sábado, 4 de diciembre de 2010

Cuentos y relatos de Sierra Morena. Manolo Villén

Cuando me metí en faena con el libro de Manolo Villén “Cuentos y relatos de Sierra Morena”, cierto es que pensé que lo leería con cierta pesadez pues entendía que me iba a encontrar caza y más caza. Y no es que esté en contra de la práctica cinegética o que me disguste, pero es verdad que hubo un tiempo que llegué a tenerle cierta fobia y de ahí ese cierto resquemor. Me explico.

Me pase la fase final de mi niñez y mis comienzos en la vida de los mayores escuchando y escuchando lances, recechos, esperas, monterías y tiros y más tiros. La panadería familiar a lomos de mi primo José María, mi tío Antonio, a veces mi padre, y Miguelín, y “el quijás”, etc., etc., más parecía el Frente del Ebro que una tahona de bollos; raro era el día que firme en mi puesto, en la retaguardia del peso, no acababa agachándome bajo el silbido de una bala o la atropellada carrera de un marrano. De aquí mis reticencias ante un buen número de episodios cinegéticos conversos a papel.

Pero bueno, es cierto que los cuentos, como las personas, no es bueno evaluarlas con la primera impresión.

En aquellos años de monólogo cinegético (mi faena era de oyente), al venir la mañana, pasaba de echar una mano en el horno a hacerme cargo de la venta del pan hasta que, apremiado por el colegio, era acompañado y después relevado, primero por la abuela para luego serlo por mi madre (Catalina). Pues en aquellos años conocí a un señor pequeño y serio que llegaba a primera hora, con las primeras luces, pese a su avanzada edad y pocos menesteres. En cierto modo me llamó la atención por ser la primera persona que tenía como encargo un pan especial para aquellos años: un bollo sin sal. El motivo parecía estar en problemas de salud.

Bueno, pues aquel señor con cara de pocos amigos pasó bastante desapercibido para mí hasta el día que no tuve otro acierto que mezclar su bollo con los normales y dejarlo sin su encomienda. Esperando un desaire por su parte y una no menos regañina del lado de mi padre por causa del desacierto, encontré un buen amigo de conversaciones.

Pues así fue, aquel señor que vivía en la calle Santa María y que hasta entonces parecía tener una cara bastante agria, resultó en realidad ser una persona de una disciplina tremenda, un gran autodidacta, un sereno conversador de lo cotidiano; un hombre que hacía de las cosas más nimias una lección de vida. El primero que conocí de una lista de señores mayores a los que valía la pena escuchar hablar de sus cosas y quehaceres, como luego lo serían Antolín, mi tío Dioni o, mucho después, Fernando, mi cuñado. Un gran maestro de esos a los que vale la pena poner atención, se aprende bastante.

Pues la misma ricia cometí con el libro susodicho. Esperando una secuencia de escenas de caza, que lo son, encontré el camino para llegar a lo más profundo de las entrañas de nuestra sierra, a su corazón. Sus cuentos (palabra mágica donde las haya) y relatos te ofrecen una aventura que comienza a los pies de nuestro pueblo y se desarrollan en la Sierra Morena parida por sus hijos. Y aquí paro no le reviente su discurso al bueno de Doe.


3 comentarios:

  1. http://www.almagaia.es/Alma_Gaia/Noticias/Entradas/2010/11/29_IV_Jornadas_Andaluzas_de_Senderismo.html

    No sabía cómo enviártelo.

    un saludo.

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  2. ¡Gracias! Tenemos que retomar el tema que me recuerdas, deberíamos prepararlo para la próxima primavera.

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  3. ¡qué barbaridad! ¿dónde se puede obtener dicho libro? pues, yo pensaba lo mismo que tú, que sería de caza y de pesca (por aquello del pantano).

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