Son como son, uno rebeldía sin tregua y otro bondad infinita.
Majalrayo, Guadalajara. Agosto de 2008.
domingo, 28 de febrero de 2010
Felicidades
Hoy, en el día de nuestro arrugado solar, releo un viejo texto de Antonio Burgos: ¿Qué es Andalucía?
“Vengo desde Madrid en el Ave, leyendo el artículo de Álvaro Ybarra que denuncia cómo quieren que desandemos el camino del 28-F y descendamos a autonomía de segunda. Estos señores que dicen que nos representan a todos y que muchas veces no se representan ni a sí mismos no se ponen de acuerdo sobre qué es Andalucía. Unos, que una nación; otros, que una nacionalidad histórica; los que son más, que una realidad nacional. Se ve que ningún político ha leído a Luís Cernuda, que lo dice bien clarito: “Andalucía es un sueño que unos pocos andaluces llevamos dentro”.
“Vengo desde Madrid en el Ave, leyendo el artículo de Álvaro Ybarra que denuncia cómo quieren que desandemos el camino del 28-F y descendamos a autonomía de segunda. Estos señores que dicen que nos representan a todos y que muchas veces no se representan ni a sí mismos no se ponen de acuerdo sobre qué es Andalucía. Unos, que una nación; otros, que una nacionalidad histórica; los que son más, que una realidad nacional. Se ve que ningún político ha leído a Luís Cernuda, que lo dice bien clarito: “Andalucía es un sueño que unos pocos andaluces llevamos dentro”.
Y se ve que cuando suben o bajan en el mirabrás del Ave, no miran a embelesarse por la ventanilla, como ahora hago. Suelto el ABC sobre la mesita, miro por la ancha cristalera, de Despeñaperros pabajo, y el paisaje, Andalucía misma, me enseña su luz, a modo de carné de identidad. Está clarísimo: Andalucía es un sueño. Y una luz. Andalucía es el sueño de una luz.
¿Qué es Andalucía? Y la jara del monte, que quiere romper en flor, convocada por esta luz, me responde, con Bécquer: ¿Qué va a ser? Pues este sueño, esta luz. Un azul de Murillo, un amarillo de albero, la mar de Huelva, el otoño en los jardines del Generalife, un naranjo en flor, la magnolia, el jazmín, el nardo, la buganvilla, la dama de noche, el esparto de una túnica de nazareno o del cabo enverdinado de una falúa de Punta Umbría, de una barquilla caletera, de una jábega de biznagas. Un verde de campo de trigal que amarillece cabeceando espigas. El arrayán del Alcázar de los Reyes Cristianos, el aceite del olivo de Minerva, fustes de Roma enlutados por Joselito, por Manolete, por Ignacio Sánchez Mejías.
Andalucía es Velázquez y Juan Ramón, Cánovas y Castelar, Trafalgar y Las Navas de Tolosa, García Lorca y Almotamid, Góngora, Nebrija, Cádiz naciendo entre las olas, Granada callando en surtidores, fenicios, tartesios, moros, cristianos, San Isidoro, San Fernando, Sor Angela, descubridores, caballeros cubiertos, ilustrados, liberales, doceañistas, la Mano Negra, Casas Viejas, Blas Infante, León y Quiroga, Chaves Nogales, Muñoz Seca, Pemán, Villalón, orilla de América, islas del Guadalquivir, Málaga dulce, Rute, Sanlúcar, Jerez, Montilla, doradas piedras renacentistas de Ubeda y Baeza, murallas de alcazabas, Almerías de luna con sol a mares, a espuertas de cal de Morón.
Y los caballos de Jerez, y los jinetes de Córdoba por el llano de las vegas de naranjos, de almendros, de almazaras, de alféizares, de alhucema, de albardones de mulas que van al río llevando un cante, una copla, una canción, penas y alegrías, esperanzas y quebrantos, la emigración, el paro, Fígaro que afeita a Don Juan Tenorio para que enamore a Carmen, ópera, maestro, ópera flamenca, Lola, y Juana, y Juanito, y Don Antonio, y Manolo, y el Cristo de los Gitanos, y un Nazareno que es El Gran Poder, El Abuelo, El Rico, El Greñúo, que es Hijo de la Macarena, de la Virgen de la Cabeza, de la Virgen de las Angustias, de la Virgen de la Cinta, de la Virgen del Rosario, que al Rocío no le llaman Almonte, sino relicario de la Virgen del Rocío, viva esa blanca paloma de Picasso, a la que Alberti da arvejones en la arboleda perdida, y Mariana Pineda la lleva de la mano por Sierra Nevada para que no la haga cautiva un palomo ladrón que va con la partida del Tempranillo, de Seisdedos, con los garrochistas de Bailén y las bombas que tiran los fanfarrones, mientras Trajano y Adriano se colocan en Roma de emperadores y aquí queda una Giralda, una Mezquita, una Alhambra, y un pueblo, sencillamente un sueño, una luz, que como de algún modo había que llamarlos, rompió la gente en decirle Andalucía, esta tierra que me enseña la hermosura de su carné de identidad por la ventanilla de este tren que los olivares han hecho de plata.”
Pero creo que el buen Antonio se deja lo mejor en el tintero, Andalucía somos cada uno de nosotros, todos, uno a uno, sin que nadie falte, los que ya se fueron y los que vendrán, eso es Andalucía; y creo que lo hemos olvidado. Así nos va.
Andalucía, son nuestros hijos que aprenden a no conocer su tierra; nuestros padres que aprendieron a menospreciarse y a menospreciarla “si esto lo tuvieran los catalanes o los americanos”; nosotros que no sabemos que hacer con ella y en ella. Celebramos el día de nuestra tierra inconscientes de lo que somos como Pueblo y como Tierra, y menos aún somos conscientes de cómo doblegar su destino, nuestro destino, que los demás hagan por nosotros en esta tierra saturada de políticos, funcionarios, subvenciones, consultoras y líneas de homologación y certificación; ¡ah!, y de planes de desarrollo, constructores, diputaciones, asesores y consejeros delegados, … muchos periodistas objetivos y unos pocos curas.
Sobre caminos y veredas 2
Los caminos que entran a la ciudad e que van a las otras tierras finquen bien abiertas e tan grandes como suelen estar, e los herederos no sean osados de los ensangostar, mas si quisieran hacer cerraduras a sus tierras fangalas en lo suyo.
Fuero Viejo de Castilla.
Fuero Viejo de Castilla.
La Casa del Barro
Tras terminar los trabajos del Museo del Territorio "Torreón del Recuerdo" nos metemos en faena con “La Casa del Barro”, bueno, aún quedan algunos flecos que iremos cerrando a lo largo de este mes de marzo, entre ellos creo que alguna buena noticia.
Ubicada en los bajos de la recién remodelada Plaza de Abastos, quiere ser un equipamiento turístico de carácter muy didáctico, sobre todo para los menores. La idea, vinculada a la cultura del barro durante la Edad el Bronce (Peñalosa), se estructura en dos niveles de acercamiento, que no en dos espacios: uno expositivo – interpretativo y un segundo de carácter práctico artesanal. El primero consta de una gran maqueta de Peñalosa, donde se aprecian pequeñas figuras humanas trabajando en las distintas fases del barro: extracción, alfarería, cocción, enlucido, etc., por supuesto la maqueta realizada en barro cocido. Asimismo consta también de un conjunto de paneles explicativos, a modo de tebeo, que deben derivar en un espléndido cuaderno didáctico, y de un corte de una casa de Peñalosa en el que se pueden apreciar los distintos usos del barro en la construcción de sus casas (suelo, paredes y techo) y las diferentes composiciones y mezclas.
