viernes, 2 de diciembre de 2011

De tenis (El Centenillo - Baños de la Encina)

Todo un detalle... http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lineados/2011/12/02/set-para-alfonso-xiii.html
...y aún sigue existiendo esa magnífica pista de tenis, de líneas trazadas con ladrillo macizo que apenas se oculta en los patios de Villa Paz, junto a lo que fuera el Club de Tenis.

domingo, 13 de noviembre de 2011

domingo, 6 de noviembre de 2011

Sobre el Camino Real de Andalucía

...

A cuatro horas de La Carolina está la Venta de Miranda, posada aislada que sirve de entrada a lo que llaman el Puerto del Rey; dan el nombre de puerto al punto más elevado de una cadena de montañas, que separa una provincia de otra. Esa venta es famosa por su carestía; como es en el camino un punto absolutamente obligado de paro, el ventero aprovecha esa necesidad. No tiene nada más que agua mineral y un alojamiento que daros; pero no tiene vergüenza de pediros de diez a doce francos por vuestra velada; cuando se ha llegado a esa Venta de Miranda, es preciso descargar los coches y procurarse mulas o caballos para atravesar el Puerto del Rey; hay cerca de tres leguas de mal camino. Existe en ese punto más elevado de la sierra un derecho singular que forma parte de las rentas del infante Don Luis; los monos, los loros, los perros, los instrumentos de música, cuando están en su caja, y las muchachas, etc., etc. están sometidos al derecho de uno o de varios reales; según la tarifa, las mujeres casadas no pagan nada. Es una especie de estímulo para la población: cuando se ha bajado el Puerto se encuentra uno en La Mancha.

Valladares Reguero, Aurelio: "La provincia de Jaén en los libros de viajes". Universidad de Jaén 2002

Techo tradicional

Mi prima Puri, que quería ver un techo tradicional de tirillos de madroña y olivo:




Os Diplomáticos de Montealto - Nordés ("Los Conciertos de Radio 3")

A darse una vuelta por margalaica.net, propuestas muy interesantes, ¡cuánta envidia sana les tengo!


jueves, 3 de noviembre de 2011

Concierto en nuestra iglesia de San Mateo

Me alegra que cuatro años después de que yo hiciera la petición, de palabra y por escrito y a coste 0€, alguien haya retomado realizar un concierto en nuestras iglesias, aunque sea de manera excepcional y con motivo de la celebración de la Batalla de las Navas de Tolosa, espero que de la manera que sea este hecho tenga continuidad. Se ve que no todos tenemos la misma voz, ¡cuánto inútil interesado hay en nuestras instituciones mayores, en todos los órdenes!:

http://www.festivalubedaybaeza.org/seccion/conciertos/edicion-2011.html

Por cierto, a todos los que corresponda, a ver si cuidamos la comunicación con la web local que tan bien lo ha venido haciendo.

martes, 1 de noviembre de 2011

De liria y Santos

Corría uno de aquellos noviembres preñado de mañanas llenas de luz que llegaban arropadas de un frío más que crudo y que sucedían a tardes oscuras, que creía monótonas ¡qué iluso!, en la que las horas avanzaban tras los visillos contando el tintineo de las gotas de agua que rompían un silencio pausado y complaciente o una charla breve, casi apagada, provechosa. Corría uno de aquellos noviembres en los que la vida aún nos saludaba a diario.

Aún bien sentada la noche, superando las blancas hiladas de las últimas casas, se abría un llano ancho, limpio, infinito, terrizo, salpicado a tramos de eras de empiedro aún ajenas a mi cotidianidad. La avanzada nos puso por frente, apenas sugiriendo el horizonte, una delgada línea de mampuestos que se aferraba a duras penas a la verticalidad, ante la orden de los mayores un hato escaso y en exceso trajinado quedo arropado tras ella. Algunos pasos por atrás, apenas a unos metros de la fuente de Marquitos, desde donde me llovían órdenes y regaños, quedaba el hato mayor, con jaulas bien ordenadas y un correoso morral pertrechado de canutillos de cañizo mal pintados en verde, los espartos bien cortados y una pringosa lata de la liria, veterana en cien batallas

Mientras mi primo izaba varios chaparros varados a la intemperie y que pugnaban por mantener su verdor en ya clara decadencia, mi abuelo faenaba tras el muro de la Viña la Tonta con una lumbre que se resistía sin razones y que empezaba a tostar unas piedras ajenas a la situación y que eran testigos mudos de cientos de aconteceres como el de esa mañana. Haciendo equilibrios sobre el derruido muro, como empezaba a hacerlo con el diario, recibí la orden de traer la lata de liria para que su oscuro contenido volviera a la vida bajo el calor gestado al amparo de las piedras, un helado amasijo de auténtico ajonje, pez rubio, aceite frito y agua.

Junto a la fuente, apenas asomaba un hilo de luz por levante, los pájaros de reclamo eran aupados sobre pequeños montículos de ripios a salvo de insectos desagradables y dando así por finalizados los prolegómenos. Mi abuelo saludó el día hurgando en el macuto e inaugurando una bota bien preñada. Yo, viendo como se desmoronaba parte del muro bajo mis pies, tomé la decisiva opción, al menos por el momento, de arrimarme al calor de la lumbre y esperar recomendaciones. Todos tomamos posiciones, aunque al poco, a intervalos volvía a la tapia.

Arrimándose por primera vez tras la hilera de piedras, mi primo traía por equipaje una tabla, larga y vieja, algunos espartos y la destartalada lata de liria. Mi abuelo seguía extrayendo y ordenando las pocas viandas del macuto sobre dos grandes piedras: una talega con el pan mojado y oreado aquella noche, la cabeza de ajos, el aceite,…y demás aperos para las migas de la mañana; y una buena tira de tocino de veta y un buen cacho de queso curado que solventarían los honores de la espera. El vino, como las decisiones de la vida, aún me era ajeno. Dejando la tabla sobre el muro y viéndome ocioso y pegado a la lumbre, con un ojo y un oído al cielo, mi primo me alarga un manojillo de espartos y un palo, corto y nuevo, con la cabeza apenas liada de pringoso ajonje y me ordena mirar y seguir su hacienda: realizando un movimiento giratorio del esparto sobre el filo de liria del palo y con una rapidez inusitada el hilacho de hierba seca quedaba impregnado de aquel ungüento. A ratos, dediqué la primera mañana a aquel menester, reponiendo espartos según capturas y evasiones, aunque la punta de aquellos primeros quedó cabezolona y con un pegotillo colgando que haría que, con la avanzada de la mañana, la liria se corriera.

