Ya lo decía hace más de siglo y medio Richard Ford en su “Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa” (1843); pero mientras nosotros amarrados a la “Ley Sinde”, los colegios, la papelitis y titulitis agudas necesarias para desempeñar trabajos y desarrollar empresas, otrora y en otros lares entendidos como liberales, los uniformes, las corbatas y hasta las boinas, los diagnósticos previos y los planes de desarrollo vacuos, …, los impuestos especiales y hasta el derecho a pernada y el primo que de esto sabe un porrón:
“Los reglamentos fiscales son tan ingeniosamente absurdos, complicados y vejatorios, que el honrado comerciante encuentra molestias y entorpecimientos allí donde el estafador halla mil facilidades (…). En España el eludir estas leyes se considera como un engaño a quienes tratan de engañar a la gente; los campesinos favorecen con toda su alma al contrabandista, como hacen en Inglaterra con el cazador furtivo (…). El mismo contrabandista, lejos de considerarse rebajado, goza de la reputación que corresponde al éxito en las aventuras personales ante un público orgulloso de las proezas individuales: es el héroe del escenario español, y cuando aparece vistiendo todas sus galas y trabuco al brazo cantando la conocida romanza “Yo,… que soy contrabandista”, causa las delicias de todos los espectadores, desde el Estrecho al Bidasoa, sin exceptuar a los mismos empleados de Aduana (…). El verdadero contrabandista es bien recibido en todos los pueblos; es como el noticiero y el medio de entenderse unos con otros: lleva té y charla para el cura, cigarros y dinero para el juez, cintas e hilos para las mujeres; va vestido espléndidamente, lo cual es siempre un atractivo para los ojos moriberos; es valiente y resuelto –nadie más bravo que él merece la hermosura-; buen jinete y tirador; conoce palmo a palmo los rincones del país (…). Muchas son las circunstancias que concurren a hacer popular esta profesión entre las clases bajas. El atractivo del Poder, la demostración de osadía y valor, la idea de llegar a hacerse rico fácilmente, tan sugestiva siempre para las naciones menos civilizadas, que prefieren exponer su vida una hora para obtener alguna ganancia, que trabajar penosamente durante años; …”.
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