viernes, 3 de septiembre de 2010

Desde el otero

Hubo un tiempo, hace ya muchos años, que fui todo un hacha jugando al futbolín, pero como se jugaba en Baños, sin pasar la pelota entre los delanteros.

Por aquellos años era buen amigo de Joselito, el del “francés”. Allí, en el salón grande de su bar, que ha sido de todo, por entonces finado salón de baile, nos juntábamos algunos más, entre ellos Mario, mi tocayo José María, sobrino de la familia del estanco que vivía por entonces en Vallecas, y Javi, también foráneo que veraneaba al principio de la calle Mestanza.

Como decía, por aquellos años era muy bueno jugando al futbolín, pero un “matao” para el billar. Creo que aprendí mucho de Joselito que era verdaderamente bueno en este ocioso menester. También por aquellos años, según mejoraba en el juego, fui haciéndome a la estrategia de no aflojar, de no soltar amarras, de no comentar, de callarme hasta el final por muy bien que me fuera. Vamos, es lo que hoy llaman los futboleros y deportistas en general como no perder la concentración. Así, aunque no siempre, fui capaz de llegar a ganarle, como algo cotidiano, al “ruper”, de mi época, uno de los mejores del futbolín de “Ramoní”. Y también le gané a Joselito, aunque fuera en contadas veces, eso sí, en el futbolín viejo, el bueno.

Luego, cuando me fui a Jaén a estudiar llegue a formar una pareja invencible con mi buen amigo José María, “el torreño”, hijo del propietario de los autobuses de línea de Torres a Jaén. Yo en la defensa, machacando a porretazos, y él delante con una precisión tremenda. Fuimos ganadores del campeonato oficioso del Colegio Universitario, digo oficioso porque se nos retiraron todos antes de llegar a la final. Al hilo, hace relativamente poco tiempo, tuve un encuentro inoportuno con una pareja de entonces (de juego) que ofendida me decía que tenían que jugar con nosotros con casco de motorista en la cabeza.

Desde esos gastados años creo que la prudencia me ha ido acompañando en todas las facetas de la vida, no sonrío hasta que por fin, en lo que estoy, he llegado a buen puerto. Así me ha ocurrido con el desarrollo de la película del Capitán Trueno, hemos ido trabajando de manera callada, sin pausa, pero cuando ayer vi las fotografías de José María Valle donde un falso musulmán asomaba por encima de una almena de nuestro castillo, sonreí y me lo creí.


Fotografía: www.bdelaencina.com

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