viernes, 10 de abril de 2020

Viernes Santo, sacrificio

En noches como aquélla, con rigores climáticos tan contrarios, Juana, que llamaban la Recortá por su escasa altura y volumen, hacía honor a su apodo e intenta conciliar el sueño totalmente encogida, en posición fetal y como si fuera muy poca cosa. Dormía bajo la bóveda que sostenía el Camarín del Cristo, apegada al brocal del aljibe horadado en sus entrañas. Más amodorrada que durmiendo, juraba mantener los pies siempre en alto no fuera a fulminarla un rayo.
Era el cubil estrecho y a la sazón húmedo, de paredes reducidas y la techumbre apretada contra el solar. Sostén del propio Camarín, era cimiento de la cruz del Cristo y causa de la suya propia. Ocupaba el lugar lo más hondo de un macizo torreón que, a modo de bandera, ondeaba en su cúspide un caballete con una enorme veleta cruciforme. Según opinaba la Recortá, aquel amasijo de hierro, a modo de pararrayos, tenía encomendada la protectora función de aminorar las descargas eléctricas. Todo aquél que sabía de ella, la recordaba desde siempre como santera y mujer responsable de sus obligaciones. Nacida en el tajo e hija y nieta de santeras. Pero en noches de trajín eléctrico como lo era aquélla, pese a todo su afán y querencia por lo que custodiaba, todo le traía al pairo…, incluido su buen consorte que nunca regresaba con hora.
Y era Horacico cojo y marido de la susodicha. Siendo de diario hombre de huerta y cantina, siempre caminaba de reata con su Verea, una pollina deslomada y dócil. El nombre del animal no era casual y parecía más bien puesto por Juana que por el compañero de ronda de la borrica, pues noche sí y noche también le abría camino y lo entregaba en situación poco decorosa. Y en tardes como aquélla, Horacico, justificándose con las inclemencias del tiempo y la obligada necesidad de no mojarse por su poca salud, echaba cerrojo a todas y cada una de las tabernas del pueblo. Evitando así calarse por fuera, acababa empapado por dentro.


2 comentarios:

  1. Cuando te leo me parece ir recorriendo aquellas lecturas que de chica tanto me emocionaron, ¿acaso no serás tú el autor anónimo del "Lazarillo de Tormes"?
    Ya sabes que la literatura es universal y sus creadores, inmortales. Enhorabuena.

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  2. Jajajaja, no creo, pero lo considero buen maestro en el que mirarse. La pena es no leerlo o no hacerlo con una mirada crítica y actual, totalmente actual. Es una obra que me encanta, como las líneas escritas por Cervantes, Quevedo, Valle Inclán o Baroja. En ellos intento mirar para crear mis disparates o, como diría aquél, elevar mi "humo dormido"

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