Era todavía muy pequeño, acababa de perder a mi madre en aquel invierno del 73, cuando tuve una de las clases que más me han marcado en mi vida académica. Fue una maestra, doña Paqui se llamaba ella, que era, y espero que aún lo siga siendo, una gran amante de la historia antigua. Pero, sobre todo, le encantaba darnos enseñanza de un idioma, tan atractivo a su entender, como el que debían tener los pueblos que encontró Roma al llegar a la Península Ibérica. Idioma del que, como veraces testigos, habían quedado algunas palabras sueltas en nuestra lengua romance. Ya por entonces, valiente ella en momentos difíciles, relacionaba aquellos retazos idiomáticos con el raro y “pobre”, para algunos, vocabulario que algunos se atrevían a utilizar en las Vascongadas.
Además de sentar uno de los principales pilares que haría de mí un enamorado de la historia, consiguió que relacionara todo ese bagaje lingüístico, quizá sólo por similitud fonética, con una palabra que me era muy familiar: nuestro término “cucharro”.
Por entonces, con la familia aún un poco errática por la pérdida de la madre, aunque ya mi abuela Pura cuidaba de nosotros, teníamos la costumbre de merendar en la casa que más cercana encontrábamos, entendiendo por tal la de algún familiar cercano. En aquellos años, aunque tuvimos bastante arropo en toda la familia, fueron las hermanas de mi abuela paterna quienes más nos atendían, no en vano era el vínculo directo de la que había pasado a ser la “ama de casa”, valga la redundancia, de la casa de mis padres. Mi abuela y todos sus hermanos: Mariana, Ana María y mi tío Vicente, tenían lo que suele llamarse como un genio fuerte. Mi “chacha Mariana”, no era menos, pero a mi, personalmente, su trato me era muy agradable. Recuerdo los bocadillos de tortilla francesa con la yema a medio hacer que me preparaba en la cocina de mi tía Leonor, toda una exquisitez. Pero, sobre todo, me encantaba su cucharro con aceite y colacao, que también nos condimentaba mi tía Rafaela, hija de la chacha Ana María, a mi primo Dioni y a mí cuando jugábamos en la lonja o en el callejón de la casa de mis abuelos. Desde aquellos momentos la palabra “cucharro”, su raro origen que por entonces creía prerromano, fue para mí todo un icono que me incitaba a indagar en su origen.
No debió pasar mucho tiempo cuando leí un pequeño artículo de nuestro bien querido D. Juan Muñoz – Cobo, “padrino” de todos los que después nos ha gustado bucear en la historia de Baños, donde hacía alguna propuesta sobre el origen remoto de este atractivo y singular vocablo. Si no recuerdo mal, pues ya no está en mis manos este artículo, pudo se editado en un libro de las Fiestas de Primavera; pero no lo puedo asegurar. En este documento, donde mostraba la gran querencia que siempre tuvo hacia su pueblo adoptivo, aunque quizá argumentando sin suficiente sustento científico, vinculaba nuestro cucharro, debido a su forma barquiforme, con la presencia fenicia en nuestro territorio, más concretamente en Salas Galiarda que por entonces era considerada como tal, subrayando el carácter marinero de este pueblo del Mediterráneo Oriental. Esta lectura, junto con muchas otras de nuestro querido paisano, hicieron que aún enraizara más aquel interés por este singular término del vocabulario culinario bañusco.
Pues hace algún tiempo, ojeando el número 162, año 1996, del Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, tuve la dicha de toparme con un artículo denominado “Una curiosidad lingüística: sobre el posible origen de la palabra cachurro” de José Santiago Haro, por entonces profesor del instituto San Juan de la Cruz de Úbeda. Este autor realiza un estudio donde intenta, sin cerrar en firme, hallar el “étimon latino”, es decir, el origen etimológico de esta palabra que, como la nuestra, podemos resumir como un “hoyo de pan con aceite”.