Ubicada en los bajos de la recién remodelada Plaza de Abastos, quiere ser un equipamiento turístico de carácter muy didáctico, sobre todo para los menores. La idea, vinculada a la cultura del barro durante la Edad el Bronce (Peñalosa), se estructura en dos niveles de acercamiento, que no en dos espacios: uno expositivo – interpretativo y un segundo de carácter práctico artesanal. El primero consta de una gran maqueta de Peñalosa, donde se aprecian pequeñas figuras humanas trabajando en las distintas fases del barro: extracción, alfarería, cocción, enlucido, etc., por supuesto la maqueta realizada en barro cocido. Asimismo consta también de un conjunto de paneles explicativos, a modo de tebeo, que deben derivar en un espléndido cuaderno didáctico, y de un corte de una casa de Peñalosa en el que se pueden apreciar los distintos usos del barro en la construcción de sus casas (suelo, paredes y techo) y las diferentes composiciones y mezclas.
El segundo nivel, de carácter más práctico, consta de una primera fase, a ejecutar de manera inmediata, y otra segunda que quisiéramos implementar a finales de año. La primera está compuesta por un cajón de arqueología donde los niños podrán realizar una simulada excavación arqueológica; y un panel de escayola en el que podrán colocar los restos cerámicos encontrados en la excavación, lo que les permitirá conocer, mediante un fragmento, como era el cacharro completo.
La segunda fase pretende desarrollar un taller permanente, en primera instancia de cerámica prehistórica, que fabrique piezas de alfarería al uso y oferte talleres didácticos en la materia. Ya se han hecho los contactos pertinentes con “Ceramica Galira” de Galera (altiplano de Granada) y estamos valorando la celebración de un curso de alfarería argárica, íbera y romana. Todo se andará.
Os dejo la mascota que irá narrando los procesos del barro en los paneles, es una pesa de telar de la Edad del Bronce, no se que os parece. Todos los dibujos que forman la composición son del buen amigo y mejor dibujante Paco Nájera.
Que no se aren los caminos veredas 1
Expresivo texto para celebrar el día de nuestra tierra:
"Ordenamos que de oy en adelante no se haren ni lebanten los Caminos Zenllajos, Veredas, Deesas, huelgas de Rios, ni abrebaderos, ni descansaderos de ganados por ser opuesto a lo prebenido por los quadernos, y hordenanzas de mesta, Y en notorio perjuizio de la Utilidad publica, y bien Comun de los Vezinos Ganaderos pena del que contrabiniere a esta disposicion de perdidas las Siembras que en dichos sitios hagan, y el mil maravedies vellon aplicado a uno, y otro en la forma prebenida en las ordenanzas antezedentes."
Ordenanzas de esta Villa de Baños fechas a Veinte y quatro dias del mes de Junio de mil Setezientos quarenta, y dos años. Nº 47.
viernes, 26 de febrero de 2010
La barca del rumblar 2
martes, 23 de febrero de 2010
Oretum, jornadas de arquitectura militar
El próximo día 13 de marzo, sábado, tendrá lugar en nuestra localidad la celebración de la jornadas: Oretum, Arquitectura Militar de Sierra Morena, en su tercera edición. El acto se desarrollará en la sala del Pósito (Salón de Plenos de la Casa Consistorial).
En esta ocasión, ya casi concluidos los trabajos de investigación resultantes de la excavación arqueológica desarrollada en nuestro castillo (su fase de análisis y laboratorio), contaremos con algunos de los principales protagonistas de este arduo trabajo. En este sentido nos acompañara Sebastián Moya García, casi un bañusco, que ha desarrollado trabajos arqueológicos en yacimientos de nuestra localidad tan decisivos como Peñalosa, fortín de Migaldias o Virgen de la Encina, y que, como director de la excavación del castillo, aportará las conclusiones de su trabajo.
Estará acompañado de Vicky Gutiérrez, arqueóloga, colaboradora de Sebastián que ha llevado a cabo la investigación de laboratorio de la cerámica localizada en la propia excavación del castillo, bajo la dirección de Juan Carlos Castillo Armenteros, posiblemente uno de los especialistas que mejor conocen la arquitectura militar, y también medieval, de nuestra provincia.
Finalmente, nos acompaña Mª Antonia Martínez Núñez, especialista en epigrafía árabe y Profesora Titular de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Málaga. Recientemente ha realizado su trabajo “Epigrafía árabe. Catálogo del Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia” (Madrid, 2008), que la ha puesto en contacto directo con material procedente de nuestro castillo.
En esta ocasión, ya casi concluidos los trabajos de investigación resultantes de la excavación arqueológica desarrollada en nuestro castillo (su fase de análisis y laboratorio), contaremos con algunos de los principales protagonistas de este arduo trabajo. En este sentido nos acompañara Sebastián Moya García, casi un bañusco, que ha desarrollado trabajos arqueológicos en yacimientos de nuestra localidad tan decisivos como Peñalosa, fortín de Migaldias o Virgen de la Encina, y que, como director de la excavación del castillo, aportará las conclusiones de su trabajo.
Estará acompañado de Vicky Gutiérrez, arqueóloga, colaboradora de Sebastián que ha llevado a cabo la investigación de laboratorio de la cerámica localizada en la propia excavación del castillo, bajo la dirección de Juan Carlos Castillo Armenteros, posiblemente uno de los especialistas que mejor conocen la arquitectura militar, y también medieval, de nuestra provincia.
Finalmente, nos acompaña Mª Antonia Martínez Núñez, especialista en epigrafía árabe y Profesora Titular de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Málaga. Recientemente ha realizado su trabajo “Epigrafía árabe. Catálogo del Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia” (Madrid, 2008), que la ha puesto en contacto directo con material procedente de nuestro castillo.
Tras la sesión teórica de la mañana, Sebastián nos hará una interesante visita técnica al castillo que pondrá fin a las jornadas. Estas jornadas serán con seguridad un paso en firme hacia un mejor conocimiento de la historia de nuestro castillo y Cerro del Cueto en que se alza.
La inscripción es gratuita y puede hacerse en la Oficina de Turismo (la organización cuenta con la colaboración inestimable de Culmina), mediante correo electrónico (torreon.recuerdo@hotmail.com) o directamente en la web: www.bdelaencina.com
sábado, 20 de febrero de 2010
Sobre las Salas Galiarda y otros 1
Días atrás, mi buena amiga Estrella me hizo llegar una noticia interesante. Había hallado un extraño libro que mencionaba varios términos de Baños: Salas Galiarda, Piedras Letreras, etc. Indagando su enlace llegué a situar tan interesante edición. Se trata de “Enciclopedia de las Maravillas”, su tomo II, denominado “De gentes del otro Mundo” escrito por Mario Roso de Luna en 1917.
Dejo un extracto del escrito y, en una segunda entrada, aporto el resto y algunos comentarios. No tiene desperdicio.
