II.- EL TERRITORIO MARCO, breve historia jurídica y económica
El territorio en el que están presentes la mayoría de las torrucas se corresponde con aquel espacio geográfico que, tanto en las Ordenanzas Municipales de Baños de la Encina de 1742 como en el Catastro del Marqués de la Ensenada, es señalado como dehesa cerrada o acotada de la Villa. Son tierras que en origen fueron destinadas al uso del Común, pero que tradicionalmente venían siendo destinadas a pastadero invernal del ganado merino venido en trashumancia desde los Montes Universales (Cuenca, Teruel y Guadalajara) a través de la Cañada Real Conquense o de “los serranos”. Esta actividad dejaba cuantiosas ganancias en las arcas de la Corporación Local mediante el pago de arriendo de los pastos, hecho que queda refrendado en las mencionadas Ordenanzas Municipales.
“... y los herbages de Navamorqui, Navarredonda, Llano y Corrales lo estan para el ganado merino, enprecio de estas quatro de dos mil y quinientos reales”.
Este territorio, ahora y en el siglo XVIII fragmentado, coincide con aquella “defesa cerrada de Navamorquina” que Alfonso X El Sabio donara para su disfrute a los vecinos de Baños allá por el S. XIII (uso del Común). Fuero que sería ratificado por todos los monarcas posteriores, como los propios Reyes Católicos.
“Por facer bien y merced al Concejo de Baños, dóles y otórgoles la defesa de bellota y de yerba que an, que les a donado el Rey don Alfonso mío padre, que la hayan defesada de aquí en adelante, assí como la ovieron el tiempo del Rey mío padre, según dize la Carta que ellos tienen a esta sazón. E mando e defiendo firmemente que ningunos pastores nin vaquerizos nin otros ningunos non sean osados de entrar nin meter ganados en aquella defesa.
En la actualidad, este territorio da cobijo a varias fincas que combinan su uso principal ganadero (básicamente toro de lidia) con el cinegético. Entre estas fincas, podemos reseñar Garbancillares, Los Llanos, Dehesilla, Navamorquín, Marquigüelo, El Retamón, Doña Eva, Monasterios y El Quinto. Sin embargo, para ser justos con la historia y no distorsionar el territorio (como ahora lo hace el embalse del Rumblar creando fronteras donde no las ha habido nunca), habría que introducir otras heredades que también formaban parte de aquéllas cuatro dehesas que se mencionan en las Ordenanzas Municipales de 1742 en la que se segregó la dehesa medieval de Navamorquina (Navamorquín, Navarredonda, Llano y Corrales), como Barranco la Yegua, Atalaya, Navarredonda y Santo Cristo.
Como decíamos, se trata de un ámbito geográfico caracterizado por unas escasas cualidades agronómicas debido al material geológico que le da cobijo y los suelos derivados, en el que la encina y su cohorte (brezo, madroño, jara, romero, cantueso, etc.) son la cobertura vegetal dominante. En zonas de mayor humedad o umbría aparecen otras especies arbóreas como alcornoque, quejigo y roble melojo. Sin embargo, este territorio, pese a su escasa capacidad agraria, tras la completa roturación del valle y la primera aparición extensiva de olivar, paso a ser intensamente gestionado bajo un complejo sistema económico amparado en el carácter comunal de estas tierras. En el territorio, su más evidente expresión la tuvo en un elemento constructivo del que aún tenemos evidencia: la torruca.
Conozcamos un poco de la historia local de este periodo. En el S. XIII los vecinos de la aldea de Baños, bajo jurisdicción del Concejo de la ciudad de Baeza, estaban exentos de cargas económicas por hacer uso de la dehesa de Navamorquina, gracias al privilegio otorgado por Alfonso X. Con posterioridad, en el primer tercio del S. XVII (1626), el Concejo aldeano compra el título de villa, y por tanto las tierras, al rey Felipe IV. Este hecho supuso la segregación de la ciudad de Baeza, la construcción de un término municipal propio y la conversión de todas las tierras del término en propiedades del Concejo (en teoría, pues en la práctica los regentes del nuevo Concejo iniciaron un proceso de apropiación ilícita de las tierras más fértiles ubicadas en los Ruedos de la villa -Huertas- y las tierras de labor inmediatas al Camino Real de Andalucía –Campiñuela-).
En este momento, cuando se configura el término histórico de la villa de Baños de la Encina, es cuando hay mayor cantidad de tierras en régimen del Común. Es también el momento en el que la antigua dehesa cerrada, es decir las ahora cuatro dehesas de Navamorquín, Navarredonda, Llano y Corrales, quedan restringidas a los aldeanos durante el periodo anual que eran ocupadas por las mesnadas merinas trashumantes.