A poco avanzó el día, la espera nos trajo a mi padre y tío aparejados de una ancha sartén. Al duro trajín de la noche le sucedía ahora un rato de asueto amarrados a una lumbre,unas migas y un puñado de pájaros en un día extraño, que me parecía harto especial.

Con la llegada de mi padre allí dejé de manera definitiva las medias alturas de la tapia para intentar escuchar a un hombre que hablaba poco, pero para escuchar a un padre que comunicaba con su propio ejemplo. En días como aquellos tomaron posiciones en mi cabeza ideas extravagantes sobre humanidad, sobre el valor de lo cotidiano, empecé a duras penas a escuchar, y mucho, antes de actuar, a sopesar en su justa medida el esfuerzo constante y diario, sin grandes alardes y dando un paso atrás antes de volver al frente.

“…Y así, cogido de aquella mano, arrodillado junto a la cama, permaneció horas Marco Ulpio Trajano, emperador de Roma, en silencio, sin decir nada, sin pensar en nada que no fuera que el reino de los muertos se llevaba a uno de los más grandes, de los más nobles, a uno de los mejores de Roma. Y Roma, como tantas veces, ni siquiera los sabía.” Posteguillo, Santiago: Los Asesinos del Emperador (2011).

En aquellos lejanos Santos había un encuentro con la tierra, de cómo enfrentarse a la vida con las enseñanzas de la tradición de los mayores, algunas buenas y otras malas. Aquellos Santos no eran hijos de los derroteros de la muerte instaurados por el cristianismo en las postrimerías de una Roma decadente; aquellos Santos no conmemoraban la muerte del ciclo estacional de la tierra como hicieran los paganos del norte; aquellos Santos eran el encuentro con la vida, con sus enseñanzas, tras un verano que había achicharrado todo hilo de ella de nuestras sierras y campiñas, de Sierra Morena. La tierra brotaba en los pastos, en los pasos, en sus cosechas de invierno. Hoy, posiblemente, ese espíritu se ha borrado y con él todo atisbo de enseñanza, campando la muerte por doquier.

PD. Solo agradecer la atención de todos los que han sentido la pérdida de mi padre, por supuesto también a aquéllos que lo han hecho por este medio y no les he podido responder por motivos técnicos que me impiden dar respuesta a los comentarios de mis entradas. ¡¡¡Gracias!!!


sábado, 22 de octubre de 2011

Placebo - The Bitter End

Sobre el PER, cosechas y trashumancia agraria

Al hilo y a toro pasado de la bravata de Durán i Lleida he intentado analizar el tema desde la vertiente histórica, de manera objetiva y sin los calentones que da la tierra. Porque además esta buena tierra tiene la mala jindama de hacer que sus gentes vean la mota propia y no la piedra ajena.

Así, y yo el primero, tiramos siempre de la costumbre y todavía nos creamos, a pie juntillas, que la gran bondad del PER (o del AEPSA), o la maldad según como queramos verlo, es que ha favorecido la instalación de un sociedad rural vaga, poco dinámica y parásita, deudora de una clase política de color bien definido. Y en una parte muy pequeña es una realidad, pero no era ese el objetivo principal de esta propuesta política, aunque sí se ha querido que fuera el más visible mientras su finalidad primera quedaba un poquito más oculta. Pero, vamos tirar de la historia.

Cuando en los ochenta se implantó esta medida eran varios los objetivos que pretendía en una sociedad en la que el sector primario, agricultura y ganadería, tenía aún una presencia más que representativa. Uno de ellos (el que interesadamente se hizo más evidente) era aportar una ayuda económica a familias que, por motivo de la propia dinámica de las cosechas, sólo tenían trabajo temporal mientras que, por desgracia, tenían que comer y vivir todos los días del año. Para la galería, y para la hora del voto, esta iniciativa de calado social quedaba muy bien, pero esta estrategia para con las gentes del campo andaluz y extremeño ocultada una medida de mayor calado macroeconómico que, desde la vertiente sociolaboral, derivaba de la tradicional presencia latifundista en nuestra tierra: los campos de Andalucía, los de una gran parte de la España de la época, necesitaban de una población en edad laboral con costumbres nómadas que debía seguir aferrada a la tierra para bien de los grandes propietarios; ¡qué paradoja!

Como decía, lo que parecía una medida de calado social en realidad engendraba una iniciativa que buscaba evitar un éxodo general de las gentes del campo que permitiera de esa manera que una población, abierta a una movilidad laboral constante, recolectara a bajo coste los campos de Andalucía, pero también las viñas de La Mancha, los tomates en Badajoz, la naranja en el Levante, las peras y almendras de Cataluña, sí de Cataluña, los espárragos de Navarra, etc., etc. Pero hogaño, después de un proceso inmigratorio sin precedentes y un sector agroganadero en sumo retroceso, los políticos catalanes ya no recuerdan el fin principal y se quedan con la demagogia que nosotros mismos acrecentamos.


jueves, 22 de septiembre de 2011

A vueltas con el Lagarto

Estoy un poco perdido, pero de vez en cuando me doy un rule por mis amigos de la red y esta noche me he agachado un poco cuando he visto el tema del Lagarto Rock en el blog de “Bailén Informativo” (me asusté aún más cuando escuché el otro día hablar de Guzmán el Bueno bailando entre cadenas, pero eso son otras cosas).

Andaba a finales de los 80 con mis estudios en Jaén y añorando de decires las bondades de la noche granadina, ¡qué aturdido estaba! Mi rutina, cuando agostaba en mis deberes, era sumamente sencilla: la Hermandad del Trabajo, en San Bartolomé, para  echar unos vinos y a pegar brincos mareaos o a conversar despacio con unos postulas en el Mogollón. Más lo primero que lo segundo. Muy sencillo, tan sencillo como generoso y bueno. Así hice algunos de mis mejores amigos y me trabajé algunos de mejores momentos.

