Baños de la Encina: un pueblo hecho a la medida de sus piedras.
La fisonomía de Baños parece tan agarrada a la piedra que lo sustenta que más bien simula ser una prolongación de ésta. Baños, cabalgando a la grupa de la falla de su mismo nombre, parece haber mamado la tradición de la piedra desde su mismo nacimiento y, aunque el carácter pétreo de sus fachadas es el hecho que más le caracteriza, en todos y cada uno de los momentos de su historia, en todos y cada uno de los episodios de su cotidianidad, la piedra, sus piedras, están presentes.
Así, la más antigua de sus piedras, la pizarra, aún no siendo excelente como cubierta, ha sido protagonista en todas las construcciones serranas desde el primer momento que el hombre hoyó el pellejo serrano. Poblados de la Edad del Bronce, como Peñalosa, Verónica o Migaldías, elevan al cielo anchas murallas escalonadas que simulan complejos laberintos. En su interior, tapaderas de pizarra alternan con molinos de granito, moldes para fundición de arenisca roja, chinos de cuarcita y todo un elenco de minerales de cobre. Por cubierta, un perfecto entrelazado de arcilla del Rumblar, ramas y monte, y anchas lajas de pizarra, omnipresente en el devenir cotidiano de esta cultura.
Pero la pizarra se ha mostrado como una constante en toda la urbanística de nuestro ámbito, como así atestiguan pequeñas construcciones agropecuarias serranas (torrucas, parideras, casas de huerto, rajales de colmenas, zahurdas, …, y hasta eras de pan trillar). Pero es en las grandes construcciones donde la pizarra se muestra como una joya arquitectónica por reconocer; y así lo dejan sentenciado ejemplarmente poblados mineros como los de El Centenillo o Araceli, la colonia del Embalse del Rumblar o construcciones taurinas como el cortijo de Corrales. Pero, por tener presencia, hasta en las más viejas cañerías de saneamiento del pueblo o en las coberturas a dos aguas de muros y “bardales” deja la pizarra su estampa.
Menor ha sido el uso de otras rocas como el granito, sólo presente en molinos de mano, volanderas y soleras del molino de viento y empiedros de almazaras; o la arenisca del mioceno o tosca, como se la conoce popularmente por estas tierras, usada, una vez machacada, para lavar la vajilla o para “blanquear” cocinas y “redores” (bajos de las paredes) mezclada con agua. Aunque es necesario dejar constancia que en el dominio granítico las construcciones han seguido sus pautas, dejando muestras de la calidad etnográfica de los “molinos de Juan de las Vacas” o la categoría monumental del recinto fortificado de las Salas Galiarda, en cuyo entorno se localizan varios sarcófagos antropomorfos que utilizan esta misma materia pétrea.
Pero por su dureza y fácil labrado han sido las canteras de arenisca roja sobre las que se asienta el pueblo de Baños la que mayor presencia ha tenido en el afán cotidiano de los bañuscos. Ha estado presente en muros y paredes, descompuesta o en sillares, formado con sus ripios calles y eras empedradas, bien labrada como losa de mejores suelos; pero siempre ha estado en todas y cada una de las actividades cotidianas: brocales y piletas de pozo, pesebres, bancos y lonjas, chimeneas, amoladeras, pilas de lavar, mojinetes para majar esparto, enseñas heráldicas…, y hasta como losa que silencia sepulturas por los llanos del valle.
Pues éste es el ofrecimiento que hace este geosendero que, mediante la unión de varios, viejos y polvorientos caminos, nos permite realizar un circuito “extramuros” al pueblo de Baños de la Encina bordeando, cuando no atravesando, sus antaño tierras de los “ruedos”. Vamos a conocer las piedras en las que hunde el pueblo sus raíces, pero también como les ha ido dando uso cotidiano hasta armar la historia de sus gentes y de sus cosas.
La fuerza didáctica de esta ruta es tal que nos va a permitir navegar sobre mares de negra piedra, seguir con la mirada las suaves formas de dunas subacuáticas fosilizadas, pastorear rojizos borregos pétreos o acariciar la melosa suavidad de color de la arenisca que se eleva por doquier. El geosendero de la Pizarrilla nos ofrece una aventura que profundiza en la historia de esta tierra de Sierra Morena y en la de su paisanaje (sus hombres y mujeres).
Un saludo para las andarinas que lo están realizando en este momento.
Pues saludos para el narrador de tan bella historia de parte de las andarinas, las cuales, han disfrutado con el geosendero, y al llegar a la Piedra Escurridera y luego a la Alcubilla, abrieron mucho los ojos y se alegraron de ver cómo está quedando el lugar. Hemos tomado nota, y fotos.
ResponderEliminarFenómeno.
Andarinas ***
Y la que no fue a andar por otros deberes se quedó con las ganas
ResponderEliminares un placer leer siempre lo que escribs y como lo escribes. gracias por describirnos con detalles las cosas.Y más para los que estamos fuera.gracias.
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