El profesor, que por sus escritos parece originario de Lopera, aprecia en su investigación que la palabra “cachurro” es utilizada en un área muy localizada de la provincia de Jaén: su pueblo que es Lopera, el vecino Marmolejo y el no mucho más lejano Fuerte del Rey; además se presenta con una significación más o menos idéntica: canto u hoyo de pan con aceite o miel. Asimismo, constata que en nuestro municipio, Baños de la Encina, el mismo contenido semántico es patrimonio de la palabra “cucharro”, que él entiende que es una variación por metátesis recíproca de su término “cachurro”; es decir, dos sonidos intercambian su lugar en la palabra en la que están presentes.
En referencia a su artículo, Santiago Haro aprecia que aunque las dos palabras mencionadas (“cachurro” y “cucharro”), con el significado argumentado de “pan con aceite”, no tienen mayor dispersión territorial, si hay otra, como Antonio Alcalá Venceslada advierte en su “Vocabulario Andaluz”, que con este contenido semántico tiene una mayor presencia geográfica: se trata de “cachucho”. Este hecho le lleva a reconocer el valor primero del término “cachucho” debido a esta mayor extensión geográfica, motivo por el que el profesor intenta descifrar el “étimon latino” del que proviene esta palabra. En este sentido, aprecia que “cachucho” es una “…voz de significación más amplia…”, de la que después, utilizando el sufijo prerrománico “urro”, deriva su palabra de estudio“…tomará de ella y adoptará en el nuevo derivado, destacando, tal vez, el matiz despectivo con el moderno sufijo;…”.
Es decir, para Santiago Haro, “cachucho” es un término con un contenido semántico muy amplio (poza, hoyo, …), mientras “cachurro” que entiende deriva de ella vendría a concretar en lo que entendemos como un hoyo o coscurro (matiz despectivo) de pan con aceite. El problema surge, cuando en la búsqueda de su origen etimológico, el propio Santiago reconoce que duda de todas las potenciales probalidades, aunque se inclina por una de las opciones que propone: (cacculus>cach>cachucho>cachurro>cucharro):
- capsa-capsula (caja-ita, cofre-cillo, bote).
- cattia (cazo).
- cavëa (hueco, jaula, cavidad).
- Y finalmente, la ya apreciada cacculus
Además de sentar uno de los principales pilares que haría de mí un enamorado de la historia, consiguió que relacionara todo ese bagaje lingüístico, quizá sólo por similitud fonética, con una palabra que me era muy familiar: nuestro término “cucharro”.
Por entonces, con la familia aún un poco errática por la pérdida de la madre, aunque ya mi abuela Pura cuidaba de nosotros, teníamos la costumbre de merendar en la casa que más cercana encontrábamos, entendiendo por tal la de algún familiar cercano. En aquellos años, aunque tuvimos bastante arropo en toda la familia, fueron las hermanas de mi abuela paterna quienes más nos atendían, no en vano era el vínculo directo de la que había pasado a ser la “ama de casa”, valga la redundancia, de la casa de mis padres. Mi abuela y todos sus hermanos: Mariana, Ana María y mi tío Vicente, tenían lo que suele llamarse como un genio fuerte. Mi “chacha Mariana”, no era menos, pero a mi, personalmente, su trato me era muy agradable. Recuerdo los bocadillos de tortilla francesa con la yema a medio hacer que me preparaba en la cocina de mi tía Leonor, toda una exquisitez. Pero, sobre todo, me encantaba su cucharro con aceite y colacao, que también nos condimentaba mi tía Rafaela, hija de la chacha Ana María, a mi primo Dioni y a mí cuando jugábamos en la lonja o en el callejón de la casa de mis abuelos. Desde aquellos momentos la palabra “cucharro”, su raro origen que por entonces creía prerromano, fue para mí todo un icono que me incitaba a indagar en su origen.
