miércoles, 8 de abril de 2020

Miércoles Santo, traición

Martín Esteban había sido cabrero y ganadero de lana desde que se enganchó a la teta de su madre, desde siempre, como lo fue su padre, lo fue su abuelo y con seguridad lo fue el abuelo de aquél. Y no hay que poner en duda que algún pariente suyo fuera en la tropa de Abraham cuando el patriarca movió su hato de ovejas por todas y cada una de las majadas del Creciente Fértil. De andares poco vacilantes y dormir un instante, como burro y a cabezás, era hombre de morder aquí y allá, como las hormigas, de juntar mucha plata, gastar ninguna y vender a su padre si era menester.
Habiendo heredado un rebaño considerable, en poco tiempo, y por su mucho bullir, lo había doblado en número y camino llevaba de triplicarlo. Contrariamente, día con día menguaba en carnes y ganaba en harapos. Pero, hete ahí que en las cosas de gestionar su hacienda, y dejándose llevar por los consejos de los que decían tener buenas entendederas y mejor apostolado, había cambiado el campo abierto y la ancha vereda por la pestilente estrechez de las cuadras, pastorear a la par que el ganado por darle metódica vuelta y grano contado, cantar coplas al viento y disfrutar soleándose por un bregar sin tino ni rumbo… y ahora, consumido, abatido, se quejaba de andar sin cuartos para tanta pompa y día con día se le resecaba el alma.

2 comentarios:

  1. No abandones a este Martín tan universal en nuestros días y mucho más del pasado, no nos dejes sin saber qué es de él, ojalá corra la suerte del que encuentra su lugar en el mundo y a cada día lo abrace una sonrisa. De tristezas estamos ya hechos. ¿Es real o es un sueño?

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  2. Rosa, Martín, como otros muchos personajes, es germen de un cuento en borrador, como otros muchos cuentos, pero no es un personaje inútil. Por eso, a la mínima que puedo y se da la ocasión, lo cuelo para apoyar una historia que no es la suya... o al menos para narrar la sensación de un instante. Y en eso está, por el momento. Gracias por tus comentarios, tan valiosos.

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