En una movida mixta Jaén-Granada con mi primo Dioni, Félix, Juan Carlos, José Carlos y la peña fui consciente de lo generoso de nuestro ventoso Jaén. ¡Cojones!, qué tras la aventura me decían Candelas, Mogollón, Gol, Bogart, … y que se joda Pedro Antonio (luego, unos años después y con más calma, ya en Granada, conocí la calle Elvira, el Patapalo y en Frente de la PPO, pero eso son otros menesteres y otros momentos). Y por el Jaén de entonces allí venía de nuevas el Lagarto; yo les decía años después a Sergio y a Hilario cuando íbamos al Espárrago: si esto es el Lagarto en cursi, ¡bueno! hasta que fueron Siniestro o Enemigos. El Lagarto es, ha sido emblema del Jaén moderno, habrá que transformarlo para que sea avanzadilla y no remolque; pero el Lagarto es ya de todos los que somos de este penado Jaén, no puede, no debe desaparecer. Si muere, seguro que aniquila todo atisbo de querer y casi poder.

 

REM, como otros una pequeña parte de mi recorrido vital

¡Buena suerte!, pero sabed que nunca os iréis.



Mira hacia arriba. ¿Qué es lo que ves?
Puedes ver todo sobre mí,
y sobre tí, fluorescente y estrellado.
Algunos de ellos, se sorprenden…
Un viaje en autobús. Escribí ésto.
Las 4 de la mañana. Ésta carta.
Campos de amapolas, pequeñas perlas.
Todos los chicos, y las chicas, con sus brillantes sonrisas.
Cada uno de ellos, y todos juntos a la vez, dan miedo.
Dije tu nombre…
La llevo como una insignia
de una estrella de cine adolescente
Una piedra de hachís, un caramelo de cereza,
una diadema de papel de aluminio.
Soñando con Maria Callas dondequiera que ella esté
Esta fama que me persigue, yo no la busqué
Envuelvo mi mano en plástico, intentando ver a través de él
Maybelline en los ojos, chica busca chico.
No te puedo llevar lejos
Ésto de ser una estrella, no fue lo que elegí.
Te llevaré allí
Te llevaré allí
Aluminio, sabor a miedo
Adrenalina, nos empuja juntos
Te llevaré
Allí, sabe como el miedo. Te llevaré
¿Vivirás hasta el 83? ¿Seré bienvenido para tí algún día?
¿Me enseñarás algo que nadie haya visto antes?
Fúmalo, bebe. Aquí llega ese fluido
Lo que sea para licuar más la sangre
Éste corrosivo practica su magia lenta y dulcemente.
Teléfono, cómelo, bebe. Tan sólo otra grieta.
Cortes y golpes, capturan la luz.
Aluminio, el enlace más débil.
No quiero decepcionarte.
No he venido para darte la paliza. Lamería tus pies,
pero, ¿no es ése un acto enfermizo?
Llevo mi propia corona, tristeza y pesar.
¿Y quién se iba a imaginar que el mañana
sería tan extraño?
Mi pérdida, ahí vamos otra vez…
Te llevaré allí
Te llevaré allí
Aluminio, sabor a miedo
Adrenalina, nos empuja juntos
Te llevaré
Allí, sabe como el miedo. Nos mantiene juntos.
Te llevaré
Mira hacia arriba. ¿Qué es lo que ves?
Puedes ver todo sobre mí,
y sobre tí, fluorescente y estrellado.
Algunos de ellos, se sorprenden…
No puedo mirarlo a los ojos.
Seconal, Spanish Fly, absenta, keroseno.
Collar de perlas con sabor a cereza.
Puedo oler el aroma a tristeza en tu aliento.
El sudor, la victoria, la tristeza. El olor del miedo,
lo tengo.
Te llevaré allí te llevaré allí
Te llevaré allí te llevaré allí
Aluminio, sabor a miedo
Adrenalina, nos empuja juntos
Te llevaré. Sabe a miedo allí-
Te llevaré.
No empuja.
Sabe a miedo…
Más cerca, más cerca.
Arriba…
Sí, mira arriba
Te llevaré allí, sí.
Te llevaré.
Oh, allá arriba.
Te llevaré.
Arriba. Déjame…
llevarte allí.
Allí, allí, cariño, sí.

viernes, 16 de septiembre de 2011

The Smashing Pumkins "Zero"

Mi reflejo, sucio espejo
sin conexión conmigo
soy tu amante soy tu cero
soy el rostro de tus sueños de cristal
ahorraté tus plegarias
para cuando las necesitemos
deshazte de tus preocupaciones y vuela
ella es la única para mi
¿quieres dar un paseo?
ella es todo que necesito
por que ella es la única para mi
el vacio es soledad
la soledad es limpieza
la limpieza es divinidad
y dios está vacío
como yo
intoxicado por la locura
estoy enamorado de mi tristeza
farsantes de mierda, reinos encantados
los obsesos de la moda
mascan sus dientes de carboncillo
nunca revelé
que mi barco naufragaba
nunca revelé que estaba hundido
te culpas a tí mismo
de lo que no puedes ignorar
te culpas a tí mismo
por querer más
ella es la única para mi
ella es todo lo que necesito
ella es la única para mi
ella es la primera y la única.


sábado, 20 de agosto de 2011

¿Cordura?

Esta mañana, deambulando distraidamente por las televisiones escucho a un legado del traído Encuentro que, como en otros periodos de la historia en las que la usura estubo castigada con la excomunión, en estos momentos lo era la aplicación del aborto. Por ello, la ocasión era oportuna para el arrepentimiento masivo. ¿Dónde demonios ha quedado la cordura de este mundo?

lunes, 8 de agosto de 2011

Sendero de Gran Recorrido GR-48 Sierra Morena (ADIT SIERRA MORENA)

4ª ETAPA: BAÑOS DE LA ENCINA-LA CAROLINA (Guía de Ruta)