… Los tres incidentes relatados me hicieron temer que aquellos parajes no estuviesen demasiado bien frecuentados por gentes del astral, y a paso más que ligero al pueblo en unión de varios labriegos y cazadores, a quienes pedimos informes acerca de las repetidas Cuevas de Lituergo, que, por lo visto, eran completamente desconocidas en la comarca. En cambio, nos hablaron con cierto misterio de las llamadas Salas de Galiarda.
Por lo que nos manifestaron nuestros acompañantes, parece ser que en plena Sierra Morena, a siete leguas de Andújar, existe el palacio encantado de un rey, en la cima de la montaña. Inútiles han sido siempre las tentativas hechas por algunos atrevidos para penetrar en las Salas de Galiarda o del Palacio dicho, pues, aunque hay escaleras para bajar, sobreviene de improviso un vientecillo traidor que hiela la sangre y apaga cuantas lámparas se lleven, ¡incluso las eléctricas!; tan es así, que uno de nuestros informantes dijo había bajado seis tramos de escaleras. El hostelero, que era un guardia civil retirado y persona muy honrada, no pudo bajar más de dos tramos por la causa dicha. Otros dos circunstantes, en cambio, nos manifestaron que se puede entrar; pero que hay un lago subterráneo que corta el paso, aunque todavía deja ver al otro lado una puerta de hierro que parece ocultar algo detrás. Tiénese por todos como empresa de locos el tanto de forzar el paso, y no falta por allí la consabida gallina de los huevos de oro, con sus polluelos.
No hay que añadir si se nos pondrían los dientes largos al escuchar tales maravillas. Partimos, pues, en el primer tren al otro día, a las tres de la madrugada, con nuestro arsenal de máquinas fotográficas, brújula, gemelos, lupa, acumuladores y reflectores eléctricos, etc., etc., ávidos de visitar un palacio encantado en pleno siglo XX. Era aquella la Noche de Difuntos, en la que el triste y árido paisaje parecía estar a tono con las zozobras e inquietudes de nuestro ánimo…
A los 12 kilómetros de carretera entramos por una vereda imposible: más bien un torrente. Por terreno granítico, cada vez más abrupto, terminamos de recorrer los 25 kilómetros que separan a Andújar de aquella Sierra, hasta topar con la Casa de la Nava, en plena montaña. Allí nos salieron al paso un hombre y una mujer, al parecer labriegos. Ésta desapareció pronto, y aquél se prestó a servirnos de guía. Díjonos que estaba por aquellos sitios porque había venido desde Bailén para cazar pajarillos, cosa estupenda dado lo desiertos y desolados que eran semejantes parajes y la distancia a que Bailén se encuentra. A más no le podimos ver escopeta, trampas ni redes de clase alguna.
Érase nuestro guía, el pajarero, un anciano como de sesenta años, enjuto, nervudo y de larga caballera plateada (semejante anciano de blanca barba nos recuerda el consabido anciano jina de la narración andina que va al principio de este libro; esotro anciano que hizo las revelaciones estampadas en el capítulo de los Tuatha de Danand, acerca de los galos, y tantos otros, en fin, como tienen siempre las leyendas de todos los países). Apenas comenzamos a interrogarle, nos dejó estupefactos por lo sensacional de sus revelaciones. Procuraré reproducir su larga perorata, jurándole, por lo más sagrado, que mi fantasía no añade a la realidad ni un solo concepto, antes bien olvidaré quizá no pocos.
- Estas montañas que aquí veis son el Or de Caravajal, y en todas ellas han existido castillos de los Penitentes Mudos. Ellos son anteriores a moros y romanos, y a todo cuanto digan de que las cosas que aquí existen fueron obras de estas razas, es una completa falsedad. Los Penitentes Mudos construyeron numerosos castillos en época anterior al Diluvio, y como éste no fue universal, como creen las gentes, hubo parte de los habitantes de la región que se inundó, que sobrevivieron, entre ellos los que emigraron hacia Castilla y los que permanecieron en las montañas de Marruecos y otras de África…¡yo sé de estas cosas mucho más que ustedes!
- No lo dudo –exclamamos maravillados.
- Yo se bien -continuó el extraño guía- que Nazareth está muy cerca de aquí y que Belén es el pueblo donde vivo, y que por corrupción se llama Bailén, como Linares es Liñares y Jaén es otra cosa. No hay que buscar muy lejos el origen de los gitanos, pues son los que mejor han conservado el aspecto de la raza que primeramente vivió en estas montañas…
-Pero -exclamé-, ¿cómo sabe usted estas cosas, quién ha podido enseñárselas?
- Yo he aprendido mucho rodando por el mundo. He estado en muchos hospitales y he aprendido la Biblia de memoria. Además, los señores que aquí residían, los Penitentes Mudos, me enseñaron que a Cristo se le crucifica todos los días, y que tanto él como Pilatos podría decirse en cierto sentido que también vivieron en Andalucía; Jesús fue nazareno, es decir, de la hermandad de los Penitentes Mudos, que desde entonces se llamaron Nazarenos y residían en estas montañas. Por las enseñanzas suyas sé que no existe gloria ni infierno, sino que el que aquí la hace aquí la paga; pero el alma es inmortal y va pasando de un cuerpo a otro para mejorarse.
Al oír todo aquello, mi compañero y yo nos miramos sin saber a qué atenernos respecto a nuestro guía. ¿Era él un hombre vulgar que sólo repetía lo oído a otros, o algún emisario de los Señores aquéllos de Sierra Morena, un jina, un espíritu de las montañas aquellas? El guía continuó, tras breve descanso:
- Después del Diluvio, los Nazarenos viven en el interior de las montañas, dejando que sus antiguos castillos, cuyos restos aún se ven, cayesen en ruinas. Ya vivían ocultos durante la dominación romana y árabe, pero dejaron entrar a Isabel la Católica, quien para ello tuvo que dejar toda su hueste en el llano y penetrar sola en aquellas profundidades. Desde entonces quedó asegurada la Reconquista.
Mientras así hablaba el extraño personaje, vino inopinadamente a mi memoria el recuerdo de la batalla de Bailén contra los franceses invasores, en la que se cuenta de que unos piqueros desconocidos -allí donde nunca hubo piqueros- dieron aquella célebre carga que decidió el éxito de la batalla y con ella puso fin a la dominación napoleónica en España.
- Entonces -interrogué a mi guía-, ¿existen todavía por estas montañas los Nazarenos, o, al menos, conoce usted en estos alrededores algunas personas que se dediquen a hacer el bien por el bien entre sus semejantes, ya retirados, ya viviendo en Fraternidad o comunidad monástica?
- ¡No sé nada! -me respondió secamente el guía, cortando de plano su anterior peroración, cual si no le hubiese agradado poco ni mucho la pregunta.
Disimulé, pues, y después de varios circunloquios pregunté de nuevo al guía acerca de las Salas Galiarda.
- Existe, -respondióme- una famosa piedra que se llama la piedra letrera, con escritura que nadie ha podido entender. Quien la levante, se dice que hallará el tesoro. Yo vi la piedra cuando era joven, pero cuando volví para levantarla ya no pude dar con ella y es que esa piedra encantada, cuando se encuentra, no se encuentra más que una vez. Por eso, por la cabeza de toro que allí verá en la piedra, se dice quien corte la cabeza al toro, éste hallará el tesoro.