“Assimismo ordenamos que los ganados de vezinos de esta Villa de qualesquiera espezie que sean no entren en las Deesas âcotadas Zerradas deste termino en las de Navarredonda, Llano, Corrales y Navamorqui (que son de Ymbernaderos de Ganados Merinos), desde el dia del Señor de San Miguel veinte, y nueve de Septiembre asta veinte, y cinco de Marzo del año suzesivo ...”
Es en este S. XVII, cuando los regentes del concejo local realizan la apropiación ilícita de las tierras del valle (Campiñuela) cuando se produce la intensificación agraria del mismo valle, introduciendo nuevos cultivos (olivar) cuya producción está destinada a los mercados internacionales. Es ahora, saturado el valle, cuando se propulsa el desarrollo agrario de un ámbito territorial hasta entonces inédito en esta materia: lo que se conoce como sierra baja, es decir nuestra antaño “defesa cerrada o âcotada”. El nuevo uso económico de estas dehesas se desarrolla mediante un complejo sistema en el que se alternan en el tiempo labores forestales, agrarias y pastoriles; conviviendo a lo largo del año distintas actividades y personas de origen diferente: bañuscos y “serranos” trashumantes. Entendamos lo hasta ahora narrado.
Cuando en el S. XVII los vecinos compran las tierras, jurídicamente tienen que convivir las propiedades del Común (dehesas acotadas) y los nuevos bienes de propios. Este hecho provoca el desarrollo de un doble proceso; desde la vertiente jurídica, las tierras del valle comprendidas entre el Camino Real y el núcleo urbano, en teoría comunales, en la práctica pasan a ser utilizadas en exclusividad y propiedad por la oligarquía asentada en el Concejo regente de la Villa, aunque los rastrojos, tras la siega, siguen siendo de uso común (la muestra más evidente son las huertas amuralladas aún vigentes al sur de núcleo urbano -huerta Zambrana o las del Camino de Baylen-). Desde la vertiente económica se desarrolla en el valle un pujante proceso de implantación del olivar, paralelo a la intensificación agrícola de la dehesa boyal o de “Navamorquina”, ahora ya segregada. Así lo demuestra el crecimiento vertiginoso de industrias de molienda, tanto aceiteras como cerealísticas -incluso se llega a construir un molino de viento al modo manchego-:
“Asimismo hay, dentro de la poblazión de esta villa, veinte y dos molinos de azeite con veinte y quatro piedras; y extramuros quatro casas de campo molinos de azeite con seis piedras; ...”.
Ahora la Sierra Alta se especializa en usos económicos de carácter comunal, subsistencial y autoconsumo (leña, caza, recolección de productos silvestres, etc.). La intensificación del uso económico de la dehesa se realiza bajo un complejo sistema agronómico denominado roza de cama, que tendrá en la torruca su eje organizativo y su mayor expresión cultural en el territorio.
“Y por quanto mediante la cortedad de Campiña de este termino es preziso ê indispensable a los Vezinos de esta Villa el recurso para sembrar â la tierra montuosa rozarla, y quemarla pues sin este beneficio no pudiera subsistir este Pueblo para que este se execute sin que el comun experimente daño en el destrozo de los Arbolados, ôrdenamos, y mandamos que cualquiera Vezino de esta Villa que en fuerza de su privilegio y de esta prezision pretenda ô intente hazer rozas para sembrar pida antes â esta Villa Junta en su Ayuntamiento Lizencia con exprezion del sitio donde intenta hazerla, y de la extenzion, y cavida que ha de tener para que informada la Villa de la Calidad de la tierra pueda zeñir la Lizencia â el modo que mas convenga ô bien sea dandola para que se execute la roza sin resevar Arvol alguno por contemplar no ser apreziable, ni Criaderoô bien con la reserva de los Arboles que puedan ser frutiferos, sin que por esto se entienda perjudicar el derecho, y Libertad que los Vezinos tienen por Real Privilegio de todos los Aprovechamientos, del sitio, y termino privativo, ...”.
III.-LA ROZA DE CAMA, modelo agrícola de explotación del territorio
Durante el siglo XVII la oligarquía local había ido acumulando capital procedente del usufructo de las fértiles tierras más inmediatas al núcleo urbano, la Campiñuela (cereal y productos hortícolas). Tierras, por otra parte, que eran las de mayor calidad edáfica y las que mejor acceso tenían a los veneros acuíferos del sustrato geológico. Este enriquecimiento, junto a la viabilidad comercial que el Camino Real proporcionaba -serpenteaba bajo la Villa camino del principal puerto indiano: Sevilla- y el control político del territorio ejercido por el Concejo ya desde este mismo S. XVII, propició la masiva introducción del cultivo de matas de olivar. Este proceso salpicó el Camino Real, a su paso por la Villa, de grandes caseríos/almazaras -Salcedo, Manrique, Mendoza, Conde de Benalúa- que se instituyeron como centros neurálgicos para la organización de esta nueva producción agraria. El inmediato déficit cerealístico por la reducción de tierras destinadas a este nuevo uso, se saldó con la intensificación agrícola de las tierras serranas más inmediatas, al norte del núcleo urbano, una vez superado el río Rumblar: la dehesa cerrada de Navamorquina.