No debió pasar mucho tiempo cuando leí un pequeño artículo de nuestro bien querido D. Juan Muñoz – Cobo, “padrino” de todos los que después nos ha gustado bucear en la historia de Baños, donde hacía alguna propuesta sobre el origen remoto de este atractivo y singular vocablo. Si no recuerdo mal, pues ya no está en mis manos este artículo, pudo se editado en un libro de las Fiestas de Primavera; pero no lo puedo asegurar. En este documento, donde mostraba la gran querencia que siempre tuvo hacia su pueblo adoptivo, aunque quizá argumentando sin suficiente sustento científico, vinculaba nuestro cucharro, debido a su forma barquiforme, con la presencia fenicia en nuestro territorio, más concretamente en Salas Galiarda que por entonces era considerada como tal, subrayando el carácter marinero de este pueblo del Mediterráneo Oriental. Esta lectura, junto con muchas otras de nuestro querido paisano, hicieron que aún enraizara más aquel interés por este singular término del vocabulario culinario bañusco.
Pues hace algún tiempo, ojeando el número 162, año 1996, del Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, tuve la dicha de toparme con un artículo denominado “Una curiosidad lingüística: sobre el posible origen de la palabra cachurro” de José Santiago Haro, por entonces profesor del instituto San Juan de la Cruz de Úbeda. Este autor realiza un estudio donde intenta, sin cerrar en firme, hallar el “étimon latino”, es decir, el origen etimológico de esta palabra que, como la nuestra, podemos resumir como un “hoyo de pan con aceite”.
El profesor, que por sus escritos parece originario de Lopera, aprecia en su investigación que la palabra “cachurro” es utilizada en un área muy localizada de la provincia de Jaén: su pueblo que es Lopera, el vecino Marmolejo y el no mucho más lejano Fuerte del Rey; además se presenta con una significación más o menos idéntica: canto u hoyo de pan con aceite o miel. Asimismo, constata que en nuestro municipio, Baños de la Encina, el mismo contenido semántico es patrimonio de la palabra “cucharro”, que él entiende que es una variación por metátesis recíproca de su término “cachurro”; es decir, dos sonidos intercambian su lugar en la palabra en la que están presentes.
En referencia a su artículo, Santiago Haro aprecia que aunque las dos palabras mencionadas (“cachurro” y “cucharro”), con el significado argumentado de “pan con aceite”, no tienen mayor dispersión territorial, si hay otra, como Antonio Alcalá Venceslada advierte en su “Vocabulario Andaluz”, que con este contenido semántico tiene una mayor presencia geográfica: se trata de “cachucho”. Este hecho le lleva a reconocer el valor primero del término “cachucho” debido a esta mayor extensión geográfica, motivo por el que el profesor intenta descifrar el “étimon latino” del que proviene esta palabra. En este sentido, aprecia que “cachucho” es una “…voz de significación más amplia…”, de la que después, utilizando el sufijo prerrománico “urro”, deriva su palabra de estudio
Es decir, para Santiago Haro, “cachucho” es un término con un contenido semántico muy amplio (poza, hoyo, …), mientras “cachurro” que entiende deriva de ella vendría a concretar en lo que entendemos como un hoyo o coscurro (matiz despectivo) de pan con aceite. El problema surge, cuando en la búsqueda de su origen etimológico, el propio Santiago reconoce que duda de todas las potenciales probalidades, aunque se inclina por una de las opciones que propone: (cacculus>cach>cachucho>cachurro>cucharro):
- capsa-capsula (caja-ita, cofre-cillo, bote).
- cattia (cazo).
- cavëa (hueco, jaula, cavidad).
