domingo, 5 de abril de 2020

Domingo de Ramos, victoria

Cuando chico y por aquellos días, a los zagales que rondábamos el Corralón, un altozano en sempiterna ruina, un magnífico cubil para ocultar las muchas invenciones y trastás de la chiquillería, nos daba por entretener las mañanas de sopor, y no aburrirnos, con trajines que hoy sonarían a disparate.
Cuando el sol estaba tendido en todo lo alto, con regocijo, los chiquillos veíamos a Juan Manuel doblar la empinada calleja del Cotanillo cabalgando sobre su cascajoso Pascuali, como si el buen señor condujera el mismo pollino de Cristo ataviado de palmas y ramoniza. El artilugio no era más que un alboroto de hierros y reventones de carburador, un vehículo de un amarillo descolorido que avisaba anticipadamente y con gran estruendo de su llegada. Y era el piloto un señor hecho a la semejanza de aquel ingenio del demonio, de enérgico vozarrón, un estampido según horas, pero de un corazón tan grande que en nada desmerecía el inmenso y espantoso trueno de la voz.
Después de tantos de traqueteos y enseñanzas, habiendo dejado atrás la rastrojera del Pozo Nuevo y el estridente rumor de las chicharras, llegaba al pie de las cuadras dominado por un frenesí tan intenso que parecía más baile de San Vito que el efecto de una estrepitosa conducción. Y de tal calibre llegaban a ser los meneos que, una vez puestos los pies en tierra, aún se mantenía unos momentos sin control y a la deriva. El remolque, que llegaba entre vítores y cargado hasta las trancas con alpacas de paja o haces de ramón, según tiempo, por su esperpéntica forma en nada desmerecía a las más afamadas y legendarias torres. Unas veces se parecía a la muy fotografiada Torre de Pisa, por el mucho ángulo y doblez que mostraba la carga, pero no eran menos las ocasiones en las que la inclinación era tal que acababa como la de Babel, dando por tierra con la compostura.

2 comentarios:

  1. Mientras te leía se iban dispersando las comparaciones hacia ese castillo ambulante de Hisaishi, gran película que visioné varias veces. Tus artilugios con sus personajes bien merecen ocupar un puesto preferente en el imaginario no solo de Baños. Gran arte el tuyo, que sabe ganarse la tinta de tantos libros ávidos de buenos escritores, Un saludo.

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  2. "Artilugios", gran palabra, el hombre y su memoria no serían nada sin los artilugios que ha ido creando, los malos, los buenos y los que pasan sin pena ni gloria. Yo, como lo era mi buen amigo Pepe Rocha, creo que soy persona a la que le duele perder la prodigiosa memoria que un día tuve, tuvimos. Por eso, según él me decía utilizaba "primo" para apelar a todo conocido, y yo utilicé durante un tiempo "artilugio", y ahora "cacharro" para llamar a todo el andamiaje que rodea mi memoria, nuestra memoria. Un abrazo, Rosa

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