Hasta este momento esas tierras serranas habían estado destinadas exclusivamente a pastadero, usado en menor cuantía e intensidad por las gentes de la villa (agostadero y montanera para cerdo), pero de manera intensa por ganaderos merinos trashumantes, principalmente del ámbito de la serranía de los Montes Universales, pero también de otras sierras de la provincia de Jaén como Mágina y Segura. De manera complementaria, la población local había obtenido caza y leña. A partir de este momento el sistema agronómico necesita mayor complejidad para dar respuesta a las nuevas demandas de la población local: se implantará lo que la población local denomina roza de cama. Se trata de un sistema que, teniendo como punto de partida la baja calidad edáfica de los suelos y la benignidad climática invernal, sabe sacar el máximo rendimiento a estas tierras, favoreciendo la evolución desde un monte cerrado mediterráneo a un espacio claramente adehesado.
“ ... para hazer la roza, que llaman de cama, la que executan los vezinos desta Villa, talando, y quemando el monte bajo de dichas tierras. Cuias cenizas las venefizian para su produzion.(...) Y en las que se haze la roza de cama, quemando el monte, conzivo benefizio de las cenizas quedara de sexta calidad y produze trigo, con la intermision de veinte o mas años respecto a que es precisso crie nuevo monte, para volber a hazer dicha roza, y quema, para poder sembrarla.”
Este modelo de explotación agrícola muestra tres fases bien diferenciadas que vienen a constituir un ciclo de una duración aproximada de veinte años:
“… Y veinte de hueco, por lo que toca a Roza de cama, hasta que otra ves, assi unas como otras tierras, con el veneficio del nuevo Monte, se proporcionan para otra sementera; …”
1. Inicialmente son los carboneros o piconeros locales los que, tras cortar o rozar el monte (hasta entonces el monte simplemente era quemado para un mayor rendimiento de los pastos), mediante una incompleta combustión obtenían carbón y picón. En líneas generales, la encina y el brezo de mayor tamaño era destinados para fabricar carbón; de la jara y otros pequeños arbustos como el lentisco, se obtenía picón o cisco. Estas gentes fueron los primeros constructores de torrucas. Aunque en algunos casos fueran los pastores, aquéllos serían también sus últimos moradores ya en el último tercio del siglo XX.
2. Tras la roza y quema del monte, serán los agricultores los que les sucederán obteniendo cereal de estas tierras enriquecidas con las cenizas de la quema -principalmente trigo, avena y cebada-. Esta actividad, debido a los raquíticos suelos serranos, no se alargaba más de dos o tres años. Es en esta segunda fase del sistema cuando se construyen, de manera selectiva, las primeras eras para trillar y aventar el cereal.
No será en este primer momento, segunda mitad del S. XVII, cuando la construcción de molinos tenga un crecimiento importante; sino que será ya con el nuevo siglo XVIII cuando la actividad molinera denote un aumento importante, sobre todo en su vertiente hídrica; a destacar los molinos de Valhondo en el Rumblar o los de la Picoza, cercanos a la desembocadura del río Grande en el Rumblar. Como ya comentamos anteriormente es el momento en el que, debido a la cercanía e influencia cultural manchega, se edifica el molino de viento del Santo Cristo.
Posiblemente, otra estructura serrana que aparece diseminada por todo el territorio pertenezca a este periodo. Se trata de pequeños hornos para cocer pan, exentos, cuya bóveda de ladrillo y revoque en barro se asienta sobre una base de piedra.
