglos XVIII al XIX, los festejos populares de calle fueron ganando popularidad. Es en este campo donde Jiménez entiende que su recién creada ganadería podría dar más juego y espectáculo que otros encastes fundacionales de raíz no doméstica, logrando un encaste propio caracterizado por su color retinto, planta cornalona y carácter descarado.

Aunque, en primera instancia, su cañada procedía de toros y vacas de labor, pronto dio el salto cruzando sus vacas con sementales bravos, línea que siguió su hijo, Romualdo (sementales de Antonio Hernández, jijonas de Damián Flores y machos del Duque de Veragua), que fue, y es en lo que nos atañe, quién desplazó la ganadería a nuestro término municipal, a la dehesa de los Cuellos. Aquí construyó un tentadero al uso del siglo XIX, es decir, para seleccionar el ganado según su comportamiento en la suerte de varas. En 1920 se lidian sus primeros novillos en Madrid, siendo titular de la ganadería su viuda, Josefa Cappel.

Finiquitado el proceso desamortizador, como ya se ha dicho, con la promulgación de dos decretos emitidos por la Diputación Provincial y que, en tablas, ponía remedio a los problemas creados por las roturas de agricultores locales en las propiedades enajenadas del Común, se inicia un nuevo proceso en el que hay tres grandes protagonistas que van a consolidar el crecimiento de las ganaderías taurinas en nuestro territorio: el propio carácter del Régimen político y su presencia en nuestro territorio, la definitiva construcción del embalse del Rumblar y la generalización de las fiestas populares taurinas en los pueblos y aldeas de Serranía (Montes Universales).

Retomando el primer protagonista, las intenciones estratégicas de la Dictadura en nuestro municipio, y en general en toda la Sierra Morena de Jaén, fueron muy evidentes. Su objetivo principal fue desarrollar un gran espacio cinegético, propiedad del Estado, en una de las zonas más afamadas del país en materia montera, con el objetivo de posibilitar su uso como cazadero aristocrático y diplomático, pero que a la vez se arropara de un territorio “colchón” que evitará altas tasas de movilidad de la población por estos territorios, es lo que el Duque de Almazán denomina como “Sierra Morena en la parte de Andújar. Así, ya desde la década de los años cuarenta se inician los primeros movimientos de compra de lo que sería el Patrimonio Forestal del Estado por esta zona: Selladores, Tembladeros, Contadero, Atrancadero y Manzano que, con la suma más tardía de Lentisquillo, Callejones y Navalcardo, superaron las 8.500 hectáreas que se sumaban a las 8.800 del entorno iliturgitano de Lugar Nuevo.

En estos espacios se desarrollaron técnicas específicas para compatibilizar repoblación forestal y prácticas cinegéticas que, de alguna manera, se fueron extendiendo a las fincas del entorno posibilitando una economía dual soportada sobre la explotación cinegética y taurina que no permitía la movilidad de las personas por el territorio. Este hecho fue causa principal, en gran medida, de la opacidad que desde entonces se fue extendiendo por el macizo mariano.

Como nos subraya el profesor José Domingo Sánchez Martínez (1997) “…En estos dos espacios la caza adquirió una importancia estratégica para la Jefatura del Estado pues se han venido realizando numerosas monterías oficiales en las que han participado destacados personajes de la vida política nacional y extranjera. En 1947 el anterior Jefe del Estado dio la primera montería oficial en Contadero-Selladores. En Lugar Nuevo esto no se produjo hasta 1966, con el rey de Marruecos como invitado, aunque a partir de entonces repitió anualmente”.

Se hace notorio que para ultimar los objetivos que se pretendían con la creación de un gran cazadero aristocrático en Sierra Morena, el gobierno del momento encontró un serio y afín cooperante en la construcción del embalse del Rumblar en el paraje denominado como de la Cerrada de la Lóbrega, en término de Baños de la Encina. Tras distintos avatares que comenzaron con el fin de la dictadura de Primo de Rivero, el último día de 1929 y con la aprobación de tan magno proyecto, las obras del embalse estuvieron definitivamente terminadas en 1941, llegando las aguas a alcanzar su cota máxima en 1947.

Es evidente que la culminación del proyecto tuvo sus consecuencias positivas, pues se dotó de agua para riego a las fértiles tierras de la vega y campiña de Andújar. Pero en un marco espacial más reducido, el de la localidad de Baños de la Encina y por esos años, las consecuencias son bastantes divergentes. En primer lugar, la intervención supuso una limitación drástica de las tierras destinadas a producción hortícola, tan necesaria en momentos extremadamente calamitosos para la subsistencia como fue la posguerra. Valga como ejemplo la desaparición de las fértiles huertas de Valdeloshuertos y el Marquigüelo. En la misma línea, se dio al traste con las principales fuentes de agua potable que abastecían a las gentes de la localidad (Cayetana, Socavón, Pacheca y Salsipuedes). Quedaron sepultadas bajo las aguas del Rumblar pese a los reiterados informes de un ingeniero cordobés, Martínez Rojí, que entendió, eso si con las leyes de la República en la mano, que todo el proceso que llevó a las fuentes a quedar inundadas por las aguas era una gran injusticia que debería haber obligado a tomar medidas con antelación al desarrollo total del proyecto.

