En ocasiones, la
memoria es caprichosa.
De esta casona de
calle Fugitivos, el primer recuerdo que tengo es de cuando crío. Creo que no
llegaría a los diez años, cuando, por cuestiones de una mala caída y la preceptiva
vacuna del tétanos, tuve que ir al dispensario médico del pueblo. Por entonces,
el consultorio estaba ubicado en los bajos de este edificio, en calle Fugitivos
y a tiro de piedra de la lonjilla de la Cestería. Del trámite tengo poco
recuerdo, pues quedó apagado por una pelea a silla limpia entre dos señoras: Jerónima
y Juana la Punta, ¡desavenencias entre
vecinos! Tiempo después, cuando ya andaba metido con las historias de la
Historia, casi quedé de piedra al conocer que aquella sala médica, realmente
fue tahona en las postrimerías de la Edad Moderna. En cuanto se refiere al
pueblo de Baños, el catastro del Marqués de la Ensenada (1754) nos dice que el
inmueble estaba considerado como horno de pancozer,
uno de los dos que tenía en propiedad la ‘fábrica de la parroquial’, y que
estaba bajo la administración de Antonio Joseph Lechuga, presbítero de San
Mateo. Al hilo, recordé una charla con mi padre, panadero de raíces, que vino a
decirme que, en aquel sótano, tras regresar de Barcelona, tuvimos la primera
vivienda. Mis padres, como casi todo hijo de vecino de la posguerra, después de
trastear en todos los asuntos laborales habidos y por haber, costura, ranchería,
panadería, yuntería, tejares…, se vieron abocados a emigrar. En su caso a Cataluña,
donde nació un servidor. Por cuestiones de salud, se vieron obligados a volver y,
tras algún intento fallido, arrendaron la tahona donde mi padre había ejercido
la profesión: el horno de Cañizares, que no es otro que la casa que nos trae.
Después vinieron otras panaderías, primero la del Serio y por último Barbecho,
en el Cotanillo. Este último, en realidad, había sido el horno familiar desde
los primeros años 20 del siglo pasado, aunque desde mucho antes ya venían ejerciendo
el noble arte de amasar hogazas en los poblados mineros de Araceli y El
Centenillo. En Baños de la Encina, mis primeros días de cuna, mi primer echar a
andar y parlotear, fueron en los bajos de esta casona. Pero, puesto a recordar detalles,
no me acuerdo de nada.
Lámina 1. Casona
de los Medinilla u horno de Cañizares, en calle Fugitivos.
Años después, en
mis días como monitor del programa de Escuelas Taller, cuando señalizamos cada
casona con su apelativo correspondiente, no recuerdo el porqué, pero esta,
sabiendo que era nombrada de Medinilla, quedó sin identificar ni señalar. El
azar es a veces premonitorio, te deja una cuenta pendiente.
Cruz inversa o pretina
en casona de calle Fugitivos
Días atrás, husmeando
para el inventario que estamos realizando, que es en cuestión de cruces de
calvario, en la brenca derecha de esta casa, en el umbral, localizamos una cruz
inversa o petrina. Aunque pueda
parecer extraño no es una marca singular y ocultista, todo lo contrario, su
simbología no tiene ninguna carga negativa pese a la mala prensa que le ha dado
el sensacionalismo esotérico y satánico. Hemos identificado hasta cuatro cruces
de este tipo en distintas casonas y diferentes partes de las mismas: en el umbral de una bodega de vinos, en el
frente de fachada de una casona ilustre y en la esquina de la sacristía de San
Mateo. En realidad, se trata de la cruz de San Pedro. El primer obispo de Roma,
antes de su martirio, creyó que no era digno de morir como su maestro y pidió ser
crucificado a la inversa que Jesucristo. Esta cruz es símbolo de humildad, de servicio
y fe inquebrantable. Desde la vertiente que nos trae, el vecino que cincela esta
marca en su casa, contrariamente a lo que haría el cristiano viejo, tiene la
necesidad de comunicar, de exhibir en lugar bien visible y con humildad su
situación, su nueva y completa pertenencia a la comunidad cristiana. Este sería
el caso de un judeoconverso, también de un morisco, que recientemente hubiera sido
bautizado. Relacionado con este hecho, cuando identificamos su presencia, nos
llamó la atención que, unos centímetros por encima, en la junta entre sillares,
apareciera un pequeño agujero relleno con un bastoncillo de madera. Las
astillas aún están allí. En consecuencia, evaluando los argumentos anteriores, barajamos
la posibilidad de que fuera el enganche de una mezuzá, aunque también cabía la posibilidad que estuviéramos en un
error y nada tuviera que ver con el asunto que barruntábamos. En su caso, la mezuzá es una cajita de madera, la que
usa la población judía para contener un pergamino con dos versículos de la
Torá, en concreto del Deuteronomio[1]. Estos fragmentos son la
base de la alianza del judío, como pueblo y como individuo, con Yahvé. Engarzada
al umbral de las puertas, tanto domésticas como de juderías y murallas, la mezuzá, la exposición de su contenido
como parte fundamental de la alianza del pueblo judío con Yahvé, asegura una
cosecha abundante, la salud de los ganados y la prosperidad del ‘pueblo
elegido’. Como decimos, podíamos errar en nuestra conclusión, pero, con la
convicción de que cabía la posibilidad, nos pusimos a trabajar en dos frentes
que deberían dar por buena la hipótesis, es decir, que la casona tuviera un
origen judío o judeoconverso, o que, por el contrario, la refutaran. De una
parte, teníamos por delante la interpretación de un emblema, que no escudo heráldico,
que está situado inmediatamente por encima del dintel; y, de otra, tendríamos
que identificar si existían similitudes entre la fachada de este edificio y las
casas judías que, como tal, han identificado otros autores, si es que el judío o
el judeoconverso seguía algún patrón específico, diferenciador, en la
construcción de sus viviendas.
