lunes, 22 de marzo de 2010

Sendero del Bronce 2

La Cultura de los Huertos en Barranco:
En la segunda mitad del siglo XIX, tras promulgarse la Desamortización Civil de Madoz, los montes públicos de la Villa de Baños, hasta entonces para uso del común de los vecinos, fueron puestos en pública subasta en Madrid. La venta de las tierras del Común consiguió que los agricultores bañuscos se quedaran prácticamente sin nada. Hasta entonces habían roturado las tierras serranas bajo un complejo sistema agroganadero y forestal denominado de “roza de cama”, por el que obtenían carbón y picón, raquíticas cosechas de grano y ganados; que, al menos les permitía subsistir.

Los labradores, como ultima esperanza, fueron ocupando las ásperas tierras en barranco de la dehesa del Santo Cristo, aquéllas por las que discurrían los arroyos que iban a dar a las margen izquierda de los ríos Rumblar y Grande. Fueron creando bancales de piedra que sujetaban los entonces pobres suelos y horadaron la tierra con minas, norias o pozos, buscando las preciadas aguas con las que regar su escasa producción. Pequeñas chozas de pizarra y retama dieron precario albergue a familias enteras que no abandonaban ni un solo instante tan pobre hogar ante el peligro de expulsión.

Entre los años 1893 y 1897, dos Reales Decretos vinieron a certificar la propiedad de los ocupadores mediante el pago final de un 40% del precio de tasación. La entrega se realizó en plazos anuales repartidos en diez años.
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Cuando el llano estaba aún cubierto de grandes bosques de encinas, llegaron gentes del norte, los cuetuscos, que rápidamente fueron segando sus milenarios troncos. De esta forma sus majestuosos portes fueron sustituidos por infinitos surcos de cereal (trigo, cebada y centeno) y legumbres (garbanzos, habas y beza). Después, con el tiempo, esos surcos se sustituyeron por hiladas de olivos y viñas.

Expulsaron a los pequeños y alegres mazacotuscos, ahora tristes, que, conocedores de la piedra y los caminos del agua, se refugiaron en el Bosque del Bronce. Allí, escondidos en lo más penetrante de la arboleda, fueron construyendo estrechos huertos franqueados por muros de pequeñas piedras azules, que frenaban las tierras que arrastraban los arroyos. Fueron así encauzando el agua para hacer crecer, verduras, higos, chumbos, almendras y su alimento sagrado, el altramuz o “chorcho”, nuestra chuche de entonces.

Como observaban a la naturaleza la conocían muy bien, y por eso sabían que cavando en donde la roca negra -la pizarra- se cruza con la de color blanco -la cuarcita-, podían construir socavones, pozos y norias para tener agua en cualquier época del año. Con la piedra negra que habían sacado, levantaban sus pequeñas y sencillas casas, que luego techaban con encina, jara y retama. Respetando también a la naturaleza llegaron a ser expertos en buscar setas, que en este Bosque del Bronce eran muy ricas y variadas.

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