La presente etapa conecta la localidad de Baños de la Encina con La Carolina. Fundamentalmente el trazado es coincidente con la vía pecuaria “Cordel de Guarromán” en su primera parte y luego con el antiguo camino municipal que unía Baños de la Encina con la Carolina, aunque discurre puntualmente por el Camino de Majavieja y El Cordel Principal de la Plata.
Aunque la longitud y el trazado del perfil imprimen algo de dificultad en la realización de la etapa, el viajero se verá gratamente recompensado por la belleza de los paisajes y los numerosos enclaves desde los que contemplar excepcionales panorámicas. Olivares, pinares y dehesas se suceden a caballo entre la primera línea de sierra asomada en ocasiones a la extensa vega jiennense salpicada de olivos.
La vertiente más norteña muestra el agreste valle del Rumblar, laderas de jarales y un monte mediterráneo casi impenetrable donde ciervos y jabalíes tienen su reino. En ocasiones el tapiz vegetal se ve interrumpido y salpicado de un  interesante patrimonio inmueble y escoriales de antiguas explotaciones mineras.
El firme por el que discurre la etapa no entraña demasiada dificultad, tan sólo en el entorno del arroyo del Rumblarejo donde el trazado se aparta de cualquier camino y se hace senda que asciende más o menos entrelazada con el arroyo (cuando tiene agua). A pesar de todo hay recordar que cada vez que se cruce un portón o cancela deberemos dejarla cerrada priorizando el respeto al aprovechamiento ganadero que hacen las gentes del lugar.
Inicio: Baños de la Encina.
Final: La Carolina.
Distancia aproximada: 26 km.
Tiempo estimado: 7  horas.
Dificultad. Valoración según método Mide:
MEDIO. Severidad del medio natural
2
DESPLAZAMIENTO. Dificultad en el desplazamiento
3
ITINERARIO. Orientación en el itinerario
2
ESFUERZO. Cantidad de esfuerzo necesario
5
Accesibilidad: En bicicleta (salvo algún tramo complicado), a caballo y a pie.
Cartografía: Hoja 884 1:50.000.
Descripción del itinerario
La presente etapa parte desde el ayuntamiento de Baños de la Encina, continuando por la calle San Mateo hasta la avenida de Linares en un continuo descenso que nos conducirá hasta las afueras del municipio por la carretera J-5040. En el borde izquierdo aparece una pequeña área de descanso (Pozo Nuevo) y en breve se abandona el asfalto para tomar el camino que se adentra por tierras de olivar hacia el santuario de la Virgen de la Encina y la ermita de Jesús del Camino, coincidente con el sendero de pequeño recorrido PR A-289 que conduce al Yacimiento de La Verónica.

Km. 1. Camino de Majavieja y yacimiento de La Verónica:

