jueves, 10 de septiembre de 2015

... y estos muertos

Andaba ya casi mediada la década de los felices años 20, cuando una avalancha de estudios y proyectos desembarcaron en el áspero pellejo de Sierra Morena, más concretamente en el término municipal de Baños de la Encina. En gran medida, arribaron al amparo de las ideas "regeneracionistas" propugnadas por Joaquín Costa en el tránsito de siglo, que encontraron en la Dictadura de Primo de Rivera cierto cobijo.

Los hubo de variopinto carácter. Los unos, tendentes a la mejora y eficacia de las producciones agrícolas del valle, propugnaban interesantes trasvases de agua desde el río Guarrizas a la Campiñuela. Los más, vinculados a las postulados higienistas del momento y que, preocupados por la falta de agua potable durante el estío y por las muchas epidemias que parían, andaban a brazo partido en la búsqueda de nuevos y mejores manantiales.

En esas y en 1924, el ingeniero militar Ángel Arbex evaluó los posibles veneros y el montante económico que supondría su adecuación para el consumo y la posterior conducción de aguas hasta la localidad. Cuatro fueron las opciones en principio viables: el Cerro del Navamorquín, del que preocupaba la posible toxicidad de las aguas debido a la alta presencia de filones mineros; la vega (abastecida del venero del Santo Cristo), pobre en aguas y de encarecido coste debido a la necesidad de bombear el líquido elemento hasta la parte superior del pueblo; un posible trasvase de aguas desde el Río Grande, aguas arriba del Rumblar, mediante la creación de un pantano en el lugar de El Puntal (que finalmente llevaría a cabo la ciudad de Linares). Finalmente, la opción considerada como más eficaz fue la de traer las aguas del venero serrano de Gorgogil, en tierras de Villanueva de la Reina. Su bondad radicaba en sus buenas y abundantes aguas y en la virtud de que vendría por su propia caída y peso.

Este suministro vendría a sustituir a las cuatro fuentes históricas que hasta entonces habían abastecido al pueblo: Cayetana, Pacheca, Socavón y Salsipuedes, todas ellas situadas en el Barranco de  Valdeloshuertos, a relativa distancia y pendiente del pueblo. Paradigma de esas cosas casi imposibles, el proyecto fue dando tretas (dictadura, dictablanca, república,…dictadura) para culminar su ejecución 30 años después.

Finalmente, los otros, estaban vinculados a la mejora de las vías de comunicación con el firme objetivo final de aumentar la eficacia de la explotación de los recursos económicos y potenciar una mayor diversificación de los usos del territorio serrano, hasta ese momento extremadamente dependiente de la actividad minera. Años atrás y enteramente unido a la minería, se contó con un proyecto para tender una línea de ferrocarril desde La Carolina a Puertollano, que recorrería todo el norte del término municipal circulando por Los Guindos y El Centenillo. Proyecto fallido.

En aquella algarabía, se redactó un nuevo proyecto que planteaba la construcción de dos pasarelas que salvarían los ríos Rumblar y Grande, dando mejor paso desde la campiña y el pueblo de Baños a la Sierra. Utilizaba para ello dos de los caminos históricos, los del Hoyo de Mestanza y San Lorenzo de Calatrava. El objetivo final era mejorar las vías de comunicación, favorecer el poblamiento serrano, diversificar la economía agraria interior y optimizar la explotación económica serrana. En fin, hacer que un territorio dependiera en menor medida de un monopolio, por añadido finito.

Pero vinieron las “vacas flacas” del ’29 y el Estado, paridor de desequilibrios territoriales por naturaleza, eso sí siempre en busca de la mayor eficacia de las naciones, tomó la firme decisión de embalsar las aguas del río Rumblar para aumentar las posibilidades de riego del curso bajo del Rumblar, las vegas de Espeluy, Villanueva de la Reina y Andújar.

En tierras de Baños, el Rumblar pasó de vía de comunicación a barrera que impedía el paso. Lentamente, la posible diversificación económica serrana mudó a ser especialización cinegética, opacidad del territorio, despoblamiento…

Y pasados los muchos años, Baños es tierra de viejos, de muchos viejos, algunos de piedra que cuesta mantener. Y cuando llegan las vacas flacas, que siempre llegan, en la vega hay quién dice “y nosotros estamos obligados a mantener estos muertos”.