- Y finalmente, la ya apreciada cacculus
Como podemos apreciar, y como ya decíamos, en todos los casos nuestro término cucharro, hasta ahora, viene a identificarse con un recipiente más o menos abarquillado, las más de las veces de corcho, que se utiliza para contener líquidos. Sin embargo, llegados a este estado de la cuestión nos sorprende que el DRAE, en su primera acepción, lo considere como “Un pedazo de tablón cortado irregularmente que sirve para entablar algunos sitios de las embarcaciones”. En esta línea encontramos otros casos; así el María Moliner lo considera como “Pedazo de tablón cortado irregularmente, con que se refuerzan algunas parte del barco, particularmente la popa y la proa”. En un sentido parecido, pero que nos permite obtener más datos sobre esta acepción marítima, el Diccionario Marítimo Español nos viene a decir “La curvidad que forma la figura del casco del buque, tanto en popa como en proa, desde la línea de agua hasta la cinta y a uno y otro lado del codaste y la roda. Cada una de las ligazones que forman esta curvidad, y de los tablones del forro que se sientan sobre”.
Apreciamos en este último párrafo que ya nos hallamos en un segundo nivel semántico, es decir, el término originario, por similitud en la forma, ha pasado también a denominar otro contenido semántico distinto al primigenio, en este caso el casco de un barco que, por la forma, se asemeja al “cucharro” recipiente de corcho. En este mismo segundo nivel semántico es donde podemos ubicar ya “nuestro cucharro”, el pan con aceite con una forma muy determinada.
Y así es, nuestro cucharro ya no es un recipiente abarquillado de corcho, madera o barro, sino un trozo de pan, eso si, volvemos a subrayar, abarquillado (aunque después llegue a utilizarse un moño o, como ocurre hoy en día, hasta una barra o un bollo), que contiene un líquido, más o menos espeso; en nuestro caso aceite con sal, el churre de un tomate y compaña sólida (aceitunas, bacalao, cebolleta y hasta melón). Pero cual ha sido nuestra sorpresa cuando, durante el trabajo de investigación, nos ha aparecido un municipio cercano, Linares (Jaén), donde nuestro término tiene la misma acepción, pese a que su población ha perdido la conciencia de este uso. Así nos lo confirma Juan Vicente Acosta, profesor jubilado de SAFA, que ha dedicado parte de su vida a recopilar frases y términos que oyó en su niñez y juventud por la casas y calles de Linares. En uno de sus escritos nos narra con cierta nostalgia “…de un tiempo en el que los chavales se comían un cucharro
En este mismo nivel semántico e incluso en un tercero, podemos ubicar lo que en la localidad de Feria (Badajoz) llaman cucharro, que no es otra cosa que una pila rectangular para lavar. Aquí no es la forma lo que ha dado el nombre a un nuevo elemento, sino la utilidad (lavar) que veíamos que se le daba en algún otro municipio extremeño. Aunque, en cierta medida, ya nos estamos alejando hacia un tercer nivel semántico en el que ya estarían:
- Albaida de Aljarafe (Sevilla), donde se hace coincidir con el vocablo “talega”. Como veíamos con anterioridad el recipiente prestaba nombre al contenido, es decir el “cucharro” continente de líquidos daba nombre al contenido “sopeao” o “cucharro”, y en Albaida, en un tercer plano, llega ya a dar nombre a cualquier alimento que se desplace al trabajo.
- Talavera la Vieja (Cáceres), donde cucharro es “doblar la lengua haciendo canalillo para mamar”.
- Cobos de Segovia, donde cucharro es un tipo específico de punta de trompo que da nombre a la propia peonza.
- Bonillo (Huelva), donde es una calle principal dentro de las procesiones de Semana Santa.
- Navalucillos (Toledo), donde es un mote muy popular.
- Y, finalmente, La Puebla de los Infantes (Sevilla), donde presta el vocablo para dar gentilicio a sus habitantes.
Aunque ya hemos establecido que el origen de nuestro término es por derivación semántica del “cucharro original” considerado como recipiente de líquidos, hecho que estuvo motivado por la similitud en la forma, sería también interesante concretar el origen etimológico de la palabra como intentara el profesor Santiago Haro con su “cachurro”.
