jueves, 15 de abril de 2010

El Sendero del Bronce y 6

LAS VENAS ACUÍFERAS DEL BOSQUE DEL BRONCE:

La dehesa del Santo Cristo ocupa las vertientes norte y oeste del cerro de la Calera, un promontorio amesetado de escasa altura (425 metros de altitud) que se asoma hacia al sur sobre el valle de Baños. El resto de sus laderas van a morir a distintos tramos del río Rumblar (de oeste a este, arroyo de Valdeloshuertos, Tamujoso, Junta de los Ríos y Picoza).

La meseta que corona el cerro de la Calera, lo mismo que ocurre con su vecino Gólgota, algo más a poniente, tiene su origen hace 240 millones de años en un fondo de río, poco profundo y ancho, donde se van depositando cantidades importantes de finas arcillas y cantos rodados. El paso de los años, la presión y los distintos fenómenos orogénicos, dan lugar a unos potentes niveles de areniscas y conglomerados que se sitúan estratigráficamente sobre niveles de pizarras formadas hace 600 millones de años en lo que formaba parte de un somero fondo marino.

El agua de lluvia va calando y empapando las areniscas de la meseta, hasta quedar embalsada en la roca cuando toca con niveles inferiores de pizarra impermeable. Muy lentamente, el agua va escapando por delgadas fisuras entre la línea de contacto de la arenisca y la pizarra. A estas fuentes naturales los bañuscos les han ido dando forma de múltiples maneras: pozos, norias, alcubillas, minas de agua o socavones, etc., haciendo honor al toponímico de nuestro pueblo: baños>manantial>agua.

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Los Mazacotuscos aunque eran pequeños y enjutos, tenían dos grandes virtudes: la observación y la paciencia. Entre otras cosas habían aprendido a hacer bancales para tener mayores extensiones de terreno en donde cultivar, y sobre todo habían aprendido que las cosas bien hechas dan mayores resultados y duran más. La idea es hacerlas cuando hay que hacerlas.

En su dura labor diaria, habían observado que, cuando llovía, que era mucho más que ahora, el agua iba empapando la piedra rosácea de sus canteras y que, después de bastante tiempo lloviendo, se llenaban totalmente de agua. Y que, pasados los días, el agua se iba escapando por las faldas de la montaña sin que ellos la aprovechasen. Así fue como ingeniaron hacer un gran agujero en la roca impermeable para embalsar y retener el agua de lluvia y toda la que lograban encauzar desde las partes más altas, que luego utilizarían para beber, lavarse o regar los huertos.
En los huertos hicieron pozos, a veces muy grandes y ovalados hasta convertirlos en norias que facilitaba sacar agua del interior de la tierra. En los casos en que el huerto se encontraba lejos de la fuente, realizaban pequeños túneles o minas de agua que cortaban un río subterráneo logrando desviar el agua hasta la siembra. Cuando la fuente manaba desde la misma roca, construían una alcubilla, es decir un pozo que después tapaban con una especie de casita de piedra que cerraba en bóveda.







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