Primero quise escribir, pero sólo tuve fuerzas para copiar e inventar poco.
Después, estando como estábamos en fechas, quise meterme en harinas y rememorar raíces, me quedé en nada.
Al final me encerré en el recuerdo más entrañable, en la cálida memoria de lo que ahora echamos en falta, en los encuentros con amigos y familia. En los juegos y las risas que nos despachábamos, en la charla con un vaso de vino y en las voces sin rumbo ni intención. En compartir unas gachas manchegas al hilo de un "cuchará y paso atrás" y en filosofar de todo para que la cosa quede en nada, como suele hacer la gente de calle y campo. En fin, eché de menos pelearme con una chiquilla de tres años mientras jugábamos a los "monos"... hacer el payaso y reír hasta hartarnos.
Y estando en ello, con cuatro tablas y un lavadero viejo, me puse a enjaretar un cajón para guardar la palmera y los simios, que en la última ocasión ya perdimos la mitad de los macacos. Y ya puestos, pues aproveché para darle forma a un tablero de ajedrez, que la chiquilla crecerá y, con seguridad, echará más cabeza que uno.
No te creas, lo que se dice "cabeza" no echarán. Echarán alma de posaderos, cuando escapen serán algo más maduros pero la cabeza seguirá rondando las tecnologías que nosotros no tuvimos y que nos permitieron imaginar la vida y escuchar más a nuestros mayores. U saludo.
ResponderEliminarCreo que llevas toda la razón, nos permitieron escuchar a nuestros mayores y en ocasiones actuar en consecuencia. Pero otras, como ocurre con Braulio, disparatar, porque la imaginación en muchos casos es eso, disparatar... soñar.
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