jueves, 10 de septiembre de 2015

... y estos muertos

Andaba ya casi mediada la década de los felices años 20, cuando una avalancha de estudios y proyectos desembarcaron en el áspero pellejo de Sierra Morena, más concretamente en el término municipal de Baños de la Encina. En gran medida, arribaron al amparo de las ideas "regeneracionistas" propugnadas por Joaquín Costa en el tránsito de siglo, que encontraron en la Dictadura de Primo de Rivera cierto cobijo.

Los hubo de variopinto carácter. Los unos, tendentes a la mejora y eficacia de las producciones agrícolas del valle, propugnaban interesantes trasvases de agua desde el río Guarrizas a la Campiñuela. Los más, vinculados a las postulados higienistas del momento y que, preocupados por la falta de agua potable durante el estío y por las muchas epidemias que parían, andaban a brazo partido en la búsqueda de nuevos y mejores manantiales.

En esas y en 1924, el ingeniero militar Ángel Arbex evaluó los posibles veneros y el montante económico que supondría su adecuación para el consumo y la posterior conducción de aguas hasta la localidad. Cuatro fueron las opciones en principio viables: el Cerro del Navamorquín, del que preocupaba la posible toxicidad de las aguas debido a la alta presencia de filones mineros; la vega (abastecida del venero del Santo Cristo), pobre en aguas y de encarecido coste debido a la necesidad de bombear el líquido elemento hasta la parte superior del pueblo; un posible trasvase de aguas desde el Río Grande, aguas arriba del Rumblar, mediante la creación de un pantano en el lugar de El Puntal (que finalmente llevaría a cabo la ciudad de Linares). Finalmente, la opción considerada como más eficaz fue la de traer las aguas del venero serrano de Gorgogil, en tierras de Villanueva de la Reina. Su bondad radicaba en sus buenas y abundantes aguas y en la virtud de que vendría por su propia caída y peso.

Este suministro vendría a sustituir a las cuatro fuentes históricas que hasta entonces habían abastecido al pueblo: Cayetana, Pacheca, Socavón y Salsipuedes, todas ellas situadas en el Barranco de  Valdeloshuertos, a relativa distancia y pendiente del pueblo. Paradigma de esas cosas casi imposibles, el proyecto fue dando tretas (dictadura, dictablanca, república,…dictadura) para culminar su ejecución 30 años después.

Finalmente, los otros, estaban vinculados a la mejora de las vías de comunicación con el firme objetivo final de aumentar la eficacia de la explotación de los recursos económicos y potenciar una mayor diversificación de los usos del territorio serrano, hasta ese momento extremadamente dependiente de la actividad minera. Años atrás y enteramente unido a la minería, se contó con un proyecto para tender una línea de ferrocarril desde La Carolina a Puertollano, que recorrería todo el norte del término municipal circulando por Los Guindos y El Centenillo. Proyecto fallido.

En aquella algarabía, se redactó un nuevo proyecto que planteaba la construcción de dos pasarelas que salvarían los ríos Rumblar y Grande, dando mejor paso desde la campiña y el pueblo de Baños a la Sierra. Utilizaba para ello dos de los caminos históricos, los del Hoyo de Mestanza y San Lorenzo de Calatrava. El objetivo final era mejorar las vías de comunicación, favorecer el poblamiento serrano, diversificar la economía agraria interior y optimizar la explotación económica serrana. En fin, hacer que un territorio dependiera en menor medida de un monopolio, por añadido finito.

Pero vinieron las “vacas flacas” del ’29 y el Estado, paridor de desequilibrios territoriales por naturaleza, eso sí siempre en busca de la mayor eficacia de las naciones, tomó la firme decisión de embalsar las aguas del río Rumblar para aumentar las posibilidades de riego del curso bajo del Rumblar, las vegas de Espeluy, Villanueva de la Reina y Andújar.

