jueves, 9 de septiembre de 2010

Textos para el folleto del Sendero del Bronce 3

Nos incorporamos al carril de tierra que nace donde acaba la pista de asfalto, ahora llaneamos un buen trecho hasta cortar por encima del cauce seco del arroyo Jamilena, forzando un giro a la izquierda de 90 grados. El sendero asciende serpenteando entre jaras y romeros hasta asomar a un puntalillo, enfrente nuestra nos ha venido observando un colmenar, por el que, tras girar a la izquierda, cruzaremos siguiendo la cuerda del propio puntal. El trayecto nos lleva a un fuerte descenso cuyo final nos obliga a girar a nuestra derecha para afrontar una subida larga y continua, pero de un nivel no muy pronunciado. Durante todo el trayecto, a nuestra izquierda, nos irá acompañando el “huerto Banderas” o del “Tío Feo”, prototipo de los huertos en barranco que se desarrollaron durante la segunda mitad del siglo XIX en el corazón de la Dehesa del Santo Cristo.

Se trata de un huerto encajado y escalonado que para riego hace uso del arroyo que corre parejo a él o, en ciertos casos, se ayuda de ingenios como pozos, norias y, como en este caso, de un socavón o mina de agua. Este conjunto de huertos se distribuye a la umbría del pueblo, dejándose caer hacia los ríos Rumblar y Grande, y tienen su origen en el periodo de convulsiones sociales que sucedieron a la desamortización civil de Madoz (1855): ante la privatización de las tierras del Común, la población rotura pequeñas parcelas que va transformando en huertos de subsistencia que, finalmente, en la década de los noventa del siglo XIX, propiciado por dos reales decretos, reconocen la propiedad de los colonos.

A media pendiente a nuestra izquierda, donde se deja notar la cota máxima que alcanzan las aguas del pantano, tenemos un itinerario alternativo, de trayecto más complejo, que nos acerca a Migaldías por un itinerario donde podemos apreciar una mayor riqueza botánica: iniesta, distintas variedades de jara, lentisco, esparraguera silvestre, romero, mejorana, cantueso, retama, etc. Si tomamos esta opción, hay que salirse de la pista principal por la vereílla que cruza a la otra vertiente de la “colilla” del pantano. En caso contrario, seguimos hasta el final de la larga cuesta, que gira apenas y sigue subiendo por un cordel más empinado hasta otear las parras del huerto Lobo; giramos a la izquierda sumándonos al camino principal que se nos ofrece y de nuevo a la izquierda siguiendo una curva de nivel que llanea hasta asomarse a las Piedras Bermejas. Giramos de nuevo a la izquierda descendiendo hasta el corazón de este hito geológico.

Ante nosotros se despliega un conjunto de bolos y canchales de color rojizo que salpican un espectacular relieve. Se trata de una brecha periférica del batolito de los Pedroches que, motivado por un enfriamiento mucho más rápido del magma, da lugar a un filón de pórfidos muy interesante que se despliega sin razón de continuidad por la vecina “Piedra Escurridera”. Donde el sendero viene recrearse en un pequeña vaguada, se nos oferta un empinado desvió de ida y vuelta que nos lleva al Fortín de Migaldías (es el trayecto que traeríamos si hubiéramos elegido el desvió de Migaldías en el Huerto Banderas). Allí localizamos un fortín de control del territorio vinculado a la explotación minera de la cuenca durante la Edad del Bronce (hace 4000 años). Ha sido excavado y rehabilitado de tal forma que podemos reconocer sus atributos y función (ofrece una panorámica magnífica de la “junta de los ríos” Grande y Pinto donde vienen a formar el Rumblar, de la Picoza (río Grande) y de la Verónica, poblado gemelo a Peñalosa. En esta zona, si descendemos por el camino un poco más en dirección al embalse, podemos apreciar las antiguas majadas de piedra, destinadas a guarecer los ganados merinos durante las postrimerías de la Edad Media.

Volviendo a la ruta principal, en la misma vaguada realizamos un fuerte giro que nos permite seguir bajando, ahora sobre los restos empedrados del antiguo “camino de San Lorenzo”, de posible origen romano. Nos llevará a la Alcubilla ascendiendo por el arroyo, casi siempre seco, del mismo nombre. Aquí nos encontramos un doble ingenio hídrico formado por un pozo y una alcubilla o arca de agua; se trata de un doble venero de agua, el primero salobre (para las bestias) y el segundo potable. Este tipo de equipamiento, a modo de aljibe, solía construirse para almacenar agua en las fuentes de escaso caudal. Si observamos con detenimiento, podemos llegar a encontrar la presencia de un pequeño tramo de acequia realizada con mortero de cal, de posible origen musulmán.

Frente a nosotros, al final de la etapa, se alza majestuoso uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura hortícola en barranco: el huerto Miguelico. Llegando a su tramo superior, habremos vuelto al punto de inicio. Una opción alternativa, abajo en la Alcubilla, es seguir ascendiendo por el arroyo de la Alcubilla que nos llevará a la Piedra Escurridera, verdadero monumento natural y etnográfico, y al Pocico Ciego, tramo que nos aleja relativamente del punto de arranque pero que nos lleva a una excepcional área recreativa (se está actuando en estos momentos).





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