Durante algo más de 500 metros se transita por este camino pero se habrá de prestar atención para tomar el desvío a la izquierda, abandonando el camino de la Virgen de la Encina. En este primer tramo GR y PR coinciden en su trazado con la que fuera antigua vía pecuaria.
Pronto encontraremos un espacio más abierto en el que desaparece el olivar, en esta encrucijada de caminos optaremos por tomar el desvío de la derecha, donde se intuye un serpenteante ascenso hasta una zona de pinares. Al borde de este antiguo descansadero de ganado aún se delatan antiguas zonas de huerto, en las que no falta el pozo de noria tradicional y la alberca escoltada por frutales. Los muretes de piedra y las chumberas se encargan también de delimitar y proteger los límites del camino.
La subida hacia el alto con un manchón de pinos piñoneros se realiza por entre sustratos de pizarra, en esta zona abunda la retama y el cantueso. Al volver la vista atrás se sigue contemplando, al ganar altura, la bella estampa del pueblo de Baños de la Encina con su molino de viento, al uso manchego, en el frente.
Ya en el punto más alto nos encontraremos en la divisoria de aguas entre el valle del río Grande al norte y la vega de olivar jienense al sur. Nuestra dirección continúa hacia levante en el límite con un espeso pinar. A la bella cuenca visual, se une el frescor y el aroma de las coníferas animadas por el revuelo de bandadas de rabilargos.
La siguiente bajada ofrece un alivio hasta llegar a las inmediaciones del arroyo Rumblarejo. En el margen derecho del trazado existe una finca dedicada a la cría del ganado de lidia. Precisamente en este punto hay que fijarse bien ya que existe un cruce por nuestra izquierda donde el  PR A-289 que conduce al yacimiento Verónica se separa del GR-48.
Para visitar el yacimiento Verónica nos desviaremos un par de kilómetros (ida y vuelta al punto de cruce) cruzando la vaguada y ascendiendo por el cortafuegos junto a una valla. Este yacimiento arqueológico representa una fortificación de origen Argárico, vestigio de la Edad del Bronce donde la impresionante vista del valle del Río Grande recompensará el esfuerzo de la subida.
Km. 4,2. Arroyo Rumblarejo:
Nuestro trazado continúa en el cruce anterior y se adentra al frente en forma de sendero que discurre paralelo a un lado y otro del arroyo Rumblarejo, no sin antes cruzar un pequeño paso canadiense habilitado para senderistas. El entorno ha cambiado, un tímido matorral y encinar mediterráneo se ve enriquecido por especies riparias como adelfas, zarzas y algún ejemplar de majuelo.
La senda alude a su carácter pecuario coincidiendo con la vía señalizada con balizas verdes. Existe incluso un pequeño paso o dique a modo de puente para vadear el cauce, el Pantanillo que, haciendo honor a su nombre, antaño embalsaba las aguas derivándolas a través de un pequeño caz de ladrillo hasta la vecina Casería Manrique para su uso en la industria del aceite. A pesar de todo la mayor parte del año el caudal es pequeño y no supone ninguna dificultad.
La vaguada se abre en su parte más alta en unos extensos prados que en épocas de lluvia aparecen encharcados y son muy frecuentados por aves como las lavanderas. El olivar que aparece en la parte derecha, en la vertiente norte de la Cuesta de los Santos, al que un camino transversal da acceso, compagina la explotación agrícola con la ganadera.
Continuamos al frente buscando la cabecera de la vaguada, la zona gana interés desde el punto de vista ornitológico ya que se hace abundante una nutrida avifauna. Es precisamente la diversidad de hábitats como cultivos y matorral noble lo que provoca que coincidan diversas especies de paseriformes como jilgueros, verderones, carboneros y herrerillos.
En la parte más alta de la cabecera del arroyo, el sendero continúa hacia delante dando paso a una nueva vertiente donde se descubren a la izquierda grandes bolos de granito al pie de un berrocal, los llamados “Peñones de Chirite”. Ello se traduce en un sustrato arenoso con un sinfín de sendas todas ellas coincidentes, que van recorriendo la joven dehesa y girando levemente a la derecha donde vuelve a aparecer una nueva cabecera con un pequeño navazo del que nace el arroyo del Pilar.
El arroyo se aleja en dirección al sur, a la campiña, nuestro caminar en cambio se adentra en la misma dirección que la vía pecuaria que aparece a la izquierda atravesando una cancela de alambre que volveremos a cerrar.
Hemos entrado en un enclave distinto, un encinar bastante más extenso y adehesado que indica la proximidad de la dehesa de Navarredonda. Siguiendo la dirección de la valla perimetral que aparece a la derecha llegaremos a la confluencia con el camino de acceso a la casa de la Nava. En este punto nuestra senda continúa al frente hacia una loma de encinar que nos conducirá a una fuerte bajada repleta de cárcavas hacia el arroyo de la Parrilla. Pero antes de llegar a la confluencia con el cauce conviene prestar atención ya que en este punto abanonamos la vía pecuaria y entramos al interior de la dehesa de Navarredonda por una pequeña cancela de alambre que aparece a la izquierda.
Km. 9,5. Dehesa de Navarredonda:
En el interior de la dehesa de Navarredonda se asciende por un sendero hasta coincidir con el camino o pista que no es otro que el que daba acceso a la casa y que tomamos a su derecha, en dirección al norte. Desde este lugar y a nuestros pies se extiende esta bella dehesa dedicada a la explotación ganadera de vacuno que rodea al edificio o cortijada principal.
Más cómodamente por el firme del camino iniciamos un tramo de leves descensos y ascenso entre jóvenes encinares adehesados y al ritmo acompasado de los cencerros del ganado que pasta plácidamente a la sombra. Un territorio más agreste y serrano en el que es posible divisar la silueta de alguna rapaz como el busardo o el milano.
Mientras continuamos ganando altura aparecen las panorámicas hacia el valle que marca las colas del embalse del Rumblar al norte y que queda a la izquierda de nuestro trazado. Una vertiente mucho más abrupta tapizada de monte y jarales que en época de floración es todo un regalo para los sentidos.
De esta manera vamos abandonando la dehesa de Navarredonda en un punto donde el camino se divide en dos y tomamos la opción de la izquierda, una encina nos sirve de referencia para pasar una cancela de hierro de entrada a la Parrilla, acceso que deberá ser cerrado tras nuestro paso.
Una acusada curva en ascenso aparece acompañada en sus bordes por bolos de granito entre los que crecen gamones que dejan entrever su floración vertical en contraste con el violáceo del cantueso.
El camino pasa junto a uno de los laterales de la casilla de la Parrilla, un buen lugar para descansar de la subida y contemplar el espectáculo que desde allí se extiende. Una vez retomado el camino éste se bifurcará en dos optando por el de la izquierda que permanece pegado al perímetro de la valla. De nuevo se ofrece a nuestro campo de visión la vertiente más norteña que mira a las colas del río Grande, afluente del Rumblar, laderas de matorral de gran cobertura donde en otoño se escucha el reclamo amoroso del ciervo desde esta caja de resonancia natural.
Km. 13 Dehesa del Quinto de los Cuellos:
En este tramo de la etapa nos vamos a adentrar en una zona bastante llana siguiendo siempre el camino principal pero cerrando las continuas porteras para evitar que se salga el abundante ganado vacuno. También se va a incorporar al trazado el antiguo camino que viene del norte conocido como de El Centenillo.
Al pasar junto a las casillas del Quinto avanzamos en dirección este hasta encontrar una nueva bifurcación. En este punto tomaremos el camino de la derecha que avanza por una extensa vaguada entre prados y culmina al salir de una cancela de paso peatonal junto a una balsa o pantaneta habilitada para que abreve el ganado.
Este tipo de pequeños embalses suponen lugares de vital importancia para la fauna. Por un lado son enclave asiduo de garcillas bueyeras que complementan su dieta de insectos con anfibios y reptiles. Por otro, son puntos de interés de cría para especies como el sapo partero o el sapo de espuelas.
Dejamos la balsa a nuestra derecha y continuamos adelante por el antiguo camino de Baños a La Carolina que no dejaremos hasta el final de la etapa. Sobre la loma nos adentramos en la divisoria entre la extensa campiña de Jaén que se divisa al sur y las laderas salpicadas de ruinas mineras en la vertiente del norte.
De esta manera penetramos en el término municipal de Carboneros y abandonamos el de Baños de la Encina. Abrimos los portones que dan acceso a un contadero y tentadero que queda a la derecha. Este bien utilizado todavía para el manejo del ganado, mantiene una fábrica de mampostería en piedra típica de la arquitectura rural de la zona.
El siguiente portón dará acceso a la nava de los Cuellos. La cortijada también realizada en su mayoría con mampuesto de piedra de pizarra y bellos contrafuertes, preside la loma y nos sirve de referencia. Es un espacio mucho más abierto con menos arbolado y en el que un pozo tradicional pone la nota singular al conjunto.
El camino se adentra por entre la cortijada de los Cuellos donde deberemos cruzar un último portón. Desde aquí aparece ya en a lejanía la población de La Carolina pero aún nos quedan seis kilómetros para el final de la etapa.
Km. 19,500. Camino de los Cuellos:
El firme del camino en este tramo se encuentra en buen estado. Lo más destacado son las bellas panorámicas desde todos lados, la falda de la sierra repleta de ruinas de minas y escoriales, el mar de olivos que se extiende en el lado opuesto al sur, a la derecha de nuestro trazado y si el día está claro y lo permite, las estribaciones de la sierra de Cazorla, Segura y las Villas y Mágina algo más a occidente, e incluso a mitad del campo de visión la localidad de Vilches destacable por la morra de su viejo castillo hoy mudado a ermita.
En las inmediaciones del cortijo de los Ruices que queda sobre una loma a nuestra izquierda aparecen zonas de huerta e incluso en el lado opuesto junto al camino un antiguo pozo abrevadero, realizado en fábrica de ladrillo.
El ganado vacuno ha dejado de ser el protagonista y en estas fincas abunda la oveja de raza segureña. Este tipo de animales pasan el invierno en zonas de Sierra Morena para posteriormente realizar la trasterminancia hasta la sierra de Segura, sobre todo a los términos de Santiago de la Espada y Pontones.
Nos adentramos en el término municipal de La Carolina y a nuestra derecha aparece imponente la casa de La Cerrada sobre un cerro. El paraje es conocido como “de la Media Legua” indicándonos que estamos precisamente a eso, a media hora de camino a pie del municipio carolinense.
Una acusada curva del camino muestra un aspecto más árido y falto de vegetación arbórea. Al borde izquierdo del mismo y flanqueando la cuneta aparecen estratos de pizarra perfectamente definidos dibujando pliegues que simulan arcos de medio punto.
El cerro de la Cruz se extiende en todo el flanco izquierdo con sus casi 650 metros de altitud. Un enclave muy visitado por senderistas y paseantes que disfrutan de las bellas panorámicas del lugar.
Llegamos a la confluencia con la carretera de El Centenillo que tomaremos a la derecha adentrándonos en la avenida Virgen del Rosario, donde una rotonda nos indica a la izquierda el acceso al municipio por la calle Camino de Baños, donde finaliza nuestra etapa.
El castillo de Baños de la Encina:
Dominando la población de Baños de la Encina y sobre la parte más elevada de uno de los cerros que ocupa la población, el del Cueto, se alza majestuoso el castillo de Burch al Hammam. Su silueta se recorta sobre el paisaje serrano y ya desde la lejanía anuncia un no menos interesante intrincado de calles y rico patrimonio monumental.
El origen de esta fortaleza es musulmán y, aunque hasta hace bien poco era considerado como califal, hoy, tras las recientes excavaciones arqueológicas, puede afirmarse que fue construido durante el periodo almohade (mediados del siglo XII). El castillo de Baños de la Encina es uno de los baluartes musulmanes mejor conservados de Europa, al no haber sufrido apenas modificaciones en época cristiana y mantenerse casi íntegro su recinto original.
Lo que más llama la atención del conjunto son sus catorce torreones rectangulares y otro de ellos pentagonal adaptado al quiebro de la muralla. Una de estas torres sufrió una modificación en época cristina transformándose en Torre del Homenaje (también conocida como Almena Gorda), de la que carecen los castillos musulmanes y que se orienta hacia la población.
Al patio de armas se accede desde una puerta localizada en el ala este y custodiada por dos torreones. Ya en el interior se encuentra un gran aljibe dividido en dos naves separadas por pilares y cubierto por una doble bóveda de medio cañón.
Su conquista fue ardua y según cuenta la tradición, más legendaria que real, durante una visita de la Reina en el castillo de Baños de la Encina, allá por finales del siglo XII, dio a luz allí a su primogénito Fernando, conocido después por Fernando III el Santo que años después lo conquistaría definitivamente en 1225.
Su declaración como Monumento Nacional Histórico-Artístico en 1931 hace justo reconocimiento a sus valores históricos y monumentales.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Ahora toca pelear