En tierras de Baños, el Rumblar pasó de vía de comunicación a barrera que impedía el paso. Lentamente, la posible diversificación económica serrana mudó a ser especialización cinegética, opacidad del territorio, despoblamiento…

Y pasados los muchos años, Baños es tierra de viejos, de muchos viejos, algunos de piedra que cuesta mantener. Y cuando llegan las vacas flacas, que siempre llegan, en la vega hay quién dice “y nosotros estamos obligados a mantener estos muertos”.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Baños de la Encina, en Jaén la "playa" de interior más impresionante

¿Conoces la mayor playa de interior de la provincia de Jaén? La “playa” del Tamujoso, en Baños de la Encina y a 3 km de Posá la Cestería. De aguas limpísimas y a la vera de un excelente pinar, tiene autorizado el baño, la pesca y los deportes náuticos sin motor. Y todo ello en un marco geográfico de sobresaliente valor etnológico, arqueológico y natural, ¿te lo vas a perder?

Qué buscas rincones más recónditos, menos concurridos, a los que llegar a pie sin esfuerzo, las “playas” de las Migaldías o la Picoza te ofrecen un escenario inmejorable en la “junta de los ríos” Grande y Pinto, donde estos vienen a parir las aguas del Rumblar.




 
Forografías: Hilario Pastor y Antonio Alarcon Ramirez

domingo, 24 de mayo de 2015

Salas Galiarda

En el corazón del Saltus Castulonense, en plena Sierra Morena y mirando de frente el sacro cerro del Cabezo, se alza, aún altivo, sobre el inexpugnable macizo de la Navamorquina, el “torrus” ibérico-romano de las Salas Galiarda.

Es este árido pellejo tierra de minas viejas, cobijo de golfines, bandoleros y maquis, refugio de "penitentes mudos", pago de torrucas y ciudades legendarias,… es ésta sierra de "extremos" trashumantes.

Se trata de una fortaleza pétrea, en realidad un frente de muralla y torres formado por piedras quasi ciclópeas, bien labradas, que se levanta sobre una meseta cercada, a oriente, solo visible para aquéllos que miran con interés. Es hoy este castillo, que mantiene en excelente estado lienzos y bastiones rectangulares elevados en granito, un paraje espectacular donde comulgan sin problema historia y naturaleza.

El alcázar, que pelea por erguirse entre los encinares, se asoma al valle del Rumblar, por debajo el río parece dibujarse a sus pies como si de un plano cartográfico se tratara. Dando trazas de su vinculación minería, por frente tiene un gran escorial, pero también un buen número ingenios hídricos que en nada desdicen el gigantesco aljibe que esconde en sus entrañas, ¿o se trata de un pozo minero?






Las fotografías son de un excelente día de primavera, de un día que las visité con Quico Lara hijo. Mi sorpresa cuando una de ellas apareció, años atrás, como portada de un libro de feria, bien. 

martes, 5 de mayo de 2015

La vida mata, cómo dirían aquellos ilustres

Tardes de viento en días de "cabañuelas de retorno" remueven el polvo de la conciencia, levantan cadáveres ocultos bajo la losa del tiempo y esquivan el acoso de la hermana amnesia. Tardes de viento en días de "cabañuelas de retorno" te recuerdan por dónde anduviste y qué fuiste.

El viento borra asfaltos y alza remolinos de humo dormido.

Terrizo por delante, el matadero asoma al fondo de una ancha explanada dando paso a viejas y olvidadas canteras de piedra que ahondan en las entrañas del Barranco del Pilarejo, cobijo de cabezolones y tiros, retazo de historias menudas, lugar de trajines de zagales e improvisado basurero de estiércol. Parido al amparo del Plan Jaén y al modo arquitectónico de los Poblados de Colonización, sufrió con paciencia los avatares que la modernidad trajo a su entorno.

El matadero del Santo Cristo es un edificio de nueva planta edificado en los albores del “desarrollismo”, en pleno descansadero mesteño del Santo Cristo. Pese a su sencillez, expresa de manera muy nítida los postulados de la racionalidad económica del momento, fomentó los sectores agrícolas locales, ahora fiscalizados, e intentó un distanciamiento de la económica anárquica, de subsistencia y trueque, que hasta entonces imperaba. Destinado a presidir y ordenar un espacio, el de la entonces novedosa barriada que amagaba crecer a poniente de la ermita del Cristo, aún conserva su planta achaparrada y la bella bóveda de su sala de matanza.