En esta materia, finalmente, la construcción del embalse supuso levantar una frontera natural entre el principal núcleo de población, Baños de la Encina, y el que fuera Común serrano hasta el siglo XIX. Este hecho favoreció que los caminos históricos perdieran su uso, cuando no quedaron sepultados bajo las aguas, impidiendo así el libre tránsito de la población de una a la otra margen del río y, en general, el libre desplazamiento por la sierra. Ahora las grandes propiedades adehesadas, ajenas a roturaciones y excesivos movimientos de población, en su mayoría valladas mediante alambre de espino, permiten la cría de un ganado con carácter extensivo que aprovecha los pastos desde finales de otoño hasta mayo. Con la llegada del estío, la nueva cabaña taurina, usando las veredas que ya usara el histórico ganado merino, asciende hasta la “Serranía”, para aprovechar en verano los pastos de altura de los Montes Universales.

De manera paralela, hay un proceso lento pero interesante que se va produciendo en esta segunda mitad del siglo XX en Serranía. Uno de los pilares económicos de este lugar de origen de los ganaderos trashumantes, no ya sólo en este periodo de la segunda mitad del siglo XX, sino históricamente, habían sido los aprovechamientos forestales de sus bosques: carboneros y piconeros, pegueros, resineros, … y madereros. Mientras que los artesanos mencionados en primer lugar fueron desapareciendo en el mismo proceso migratorio que llevó a ganaderos y agricultores del campo a la ciudad y que se produjo por estos años de la segunda mitad del siglo XX de la mano del “Desarrollismo”, la industria maderera se fue consolidando de tal manera, que nuevos pinares fueron ocupando los campos que agricultores y ganaderos iban abandonando en su éxodo a la ciudad.

Pese a que los datos poblacionales fueron derivando a mínimos, los bosques de propios y del común de los municipios de Serranía fueron incrementando los ingresos de las arcas locales gracias a una nueva industria maderera muy pujante. No fue sólo este hecho económico decisivo en el aumento de los festejos taurinos, la tradición taurina por estos lares ya estaba muy enraizada, pero si es verdad que los concejos serranos aumentaron sus ingresos de manera casi paralela al descenso de sus obligaciones, permitiendo el desarrollo de grandes fiestas populares en las que los acontecimientos taurinos de calle y la novillada en plaza tienen un papel principal, aún por muy pequeño que sea el pueblo o aldea.

Es por este último motivo, que a los ganaderos taurinos con fincas en Baños y procedencia “serrana” no les faltó un mercado interesante en la propia Serranía y el Levante español que favoreció la consolidación de estas ganaderías taurinas.

A día de hoy, según el censo que dispone el Centro Etnográfico y Bibliográfico virtual del Toro de Lidia, los siguientes hierros siguen estando presentes en fincas de la serranía bañusca:

1.- Alfredo García Merchante y Pilar García Larubia.
Casería el Lentisco. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
2.- Pedro y Alfredo García Larubia.
Casería el Lentisco. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
3.- Antonio San Román.
Finca Navalonguilla. Perteneciente a la Unión de Criadores del Toro de Lidia.
4.- Dionisio Ortega García y Hermanos.
Finca los Monasterios. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
5.- Francisco Andreu García.
Finca Los Llanos. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
6.- Francisco Fernández Herrero.
Finca Pastizales. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
7.- Luís Antonio Fernández García.
Finca Pastizales. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
8.- Mariano Blázquez Sánchez y Antonio Fernández García.
Finca Pastizales. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
9.- Francisco Javier Arauz de Robles.
Finca Garbancillares. Perteneciente a la Unión de Criadores del Toro de Lidia.
10.- Giménez Indarte.
Fincas Navarredonda y El Quinto. Perteneciente a la Unión de Criadores del Toro de Lidia.
11.- Mariano Sanz Giménez.
Fincas Atalaya, Bedmaras, Navalashuesas y Quinto los Cuellos. Perteneciente a la Unión de Criadores del Toro de Lidia.
12.- Herederos de D. Bernardino Sanz Giménez.
Fincas Atalaya, Bedmaras y Navaslashuesas. Perteneciente a la Unión de Criadores del Toro de Lidia.
13.- Herederos de D. Jacinto Ortega Casado.
Finca los Monasterios. Perteneciente a la Unión de Criadores del Toro de Lidia.
14.- Jesús Andreu Merchante.
Finca Los Llanos. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
15.- José Santolaya Blázquez.
Finca los Cuellos y Pousibeles. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
16.- Herederas de Raúl Lario Valdeolivas.
Finca Corrales. Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.
17.- Ana Pomar Algué (con fincas en municipios vecinos, pero domicilio fiscal en Baños de la Encina).
Finca Las Ocho Casas (La Carolina) y Las Yeguas (Bailén). Perteneciente a la Asociación de Ganaderías de Lidia.