- ¡Vamos! -exclamé ya fuera de mi, de pura curiosidad como me dominaba, y, sin pérdida de tiempo, comenzamos a andar las dos buenas leguas que aún nos separaban de la enhiesta montaña en cuya cumbre esperaba encontrar la solución al enigma.
-Pero -exclamé-, ¿cómo sabe usted estas cosas, quién ha podido enseñárselas?
- Yo he aprendido mucho rodando por el mundo. He estado en muchos hospitales y he aprendido la Biblia de memoria. Además, los señores que aquí residían, los Penitentes Mudos, me enseñaron que a Cristo se le crucifica todos los días, y que tanto él como Pilatos podría decirse en cierto sentido que también vivieron en Andalucía; Jesús fue nazareno, es decir, de la hermandad de los Penitentes Mudos, que desde entonces se llamaron Nazarenos y residían en estas montañas. Por las enseñanzas suyas sé que no existe gloria ni infierno, sino que el que aquí la hace aquí la paga; pero el alma es inmortal y va pasando de un cuerpo a otro para mejorarse.
Al oír todo aquello, mi compañero y yo nos miramos sin saber a qué atenernos respecto a nuestro guía. ¿Era él un hombre vulgar que sólo repetía lo oído a otros, o algún emisario de los Señores aquéllos de Sierra Morena, un jina, un espíritu de las montañas aquellas? El guía continuó, tras breve descanso:
- Después del Diluvio, los Nazarenos viven en el interior de las montañas, dejando que sus antiguos castillos, cuyos restos aún se ven, cayesen en ruinas. Ya vivían ocultos durante la dominación romana y árabe, pero dejaron entrar a Isabel la Católica, quien para ello tuvo que dejar toda su hueste en el llano y penetrar sola en aquellas profundidades. Desde entonces quedó asegurada la Reconquista.
Mientras así hablaba el extraño personaje, vino inopinadamente a mi memoria el recuerdo de la batalla de Bailén contra los franceses invasores, en la que se cuenta de que unos piqueros desconocidos -allí donde nunca hubo piqueros- dieron aquella célebre carga que decidió el éxito de la batalla y con ella puso fin a la dominación napoleónica en España.
- Entonces -interrogué a mi guía-, ¿existen todavía por estas montañas los Nazarenos, o, al menos, conoce usted en estos alrededores algunas personas que se dediquen a hacer el bien por el bien entre sus semejantes, ya retirados, ya viviendo en Fraternidad o comunidad monástica?
- ¡No sé nada! -me respondió secamente el guía, cortando de plano su anterior peroración, cual si no le hubiese agradado poco ni mucho la pregunta.
Disimulé, pues, y después de varios circunloquios pregunté de nuevo al guía acerca de las Salas Galiarda.
- Existe, -respondióme- una famosa piedra que se llama la piedra letrera, con escritura que nadie ha podido entender. Quien la levante, se dice que hallará el tesoro. Yo vi la piedra cuando era joven, pero cuando volví para levantarla ya no pude dar con ella y es que esa piedra encantada, cuando se encuentra, no se encuentra más que una vez. Por eso, por la cabeza de toro que allí verá en la piedra, se dice quien corte la cabeza al toro, éste hallará el tesoro.
- ¡Vamos! -exclamé ya fuera de mi, de pura curiosidad como me dominaba, y, sin pérdida de tiempo, comenzamos a andar las dos buenas leguas que aún nos separaban de la enhiesta montaña en cuya cumbre esperaba encontrar la solución al enigma.
Para reponer nuestras fuerzas hicimos un alto en la marcha en un pradezuelo rodeado de pelados picachos, en los que vi verdaderas obras de cíclopes y pronto tropezamos con un admirable dolmen, del que hicimos fotografías. Cruzamos luego por un peligroso lugar, guarida de jabalíes. Todos, bajo aquel sol de justicia, apenas si podíamos ya caminar, pero nuestro anciano guía saltaba de risco en risco como una cabra, hasta que le perdimos de vista.
Ascendimos, no sé como, a un derruido recinto, especie de fortaleza ciclópea, y allí tratamos de buscar la entrada de las dichosas Salas de Galiarda, pero era imposible hallar hueco alguno practicable y, para mayor contrariedad, nuestro extraño guía había desaparecido. Por fin, pudimos volverle a encontrar en otro picacho de más arriba, entre grandes sillares de granito asentados unos sobre otros sin argamasa alguna. Vimos allí también arcos dibujando entradas a galerías y pozos cegados e impracticables.
jueves, 11 de febrero de 2010
Peñalosa y proyectos turísticos
Me acaba de llegar, vía Paqui Ranea, a la que agradezco su atención, este articulo de la revista Cultura que edita la Consejería de Cultura. Muy reducido, pero hace un resumen muy preciso de lo que representa nuestro yacimiento arqueológico de Peñalosa en el marco histórico del Mediterráneo.
Por otra parte, subraya tres de los grandes logros que se han obtenido durante la última campaña de excavación: delimitar perfectamente el impresionante recinto de murallas que cierra el poblado (motivo por el que incluíamos Peñalosa en la antigua publicación de “Arquitectura Militar”), la obtención de la espada hallada en los niveles superiores, tremenda, y la impresionante losa de pizarra labrada con cazoletas. Ahora comienza el trabajo para descifrar su significado (hay especialistas alemanes interesados en el tema).
En esta línea, la de poner en valor, no solo Peñalosa, sino toda la cultura argárica que se desarrolló hace 4000 en nuestra cuenca del Rumblar, estamos. La semana que viene inauguramos el Museo del Territorio, donde una sala va enteramente destinada a darnos a conocer este marco cultural e histórico. Para Mayo, casi con seguridad, en los bajos de la Plaza de Abastos, se abrirá “la Casa del Barro”, un complejo expositivo y talleres destinados a conocer, de manera didáctica, “el barro” durante este periodo de la historia. Se trata de un taller destinado a los niños que quiere ser el germen de un etnotaller del barro.
Ya estamos trabajando en dos proyectos muy relacionados con este tema y que cuentan con fondos de la Consejería de Turismo: la puesta en valor del Sendero del Bronce (que discurre por la dehesa del Santo Cristo) que contará con señalización del Sendero, paneles de interpretación (una parte destinada a hacer más comprensible la prehistoria reciente a los más pequeños), bancos que harán de parte del sendero un paseo y zonas de recreo con mesas para camping.
El otro proyecto tendrá lugar en el verano; tras otra campaña de excavación en Peñalosa se llevará a cabo la consolidación y puesta en valor turístico de la parte superior del poblado. El proyecto contará con un manual didáctico de visita (estamos trabajando con la Agencia Andaluza del Agua para que nos ceda para uso las “verea de las aguas”, lo que nos permitirá adaptar el camino para paseo, desde los Charcones hasta Peñalosa”); este proyecto estaría subvencionado por ADIT Sierra Morena.
Antes que acabe el mes, queremos que se apruebe en Pleno otro ambicioso proyecto que va en esta línea: El Taller de Etnoarqueología Minera de los Turrumbetes. Con un valor de casi 300.000€ y una ayuda externa que puede rondar el 90%, consiste en la reproducción completa (como fue en origen) de la parte más interesante de Peñalosa en los patios del antiguo cuartel. La intervención se complementa con zona ajardinada y talleres de etnoarqueología. Un proyecto impresionante ya redactado y que se adscribe en el Plan de Turismo Sostenible de la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte: “Paisajes Mineros de Jaen”.