A la siniestra del inmueble, apretados contra la blanca hilera de casonas, dos frondosos moreas ponen una nota de color a la ancha calle, huérfana de otros avatares que no fueran el mañanero y esperpéntico desfile de chotos que, con premura, enfilaban a tres patas su última danza. Se alzaban como privilegiados oteros de la chiquillería que, en las tardes mayo, se apremiaban en recoger sus frutos,… y no había día que no salieran por pies bajo la amenaza y gruñidos del propietario colindante.

Pero en tardes de cabañuelas, cuando el viento remueve el polvo de mis años, la terriza anchura se llena de notas de feria, de barcas de acero en elevada huída, de la novedad del “balansé” o del espectacular y único zig-zag. Pues, no en vano, ocupaba ahora lugar privilegiado, al amparo de la ermita y restando protagonismo a los "coches locos". Eran estos tradicional encuentro nocturno de la mocedad que, ocultos en el recodo, ayudaban a blindar aún más la pista colorá, muchos años huidiza de las correrías de deportistas y pasaratos.

Cuando parecía que los artilugios engullían más y más metros, cuando los “pinchitos” tomaban la lonja y el acerado de mi tía Leonor, cuando la feria parecía enraizar definitivamente, la cálida y traicionera huella del asfalto, su viento achicharrante, apretó la anchura del matadero… y éste, su influencia, su preeminencia, vinieron a fenecer a los pies de una moderna fuente de diseño, blanca impoluta. Las apariencias ciudadanas doblaron el pulso a la cotidianidad villana.

Ahora, en estas tardes de cabañuelas, el polvo de mi camino eleva imágenes de mañanas de cuajadera y sangre, de cuando la vida de la bestia, en un suspiro, resbalaba sobre el lebrillo.

Hoy todo eso es ceniza, el calor del asfalto sepulta los recuerdos y el viento anda en calma chicha.



https://www.youtube.com/watch?v=nR0CeR6Hp-E&list=PLstwolqCcf4uR1Y6XKPbxVG_7ohxfKISS

martes, 28 de abril de 2015

abril

Al frente, un paisaje que parecía infinito se dibujada a nuestros pies, y se alargaba más y más en el horizonte buscando la silueta del amanecer. Nunca llegué a pensar que el mundo en el que empezaba a escarbar, hasta entonces encerrado entre casas blancas y pardas, calles apretadas y corrales bajos, pudiera ofrecerme espacios tan abiertos.

Una ráfaga de viento volvió a mecer el trigo y éste insistió para que nos coláramos entre sus inescrutables surcos. Cuando recuperamos la noción del tiempo, tras momentos de sana insensatez, estábamos corriendo desenfrenados laero abajo, rompiendo en nuestra carrera la uniforme armonía del trigal. Su fragilidad inicial, el quebranto ante nuestro avance, se torno por momentos en aspereza, amargor, … pero también en dulzura, extraña por novedosa. Caímos varias veces, rodamos, tropezamos y hasta algún felino nos salió al paso, pero cuando recuperamos el resuello sentados y magullados, ya en el Camino Ancho, respiramos el momento más dichoso de nuestra corta vida.

sábado, 25 de abril de 2015

Una de pizzas en Posá la Cestería, Baños de la Encina

Pues que nos estamos especializando en esta materia como oferta complementaria de la casa rural.

Artesanas, artesanas, como dice el eslogan, pues que la cosa está en hacer la masa a conciencia. Comenzamos con la de jamón y embutidos y ahora estamos con los "verduleos", y no va mal:










sábado, 18 de abril de 2015

Parroquial de San Mateo, la Esbelta Dama Pétrea I

"… y por esta razon estaran en esta Villa todas las Personas individuas de ella en Junta General que se hara en el portico de Santa Maria la Mayor donde hay Costumbre Zelebrarse todos los Cavildos Generales Juntas de Cofradias, y demas actos publicos…" Ordenanzas Municipales de Baños de la Encina, 1742.