Posiblemente, la situación actual del sector taurino en nuestro municipio, salvando las distancias, sea muy similar a la que se produjo durante la segunda mitad del siglo XIX con la cabaña merina. Los costes para la cría se han disparado, pues gran parte del año los animales no pueden pastar y hay que proporcionarles pienso o paja; a ello se suma que la trashumancia, en verea o camión, prácticamente ha desaparecido. Su carácter social se ha ido diluyendo hasta proporcionar unos niveles de empleo que representan unos porcentajes bajo mínimos. Es quizá, el momento de compaginar el bagaje de estos casi tres siglos de cultura taurina con las nuevas demandas que exige nuestra moderna sociedad.

Quizá sea el momento de recuperar el carácter abierto de nuestra sierra, de desempolvar viejos caminos y ser capaces de compaginar la necesaria privacidad y seguridad de estos animales en el campo con el uso lúdico de una sociedad que cada vez quiere conocer más sobre los modelos históricos de unos territorios muy concretos. Seguro que es el momento de reconocer el valor etnográfico, pero también histórico y monumental, de muchos de los edificios inmuebles que han formado parte de los quehaceres cotidianos: plaza de tientas, majadas y parideras, casas de pastores y torrucas, apartaderos,... Es el momento de dar a conocer la cultura taurina y el paisaje cultural que se ciñe a ella, pero también es momento de airear los componentes que han ido moldeando la ganadería histórica que ha pastado en nuestras sierras durante, al menos, los ocho últimos siglos. Seguro que es necesario abordar un estudio más profundo que permita que estos anhelos puedan sentar las bases para estructurar un producto turístico cultural competitivo, pero también capaz de identificar al bañusco con estas “mimbres” tan suyas.

lunes, 11 de enero de 2010

Baños, portada de folletos turísticos (1)

La transición de milenio fue un momento decisivo para el turismo rural en nuestra Comunidad Autónoma, Andalucía. Hasta entonces, aunque había una normativa en materia de casas rurales del año 1994, era muy limitada. Fue en este momento cuando se llegó a tener conciencia de que el turismo rural podía constituirse como un sector empresarial interesante para el medio rural andaluz, no sólo desde la vertiente económica, también desde la social, la cultural y la ambiental.

La Consejería de Turismo y Deporte se puso manos a la obra y elaboró lo que dio en llamar “Plan Senda”. Se trataba de la elaboración de un diagnóstico del sector y, en base al mismo, propuso un conjunto de estrategias que debían regir medidas en materia legislativa, de ordenación y fomento del sector durante el primer lustro del siglo XXI. Gran parte de la legislación en la materia aún subsiste y regula la actividad turística en el medio rural mediante un decreto de 2002, que ya habría que ir modificando, al menos en parte. Y la verdad, las medidas que se tomaron a raíz de este Plan, pudiendo ser mejores, fueron aliciente suficiente para que nuestra Comunidad Autónoma, en número de establecimientos, sea al día de hoy la que mayor número presenta de España en un equilibrio con Castilla y León.

Quizá faltó un mayor compromiso con el patrimonio inmueble rural, fruto seguramente de una escasa relación con otras Consejerías, principalmente Cultura. Bajo mi punto de vista, este fue uno de los pocos equívocos, se edificó demasiado nuevo cuando se tenía que haber incentivado la restauración. Una orden de subvención posterior, de 2008, sobre conjuntos arquitectónicos singulares ha venido a paliar en cierto sentido este error, aunque no ha venido de la mano de una nueva categorización que ayudara a su comercialización. Todo vendrá.
Bueno, pues este Plan Senda tenía como pautas para iniciar su aplicación, proceder a la difusión de sus estrategias entre el tejido que formaba el sector: debía llegar a empresarios, promotores, emprendedores, trabajadores, asociaciones y administraciones locales. Para ello se dispuso de la edición del propio Plan, la realización de encuentros informativos y la difusión de los principales objetivos mediante la edición de un folleto promocional. Y ahí estaba nuestro pueblo: la portada mostraba nuestro castillo desde Cerro Moyano y el interior tenía como fondo nuestra “playa” del Tamujoso.