lunes, 25 de enero de 2010

Calle Amargura

Ya no realizo visitas guiadas a nuestro pueblo, y bien que lo echo en falta, porque comunicar lo que nuestras calles me han ido contando de su historia, de sus casas, de sus gentes, de sus juegos,… formaba una parte muy importante de mi manera de crecer como persona. Aún recuerdo muchos de los contenidos y anécdotas que les contaba a mis acompañantes y que entonces me parecían insignificantes por formar parte de mi cotidianidad.

Cuando hacía el tránsito desde la parte baja del pueblo hacía el Santo Cristo buscando el Molino de viento, por propia estrategia logística, intentaba no pasar dos veces por el mismo trayecto. Así, subiendo por Isidoro Bodson y Mestanza, al llegar a la casa de Joaquinito (Casona Jiménez de Mármol), prefería enlazar con el final de Cuesta Herradores, Cotanillo (como a mi me gusta llamar a mi calle), Travesía Amargura para salir a la empinada Amargura. Era uno de los sitios en los que más llegaba a comunicar con mis oyentes, porque es que allí les estaba trasmitiendo muchas horas de mi vida, de mis amigos, de mis vecinos, de mis juegos, hasta de algún diente roto.
En el cruce Amargura, Travesía y Desengaño, frente a Juana “la francesa”, intentaba narrarles como, durante el siglo XVIII, el pueblo había ido hilvanando nuevas casonas en torno a los principales caminos que, como alargados brazos, nacían del viejo casco histórico. Pero era acercarme a la casa de Vitorio e inmediatamente salía a mi paso Catalina, la bondad hecha señora, dándome paso a su casa. De nada valían las excusas que le daba sobre la necesaria privacidad de la casa de uno y demás, sin darme cuenta ya estábamos en el patio apreciando como un viejo pozo hacía de lindero entre su casa y la del vecino Lucas “Pepinollo”, cuando en tiempos habían sido la misma casa. Antes que saliéramos, las piernas no le habían permitido aparecer antes, ya estaba esperándome Juana preocupándose por mis chiquillos y, a veces, Antonio “Pepinollo”.
En esos momentos ya no me valía, en su casa había pasado “casi todas las siestas de mi infancia”. Su primer saludo, tras llamarme como sólo él me llamaba “Josico María”, era referente a mi bisabuelo Antonio, tenía de él una buena imagen, siempre me lo recordaba. Después ya, como un guía más, les hablaba a todos como amigos de toda la vida del tiempo, de las olivas, de la casa que ya estaba vieja como él, de su hijo Manolo que le había estado haciendo algún arreglo por la casa, de lo fresca que estaba la puerta de la cámara, incluso en verano, de los “merguis”,… Sólo con ellos, la visita ya obtenía un ocho sobre diez, con poco esfuerzo por mi parte, la imagen que se llevaban de Baños era increíble.
Todavía no me explico como jugábamos al fútbol en la calle Amargura. Una portería arriba y otra abajo, y hasta ganaban a veces los de abajo. Pero, eso sí, cuando marcaba un gol un jugador de arriba, según colaba el balón por la portería, tenía que perseguirlo evitando que entrara, al final de la calle, por la puerta de la tienda de María “la reina”. Si el balón superaba su umbral, había que dar por “muerto” el balón.
Después, seguíamos camino hacía el Molino, o quizá no, si teníamos la suerte de tropezar con Ángel Mañono teníamos que hacer otra intensa parada que dejo para otra ocasión. Hoy ya no es igual.

3 comentarios:

  1. Te aseguro que arrancaste una lágrima de mis ojos, toda la vida la pasé jugando entre la calle Amargura y Desengaño algo que hoy nos sirve de broma ¡de la Amargura al Desengaño! Lola la mujer de Antonio “Pepinollo” colocaba a los merguis en unos sillones de madera en el portal de la vieja casa , Mari era la encargada de avisar a su madre cuando llegara el sol a los críos para echarlos hacia atrás; en nuestros juegos se nos iba el santo al cielo y el sol entraba al portal a las doce del medio día abrazando a Antonio y Jose Luis, Cuando Lola se daba cuenta ya estaban ellos sudando la gota gorda ¡pobrecitos!
    A todos los que nombras les trate siempre.Buena entrada

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  2. ERES de lo bueno lo mejor pero sigue contando Historias que yo se que tienes muchas y muy buenas UN ABRAZO EN MI CASA TODOS TE QUEREMOS

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  3. Me fui de Baños con 11 años. Ese cruce entre Buenavista, Amargura y el Cotanillo fueron mi escuela y la de todos los amigos que poco a poco fueron o fuimos desapareciendo del pueblo, en busca de un destino, en aquellos tiempos en que la caida de las minas y la ausencia de trabajo nos obligó a salir de nuestro pueblo. Aquellas casas ( que eran de todos) , aquellos corrales de piedra y pizarra,con la cuadra, con sus huertecillos y su cocina aparte...; el cotanillo con nuestras cuevas secretas descubrimientos de niños, a las que accediamos con la luz de las alpargatas de goma prendidas de fuego y de las que mi cara guarda alguna que otra quemadura;sus maltratados abrevaderos de vacas , sus maltrechas piedras y sus tapias a las que trepábamos y subíamos sin manos y a la carrera y hoy, casi 50 años después,nos sirven para añorar aquellos días en los que fuimos felices junto a nuestros seres queridos.
    Enhorabuena, José María,`por el amor que demuestras por todo lo que es de Baños y los bañuscos.

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