El tiempo, de una bofetada, te dice lo poco que aprovechaste la sabiduría y el buen querer de tus mayores. Como diría a modo de respuesta vital el coronel Bilbao “¿Sabe usted para que tenemos hijos? Para que nuestros errores duren más que nosotros”. Pero además nuestros precursores nos dejan desarmados para la enmienda.
Así, entre la falta y el desamparo, me dejó mi abuelo José María una revoltosa tarde de primavera, ni peor ni mejor que otras, tan solo fue la última. Pese a la ausencia llegó a contarme algunos de sus muchos devaneos en la Guerra de África, pocos tiros y muchas intrigas. Donde me decía hizo buenos amigos que vestían largas vestimentas y poseían extraordinarias riquezas que tuvo que abandonar el día de su espectacular liberación, ¡él sí que sabía mentir!, como suelen hacerlo los grandes hombres a sus menores.

Poco me contó de sus inquietudes y miedos en una guerra que le desgarró el alma; tampoco especuló fantasías de los días que tuvo que barrer plazas con la amanecida o cuando tuvo que despedir a su padre, Antoñico como así le decía Antonio “Pepinollos”, el hombre que durante la guerra tomó la osada decisión de sacar canastas de pan a la calle, pna que hacía con la harina que casi de estraperlo traía de La Mancha.

Una buena mañana, cayendo ya la primavera, me dice –Pollo, ¿te vienes con la Ligera?, una mansa galga de tonos canela que inquietaba a los viandantes que discurrían presurosos por la calleja de El Cotanillo. Por la tempranera, cuando la primavera jugaba ya a verano y haciendo honor a sus raíces de campiña solía dar una vuelta por los olivares y cazar a carrera algún conejo o liebre. Se ve que la escasa quietud de mis pocos años daba algún quebradero a mis mayores y mi abuelo pensó que no habría mejor medicina que tumbarme con la andada. Con el tiempo, que pone y quita en alguna que otra ocasión no siempre, me he dado cuenta que fue una de las primeras experiencias que abrieron mi instinto curioso.

Cuesta abajo, salí arreando como el morlaco de los toriles, en un santiamén, despistado e inquieto, estaba en San Marcos con un abuelo que apenas recuperaba el aliento corriendo tras de mí. La Ligera, estando de nuevas, entre carrera adelante y atrás, caracoleaba en torno mío. Josico, sosegado, me indica que a partir de ahí ¡tras su sombra!, nada de corretear por delante en un intento de imponer cordura paterna y táctica cinegética.

Siguiendo con respeto la opinión del mayor, ocupé mi posición de retaguardia tornado las carreras hacía delante por bandazos y quiebres laterales que no dejaron de perturbar el sosiego del abuelo. Subí y bajé a trompicones de la cabeza de los pies de olivo, me pinché hurgando entre esparragueras, desollé rodillas en los padrones y caí una y otra vez entre las camás tropezando con sus terrones. Mientras tanto, la galga iba a lo suyo y mi abuelo deambulaba sin saber cómo atender a lo uno y a lo otro.

Cuando llegamos al horno, creyendo yo que de vacío, mi abuela nos recibió con alivio y con un orgullo que apenas aprecié.

Esa siesta, como todas, una vez que mi abuelo refrescó la levadura, nos acurrucamos juntos en la cama, una vieja chatarra de redondos hierros azules, pequeña y apretada en un cuartucho donde apenas dejaba moverse a sus inquilinos. A modo de protección, intentaba amarrarme a su ancha y quebrada espalda sin caer en demasía en el sueño y siendo testigo de sus sonoros ronquidos. Esa tarde, quizá por las nuevas del suceso y pese a sus muchos años y venturas, respiraba una inquietud que me envalentonó a interrogarle –abuelo, me he caído muchas veces, ¿te ha regañado la abuela? No hubo más respuesta que un leve refunfuño. -¿No me llevarás más contigo y con la Ligera por caerme? Sin darse la vuelta y apenas esforzando la respiración me dijo –Sí, sí vendrás más días conmigo, te has caído y mucho, pero siempre te has levantado hincando los dientes. Y así fue.