Por delante, tenía San Mateo un anchurón terrizo nacido al amparo, sombra y vigilancia de la torre del homenaje del castillo, la almena gorda, que, en una trama urbana donde todo es cuestas y apreturas, no aciertas a saber si la vieja iglesia ocupa y preside los pocos palmos de terreno llano que cobijaba la aldea de Baños, o si este accidente geográfico es artificio de la parroquial en un afán de ganar protagonismo en las cosas del Común. En todo caso, se eleva en las entrañas de la muralla que cercaba el núcleo bajomedieval, bastión que más que defender el pago aldeano de intrusos y batalladores, era instrumento para dar cobijo a los ganados trashumantes y fiscalizar sus pagos. Localizada Santa María la Mayor junto a un gran espacio abierto, que más que plaza era corral de contaduría de merinas, y dando a luz sus bajos a la única fuente intramuros, el Pilar, desempeña un papel principal en la gestión de los dineros obtenidos del arrendamiento de los pastos públicos a los pastores de la Serranía de Cuenca y el Señorío de Molina, pilar principal de la economía bañusca en los últimos estertores de la Edad Media.

A la luz del párrafo anterior, nos puede parecer todo un embrollo el apelativo de tan insigne dama, y es que en la relación de parroquias y ermitas de la Diócesis de Jaén realizada a comienzos del siglo XVI, la parroquial de San Mateo, no aparece, al menos bajo ese apelativo. Por entonces, sí hay mención de otros templos, siendo destacables para lo que nos trae entre manos La Magdalena, junto al Castillo, precedente de la Santa María del Cueto, que mudó sus atributos cuando el castillo pasó de castro a casa de los muertos; Santa María, que no es otra que la fábrica vieja de Nuestra Señora de la Encina, donde por mayo se sigue realizando una singular romería; y la llamada de Santa María la Mayor que, como apreciamos en la introducción, era el centro sociopolítico de la villa mediado el siglo XVIII.

La que ha llegado a nuestros días como San Mateo, se correspondería primitivamente con la de Santa María la Mayor, por ser advocación a quién los castellanos solían dedicar la consagración de los templos de nueva creación, haciendo la definitiva mudanza al nombre que hoy conocemos tras la colosal ampliación del crucero.

Y así, San Mateo ponía sus pórticos a disposición de las cosas del gobierno, ya fuera como escenario y pregón de las decisiones de enjundia, como es el caso del pórtico principal o del Perdón; o como herramienta para gestionar el control de los ganados, pues no en vano y hasta hace pocas décadas, la Puerta que mira a levante, la del Sol, era utilizada como toriles en las corredurías de toros de lidia allá por San Juan y San Pedro, con seguridad reminiscencia de unos usos donde el protagonismo económico y ganadero primaba por encima de la carga festiva. Y es que a esta portada, modificada en la segunda mitad del siglo XX, se accedía por una escalera en codo que facilitaba hacer de la calle Yglesia un verdadero entramado de corrales que ayudaban a estas tareas menos sacras.

Es el atrio principal que precede a la iglesia, junto a la plaza, un rectángulo cercado por un bajo muro de sillares de piedra con perfecta labra, lo que según la tradición local se nomina como lonja. Este apelativo popular ya nos previene de otro de sus usos cotidianos, pues era el escenario principal donde la villa comerciaba con las mercaderías propias y ajenas. Pero fue también lugar de cosas más menudas y cotidianas, escenario de mil y una batallas de infantes, cada uno de sus rincones, esquinas, rejas… desempeñaron un papel privilegiado en el nacimiento y desarrollo de los juegos más arraigados en la chiquillería. Aún resuena en sus piedras el eco: "chilindrina, otro encima", "churro va", "tableta, tableta,… échale migas al caldero".

El empedrado del suelo, organizado en líneas de losas que se cruzan, era escenario de una peculiar "pillá en raya", como lo era también su murete de piedra de una "peste tres cuartas más arriba de la pared", un "nabo escondío" bastante bruto o una "caña larga

chu churumbel.
Aceitero, vinagrero, Juan Correal,
amagar y no dar,
un pellizquito en el culo que sí se le da.
Manda el rey de la coronilla preguntarle a Manolica, la de la pastelería y los litros, a cuánto tiene los merengues.

Y Allí arreaba la partía de zagalones a marear a Manuela, y tras ellos el burro que la quedaba, liando una marabunta que llenaba toda la plaza de correrías, desatinos y algarabía."