Antes de comenzar
el análisis, es necesario indicar que descartamos que otra marca o signo
lapidario presente, la que aparece cincelada en el propio dintel, tuviera
interés para nuestro estudio, en concreto una cruz paté o patada. Con seguridad
está relacionada con los trinitarios[2] y, probablemente, fue
grabada con posterioridad, cuando el edificio pasó a ser propiedad de la
fábrica de la parroquial. Al menos así se deduce del marco que la contiene, un
tondo labrado en hueco relieve. Originalmente, la piedra del dintel debió estar
limpia, sin ningún grabado, pero, posteriormente, cuando quedó bajo la potestad
de la parroquia, la cruz fue cincelada ‘in situ’ mediante la técnica del hueco
relieve.
Lámina 2. Cruz
inversa en la brenca derecha. Justo por encima, en la junta de sillares, aparece
el agujero de la mezuzá. Se puede apreciar la arista en bisel y el rebaje de
afilar herramientas de corte.
[1] Deuteronomio 6, 4-9:
Escucha Israel: Yahveh, nuestro Dios Yahveh es uno.
Amarás, pues a Yahveh, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu fuerza. Y estas palabras que hoy te ordeno estarán grabadas sobre tu
corazón. Las inculcarás a tus hijos y hablarás (siempre) de ellas, ya
permanezcas en tu casa, ya andes de viaje, al acostarte y al levantarte. Las
atarás como una señal sobre tu mano y serán como frontales entre tus ojos.
También las escribirás sobre las jambas de tu casa y en las puertas.
Deuteronomio 11, 13-21:
Y acaecerá que, si obedecéis puntualmente los
preceptos que yo mismo os he dado hoy para amar a Yahveh, vuestro Dios, y
servirlo con todo vuestro corazón y toda vuestra alma, concederé la lluvia a vuestra tierra a su tiempo, la primera lluvia y
la tardía, y cosecharás tu grano, tu mosto y tu aceite. Daré asimismo hierba a
tu campo para tu ganado, y te alimentarás y saciarás.
Tened mucho cuidado, no sea que vuestro corazón se
haga tan abierto, os descarriéis y sirváis dioses extraños y los adoréis;
porque la cólera de Yahveh se encendería contra vosotros y cerraría el cielo, no habría lluvia, el suelo no daría su
fruto y pereceríais pronto sobre la tierra que Yahveh os entrega.
Grabad, pues, estas palabras en vuestro corazón y
vuestras almas, y ligadlas como señal sobre vuestra mano y sirvan como
frontales entre vuestros ojos. Enseñádselas a vuestros hijos, hablando de
ellas, ya reposes en casa, ya vayas de camino, ya te acuestes, ya te levantes. Y las escribirás sobre las jambas de tu
casa y en tus puertas, para que vuestros días y los días de vuestros hijos
sobre el suelo que Yahveh juró a vuestros padres darles sean tan numerosos cual
los días del cielo sobre la tierra.
[2] CANTARERO QUESADA, JOSE MARÍA
(2024): La orden de la Santísima Trinidad en Baños de la Encina. Caminos,
hospital de transeúntes y cofrades. En XII
Congreso Virtual sobre la Historia de las Vías de Comunicación, pág.
95-108. Jaén.
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