Ya estamos trabajando en dos proyectos muy relacionados con este tema y que cuentan con fondos de la Consejería de Turismo: la puesta en valor del Sendero del Bronce (que discurre por la dehesa del Santo Cristo) que contará con señalización del Sendero, paneles de interpretación (una parte destinada a hacer más comprensible la prehistoria reciente a los más pequeños), bancos que harán de parte del sendero un paseo y zonas de recreo con mesas para camping.
El otro proyecto tendrá lugar en el verano; tras otra campaña de excavación en Peñalosa se llevará a cabo la consolidación y puesta en valor turístico de la parte superior del poblado. El proyecto contará con un manual didáctico de visita (estamos trabajando con la Agencia Andaluza del Agua para que nos ceda para uso las “verea de las aguas”, lo que nos permitirá adaptar el camino para paseo, desde los Charcones hasta Peñalosa”); este proyecto estaría subvencionado por ADIT Sierra Morena.
Antes que acabe el mes, queremos que se apruebe en Pleno otro ambicioso proyecto que va en esta línea: El Taller de Etnoarqueología Minera de los Turrumbetes. Con un valor de casi 300.000€ y una ayuda externa que puede rondar el 90%, consiste en la reproducción completa (como fue en origen) de la parte más interesante de Peñalosa en los patios del antiguo cuartel. La intervención se complementa con zona ajardinada y talleres de etnoarqueología. Un proyecto impresionante ya redactado y que se adscribe en el Plan de Turismo Sostenible de la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte: “Paisajes Mineros de Jaen”.
El tiempo y los importantes apoyos que estamos recibiendo, con mucho trabajo y un poco de suerte, pueden hacer de nuestro municipio el primer destino de turismo arqueológico de Andalucía y …
martes, 9 de febrero de 2010
Baños en la Guía de Casas Rurales
Recientemente, la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte ha editado la nueva Guía de Casas Rurales de Andalucía. El trabajo ha sido desarrollado por el Dpto. de Turismo de Interior de la empresa pública Turismo Andaluz.
Dicho trabajo ha sido presentado en la Feria de Turismo Internacional desarrollada en Madrid recientemente, FITUR. La publicación, en la línea editorial de las colecciones de la Consejería de Turismo, presenta la amplia oferta de alojamiento en casa rural de la que dispone nuestra Comunidad Autónoma. Por otra parte, queda fuera de esta edición la otra figura alojativa del medio rural, la vivienda turística de alojamiento rural (VTAR).
Con textos de los propietarios y del Área de Producto I+D+i del Dpto. de Interior de Turismo Andaluz, coordinador de los trabajos desarrollados, el diseño lo ha desarrollado la empresa creativa Originart, de Linares, y la impresión ha recaído en GRAFO. En total, la tirada final ha sido de 10.000 ejemplares en español y 5.000 en inglés destinados a acciones directas en mercados internacionales.
La estructura de la Guía es muy al uso, pues consta de un cuerpo principal estructurado por provincias con presentación de dos casas rurales por página (textos, foto, equipamientos y servicios). El comienzo de cada provincia consta de un texto general de presentación de la misma y un sencillo mapa de carreteras con ubicación de las casas rurales por municipios. Tras este cuerpo básico, hay un listado de las últimas casas incorporadas a Registro y una base de datos de las Oficinas de Turismo de la Comunidad Autónoma Andaluza.
lunes, 8 de febrero de 2010
Durante el otoño, los chiquillos del colegio llevaron a cabo una ilusionante reforestación del Barranco del Pilarejo, así lo expresaba uno de los niños en el foro de la web municipal. Fueron sembrados más de 1200 plantones de árboles y arbustos, 10 árboles medianos y una quincena de muy buena porte. Éstos últimos debían facilitar que el lugar fuero un sitio para el disfrute en muy poco tiempo.
Tras este magnífico invierno de aguas, todo parecía ir por muy buen camino. El primer año agarrarían perfectamente, abriendo así camino para nuevas campañas de reforestación para esta primavera y el próximo otoño. Pero no, se ve que las plantas se cruzaron en el camino de algún energúmeno.
viernes, 5 de febrero de 2010
Peñalosa cabecera de revistas especializadas
Se acaba de editar el boletín electrónico "Arqueología y Territorio" que edita el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, su número 6. Aunque todos sus artículos son de gran interés para los profesionales, todo aquél interesado en la historia y la sociedad en general, para nuestro municipio es especialmente grato, pues desde que apareció esta revista digital muestra en su cabecera uno de los conjuntos patrimoniales más importantes de nuestra localidad: el poblado de la Edad del Bronce de Peñalosa.
Todo un orgullo y un deber. Gran parte de este mérito se lo debe nuestro municipio a Paco Contreras y a su ya vasto equipo de trabajo en Peñalosa y la cuenca del Rumblar en general.
La barca del Rumblar
Recientemente, ultimando detalles del Museo del Territorio “Torreón del Recuerdo, tuve la suerte que unos amigos lo visitaran: José Adolfo, Andrés Mariano, Faustino, etc. Con su buen criterio, de alguna forma, podría ir paliando algunas faltas, comprender que útiles faltaban y sobre, todo, ampliar información, siempre necesaria.
Entre las aportaciones más interesantes, estaban dos apreciaciones que me hizo Faustino en referencia a la barcaza que hemos ubicado en la primera sala y que sacamos mi hermano y yo Huerto Banderas abajo. De esta barcaza, dando vigor histórico a uno de los paneles de interpretación de la sala, poseemos una foto antigua, donada por nuestro buen amigo Diego Muñoz-Cobo. Se trata de la típica barca bañusca usada para cruzar el río por piconeros, cazadores y vaqueros, y cuyo uso se generalizó en nuestro pueblo tras la creación del pantano
Faustino, según les iba narrando mi cansino discurso museístico, cuando les anoté que ya en nuestras Ordenanzas Municipales de 1742 se prohibía la pesca con plantas venenosas en las tablas que se formaban en el río, me advirtió, entre otras cosas, si conocía el nombre de la planta venenosa que era usada. Le confirmé que no, a lo que me aseveró que su nombre era “verdelobo”. Ya contaré, en otras entradas, el material que he encontrado sobre el tema.
Entre las aportaciones más interesantes, estaban dos apreciaciones que me hizo Faustino en referencia a la barcaza que hemos ubicado en la primera sala y que sacamos mi hermano y yo Huerto Banderas abajo. De esta barcaza, dando vigor histórico a uno de los paneles de interpretación de la sala, poseemos una foto antigua, donada por nuestro buen amigo Diego Muñoz-Cobo. Se trata de la típica barca bañusca usada para cruzar el río por piconeros, cazadores y vaqueros, y cuyo uso se generalizó en nuestro pueblo tras la creación del pantano
Faustino, según les iba narrando mi cansino discurso museístico, cuando les anoté que ya en nuestras Ordenanzas Municipales de 1742 se prohibía la pesca con plantas venenosas en las tablas que se formaban en el río, me advirtió, entre otras cosas, si conocía el nombre de la planta venenosa que era usada. Le confirmé que no, a lo que me aseveró que su nombre era “verdelobo”. Ya contaré, en otras entradas, el material que he encontrado sobre el tema.