En este sentido, nos manejamos en un campo de suposiciones debido a lo relativamente ajenos que estamos de esta materia. En primer lugar, tomamos como punto de partida el origen etimológico de una palabra clave perteneciente a la misma familia que cucharro: cuchara. En este sentido, todos los estudiosos en la materia aceptan de manera unánime que su “étimon latino”, del término latino del que procede, es cochlea>cuchara (cuchara pequeña en latín). Con estos supuestos, sí consideramos la raíz ya castellana, que hemos aceptado que ha evolucionada del latín “cochlea”, al añadirle el sufijo prerromano obtenemos nuestro vocablo . Literalmente, su significado vendría a ser “cuchara ruda, tosca o rústica”, en total consonancia con el primer nivel semántico que venimos considerando, ¿o qué otra cosa es el artilugio de corcho que se cuelga en las fuentes de la Sierra de Aracena para que las gentes beban agua?
En este sentido, nos manejamos en un campo de suposiciones debido a lo relativamente ajenos que estamos de esta materia. En primer lugar, tomamos como punto de partida el origen etimológico de una palabra clave perteneciente a la misma familia que cucharro: cuchara. En este sentido, todos los estudiosos en la materia aceptan de manera unánime que su “étimon latino”, del término latino del que procede, es cochlea>cuchara (cuchara pequeña en latín). Con estos supuestos, sí consideramos la raíz ya castellana
En referencia al estudio que ya se mencionó del profesor Santiago Haro, estamos en condiciones de afirmar que la variación por metátesis recíproca que proponía entre las palabras “cachurro” y cucharro”, tuvo lugar, pero a la inversa de su propuesta. Es decir, la palabra origen es “cucharro” y el cambio en el sonido de las vocales se produce en el vocablo derivado “cachurro”.
Quizá nos quede sólo una pregunta que hacernos, en base a la dispersión territorial del término cucharro, ¿cuál es el origen geográfico del mismo?
Aunque hemos anotado una gran dispersión geográfica del término, podemos subrayar que, obviando su presencia puntual en las provincias de Jaén, Almería, Navarra y el País Vasco, el centro neurálgico se sitúa en Extremadura y la Sierra Norte de Huelva, lugar en el que hubo una clara repoblación demográfica, según avanzada el proceso reconquistador, realizada por gallegos y leoneses. Por tanto, en primera instancia, podríamos proponer una sugerente propuesta de vinculación de este término con los repobladores, posteriormente, por contacto geográfico, se desplazaría a los Montes de Toledo, la Siberia extremeña y las sierras del norte de Sevilla y Aljarafe.
En este estado de la cuestión y teniendo como referente la propuesta anterior, su análisis nos plantea varios y serios problemas:
1.- Resulta que en nuestro rastreo del vocablo “cucharro”, éste no tiene presencia ni en Galicia ni León. Tampoco hemos hallado que esté presente en el antiguo “extremo del Duero”, es decir, Zamora y Salamanca, que con anterioridad había sido repoblada por gallegos y leoneses.
2.- Sí hay presencia del término, como veíamos, en el País Vasco y Navarra, pero no lo hemos localizado en provincias limítrofes como Burgos, Logroño o Soria, donde se gestaría el primer castellano.
3.- ¿Por qué motivo está presente en provincias andaluzas que apenas han tenido relación histórica con la sierras del norte de Huelva y Sevilla?, véase Jaén y Almería.
Entre las posibles respuestas podemos ofrecer las que siguen sin decantarnos de manera definitiva por ninguna:
1.- El término, como proponíamos, no se acuña en el lugar de origen de los repobladores, sino una vez establecidos en un territorio que tiene como núcleo central las sierras del norte de Huelva y las adyacentes extremeñas (donde su presencia territorial es intensa y continua en toda la geografía). Con posterioridad tendría una dispersión mayor por territorios colindantes como el Aljarafe sevillano, Vía de la Plata, Sierra Norte de Sevilla, Andévalo onubense, norte de Cáceres, Siberia manchega y Montes de Toledo.
