martes, 19 de enero de 2010

Componente mágico, religioso y lúdico del cencerro en el ciclo vital

Con motivo de la próxima inauguración del Museo del Territorio “Torreón del Recuerdo”, donde tiene un papel principal la ganadería trashumante por su implantación histórica en nuestra sierra, damos un protagonismo principal a los cencerros, esquilas, arrieras y cañones,…

En este sentido queremos ir más allá de la exposición de los distintos tipos de cencerros y su función primaria, queremos conocer su particular presencia en la sociedad bañusca. En esta línea, hemos localizado un artículo sobre la cencerrería en la provincia de Salamanca que nos ha parecido muy interesante y que trascribimos en parte.
Nos gustaría contar con la ayuda de todos los bañuscos que se asomen por aquí y que puedan aportarnos datos en este sentido, para que de esta forma estos no caigan en el olvido. Pasamos a la trascripción:

”…Dentro de las múltiples costumbres en torno a las edades del hombre, queremos mencionar aquellas en las cuales de introduce el uso del cencerro, tanto en sentido festivo y alegre, como en el negativo de sorna.

Durante las “Fiestas de Quintos” era frecuente atar cencerros y esquilas a burros o perros, introducirlos en las casas y pedir el aguinaldo, o robar chorizos y chacinas para hacer una merendola, como por ejemplo en Mogarraz por San Antón (en desuso).

En las bodas, en tierras de Alba y Morille, se acostumbraba al salir los novios de la iglesia, pasearles por las calles en un borrico engalanado con cintas y esquilas. En la noche de bodas, en toda la Charrería, se buscaba con ahínco al reciente matrimonio para no dejarles dormir juntos. Si localizaban la alcoba nupcial, les llenaban la parte inferior de la cama con cencerros y cascabeles para que sonaran al menor movimiento. Aunque en algunos casos se podía evitar la broma, pagando el novio una merienda. En la “Tornaboda” era corriente que fuesen a buscar a la familia (novios y padrinos) con un carro de bueyes o mulas con un cortejo de jinetes pertrechados con tapaderas, hierros y cencerros, para pasear el carro hasta la taberna, donde el novio y el padrino debían convidar a la comitiva. Abundando en el tema, el traje “de vistas” - propio de las bodas en la Sierra de Francia - porta como adorno y, curiosamente, atados bajo los sobacos, dos sartas de plata ornadas con cascabeles y esquilas.

En el adulterio u otras “rarezas” matrimoniales, cuando la comunidad local se daba cuenta de tal “escándalo”, era normal, entre otras costumbres (carril de paja…) la práctica de la cencerrada. “La Cencerrada”, también llamada “Dar Borrada”, Esquilada o Charivari, según localidades, fue una práctica muy extendida hasta la mitad del siglo XX, a pesar de las múltiples prohibiciones tanto eclesiásticas como gubernamentales y, consistente en una ronda burlesca dada, por los solteros del lugar, a base de cencerros y esquilas, durante la noche. El motivo de la sorna era variado: segundas nupcias de viudos, casorios desiguales de edad o fortuna, irregularidades de la vida matrimonial, etc. Y la duración de la broma, que se acompañaba, normalmente, con procesiones, cortejos y ritos paganos, dependía de la región. Llegando, incluso, hasta los nueve días.

En el luto, cuando alguien moría y era principal (sobre todo los dueños de grandes ganaderías), se quitaban los badajos de los cencerros para que no sonaran y así no impidieran el dolor por el ausente. El son del cencerro era considerado como síntoma de alegría y resultaba improcedente en momentos de dolor y recogimiento. Lo mismo que el día en que fallecía un vaquero o un zagal, había que eliminar los badajos en señal de luto, para que el ruido no perturbara al difunto. De igual manera, que cuando moría un animal y, en especial, si era querido por el cuidador, se le despojaba del cencerro y el pastor se lo ataba al cinto. Y viene a cuento un dicho popular de la Sierra de Gredos:

“Dice el pastor, adiós al marzo traidor.
Y marzo responde, no te rías pastor,
que con los días que me quedan
y otros tres que me presta mi hermano abril,
te he de ver con las pellicas al hombroy los cencerros al cuadril.”


Debido a la variedad de festejos y tradiciones que incorporan la utilización de cencerros y esquilas dentro de su parafernalia, nos limitaremos a mencionar las prácticas más comunes dentro de la provincia.

En el Carnaval, considerado como período de grandes ruidos y alborotos con instrumentos, y en el que suele abundar máscaras con esquilones y cencerros. Era usual durante este tiempo atar cencerrillos a las colas de los gatos y perros para aumentar la confusión. Esta costumbre precuaresmina se extiende, en casos como el Norte de España, desde Reyes hasta el Carnaval, propiamente dicho, donde aparecen personajes con máscaras y cencerros como el “Chagueiro”, los “Tunturros” o los “Chachos”. El carnaval en sí es mucho más complejo, pero no tiene mayor relación con nuestro estudio, salvo las connotaciones con las fiestas de quintos, anteriormente expuestas.

Y en la Semana Santa, también en todo el campo, en el mismo cencerro hay ritos que deben cumplirse. Verbigracia, desde el Jueves Santo enmudecen los cencerros trabando los badajos con hierba fresca si había crecido ya, dada la época, o con heno en su defecto, de manera que se impedía que sonaran, como símbolo de tristeza por la muerte de Cristo. Y el Domingo de Resurrección se les quitaba la impedimenta, como si se quisiera que cantaran, asimismo, a la Gloria. Costumbre documentada en Fuentes de Béjar y relacionada con el luto, aunque actualmente es inoperante…”

Extracto del artículo “Pervivencia de la Cencerrería en Salamanca” de Marta Sánchez Marcos y publicada en la Revista de Folclore editada por la Fundación Joaquín Díaz de Caja España.

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