Pero más interesante fue que me notificó que estas barcazas eran fabricadas en Don Benito (Badajoz) y que las traía Manolo “Columpios” en su camión. Me puse a investigar sobre la materia y ya tengo alguna información, aún poca, pero sigo en el tema (agradezco la colaboración que he tenido del equipo directivo del Museo Etnográfico de Don Benito).
Pues resulta que estas barcas se fabricaban, muy artesanalmente, por un gremio importante, denominado de “barqueros”, tanto de los municipios de Don Benito como de su vecino Villanueva de la Serena. Eran utilizadas para la pesca en el río Guadiana y, de manera generalizada, en todos los humedales de Extremadura en los que se laboraba la pesca: hay documentos antiguos, al menos desde el siglo XVIII, que ya reflejan esta práctica. Así lo muestra un documento aportado y estudiado por Felicísimo García Barriga, que recoge la pesca con barcas en las charcas cacereñas de las Brozas y Arroyo de la Luz, situadas, entre Cáceres y Alcántara. Estas barcazas, reconocidas como la “barca del Guadiana” eran utilizadas para la pesca de la tenca y la pardilla.
La barca del Guadiana es de forma romboidal casi perfecta, de poco calado y fondo plano muy manejable y estable. Generalmente, con cabida para dos personas y un sistema de navegación por remos (un par). Realizada con pino, cuando llevaba mucho tiempo expuesta al sol y al aire se llenaba de grietas, por donde se filtraba el agua. Esto provocaba como un hecho normal que el agua entrara fácilmente en el interior de la barca. Aquí se utilizaba una lata para achicar continuamente agua; en la Serena el recipiente era un corcho o galapaguera, muy similar a los “cucharros” que donaron apelativo a nuestro cucharro de pan y aceite.
La barca del Guadiana es de forma romboidal casi perfecta, de poco calado y fondo plano muy manejable y estable. Generalmente, con cabida para dos personas y un sistema de navegación por remos (un par). Realizada con pino, cuando llevaba mucho tiempo expuesta al sol y al aire se llenaba de grietas, por donde se filtraba el agua. Esto provocaba como un hecho normal que el agua entrara fácilmente en el interior de la barca. Aquí se utilizaba una lata para achicar continuamente agua; en la Serena el recipiente era un corcho o galapaguera, muy similar a los “cucharros” que donaron apelativo a nuestro cucharro de pan y aceite.
Por este motivo, cuando la barca no se utilizaba, se sumergía en el fondo, provocando que la madera se hinchara y las grietas fueran las menos.
Barcaza en el Guadiana
Esta barca, que fuera tan atrayente para los chiquillos de mi generación, consta de las siguientes partes:
Asentón, es el elemento que sustenta todo el armazón y da forma a la barca. Formando parte del asentón, está el cuartón o viga central, que marca la altura y longitud de la embarcación.
Las tablas de los dos haciales o costados, se fijan al cuartón mediante los combos o cuatro filas de tablillas transversales que se diferencian de las trabas porque no van ajustadas al asentón. Estas dos piezas, junto con el cuartón forman, lo que se llaman piqueras: proa y popa.
Las cuatro tablas centrales, que se fijan al asentón a modo de contrafuertes, se dividen en trabas maestras y, trabas simples, siendo las primeras las que están más reforzadas en el asentón.
En el borde de las tablas haciales del tramo central de la embarcación, se asegura el trabón o pieza de madera de mayor grosor que las anteriores, a la que se fija el calomollo o madera cilíndrica en la que se introduce el anillo del remo.
En las trabillas transversales a los combos, se apoya la tabla en la cual se sienta el remero. El palo balsero, forrado en la punta, se introduce en el agua por una lámina de hierro llamada recatón.
Aún recuerdo una buena aventura con una barca casi desguazada que nos encontramos al principio de las Colas, bajo el puente que trae el agua de los depósitos del Gólgota. Todavía entraban “las madres” por el arroyo al pantano y no tuvimos otra idea que cruzar la cola en la barca. Unos pocos se subieron a la barca, creo que Miguel “el sobrino de Manolín”, mi primo José “chivica” y Javier, el de “veintitrés”, el resto le dimos un empujón a la barca y a correr, a recibirlos en la otra margen. En esto estábamos, cuando José, harto de sacar agua con la lata, pregunta a los demás si cubre. Todos le responden que no, y se tira. No cubría más de dos cuartas, todo agua de madres. ¡Un desastre! No fue la única vez que acabamos de madres hasta los ojos.
Asentón, es el elemento que sustenta todo el armazón y da forma a la barca. Formando parte del asentón, está el cuartón o viga central, que marca la altura y longitud de la embarcación.
Las tablas de los dos haciales o costados, se fijan al cuartón mediante los combos o cuatro filas de tablillas transversales que se diferencian de las trabas porque no van ajustadas al asentón. Estas dos piezas, junto con el cuartón forman, lo que se llaman piqueras: proa y popa.
Las cuatro tablas centrales, que se fijan al asentón a modo de contrafuertes, se dividen en trabas maestras y, trabas simples, siendo las primeras las que están más reforzadas en el asentón.
En el borde de las tablas haciales del tramo central de la embarcación, se asegura el trabón o pieza de madera de mayor grosor que las anteriores, a la que se fija el calomollo o madera cilíndrica en la que se introduce el anillo del remo.
En las trabillas transversales a los combos, se apoya la tabla en la cual se sienta el remero. El palo balsero, forrado en la punta, se introduce en el agua por una lámina de hierro llamada recatón.
Aún recuerdo una buena aventura con una barca casi desguazada que nos encontramos al principio de las Colas, bajo el puente que trae el agua de los depósitos del Gólgota. Todavía entraban “las madres” por el arroyo al pantano y no tuvimos otra idea que cruzar la cola en la barca. Unos pocos se subieron a la barca, creo que Miguel “el sobrino de Manolín”, mi primo José “chivica” y Javier, el de “veintitrés”, el resto le dimos un empujón a la barca y a correr, a recibirlos en la otra margen. En esto estábamos, cuando José, harto de sacar agua con la lata, pregunta a los demás si cubre. Todos le responden que no, y se tira. No cubría más de dos cuartas, todo agua de madres. ¡Un desastre! No fue la única vez que acabamos de madres hasta los ojos.
Por cierto, si no hay ningún problema, ya será posible visitar el Museo del Territorio a partir del 18 de este mes de febrero, jueves. En todo caso, nuestro buen amigo José María Rodríguez podrá dar cuenta de ello en la web.
martes, 2 de febrero de 2010
Un tablero de alquerque de doce, una joya arqueólogica
Aunque ya hace años que lo localicé, no ha sido hasta muy recientemente cuando he podido valorar la importancia que tiene. Se trata de un tablero pequeño, de unas proporciones aproximadas de 40 centímetros de ancho por 20 centímetros de altura, utilizado para jugar a nuestros “lobos”. Hasta aquí, todo perfecto. En las distintas visitas guiadas que he realizado a amigos, turistas y visitantes, cuando he notado un cierto interés por aspectos etnográficos y populares, siempre lo he mostrado. De tal manera justificaba, en cierta manera, la antigüedad y tradición de este juego tan bañusco.