“Dijeron: (…hai dos molinos arineros con dos piedras cada vno, que muelen con el agua del rio Errumbrar desde primero de Noviembre, hasta ultimos de Maio (…), y que entre la mojonera de este término y del de la villa de Baylén hai otro molino de una piedra (el que siempre se ha tenido por de dicha villa), que muele con agua del citado rio Errumbrar (…). Y que en este término y en el mismo río ha avido otros dos molinos …”
3. La tercera fase es aquélla en la que, una vez abandonados los cultivos por su escasa productividad, hacen su aparición los ganaderos. Ahora habrá una utilización parcial de estas tierras, a modo de pastadero para sus animales (principalmente ganado merino). Tras un periodo que se alarga unos quince años, abandonan las tierras utilizadas alternando con otras nuevas previamente trabajadas y preparadas por el agricultor. En líneas generales, hasta entonces, estas tierras sólo habían sido utilizadas por los ganaderos trashumantes debido a su escasa bondad estival (único periodo en el que los aldeanos podían utilizar estos pastos), lo que no permitía ningún aprovechamiento alternativo. Los aldeanos se limitaban a la explotación ganadera de la rica dehesa que aún quedaba en la Campiñuela y, tímidamente, se adentraban en la zona de monte adehesado y escasa pendiente más inmediata a los ríos Rumblar y Grande en la que los restos de unas excelentes construcciones, las zahurdas, nos muestran una floreciente explotación porcina (Marquigüelo y Cabrera). Es a partir de este momento cuando, a lo largo del año, la cañada local comienza a realizar movimientos trasterminantes, comenzando a aprovechar durante el estío los rastrojos serranos.
“Ordenamos que todos los rastrojos de dichos ruedos de las sierra, y Campiñuela del termino de esta Villa án de ser de Comun áprovechamiento para los ganados de los Vecinos de ella sin que en ello se pueda poner ôbice ni embarazo alguno…”
En poco tiempo, el bosque de jara se recuperaba favoreciendo el reinicio del proceso, aunque ahora, en la primera fase, sólo se podía obtener picón debido a la ausencia de arboleda. En todos los casos, la presencia de la oveja permitía el abonado natural de las tierras y su mejora productiva.
IV.- LA TORRUCA, eje cultural del territorio
Como hemos podido ir apreciando, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, en el entorno mariánico más cercano al núcleo urbano de la villa de Baños de la Encina se desarrolla un conjunto de procesos de carácter económico que han condicionado gran parte de los aspectos que constituyen este ámbito serrano. Bueno, pues todos ellos se encuentran bajo el amparo de una pequeña construcción en piedra seca y techumbre de monte:
- Este proceso motivó el momento histórico durante el que este territorio serrano tuvo más población (junto con la fase minera); hoy, por el contrario, se nos muestra como un desierto demográfico.
- El paisaje adehesado, posiblemente desde la vertiente ambiental el mejor encuentro entre la naturaleza y el hombre, es fruto de la ardua labor de las gentes de entonces.
- La serranía, un espacio en el que la tónica general es la ausencia de patrimonio cultural (como así lo demuestra la sierra alta), aparece dotada aquí de un conjunto de bienes con un alto potencial patrimonial (torrucas, eras, hornos, molinos de agua, pilares y abrevaderos, etc.).
- Desde la vertiente económica, se constituyó como uno de los pilares que soportaron la bonanza económica de la villa en estos años, favoreciendo el desarrollo arquitectónico de la misma (Conjunto Histórico Artístico de Baños de la Encina).
Por tanto, podemos hacer responsable a esta construcción, a este modelo de hábitat, de la gestión de un sistema económico complejo que favoreció, en líneas generales, uno de los periodos más benignos de la historia de la villa de Baños de la Encina.
BIBLIOGRAFÍA
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CAMACHO SÁNCHEZ, Mª DOLORES y CAMACHO RODRÍGUEZ, JESÚS ANDRÉS: Sierra Morena durante la época precolonial según el Catastro del Marqués de la Ensenada. La Carolina, 1992.
CATASTRO DEL MARQUÉS DE LA ENSENADA. Baños de la Encina.
CONTRERAS CORTES, FRANCISCO et al. Hace cuatro mil años, … Vida y muerte en dos poblados de la Alta Andalucía. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Armilla, 1998.
ESTEBAN CAVA, LUIS: La serranía alta de Cuenca. Evolución de los usos del suelo y problemática socioterritorial. Univesidad Ménendez y Pelayo. Tarancón, 1992.
MENÉNDEZ MARTÍNEZ, JOSÉ MARÍA et al.r: El Camino de Andalucía. Itinerarios históricos entre la Meseta y el Valle del Guadalquivir. Ministerio de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente. Madrid, 1993.
RAMOS VÁZQUEZ, ISABEL: Memoria del Castillo de Baños de la Encina (S. XIII-XVII). Universidad de Jaén. Jaén, 2003.VARIOS AUTORES: “Sierra Morena Oriental”. Cuadernos de trashumancia, nº 7. ICONA. Madrid, 1993.
en la pagina del cronista de guarroman hay un articulo en temas de guarroman, que se llama olavide, las tabernas el vino y los colonos, hace mencion a la venta miranda. leelo es muy interesante.
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