Ahora padre te toca a ti, tienes que hincar los dientes y seguir.

sábado, 30 de julio de 2011

Así están las cosas

La cuadrilla de atunes iba por el mar.
Apareció un barco que venía a pescar.
El jefe de los atunes le preguntó al capitán:
- ¿Para qué marca nos vais a capturar?
- Somos los de Calvo, marca mundial.
- Para el carro, no me digas más!
Y fueron al barco cantando y bailando
para que tú te los comas en tu hogarrr...
¡Ay! qué jodidos los atunes
cuánto sentido comercial
Estos listísimos atunes
saben una barbaridad
¡Ay! qué jodidos los atunes
iguales que la humanidad
estos listísimos atunes
también se dejan enlatar.

¡Ay, ay, ay estos atunes!

http://youtu.be/WGtcPqbOkwY

Perdón, así siguen.

091 - La noche que la luna salió tarde

http://youtu.be/wp87EVIenhk

sábado, 9 de julio de 2011

Recreación

Interesante recreación del mundo y la trama urbanística de la cultura argárica. Mucho dinero y bien invertido, aunque hecho en falta un poco más de compromiso con el territorio, ¡quizá sea cosa de tiempo!: http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,641

miércoles, 6 de julio de 2011

Burch al Hammam Iª parte (Castillo de Baños de la Encina – Jaén)

Génesis y devenir histórico de un eterno otero

Atareado en seguir la traza solar, el avezado aventurero de dos ruedas que transita por la Transandalus llega ciertamente escorado hasta el núcleo de Baños de la Encina, como si lo hiciera por la retaguardia de este serrano pueblo. En esas, habiendo dejado atrás la sucesión serrana y rodando ahora sobre el Camino de Majavieja trazado a modo de tiralíneas que cae a la sombra de la falla de Baños, primer escalón de Sierra Morena, no seremos conscientes de la majestuosidad de Burch al Hammam hasta casi posarnos a sus pies. Diferente sería nuestra perspectiva si arribáramos de frente, desde el valle.

Ilustración 1: Baños de la Encina desde los Ruedos. Fotografía: Antonio Antolín.

Hijos que somos del “trajinado milenario de este castillo”, nuestra visión respecto de él se fue quedando demasiado apretada entre los muros del coloso y la larga enumeración de títulos que fueron atesorando castillo y villa. Así, dejamos de lado el territorio que lo cobija y perdimos la perspectiva histórica. Pero por encima de milenios, banderas y reyes el mayor emblema de este pueblo emerge ahora sustentado sobre los saberes de tres ciencias (geología, geografía de territorio y arqueología) y una disciplina (arquitectura).
   
Siempre se ha dicho que las formas del recinto amurallado actual asemejan un raro ovoide que se amarrara férreamente a las líneas de nivel del Cerro del Cueto sobre el que se eleva. ¡Quizá no haya mayor aseveración al respecto!, pero a la comprensión de este hecho nos ayuda la geología.

Ilustración 2: El castillo muestra sus formas ovaladas desde el aire. Fotografía: Antonio Antolín.

Sobre la falla y dando forma y sustancia a la inmediata geología de la sierra, los pliegues de pizarra y esquistos suceden sus formas suaves y desgastadas hilvanando una sucesión de montañas redondas y “achaparradas” que difícilmente superan los 700 metros de altitud; ya, en lo más hondo de la sierra, casi lindero con Ciudad Real, se llega a poco más de los 1.200 metros. Pero aquí, en los primeros escalones de Sierra Morena, a modo de apretadas islas que se elevan sobre la pizarra, como veraces testigos de lo que un día fuera un sistema de depósitos fluviales de gravas y lodos (hace 200 millones de años), asoman cerretes de arenisca roja del triásico y fosilizadas montañas de cantos rodados, dejando entrever lo que fuera un amplio delta que vendría a desembocar a la cuenca marina que hoy ocupa el valle de Bailén, a los pies del pueblo de Baños. Entre los primeros afloran Los Llanos, la Dehesilla, el Cerro de la Calera o el Cerro del Cueto (estos últimos dando sustento al pueblo de Baños); entre los segundos el Cerro de la Muela, la Cuesta de los Santos o la Obra de los Moros, un hito de gran interés geológico que campa al borde de la traza de la Transandalus una vez superada la presa del Rumblar en la siguiente etapa. Así, las areniscas,  que llegaron a formar una mesa tabular que se eleva sobre la pizarra, vinieron a colmatar y nivelar los doblados y discordantes pliegues de ésta creando en superficie una formidable plataforma más o menos uniforme que ofrecería la mejor cimentación para las venideras obras del hombre.

Ilustración 3: Sistema fluvial que durante el Triásico da lugar a las areniscas de la zona (depósitos de gravas y arenas). Dibujo: Proyecto Geosendero de la Pizarrilla, Dpto. de Geología de la Universidad de Jaén y Ayto. de Baños de la Encina.
Y así, el actual recinto del castillo viene a elevarse sobre una de esas masas tabulares, la del Cueto, aprovechando al máximo su acotada presencia en la parte superior del mismo. La traza de muralla sigue la delimitación externa de la arenisca, a modo de firme cimiento, hecho que condiciona su caprichosa forma ovalada.

Ilustración 4: Encuentro entre la pizarra (parte inferior central) y las areniscas del Triásico (en el arranque del lienzo de muralla). Proyecto Geosendero de la Pizarrilla, Dpto. de Geología de la Universidad de Jaén y Ayto. de Baños de la Encina.

Ahora, situados sobre la meseta del Cueto y al exterior del recinto fortificado, en el vértice oeste, donde mejor se aprecia el limes entre los dominios de la pizarra y la arenisca, observamos al frente el vecino cerro del Gólgota y, en lo hondo, el barranco que corre entre éste y el del Cueto que hoy ocupa la cola del embalse y por la que antaño discurría el arroyo de Valdeloshuertos. Lo que hogaño es una bella lámina de agua en días mejores fue la principal vía de comunicación entre la Campiñuela (el valle que está a los pies del pueblo), por tanto, entre las tierras del Alto Guadalquivir y la sierra, para dar paso posteriormente a la llanura manchega, ya fuera a través del propio río Rumblar y sus afluentes (Pinto y Grande) arribando por la Sierra de San Andrés y del Agua a los términos de los actuales municipios de El Viso del Marqués y San Lorenzo de Calatrava (utilizando lo que hoy es el desusado cordel ganadero “Principal de la Plata”); o ya fuera cruzando longitudinalmente la vaguada del Marquigüelo para superar el siguiente escalón serrano (Cerro Navamorquín) y, a través del Camino de la Plata (no confundir con el que surca el oeste andaluz buscando las tierras del “círculo Atlántico”), subir a las tierras de Mestanza. No en vano hay autores, como Almendral y Arboledas, que defienden este acceso como la vía romana de Cástulo a Sisapo, dos de los principales centros mineros a una y otra vertiente de Sierra Morena.