El tablero está labrado sobre un sillar de arenisca rojo salmón procedente de las canteras locales, evidenciando en superficie un fuerte desgaste. Está situado en la fachada de una de las casonas de la margen derecha, según se asciende, de la calle Santa María, eje que acerca a los viandantes desde la Plaza Mayor al castillo. Concretamente en su número 12, casi haciendo lindero con la casa vecina y a la altura del arranque de la planta primera. Por el desgaste, se aprecia con toda claridad que es un sillar reutilizado.
Sobre el dintel de la casa aparece grabada una fecha: 1808, pero, con seguridad, esta casa, como su entorno inmueble, tiene origen entre los siglos XVI y XVII, por tanto la fecha del dintel puede hacer referencia a una importante remodelación de la casa en esa fecha concreta.
En todo caso, este sillar, como gran parte de los que integran las casonas de esta calle, debe de proceder de las antiguas construcciones que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIII, tras la reconquista (1225), fueron naciendo al amparo del castillo. También es posible que pertenezca a las construcciones almohades o cristianas presentes en el interior del castillo, expuestas a la luz tras las recientes excavaciones arqueológicas.
Pero, si interesante es la presencia de este tablero, que parecía ser escenario de un juego local y que, atestigua la antigüedad del mismo, más interesante ha sido comprobar que nuestro juego no es sino la derivación natural de otro que usa el mismo tablero, denominado alquerque de doce, cuyo su origen se encuentra en el Medio Oriente. Así, el alquerque de doce, como el de tres (tres en raya) y el de nueve o nueve en raya, al menos desde época romana ya está presente en el Mediterráneo Oriental (hay algunas muestras en la mismísima ágora de Atenas). Algunos autores especializados en esta materia, como el arqueólogo José Manuel Hidalgo Cuñarro, que ha llegado a contabilizar sólo en Galicia más de sesenta tableros, la mayor parte adscritos al románico, afirma una presencia anterior en castros del noroeste de la Península Ibérica. Otros autores llegan a aventurar que ya era una práctica desarrollada durante el Neolítico.
Lo que si es un hecho, es que llega de manera definitiva a España con los musulmanes y bajo el nombre de al – qirkat. Aquí, su presencia se generaliza durante el siglo XII apareciendo sus reglas de juego publicadas en el Libro del ajedrez, dados y tablas (más conocido como Libro de los juegos), escrito entre 1251 y 1282 (folios 91r y 91v) por Alfonso X el Sabio.
Aunque este tablero tiene una interesante distribución por todo el norte peninsular, son contadas las muestras que aparecen al sur de la provincia de Segovia. Se han hallado algunos ejemplos en la provincia de Cáceres, en Arroyo Molinos de Montánchez y Trujillo, y en Cieza (Murcia). En nuestra Comunidad Autónoma tan sólo había hasta ahora una muestra, en el vecino Siles, en la cima del llamado Puntal de la Rayuela o de la Ajedrez.
Pero si interesante es el hallazgo de este tablero de alquerque de doce, más trascendental es comprobar como los juegos que soportaban los tableros del alquerque de tres, nueve y doce están aún presentes en este municipio de la Sierra Morena de Jaén. En nuestra localidad aún se juega a las tres en raya (alquerque de tres), a las nueve en raya, pero con algunas variantes respecto al original alquerque de nueve, y a los lobos (derivado del alquerque de doce). Este juego tiene como escenario el tablero del alquerque de doce pero las reglas varían. Entre el alquerque de doce y “los lobos” no hay más similitud que los movimientos de unos y otros y la forma de comer de los lobos. En lo demás todo son diferencias:
- En el alquerque, cada jugador tiene doce fichas de distinto color. Los lobos tienen dos piezas mayores, o lobos, y veinte ovejas menores.
- En los lobos, las ovejas ganan su pieza cuando llegan a uno de los dos vértices en los que en el inicio estaban colocados los lobos. Los lobos comen como las fichas del alquerque; también como las damas.
- Por supuesto, la disposición de las piezas sobre el tablero nada tiene que ver entre uno y otro.
- Las ovejas pueden eliminar un lobo del juego o “escupirlo”, aunque no contabiliza para nada, cuando le impide, cercándolo, el movimiento en tres jugadas consecutivas.
- Mientras que en el alquerque gana el jugador que antes deja sin piezas al contrario. En “los lobos”, para ganar, el lobo ha de comer más de ocho fichas y las ovejas más de doce. Las tablas se producen con el ocho a doce.
- En el alquerque, cada jugador tiene doce fichas de distinto color. Los lobos tienen dos piezas mayores, o lobos, y veinte ovejas menores.
- En los lobos, las ovejas ganan su pieza cuando llegan a uno de los dos vértices en los que en el inicio estaban colocados los lobos. Los lobos comen como las fichas del alquerque; también como las damas.
- Por supuesto, la disposición de las piezas sobre el tablero nada tiene que ver entre uno y otro.
- Las ovejas pueden eliminar un lobo del juego o “escupirlo”, aunque no contabiliza para nada, cuando le impide, cercándolo, el movimiento en tres jugadas consecutivas.
- Mientras que en el alquerque gana el jugador que antes deja sin piezas al contrario. En “los lobos”, para ganar, el lobo ha de comer más de ocho fichas y las ovejas más de doce. Las tablas se producen con el ocho a doce.
Es de subrayar que, en la Occitania francesa durante el siglo XIII, del encuentro del tablero del ajedrez y las normas de alquerque de doce, nace el juego de las damas clásicas o españolas.
Podemos concluir que en esta pequeña localidad de Sierra Morena se juega, valga la redundancia, a unos juegos que podemos considerar como un "endemismo cultural".
Fotografías de Estrella Jiménez (Culmina).
lunes, 1 de febrero de 2010
Una vieja candelaria
Durante la noche del dos de febrero tiene lugar en Baños de la Encina (Jaén) la festividad de La Candelaria. Cuando comienza a anochecer, cada barrio, va prendiendo fuego a lo que será el corazón de una gigantesca lumbre o candela, que en su día no era otra cosa que un buen haz seco de cantueso o “tomillo”, según jerga bañusca, que se segaba en el Camino de la Cayetana, junto a la Cueva del Grajo, poco después de los Santos. Cuando empezaba a arder, rápidamente, se le iba añadiendo una gran cantidad de la leña que los chiquillos del barrio habíamos ido “cosechando” durante los últimos tres meses: ramón seco de las olivas, ramas de pino, muebles viejos, …, toda la leña posible para conseguir que nuestra lumbre fuera la mayor del pueblo.
Cuando llega esa noche, si fuéramos espectadores situados en la Campiñuela, veríamos como todo el pueblo se va moteando de grandes luces en movimiento, humo que apenas se aprecia y pavesas balanceadas por el viento, muchas pavesas que simulan pequeñísimas almas que se escapan hacia el cielo. Ese instante, esa postal, era la suma de muchos días acarreando leña cuando ya se escapaba la luz de la tarde (entonces se salía de la escuela a las cinco de la tarde y, al menos, había que llegar antes a la casa a decir ya “he llegao”, y a la calle), mucho juego a la sombra nocturna del Cotanillo, alguna pelea a pedradas entre barrios por robar un poco de leña y, de cuando en cuando, una candelaria consumida antes de tiempo.
