Foto: Agustín Rodríguez
Es villa tranquila, sumida en la serenidad que aportan los muchos años de sus piedras, casi 4000 años oteando el lejano horizonte de La Loma y Sierra Mágina. Su castillo moruno se yergue como la mejor atalaya para asomarse a su barrio medieval: piedra, cal, barro y mucha sencillez apretados por la muralla de los Corvera, hoy convertida en noble hospedería. En su interior palacios, casonas e iglesias se elevan salpicando una trama urbana compleja, laberíntica, que cuesta entender, pero que nos acerca a uno de los máximos exponentes de la herencia bajomedieval castellana en Andalucía.
Foto: Juan Manuel OrtizAl exterior de la villa medieval, viejos caminos -Mestanza, Majavieja o Cascarrillo-, allá por los siglos XVII y XVIII, se vieron escoltados por sobrias casonas de labor, molinos aceiteros, ermitas y un molino de viento al uso manchego que se eleva frente al castillo (hoy centro de interpretación “Historias al Viento”). El Camarín del Cristo, sobre terrenos de la vieja Mesta Merina, barroco a rabiar, es una joya indescriptible hoy declarada Bien de Interés Cultural.
Foto: Juan Manuel Ortiz
El término de la villa, a caballo entre campiña y sierra, es pura mezcolanza de culturas. Su riqueza arqueológica (Peñalosa, Migaldías, Salas Galiarda, El Centenillo, etc.) se funde con el rancio sabor de sus dehesas cinegéticas y taurinas. Al norte, muy en Sierra Morena, la aldea minera de El Centenillo (pueblo al estilo inglés del siglo XIX) se muestra como la mejor expresión del entendimiento de la actividad humana con el marco natural que le rodea.
* Introducción a la nueva guía de Baños que se está redactando en estos momentos.
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