2.- Una hipótesis que entendemos más débil pero no por ello improbable, es que su origen se encuentre en los montes de Euskadi y Navarra (zonas pastoriles) y que, repoblaciones minoritarias llegadas desde estas tierras, se instalaran en las sierras ganaderas de Sierra Morena (Huelva, Sevilla y Jaén). De contrastarse esta hipótesis, posiblemente tendríamos que proponer otra posibilidad para el origen etimológico del término, o quizás no, y que además valoramos menos probable.
En este caso su origen etimológico podría ser fruto de la unión de dos monenas prerromanos, la raíz, entendida como “hucha”, “caja”, “recipiente”, “cazo” y el sufijo ya mencionado anteriormente , de cuya propuesta surgiría un contenido semántico que podemos interpretar también como “recipiente tosco”.
3.- Si admitimos la segunda propuesta, tendríamos solucionado la puntual presencia del término cucharro en nuestro municipio y en el vecino Linares, la Alpujarra Almeriense y las localizaciones dispersas a las que hacíamos mención, como podría ser el testigo segoviano. En caso contrario, es difícil aventurar su presencia en nuestra zona, debido a la escasa relación histórica que han tenido estas dos zonas, tan opuestas geográficamente, del macizo mariánico.
Este estudio no quiere ser un referente que tenga como objetivo sentar cátedra, nada más lejos de su verdadero interés. Sí quiere dar solución a la inquietud que un niño tuvo hace muchos años cuando quedo prendado por la historia. Por este motivo, lo que si pretende es ser punto de arranque de un debate que nos vaya acercando cada vez más a la verdad histórica, aquélla que sabemos con seguridad que será casi imposible alcanzar, pero en el camino, con sus pasos hacia delante y hacia atrás, está el placer que colmará esa inquietud.
Aunque hemos anotado una gran dispersión geográfica del término, podemos subrayar que, obviando su presencia puntual en las provincias de Jaén, Almería, Navarra y el País Vasco, el centro neurálgico se sitúa en Extremadura y la Sierra Norte de Huelva, lugar en el que hubo una clara repoblación demográfica, según avanzada el proceso reconquistador, realizada por gallegos y leoneses. Por tanto, en primera instancia, podríamos proponer una sugerente propuesta de vinculación de este término con los repobladores, posteriormente, por contacto geográfico, se desplazaría a los Montes de Toledo, la Siberia extremeña y las sierras del norte de Sevilla y Aljarafe.
En este estado de la cuestión y teniendo como referente la propuesta anterior, su análisis nos plantea varios y serios problemas:
1.- Resulta que en nuestro rastreo del vocablo “cucharro”, éste no tiene presencia ni en Galicia ni León. Tampoco hemos hallado que esté presente en el antiguo “extremo del Duero”, es decir, Zamora y Salamanca, que con anterioridad había sido repoblada por gallegos y leoneses.
2.- Sí hay presencia del término, como veíamos, en el País Vasco y Navarra, pero no lo hemos localizado en provincias limítrofes como Burgos, Logroño o Soria, donde se gestaría el primer castellano.
3.- ¿Por qué motivo está presente en provincias andaluzas que apenas han tenido relación histórica con la sierras del norte de Huelva y Sevilla?, véase Jaén y Almería.
Entre las posibles respuestas podemos ofrecer las que siguen sin decantarnos de manera definitiva por ninguna:
1.- El término, como proponíamos, no se acuña en el lugar de origen de los repobladores, sino una vez establecidos en un territorio que tiene como núcleo central las sierras del norte de Huelva y las adyacentes extremeñas (donde su presencia territorial es intensa y continua en toda la geografía). Con posterioridad tendría una dispersión mayor por territorios colindantes como el Aljarafe sevillano, Vía de la Plata, Sierra Norte de Sevilla, Andévalo onubense, norte de Cáceres, Siberia manchega y Montes de Toledo.
