PEÑALOSA
Hasta el momento es el poblado de la Edad del Bronce que mejor conocemos, no sólo de esta área sino también del sur peninsular, ya que ha sido excavado sistemáticamente desde 1986 por un equipo de arqueólogos de la Universidad de Granada. Pertenece a la Cultura del Argar, que se desarrolló durante la Edad del Bronce por las provincias de Almería, Murcia, Granada y parte de las de Jaén y Alicante, y estuvo habitado unos 400 años, desde el 1850 hasta el 1450 antes de Cristo.
Se asienta el poblado sobre un espolón de pizarra que se alza dominando el valle del río Rumblar. También controla el arroyo de Valdeloshuertos que, desde el núcleo urbano de Baños de la Encina, conduce a su desagüe en el río Rumblar frente al yacimiento; y el Arroyo de Salsipuedes, que a manera de desfiladero lo rodea por su parte occidental. Se trata por tanto de un enclave defendido de manera natural por una serie de acantilados pizarrosos, siendo tan sólo accesible por su parte occidental en la que se construye una gran muralla de varios metros de alta que fortifica el poblado. Sobre este majestuoso cerro y sus laderas se construyen las casas, sobre un terreno aterrazado, a modo de escalones, que se comunican entre sí por calles estrechas y pasillos. El poblado se completa con una gran cisterna en la parte más baja que recogería el agua de la lluvia, tanto para personas y animales como para los trabajos industriales que se desarrollan en el poblado. El urbanismo contempla también una compleja fortificación en la zona superior del cerro, que aparece encastillado como una acrópolis.
Los habitantes de este poblado explotaron fundamentalmente las riquezas mineras del valle, habiéndose documentado todo el proceso minero: extracción, reducción y fundición del metal y la fabricación de útiles y lingotes. Martillos mineros, hornos, crisoles, moldes, lingotes y objetos aparecen en el registro arqueológico de Peñalosa mostrándonos la importancia de la actividad minera y metalúrgica. La economía se completa con la producción agraria de cereales y leguminosas, así como la explotación de ovejas, cabras, vacas, cerdos y caballos. La caza y la recolección de plantas silvestres también desempeñaron un papel social y económico importante.
Un rasgo característico de esta cultura son los enterramientos en el mismo poblado, en el interior de las casas. Este rasgo se constata igualmente en Peñalosa, en donde aparecen distintos tipos de sepulturas: en fosa, en cista, en el interior de vasijas, en estructuras de mampostería, etc., siempre, como hemos señalado, en el interior de las viviendas. Los muertos, normalmente individualizados en grupos familiares (2 a 3 personas), van acompañados por ajuares materiales para la otra vida. La riqueza o la pobreza de estos ajuares han facilitado a los arqueólogos la clasificación de la comunidad argárica en distintas clases sociales, desde la más alta, formada por una aristocracia, hasta la más baja formada por siervos o esclavos.
Peñalosa sería por tanto un pequeño poblado de una hectárea y media, con una población pequeña de unas cien personas que centrarían su vida fundamentalmente en la explotación y la gestión de mineral de cobre.
LA VERÓNICA
Se trata de uno de los poblados más extensos de la Edad del Bronce del valle del Rumblar, ocupando unas 2 has. Al igual que Peñalosa su principal actividad fue la minera y metalúrgica. Se encuentra situado en un estrecho meandro que forma el río Grande un poco antes de unirse al río Pinto y formar ambos el río Rumblar. Ocupa, por tanto, una posición estratégica, alzándose casi unos 100 metros sobre el nivel del río. En esta zona el valle es bastante estrecho y apenas existe zona de vega para los cultivos de huerta, por lo que podemos pensar que el grano que llegaría para alimentar a sus habitantes vendría bien a través del intercambio o bien por medio de la redistribución que harían las élites aristocráticas.
Las repoblaciones de coníferas llevadas a cabo por el Estado en los años 60 del siglo pasado han alterado algunas de las construcciones del poblado de la Edad del Bronce. Paseando por sus laderas, que descienden suavemente en forma de lengua hasta el río, se pueden observar restos de los aterrazamientos artificiales que realizaron los argáricos para asentar el poblado, presentando una disposición similar a la conocida de Peñalosa. En la parte superior se rastrean restos de potentes construcciones que nos indican la presencia de una acrópolis fortificada coronando el cerro, al igual que la documentada en Peñalosa.
Desde este poblado se pueden contemplar distintos asentamientos contemporáneos: hacia el Oeste el fortín de Piedras Bermejas o de Las Migaldías y en dirección contraria, hacia el Este, el Cerro de La Atalaya, que constituye otro pequeño fortín. Justo enfrente, en dirección Norte, cuando el pantano está en su nivel más bajo se pueden contemplar los restos de un pequeño fortín de época romana que posiblemente controlaría los accesos hacia las minas.
Aún considerando como sobresalientes los valores históricos y culturales de este asentamiento, posiblemente sean los paisajísticos los que nos llamarán en mayor medida la atención. La sucesión de meandros que nos ofrece el río Grande curso arriba construye una postal magnífica.
CASTILLO DE BAÑOS
Este castillo, recientemente restaurado y puesto en valor, encerraba en su subsuelo grandes sorpresas desveladas por las excavaciones arqueológicas realizadas previamente. Estas labores han permitido conocer que los primeros habitantes de Baños de la Encina se asentaron en este cerro hace más de 5000 años. Son numerosos los restos arqueológicos correspondientes a la Edad del Cobre que nos indican la antigüedad del yacimiento. Han aparecido fusayolas relacionadas con la actividad textil, placas de arcilla, hachas y azuelas, cerámicas y otros restos materiales que nos hablan de las actividades realizadas por estas gentes. Posiblemente se escogiera este cerro por su situación dominante sobre la Depresión ya que desde sus alturas se pueden contemplar numerosos enclaves prehistóricos existentes en la zona, como el cercano Cerro del Tambor, situado en la carretera que va hacia la presa del Rumblar. Además del factor estratégico hay otro rasgo importante en las cercanías del Castillo de Burgalimar: la presencia de ricos filones de cobre en la Rafa de Baños también conocida como Mina del Polígono, y que se encuentra frente al castillo.
Sucesivamente este cerro seguirá habitado por poblaciones pertenecientes a la Cultura del Argar durante la Edad del Bronce. En las excavaciones del castillo se constata la presencia de algunos muros de gran envergadura que se correspondería con los muros maestros de las áreas de habitación. También en las laderas del castillo se pueden apreciar aún hoy restos de muros de pizarra que formarían parte de las viviendas de la Edad del Bronce dispuestas a lo largo de la ladera que en parte ha sido cortada por la carretera de acceso a Baños de la Encina desde Bailén.
Aparte de las construcciones han aparecido numerosos indicios de restos materiales de la Edad del Bronce como vasijas, punzones de hueso, objetos de metal, hachas, azuelas, molinos, manos de molino, etc. Entre este material destaca un conjunto de pesas de telar de gran tamaño, relacionadas con actividades textiles, posiblemente la confección de tejidos de lino. Pero sin duda alguna hay que citar la presencia de crisoles y toberas que relacionan este poblado con la actividad metalúrgica y con la explotación del mineral de la mina del Polígono. Ya que esta mina también fue explotada por los habitantes de Peñalosa podemos pensar en la estrecha relación que existiría entre ambos poblados, que estarían fácilmente comunicados a través del arroyo de Valdeloshuertos.
Fotografías: Proyecto Peñalosa.
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