Nuestro descenso viene a cortar la Falla de Baños para acercarnos a un nuevo mar con 9 millones de años. El trayecto final del camino, antes de topar con el firme de hormigón y, al frente, ya junto a la torreta de la luz, nos sitúa sobre un banco de areniscas formadas durante el mioceno y que colmataron las aguas marinas que llegaron en su día hasta los pies de lo que hoy es el pueblo. Frente a la torreta y bajo ella, sobre la era y observando la pared lateral de arenisca amarilla, podemos apreciar la presencia de dunas que se formaron bajo el agua y los rastros dejados por pequeños crustáceos y planctón marinos. La tosca, como popularmente se conoce por estas tierras a esta roca, era usada por nuestros abuelos, hecha tierra, para limpiar la vajilla y, mezclada con agua, para “blanquear” cocinas y “redores” (bajos de las paredes que más se ensuciaban).
Seguimos de frente, ahora sobre el la traza del “Camino Cascarrillo”, otrora Real de Castilla, y flanqueados por un interesante muro de pizarra que lucha por aferrarse a la existencia. Nos acerca al encuentro del “Pozo de la Vega” dejando atrás y a nuestra izquierda “La Casa Vilches” que, claramente decadente, exhibe sus despojos de molino aceitero. Este ingenio hídrico, que se halla en el punto de encuentro de los caminos Cascarrillo y Linares, consta de pozo y brocal de piedra, “babero” pétreo de excelente factura y piletas de arenisca y granito; en líneas generales un conjunto etnográfico de tintes casi monumentales. A poco que reanudamos el trayecto el camino se esfuerza por enseñarnos retazos de su viejo “empiedro” a ratos oculto bajo el polvo del olvido. El pozo, como consecuencia de un nivel freático elevado, nos adelanta que estamos arribando a las tierras con mayor presencia de agua y mejores rendimientos agrícolas: la huerta bañusca.
Un recio muro viene a recibirnos por nuestra izquierda presagiando la presencia de la Huerta Zambrana, posiblemente la mejor representación de este tipo de paisaje cultural autóctono. En todos los casos la huerta se organiza en torno a un esquema más o menos similar: un amplio recinto de tierra fértil cercado por una alta y característica cerca de piedra cubierta a dos aguas por losas de pizarra que evacuan las aguas fuera del muro (el murado subrayó en su día la privacidad de las tierras mientras salvaguardaba las cosechas del ganado). Ya en el interior, es una constante la presencia de una monumental noria que conduce el agua directamente a una alberca de piedra o, como en este caso, a través de un pétreo acueducto. En contadas ocasiones puede aparecer un pozo complementario, como aquí ocurre. La casa, cubierta con tejado a un agua y elaborada con sillares de arenisca bien labrados, daba cobijo a los aperos, a animales de labranza y carga y a un hato de animales domésticos que engordaban a cargo de la producción con taras o perecedera. En este caso, en la Huerta Zambrana, aparece una era complementaria para el cereal.
De nuevo en camino, con una panorámica general de pueblo a nuestra izquierda y antes de topar con el asfalto de la carretera de Linares, nuestro trayecto se cuela entre dos viejos edificios: a la izquierda la tradicional fábrica de aceite de Jesús del Camino y, a la derecha, una vieja empresa de envasado de aceitunas tornada a una ya decadente fábrica y torre para la elaboración de perdigones de plomo. Sobre el asfalto y dirección a Baños, en menos de 50 metros debemos coger el desvío que a nuestra derecha nos acerca al santuario de la Virgen de la Encina a través del Camino de Majavieja (en el giro, a la izquierda quedará el Pozo Nuevo, un conjunto etnográfico que en nada desmerece al del Pozo la Vega).
Ya en camino, a intervalos, vuelve a aparecer el viejo y astillado empedrado del Camino Real que nos recuerda que este eje viario era continuación del Cascarrillo que traíamos. A poco, nos vemos obligados a girar a la izquierda por un corto trayecto que discurre entre olivas para incorporarnos al Cordel de Guarromán, que viene encorsetado entre dos bellos muros o bardales de pizarra. Ahora, sobre las 45 varas del cordel, torcemos de nuevo a la izquierda acercándonos a Baños. Aunque en camino, no debemos evitar una pequeña parada para conocer la bellísima noria que queda a nuestra derecha, “la del descolorío”, que se alza sobre una hermosa galería que penetra horadando el manto de pizarra del paraje de la "Zalá" o Celada.
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