Ahora, con la esbelta dama por delante, nos llama la atención su bien proporcionada torre, esquinada a la derecha de una fachada harto austera, con pocos huecos y mucha sobriedad, en la línea de la tradición arquitectónica que ha dominado la villa y que hoy es su principal seña de identidad. Pues, si descontamos el voladizo superior de modillones con bolas, desafortunadamente modificado en una intervención reciente, y el parcheado central, con seguridad fruto del levantamiento, al interior del templo, de un coro bajo y achaparrado, rudo, que cerró vanos y abrió otros, solo nos queda la puerta como único elemento que pone un toque estampado a la sencillez del frente pétreo.

Es la portada de cánones clásicos y muchos reales de coste, hasta 4.838 se le pagaron a Francisco Aranda en 1587 por labrar ésta y la vecina del Sol. Con dominio de los elementos geométricos, como ocurre con homónima de la Universidad de Baeza, en general destacan las pilastras cajeadas sobre pedestal, que dan cierta profundidad al conjunto, y la representación del evangelista San Mateo, que la remata en altura y subraya la definitiva advocación de la parroquial.

Sigue su campanario la tónica estética de las iglesias mayores de la vecindad, como Santa María, en Linares, y la bailenera de La Encarnación, pues arranca su figura con trazas góticas para finalizar en altura maridando con las nuevas tendencias del Renacimiento, que por entonces apadrinaba en la provincia el reconocido cantero Andrés de Vandelvira, alma mater de la Catedral de Jaén, entre otras joyas de los pagos del Santo Reino. Elevándose sobre un cimiento circular, su talle muda casi de inmediato a un prisma ochavado que, en el plano geométrico, representa la transición entre el círculo (lo eterno, perfecto e infinito, Dios) y el cuadrado, lo terrenal. En el plano ideológico, desde la vertiente simbólica, plasma el encuentro entre lo divino y el hombre, el equilibro. Con los pies sobre lo que nos trae, pudo ser un intento de cimentar en lo sagrado la "res pública" que allí se bregaba.

Ya en el interior, avanzamos con premura bajo el coro, pues nos atrae la brillantez del fondo, de su altar, la fresca quietud de su nave, y el pequeño hueco que da acceso al corazón de la torre que nos recibe, de jambas forzadas, giradas, no invita a detenerse y a conocer su gran secreto: una pétrea y excepcional escalera de caracol que lleva a las alturas sonoras que la coronan.

En dos traspiés estamos bajo la extrema magnitud de tan digna y esbelta dama pétrea.



Fotografías: Antonio Miravés

lunes, 13 de abril de 2015

Sobre la parroquial de San Mateo, Baños de la Encina

(...)
Por delante, tenía San Mateo un anchurón terrizo nacido al amparo, sombra y vigilancia de la torre del homenaje del castillo, la almena gorda, que, en una trama urbana donde todo es cuestas y apreturas, no aciertas a saber si la vieja iglesia ocupa y preside los pocos palmos de terreno llano que cobijaba la aldea de Baños, o si este accidente geográfico es artificio de la parroquial en un afán de ganar protagonismo en las cosas del Común. En todo caso, se eleva en las entrañas de la muralla que cercaba el núcleo bajomedieval, bastión que más que defender el pago aldeano de intrusos y batalladores, era instrumento para dar cobijo a los ganados trashumantes y fiscalizar sus pagos. Localizada Santa María la Mayor junto a un gran espacio abierto, que más que plaza era corral de contaduría de merinas, y dando a luz sus bajos a la única fuente intramuros, el Pilar, desempeña un papel principal en la gestión de los dineros obtenidos del arrendamiento de los pastos públicos a los pastores de la Serranía de Cuenca y el Señorío de Molina, pilar principal de la economía bañusca en los últimos estertores de la Edad Media.
(...)



domingo, 12 de abril de 2015

el cotanillo

"Apenas calleja, sin luz, sucia y apretada entre paredes de ripios de piedra calzados con pizarra que se pierden en un fondo tabicado de ruinas. Antaño vericueto de chiquillería, mi otero alterna hoy entre jaramagos, ortigas y malvas."

Pajar y corrales de la Casa Joaquinito, arranque del Cotanillo.

Fotografía: José Pablo Morales Rodríguez

lunes, 9 de marzo de 2015

Una vieja Semana Santa

Dicen los que bien quieren a Andalucía que sus mañanas huelen a rosa y azahar, pero aquí, en las tierras al amparo de Sierra Morena, la luz del día eleva por encima de las torres del alcázar bañusco aromas a pringe desahumá, canela, matalahúga y ajonjolí.

