Las vicisitudes que hubieron de pasar los primeros directivos de la empresa minera de El Centenillo, en relación con las comunicaciones y el transporte de las cargas (tanto mineras como de suministros), debieron ser bastante dificultosas. Los primitivos transportes con acémilas de mulas por el pedregoso camino de herradura, tan sólo mejorarían en parte con la construcción de la pista de tierra a La Carolina. Como dejaba escrito el buen centenillero Francisco Pérez Rayo en sus “Añoranzas y recuerdos de El Centenillo”: “…causan asombro las añejas fotografías de aquellos tiempos, en las que se ven recuas de hasta cuarenta mulas tirando de un enorme carromato, todo de hierro, el legendario Carretón, cargado de voluminosas calderas…”
El 8 de noviembre de 1911, el ingeniero jefe del distrito minero hace saber que Arturo Gerald Romer, representante de la Sociedad New Centenillo Silver Lead Mining Cº Lt., ha solicitado autorización para la construcción de una nueva línea de transporte por cable aéreo entre las minas de El Centenillo y el apartadero de ferrocarril de Linares a La Carolina, situado entre los kilómetros 24 y 25 del mismo.
Al fin de este período, en 1913, se ponen en servicio tres cables aéreos de verdadera importancia: uno, desde las minas de "El Centenillo" a la línea del ferrocarril de Linares-La Carolina, entre sus kilómetros 24 y 25, con longitud de 12.500 metros, sistema Pahlig, accionado por motor eléctrico de 23 kilovatios. El segundo cable, también del mismo sistema, está destinado al servicio del grupo minero "El Guindo"; y se compone de dos tramos, de los cuales, el primero, va en línea recta desde la estación de carga de "El Guindo" hasta la estación motriz de "La Manzana", salvando 107 metros en longitud de 870, mientras que el segundo va desde la estación de "La Manzana" a la de descarga en la estación del ferrocarril de La Carolina, con longitud de 6.470 metros. Pertenece al tercer transporte aéreo a la sociedad "Minas de Castilla la Vieja y Jaén", destinado al servicio desde el grupo minero "El Sinapismo" a la mina "Rafaelito", y desde ésta al apartadero situado en el ferrocarril de Linares-La Carolina, a distancia esta última estación de unos 300 metros.
El cable aéreo de El Centenillo tenía una longitud total de de 12.500 metros y estaba dividido en dos tramos; uno, desde el grupo minero hasta la margen izquierda del río Grande, en la Pasada del Castaño, y otro, desde ésta al apartadero. En la Pasada, el cable cambiaba de dirección, formando un ángulo de 160º. Entró en servicio en 1913. Por la Estadística Minera de ese año, sabemos que era de sistema tricable, construido por la casa Eöhlig, de Colonia, accionado por un motor eléctrico A.E.G. de 23 kw que estaba alimentado por un central instalada en las minas que transformaba la energía de 2.100 V a los 120 V con los que funcionaba. La capacidad de los baldes era de 180 litros y su carga máxima de de 300 kg cada uno. Se desplazaban a 2,5 metros por segundo y la instalación estaba calculada para transportar 100 t diarias en jornadas de 10 horas. Estuvo en servicio hasta 1958 y, a partir de esa fecha, los transportes de mineral y materiales se realizaron por medio de camiones.
Este funicular de carga, conocido como El Cable (de cable aéreo), alcanzaba en un principio hasta la llamada “Pasada del Castaño”, en el río Grande, con un recorrido de casi 4 km. Sobre el año 1913 se prolongó en un total de 12 kilómetros rectilíneos, rozando cimas y soslayando profundos barrancos, hasta alcanzar la Estación-apartadero, en el primer tercio del ferrocarril Carolina-Linares (el Trenillo). Gruesos cables de acerado alambre, fijados en altas columnas, servían para el rodar de las acanaladas poleas de las que pendían las vagonetas. Éstas, a su vez, eran impulsadas por una ligera cuerda móvil que se deslizaba sobre otras poleas, adosadas a las mencionadas columnas metálicas.
La fuerza motriz del Cable, radicaba en la terminal de El Centenillo. Al principio, producida por máquina de vapor surtida de una vieja y voluminosa caldera que, semejando una locomotora varada, se resguardaba en un cobertizo anejo a la terminal. Su larga chimenea, que traspasaba el tejado, volvió a escupir espeso y negro humo veinte años más tarde, cuando el potente motor eléctrico viose privado de energía, en las restricciones de los cuarenta.
Un ágil y arriesgado operario, llamado “guarda-líneas”, vigilaba el buen estado de conservación del Cable. Su peligroso oficio, en un continuo encaramarse en columnas y vagonetas en marcha, estuvo salpicado de accidentes, casi siempre mortales; manteniéndose ocupado el empleo gracias a un atractivo sobresueldo.
A finales de los años cincuenta fue suprimido el ferrocarril Carolina-Linares, lo que llevó aparejado el desmantelamiento del viejo Cable del Centenillo.
Aún podemos observar las chapas de la techumbre de las naves, en las que aparece el sello del puerto británico de embarque, y la excelente factura de sus muros de pizarra, cuya fábrica se presenta al modo “espina de pez”.
Texto extraído de las siguientes Fuentes para su presencia en la web de "Paisajes Mineros de Jaén":
1.- “Historia de una ciudad: La Carolina, 1767-1967” de José Rubio González (1967).
2.- “Añoranzas y recuerdos de El Centenillo” de Francisco Pérez Rayo.
3.- “Minería en Sierra Morena: 1.- Desde el Argar a Linares; 2.- El distrito minero de La Carolina” de Francisco Gutiérrez Guzmán (2007).
Fotografía gentileza de la "Asociación de Amigos de El Centenillo"
No hay comentarios:
Publicar un comentario