2.- Una hipótesis que entendemos más débil pero no por ello improbable, es que su origen se encuentre en los montes de Euskadi y Navarra (zonas pastoriles) y que, repoblaciones minoritarias llegadas desde estas tierras, se instalaran en las sierras ganaderas de Sierra Morena (Huelva, Sevilla y Jaén). De contrastarse esta hipótesis, posiblemente tendríamos que proponer otra posibilidad para el origen etimológico del término
En este caso su origen etimológico podría ser fruto de la unión de dos monenas prerromanos, la raíz
3.- Si admitimos la segunda propuesta, tendríamos solucionado la puntual presencia del término cucharro en nuestro municipio y en el vecino Linares, la Alpujarra Almeriense y las localizaciones dispersas a las que hacíamos mención, como podría ser el testigo segoviano. En caso contrario, es difícil aventurar su presencia en nuestra zona, debido a la escasa relación histórica que han tenido estas dos zonas, tan opuestas geográficamente, del macizo mariánico.
Este estudio no quiere ser un referente que tenga como objetivo sentar cátedra, nada más lejos de su verdadero interés. Sí quiere dar solución a la inquietud que un niño tuvo hace muchos años cuando quedo prendado por la historia. Por este motivo, lo que si pretende es ser punto de arranque de un debate que nos vaya acercando cada vez más a la verdad histórica, aquélla que sabemos con seguridad que será casi imposible alcanzar, pero en el camino, con sus pasos hacia delante y hacia atrás, está el placer que colmará esa inquietud.
Perdonad las fotos, pero no tengo otras mejores a mano. Intentaré cambiarlas lo antes posible.
Hola Jose Maria. Soy Paco Vasco y hace solo un par de dias que descubri tu blog y ya me lo he recorrido entero. Me ha encantado. Desde el nombre (El cotanillo, nombre mitico para todos los que nos hemos criado por alli) hasta esta ultima entrada dedicada al cucharro, en la que, tu forma de acercarse a un tema, en teoria menor, manifiesta tu formacion de historiador serio y riguroso
ResponderEliminar, que se aproxima a la historia con un metodo cientifico.
Es una gran satisfaccion descubrir una nueva pagina dedicada a nuestro pueblo y ya la tengo marcada entre mis favoritas.
¿Estudiastes en Jaen? Yo hice aqui la diplomatura de Geografia e Historia de la que todavia recuerdo las magistrales clases de Arturo Ruiz y aquellas salidas al campo buscando las ruinas de Ilitugi por los campos de Mengibar o figuras en las cuevas de Otiñar, con los del 2ºcurso entre los que estaban Manolo Molinos o Paco Contreras.
Despues me especialice en Historia Contemporanea en Granada, aunque, como tu dices, despues no me haya dedicado a esto. Pero eso si,me ha dejado pasion por la historia y si es la de mi pueblo mas todavia.
Espero verte y conocerte algun dia que vaya por Baños (Hemos vivido tan juntos, a 50 metros y no nos conocemos... que cosas). Mientras nos iremos viendo en este mundo virtual. Un abrazo
Hola Paco. Es para mi todo un orgullo leer tus comentarios. La verdad es que nuestra relación ha sido muy escasa, de vista si te conozco. Creo que, estudiando en Jaén (yo también hice los tres primeros años en el Colegio Universitario, con Arturo, y después Granada -en cuarto tuve de tutor de trabajos de campo a Paco Contreras-), nos conocimos en las instalaciones deportivas de la carretera de Granada.
ResponderEliminarCon tu hermano Juan Antonio es distinto, aunque es mayor que yo,tuviemos muy buena relación. Ya contaré algún día una historia de "cuentos", de comic como se le dice ahora, con tu hermano. Al ver en tu blog tu gran aficción, casi se me cae una lágrima pensando en aquel episodio.
Seguro que seguiremos en contacto.