Corrían por la campiñuela de Baños tiempos en los que el reloj andaba más paciente, cuando los pucheros, los adobos, las gachas, los dulces se elaboraban con tesón, mucho cariño, buen hacer y mejores viandas. Tiempos en los que a diario las manos de nuestras madres, al amparo de tahonas y hornos, mudaban en arte las faenas culinarias.

Apenas despuntaban las primeras luces de la mañana cuando las señoras, lebrillo en cadera y armadas de canastas, surcaban cantones en un ir y venir, en un trasiego de aceites desahumados, naranja y limón ralláos, papelillos del “lobo”, azúcar y vainilla que impregnaban unas callejas en breve tomadas por el vuelo rasante y el gorgojeo de las primeras golondrinas. A poco, ya en el horno y tras los saludos de rigor, el panadero repartía las "latas", que no eran otra cosa que bandejas de hoja de lata cuyo número intentaba ser ecuánime con el volumen de la masa elaborada, aunque no era de extrañar que a última hora más de una quedara olvidada a espaldas de una caja de cartón, una canasta o simplemente despanzurrada sobre el suelo de terrazo.

El anfitrión, en su papel de alquimista, repartía equitativamente, según aceite y pretensiones, la sal, el agua,… la levadura. Las señoras, ya en el corte, a modo de extraño ejército de amazonas, brazo arremangado, metían en faena el lebrillo de barro con la modernidad mudado a simple barreño de plástico. A base de puños, no pocos sudores y una artritis aventajada, no quedaba otra, emparejaban una masa en breve dispuesta para su fin: magdalenas, tortas de chicharrones, mantecados, galletas de máquina y un buen número de golosinas que endulzaban merendicas y fiestas de guardar.

Algunas de las señoras, avezadas en esto de la maquila en tahona, ya dominaban sus propias mañas. Así, no era de extrañar que tuvieran en casa una de las cucharas dedicaba exclusivamente al menester de llenar los cucuruchos de las magdalenas o que vinieran armadas con un buen paquete de legumbres para señalar sus latas con unas pocas unidades. Puestas en esto de saber, mejor lentejas que garbanzos, pues con los achuchones del maestro pala y la redondez de los segundos no era de extrañar que, una vez cocida la dulzaina, muchas latas aparecieran huérfanas de señal y propietaria.

Según avanzaba la mañana y la faena, el maestro pala, en la boca del horno y en su papel, comenzaba a agitar en exceso el rabo de su herramienta intentando ganar terreno a las señoras que con más ahínco se arrimaban al viejo horno moruno, de leña, para ver la evolución de su hacienda, aún a sabiendas que a la postre serían intentos vanos. Finalmente, entre la algarabía de señoras, las carreras de la chiquillería y los juramentos en vano del tahonero, el rabo acabaría intencionadamente en la espalda de alguna de las doñas, o de los infantes, apaciguando la algarabía hasta nuevo envite.

Finalmente asomaban por la boca del horno, humeantes, las primeras vituallas ante la mirada entre atónita y golosa de los menores. No pocas eran las quemaduras de paladar y mayores aún los dolores de tripa por apresurase en exceso al engullir las primera presas, pero ¡ay!, palos con gusto no duelen ¡Ahora si qué los aromas comenzaban a dominar sobre el revuelo y el trajín constante!

Según avanzaba el día, el rumor se iba acallando, las conversaciones se hacían más nítidas y el aroma anisado ya calaba todos y cada uno de los poros de la tahona. Con el renacer de la tierra, vuelven los olores a dulce, las buenas charlas, las correrías de la chiquillería entre lebrillos y canastas, los restregones de masa cruda,… el buen hacer de aquellas largas y espléndidas mañanas de preñado arte cotidiano.




jueves, 26 de febrero de 2015

La Torre De Babel

Cada día le cuesta a uno más y más reflexionar sobre la actualidad,… y pierde uno muchos de sus antiguos valores en el camino.

