miércoles, 3 de noviembre de 2010

Textos para el geosendero de la Pizarrilla 1

Arranca nuestro recorrido junto a la Casa del Pueblo, edificio anecdóticamente edificado con parte de los sillares de arenisca que formaban parte de la vieja iglesia de Santa María del Cueto. El lugar de inicio, señalado mediante un enorme mojón de piedra, apenas dista 200 metros del Punto de Información Turística.

Nuestra ruta avanza en primera instancia sobre el Camino de la Cueva de la Mona, cuya traza va rompiendo en descenso y muy suavemente una curva de nivel que abraza el Cerro del Cueto sobre el que se asienta el castillo de Baños. En todo este primer tramo del trayecto la pizarra se adueña del suelo que vamos hoyando. A nuestra izquierda y en alto, tierras de labor y olivar se derraman en anchos bancales que escalonan la loma del castillo, terrazas que dejan entrever episodios ocultos bajo la sepultura de los años. A nuestra derecha, sobre la cola del pantano del Rumblar, la vista nos ofrece una abierta panorámica dominada por suaves lomas de pizarra que se suceden hasta romper contra el macizo granítico del Navamorquín que cierra el horizonte. Hace 550 millones de años nos situamos en un mar somero donde se iban acumulando arenas y fangos carbonatados y cuyas costas estaban situadas algo más al norte, en la actual y cercana línea de cuarcitas de Despeñaperros (Santa Elena); hace 320 millones de años, debido a la orogénesis Hercínica, los sedimentos depositados fueron sometidos a fuertes transformaciones (metamorfismo) y deformaciones (pliegues y fallas) y, posteriormente, a su levantamiento y emersión definitiva. El mar se retiraría definitivamente y, desde entonces, el relieve permanece emergido y sometido a la erosión. Las arcillas se transformaron en pizarras metamórficas y aquellas antiquísimas arenas litorales dieron origen a los resistentes niveles de cuarcita armoricana, cuyos estratos verticales se erigen como centinelas en el Desfiladero de Despeñaperros.

A poco, por la izquierda, viene a nuestro encuentro la Cueva de la Mona, cuya verdadera denominación es de “La Niña Bonita”, ¡vaya de manera de trocar topónimos! Frente a ella, ya en el piedemonte, a modo de una alargada y gigantesca cicatriz, nos aparece la “Rafa minera del Polígono – Contraminas”. Una y otra son firmes testimonios del pasado minera de la zona. La segunda consta de un complejo formado por una mina a cielo abierto laborado ya desde la Edad del Cobre -hace más de 4000 años- (azurita y malaquita), cantera de arenisca y pozos mineros de los siglos XIX y XX (galena argentífera). La primera, la cueva, siendo una cata minera viene acompañada de bellas historias que la acercan a un origen legendario de riquezas, batallas y bellas damas.








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