lunes, 15 de noviembre de 2010

Un viejo amigo

Prácticamente, desde la muerte de mi madre fui sobrino de muchas tías y chachas que, afanadas en dar ayuda a mi abuela, se echaron en algún caso cargos ajenos y lejanos. Esto me dio pie para poder moverme con entera libertad y coartada por casi todos los rincones de este bendito pueblo. Así, un día igual pillaba un cucharrillo de mi chacha Ana María, la prima de mi abuela Pura, en el Precipicio como me escapaba al chalé de la tía Lidia, casi en el Peñón Gordo, donde a golpe de tijera y una clase de francés pillaba unos reales.

Pero las ruinas del molino eran uno de los sitios que más me tiraban. Al cobijo de mi tía Ana, en tiempos de trilla, me escapaba al Calvario Viejo con la excusa de dar una vuelta al tío José “el suave”, sobrino de mi abuelo Frasquito que también tenía raíces en los Filabres. De entonces, puedo afirmar que he trillado, pese a que por mi edad ya eran caducas estas labores.

Tanto a la ida como a la vuelta, el molino, sus decadentes piedras, eran parada obligatoria. Un molino abierto al horizonte sobre bardales de cascada piedra oscura.

Cuando fui creciendo y el molino se iba cercando de casas y chiquillos, cuando empezó a gustarme y emocionarme esto de conocer el pasado para crear un futuro algo mejor, o al menos intentarlo, eché en falta el protagonismo que debía tener el molino, a duras penas aferrado a una leyenda prestada; pero también note la ausencia de la Cayetana oculta por su fin, del Pozo Nuevo y del de la Vega, donde la piedras se ahogan en un mar de hierbas, de una Alcubilla oculta entre sus ruinas, … Pero, al amparo de “tres obras de arte”, ya sea sabe. Fue mi buen amigo y maestro, Eduardo Araque, quien me hizo ver la belleza de estos ingenios y tirar del hilo de sus entrañas.

Por eso, cuando en 1998 aprecié un hueco por donde colar sus piedras, no perdí la ocasión e hice la propuesta. Poco tuve que defenderla, pues a Pepe le faltó tiempo para aceptarla y le dimos prioridad en la orden de “Infraestructuras Turísticas” de la Consejería de Turismo y Deporte de ese año. Aquí empezaron las peripecias.

La primera faena fue investigar, y así cogimos el hato Miguel el de “Vilortas”, Salvador el aparejador y Quico “el pelón” y nos fuimos a Campo de Criptana a beber de los que más sabían de esto de la molienda. El trato fue excepcional y nos trajimos ideas, proyectos y hasta revistas con un interesante acopio de información que, por cierto, nunca fueron devueltas. El principal problema vino de la mano de la Comisión Provincial de Cultura, que se aferraba a la ausencia documental de datos sobre este ingenio y esta geografía. Esto y un tema de un poste eléctrico eran las barreras básicas para la recuperación de nuestro molino.

Al final el proceso tomó un aceleración tremenda, de un día para otro hubo que presentar a Cultura un informe que justificará que el molino era, pues eso, un molino, pero la Comisión no cayó en la cuenta que la noche era mi mejor medio, llevaba toda la vida en ella. Por la mañana tenían sobre la mesa un informe técnico que justificaba la vida y muerte de nuestro molino y, en la mesa, estaba Paqui Hornos que nos echó las dos manos para que el molino elevara sus aspas. Demasiados anónimos pasan desapercibidos para que unos pocos aireen los laureles.

Las mudanzas electorales enfriaron mi relación con el ingenio vecino de Santa Olalla.

Pero el tiempo y la vida vuelven a unir a los buenos amigos. Y así se me encomendó preparar la exposición “Historias al viento” que ha venido dando contenido al molino. Este año había una reserva de dinero de los presupuestos municipales para complementar la exposición con un conjunto de reproducciones de ingenios vinculados al cereal y el viento, pero vino la “tormenta perfecta” finando febrero y torció las intenciones.

Como en su día a Pepe, a Miguel Ángel le faltó tiempo para ratificar mi opinión de buscar fondos de manera inmediata, de tal forma que sus aspas se alzaran sobre “Buenos Aires” antes de sucumbir el año en curso. Y así se hizo. Con la ayuda de PRODECAN y con fondos europeos el jueves noche el molino recuperaba su compostura. Ahora, como en Reyes, las bondades no vienen solas y a la enmendada fisonomía externa se unen algunos retoques internos que le acercarán más aún, si cabe, a sus hermanos mayores manchegos.

Por cierto, nunca he sido de tomar protagonismo, defectos tengo muchos y cada día más, no porque me crezcan, que también, sino porque con la edad uno los identifica con mayor claridad, pero nunca me ha dominado la pereza ni me ha dejado atrás la curiosidad y la ignorancia la he tratado de paliar leyendo, pateando en primera persona, escuchando a muchos, admitiendo errores, aceptando otras versiones y creando las mis propias, pero nunca copiando las de los demás; y siempre con mi trabajo y responsabilidad. A nuestro pueblo, durante mucho tiempo, le han sobrado tantos falsos títulos y honores que se ha quedado amarrado en los arrabales de Vetusta.

Viñeta realizada por Paco Nájera.

2 comentarios:

  1. Tua trabajos se van viendo recompensados, el molino,la alcubilla, la piedra escurridera y más.
    Saludos

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  2. ¡felicidades campeón, me gusta mucho tu página¡

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