En el día de ayer, un programa televisivo hacía un excelente repaso de algunas de las lenguas y dialectos, la mayoría de ellas fósiles, que, enclaustradas por la geografía sobrevivieron a las muchas "normalizaciones" de las lenguas políticamente dominantes. Siendo como lo son verdaderas joyas culturales y etnográficas, te coge a la contra que sus más acérrimos defensores sean los que braman a los cuatro vientos que los andaluces no sabemos hablar, aún cuando Andalucía es una olla hirviendo, viva, de nuevas "hablas" atadas a los muchos terruños que le dan forma; como hicieran antaño aquellas lenguas y dialectos.


jueves, 12 de febrero de 2015

De pizzas artesanas

Experimentando en Posá la Cestería (Baños de la Encina) con la elaboración de pizzas de chorizo ibérico y jamón serrano, totalmente artesanas, masa con doble y larga fermentación (24 horas en nevera). Aquí queda muestra gráfica:





lunes, 2 de febrero de 2015

De candelarias y recuerdos dormidos...

Siempre llega la noche, fría, cruda, curativa, umbral y aurora del inminente renacer.

En lo hondo, amparados en la Campiñuela bañusca, apreciábamos un rosario de luces con movimientos ondulantes que salpican y alteran las sombras de callejas y casonas, remolinos de humo que bailan al son de un frío que hiere, pavesas balanceadas por el viento, pequeñísimas almas que se escapan en movimientos concéntricos hacia un cielo que las reclama, una negrura apretada de estrellas.

Hoy emergen del humo dormido postales borrosas de tardes acarreando pinos secos, noches que llegan pronto y te cogen con el haz de ramón a media "Amargura", mañanas frías en la solana del los Turrumbetes en busca de "tomillo" seco, mucho juego e intrigas infantiles en la penumbra nocturno del Cotanillo, alguna pelea a pedradas entre barrios por robar un poco de leña y, de cuando en cuando, una candelaria consumida antes de tiempo.

De cuando chico, alguna que otra imagen del territorio que nos rodea arriba a mi memoria: un ajetreado viaje a Los Escoriales, en el 4 latas de tres marchas de mi padre, una movida Romería ataviado con un enorme gorro mejicano,… pero como la liria (Santos), la Candelaria me acercaba, nos hacia comulgar con nuestro entorno. Vara a vara, rincón a rincón, codo con codo, entre juegos y peleas, tropezones y risas,… nos hermanaba con la Cueva la Mona, El Prao, El Polígono, Las Migaldías, La Piedra Escurridera y hasta la Picoza; nos hacía dueños de nuestra tierra… y la respetábamos.

Las últimas ascuas traían juegos de barro viejo, cantos y bailes de sierra y renacer, noches de alboroto y tradiciones ancestrales hoy pisoteadas por la modernidad global,… campanas que doblan por unas formas de entender la tierra que se apagan.

sábado, 17 de enero de 2015

Ruta de Vino Condado de Huelva

La Ruta del Vino del Condado discurre por pueblos de una fisonomía urbana sin igual, de estrechas y encaladas callejuelas, de pequeñas y soleadas plazas, de casas y palacetes solariegos, que configuran el prototipo urbano de los pueblos de la baja Andalucía. Pueblos de tradición, que atesoran el más genuino y tradicional conocimiento en la elaboración y crianza de vinos y vinagres al amparo de sendas Denominaciones de Origen.

Son pueblos que han tenido en el vino y en el mosto una de sus principales fuentes de riqueza y prosperidad, que llegados los meses de noviembre y diciembre, cuando el vino nuevo, el mosto, comienza a extraerse de las botas y a catarse abundantemente, llenan de alegre algarabía las estrecheces de sus calles y las anchuras de sus altozanos.

Son sus lagares viejos, casi legendarios, pues las primeras noticias de sus vinos datan del siglo XIV. Son estos caldos los del “Descubrimiento”, que en 1502 embarcaban para embriagar otras tierras con el jugo de la uva “zalema”, más que mayoritaria en estos viñedos.

Son sus tierras de vides al amparo de la riqueza natural de Doñana, pero es también tierra de toro de lidia y caballos; de lugares colombinos, monasterios excepcionales y anchas murallas morunas.