Ilustración 5: Cola de Valdeloshuertos, camino natural desde el Valle a Sierra Morena. Fotografía: josemaricantarero.

En este marco de las vías de comunicación valle-sierra se nos muestra como evidente que el Cerro del Cueto es ya un otero estratégico desde la primera presencia humana por la zona: viajamos unos cinco mil años atrás. Frente a nosotros, en el lateral sur del Gólgota y sobre la línea de falla, asoman los restos de una escombrera. Es solo la punta del iceberg de una trinchera que se alarga hacia el suroeste algo más de 1.500 metros. Se trata de la rafa minera o mina a cielo abierto del Polígono-Contraminas. Aunque fue explotada durante época romana (galena argentífera) y rentabilizada durante gran parte del siglo XX por “sacagéneros”, su origen se hunde en la Edad del Cobre teniendo continuidad durante la del Bronce (azurita y malaquita). Con seguridad, durante el primer periodo, poblados como Cerro Tambor, sobre la propia rafa, o el Cueto (castillo) están directamente vinculados a su explotación económica. Durante el Bronce se les unirían otros núcleos urbanos como Peñalosa, en la desembocadura del arroyo de Valdeloshuertos al río Rumblar, a poco menos de dos kilómetros del pueblo en línea recta.

Ilustración 6: Poblamiento, minas y fortines durante la Edad del Bronce. Dibujo: Proyecto Sendero del Bronce, Juan Manuel Beltrán.

Tras la excavación arqueológica del interior del castillo hoy podemos apreciar, en el vértice noroeste, a un nivel inferior de la meseta central de areniscas, restos murarios de esa época que también se suceden ladera abajo, ya en el exterior del recinto fortificado, a la espera de poder ver la luz. Junto a ello y durante la excavación arqueológica se ha documentado y recuperado una cantidad considerable de material, principalmente cerámico y metalúrgico, que nos permiten datar con exactitud la fecha de ocupación durante gran parte del IIº milenio antes de nuestra era.

  
Se trataría de un poblado que seguiría las pautas urbanísticas de la cercana Peñalosa (excavada y consolidada para la visita turística) entre las que destaca la existencia de un complejo de barrios aterrazados, a modo de grandes escalones que se suceden en altura (en la línea de lo que hoy entendemos como arquitectura alpujarreña), y que estarían coronados por una acrópolis fuertemente amurallada que coincidiría aproximadamente, en el caso del Cueto, con lo que hoy es el recinto del castillo. Su estratégica situación visual y la inmediatez a recursos mineros, agrícolas y ganaderos lo dotan de un protagonismo sobresaliente en el marco de la Edad del Bronce de la Cuenca del Rumblar.

Ilustración 7: Recreación de la urbanística de Peñalosa. Dibujo: Proyecto Sendero del Bronce, Juan Manuel Beltrán.

Ilustración 8: Monumental portada sur, Peñalosa. Fotografía: josemariacantarero.

Pero será durante época romana cuando este otero adquiera un carácter más que sobresaliente. A caballo entre valle y sierra, de una eficacia visual extraordinaria, se torna en morada eterna de Ilicia, una más que notable dama romana posiblemente vinculada con la explotación minera de Sierra Morena y más concretamente con la de esta zona –Societas Castulonensis- (plata y plomo). La parte superior del cerro, hasta entonces formada por encrespadas rocas de arenisca, se pica y nivela hasta crear una lisa plataforma elevada a la que se accede por una amplia escalinata frontal (presente en la actualidad). Sobre esta meseta se eleva un templo o mausoleo funerario columnado. Aún hoy podemos apreciar esta pequeña llanura artificial que da también cobijo en sus entrañas a dos aljibes y a las escaleras de acceso, así como a varios y dispersos capiteles que coronaban las columnas del templo y las baldosas de piedra del enlosado, reutilizadas como firme de las que luego serían callejas almohades. Por el momento y a buen recaudo ha quedado la estela funeraria de Ilicia.
 
La situación geográfica, como insistimos visualmente privilegiada, y el continente de la estela funeraria y de los restos de Ilicia, un mausoleo de proporciones más que considerables, como nos viene a certificar el tamaño de los capiteles, nos previenen de la importancia capital de la familia de Ilicia, a la que de facto se rinde un culto que se escapa de lo humanamente entendible.

Ilustración 9: Escalinata de acceso a la meseta central del castillo (mausoleo funerario de Ilicia); en primer plano y a los pies de los visitantes uno de los capiteles. Fotografía: Culmina.

La caída de la empresa minera durante el bajo imperio romano trajo de la mano una tendencia que favoreció la despoblación serrana y un proceso parejo que fue salpicando la Campiñuela (valle agrario bajo el pueblo) de pequeñas explotaciones agrarias, alquerías o cortijadas (villae): Mendozas, Marquesas, Nacimiento o Santuario de la Virgen. Pese a la intensidad de este proceso agrícola, el tránsito a la Edad Media trajo consigo un despoblamiento casi generalizado de nuestro territorio que tuvo su mayor expresión durante el Emirato y el Califato Omeya.
El vacío poblacional serrano durante este primer periodo de dominio musulmán viene refrendado por la nula presencia de yacimientos arqueológicos y, de manera aún más evidente, por la total ausencia de topónimos que vinieran a refrendar una probable ocupación serrana que, quizá, nunca se dio en los cinco siglos de presencia islámica en nuestra zona. Pero con seguridad, el factor que más incide en esa ausencia de población serrana y posiblemente testimonial en el valle (y en el Cerro del Cueto) es el desplazamiento hacia el oeste de las vías de comunicación entre el Guadalquivir y la Meseta, que ahora se hará principalmente a través de los Pedroches (Córdoba). Nuestra sierra y nuestro valle quedan relegados de la territorialidad principal, conformándose como reducto secundario (el valle) dedicado a labores ganaderas puntuales y /o trashumantes donde, de manera testimonial, las antiguas instalaciones del Cueto son reutilizadas militarmente como han puesto de manifiesto los materiales hallados durante las últimas excavaciones arqueológicas realizadas en el interior del castillo.