Son sus bodegas de vinos blancos y generosos, vinagres de alta gama y brandies exclusivos. La calidad de los Vinos del Condado de Huelva es indiscutible, como la gastronomía del terruño con la que deben acompañarse: jamón de la Sierra de Huelva, gambas blancas de la Costa de Huelva, caldereta del Condado,…


domingo, 11 de enero de 2015

La Alcubilla

A modo de una añosa y trasnochada "estación de servicio", junto al Camino de San Lorenzo, la fuente de la Alcubilla está localizada en la Dehesa del Santo Cristo, pulmón de la localidad de Baños de la Encina. Se encuentra aquí uno de esos paisajes culturales que dan sensación de eterna placidez; en realidad se trata de un complejo hídrico formado por pozo (agua para animales), alcubilla (fuente para las personas), rebosaderos y sus correspondientes canales de evacuación elaborados con mortero de cal.

Por encima del lugar emerge el “Huerto Miguelico”, prototipo del huerto en barranco presente en la Dehesa del Santo Cristo, cuyos verdes bancales luchan por sujetar la vida vegetal a la pendiente del cerro. En general, el paraje se constituye como un ingenio hídrico que de modo endémico parece atado a otro tiempo y a otros usos.

Este tipo de fuente, propia de zonas con una alta estacionalidad hídrica, como Sierra Morena, ofrece en el municipio otros bellos ejemplos, como la Alcubilla del Salcedo o la Fuente Cayetana, de posible origen romano.






martes, 6 de enero de 2015

Romance del Agua

Las tierras al amparo del antiguo Castellón de Susana susurran agua por todos sus costados. No es Valdepeñas villa de grandes monumentos, pero ha sido el agua la que ha moldeado esta tierra y sus gentes ofreciendo postales inéditas en las que una y otros se confunden tallando paisajes inimitables.

Bajo un tupido manto de vegetación, a la sombra de Las Chorreras, se abre una senda que discurre paralela al agua, que aún juvenil corre briosa formando un magnífico salto de más de quince metros de altura. A poco que se remansa, se deja llevar por el río Vadillo hasta las primeras casonas valdepeñeras, cuyas calles simulan estar hilvanadas a escuadra y cartabón, al modo renacentista.

Ahora, un caz hídrico (canal) sumerge parte de las aguas del río, a modo de arteria subterránea, que atravesando la villa viene a derramarse de manera estrepitosa bajo las muelas del Molino Alto de Santa Ana. Antes, juguetea entre callejas de raíz popular, que simulan hacer un guiño a la urbanística de origen morisco en viales como La Tercia, Sisehace, Las Parras, Tesillo o Retumbo, salpicando su curso con recatadas perlas constructivas que dejan en el visitante el poso más original de la villa realenga de Valdepeñas.

Al amparo de la calle La Parra dobla esquina el simulado campanario del "palacio", que fuera sede episcopal en tiempos de guerra con los franceses. Nada más asomarnos a la Calle Real, al modo de aquella jilguera que hiciera famoso al sastre de Valdepeñas, nos llegan las bellas notas sonoras que cobijan la casona de María Serrano, apretada a la escalera de caracol que reparte habitáculos.

Antes de tomar nuevos bríos y llegando a la calle Estepa, casonas retorcidas muestran en sus fachadas toda suerte de ventanucos, que parecen tirados al azar. Aquí el agua susurra bajo la parroquia de Santiago, achaparrada ante tanta mole natural que la rodea. Y pasa desapercibida por la olorosa -huele a pan, pan- y recatada Plaza del Patín.

Aún tendrá vigor nuestro hídrico guía, superada las dos muelas de Santa Ana, para retumbar presurosa ante los restos pétreos de lo que antaño fueran otros molinos y almazaras, a empujones movidos por la fuerza de sus latidos. Pero, poco a poco, su vigor irá mudando a susurro hasta darse la mano con las aguas del Ranera, que dan forma a un paisaje suave que se desliza en terrazas de huerta preñadas de fresas, hasta asomarse a Chircales. Tierra de quejigos, según nos cuenta la toponimia, es hogaño lugar de eterna magia. Al amparo de la gruta, bajo la atmósfera sonora que crea el agua de su manantial, la ermita alberga el óleo del Cristo, tesoro de viejos ermitaños y devoción de valdepeñeros y foráneos.