Aunque casi todas mis candelarias fueron en el Corralón, hice algunos atisbos de traición. En una ocasión, en un enfado, me fui con la gente de Santa María, con mis amigos Miguel y José Adolfo, aunque finalmente acabe de nuevo en el Corralón; en una segunda, de nuevo por enfados de chiquillos, acabé haciéndola con mi primo Dioni, frente a la ermita. Aquella candelaria se remató con un muñeco de trapos y paja, algo inusual.
Pese a todo, mi candelaria fue siempre la del Corralón. Aunque, que cosas, la primera en la que yo acarreé leña, fue en la Era de Lechuga, podría tener ocho o nueve años. Fue reducida de leña y de gente, pues sólo estábamos cuatro personas para recoger leña y, pocos más, cuando la encendimos, sin embargo, la recuerdo con cierta nostalgia. En realidad era la lumbre de la calle La Cruz y la Carretera. Recuerdo que yo era el más chico, también estaban Miguel el toli, Nacho, que por entonces vivía, o había dejado hacía poco, en la “Casa de don Paco”, y un tercer chiquillo que lo tengo menos fijado en la memoria, pero creo recordar que era Pedro Vicente, el hijo de Vicente. Aquella candelaria fue la más madrugadora de las que participé, todos éramos muy pequeños y no podíamos llegar tarde a nuestras casas.
Cuando me fui a Santa María coincidió con el año que Purita vendió parte de las cuadras y el corral a Viola para que construyera poco después la Discoteca Jamaica. Ya en bando contrario, nos llevamos todos los haces de ramón seco que había en las cuadras, cuyo hojín había alimentado algunos años atrás a un buen hato de cabras. En esta candelaria había gente de Santa María, pero también de la Plaza y de la Cestería, mi calle actual. Pese a que nos quedábamos hasta tarde, una noche, estando ocultos bajo parte de la leña, mis vecinos del Corralón consiguieron prender la leña seca de ramón y, la mayor candelaria de “la historia” gracias a la donación de Purita, quedó en cenizas en vísperas de los primeros días de febrero, ¡casi ardimos dentro! Finalmente, perdonada mi traición, volví con mi gente del Corralón.
Ocurrió ese mismo año, domingo tarde dos días antes de la candelaria, jugando a “hacer el indio”, nunca mejor dicho, alrededor de la leña ya dispuesta en su sitio de quema (pocos días antes de prenderla subíamos todo el monte desde el hueco del Cotanillo a lo alto del Corralón). Fui a pisar en unas tablas que estaban a un lado del montón con tan mala fortuna que una punta me atravesó el pie de abajo a arriba, en décimas de segundo todo el zapato era un cazo de sangre. Mi padre no estaba y tuvo que ser mi tío Jeromo quién me llevará a Guarromán, donde el practicante, que lo fines de semana era compartido por los dos pueblos, realizó las curas pertinentes. ¡Recibí mi primera inyección del tétano! Se acabo la candelaria por ese año.
Durante unos meses cambiábamos nuestro escenario de juegos desde el “Corral de Juan Manuel”, “el de las vacas“, casi nuestra casa, por el hueco del Cotanillo, donde íbamos acumulando leña y más leña. Saltábamos sobre ella desde el filo del Corralón, por lo que se compactaba y compactaba de tal manera, que luego no había quien pudiera separar los haces. Casi todo nuestro acopio de madera lo hacíamos de las cabras de Daniel, que las tenía donde ahora vive su hija Carmencita. A las cinco y cinco, ¡no nos daba casi tiempo a salir de la escuela!, cuando ya estábamos esperando a Daniel en la calle Trinidad a que llegar con la carga de ramón del día. Le ayudábamos a sustituir los haces y a cambio nos daba los montones de ramón ya sin hojas. Poca más leña recogíamos, nos acostumbramos pronto a lo bueno, demasiado vagos.
Tan sólo nos quemaron la candelaria una vez, creímos que la gente de la “calle las Chozas” o los del barrio de mi abuela Manuela, los del Mazacote; pero nada supimos. Mira que lo intuimos, de hecho aquella tarde hicimos la robona en la escuela para quemar nosotros la del Santo Cristo y vigilar la nuestra. Pero, cambiamos de opinión y acabamos aquella tarde en casa de caracol, en la carretera. A la vuelta nos encontramos un espectáculo penoso: todo ardiendo sin solución pese a que Rosario, la de Doro, intentó la mujer darnos cubos de agua por su azotea. De nada sirvió, hasta la mañana siguiente se fue elevando un sinuoso hilo de humo sobre el Corralón.
Sin embargo, nosotros si quemamos varias, que recuerde, al menos tres. Una de ellas, por insólita, me quedó bien en la memoria. En una de nuestras primeras andadas por la “casa de Joaquinito”, hallamos una especie de tubos de cristal. Después supe que eran probetas para hacer los análisis de rendimiento de la aceituna. Nos pertrechamos bien con los tubos, que previamente habíamos llenado con gasolina de la moto del padre de Juanatos, el Quijás, además cada uno portaba un arco de adelfa con flechas de gamonito y la punta de un “platico” doblado. Ni cortos ni perezosos, desde lejos, en un alarde aventurero, disparamos las flechas a la candelaria de la Calle de la Cruz, estaba situado frente a la casa de mi buen amigo Juan Ramón. Poco después, ya de noche, como que uno pasaba por allí, Juanatos prendió la leña (más porque estaba muy seca que por la gasolina) y la candelaria se fue en un suspiro.
En las otras dos ocasiones, fui yo el encargado de quemar las candelarias. Tenía una ventaja y es que, mientras todos dormían, yo subía a “poner el pan” al despacho que mi padre tenía en la casa de mi tía Rafaela. Los sábados, día de pan doble, el primer viaje se daba en torno a las dos y media de la madrugada. Mi primo José María me subía en el coche, dejaba los cajones y, mientras yo colocaba el pan, él le daba una vuelta a sus pájaros, …, sus cosas. En esas, en dos años distintos, queme dos candelarias que nos la habían jugado, robaron parte de nuestra leña.
Aún con la lumbre fuerte, empezaban los bailes de corro en torno a la lumbre, la “echá” de cántaros y otros útiles cerámicos viejos y con alguna rotura, a quien se le rompía tendría un mal año. Cuando ya la candela comenzaba a estabilizarse, los mayores sacaban unas pocas viandas de la última matanza que iban preparando en las ardientes ascuas. Como compaña, un buen vino en bota que veíamos pasar sin catarlo.
Cuando la leña empezaba a amortiguar su calor, los más jóvenes iniciaban el baile de la “Flor del romero” que iba uniendo, en los últimos sones de la noche, a la gente de todos los barrios del pueblo.
La verdad es que en toda esta fiesta final apenas participábamos, éramos meros espectadores. Nuestra diversión no era cuando la candelaria ardía, sino los casi tres meses de preparación que iban desde acabados los Santos hasta la tarde del día 2 de febrero. Éramos felices con sólo “andar el camino”.
Cuando llega esa noche, si fuéramos espectadores situados en la Campiñuela, veríamos como todo el pueblo se va moteando de grandes luces en movimiento, humo que apenas se aprecia y pavesas balanceadas por el viento, muchas pavesas que simulan pequeñísimas almas que se escapan hacia el cielo. Ese instante, esa postal, era la suma de muchos días acarreando leña cuando ya se escapaba la luz de la tarde (entonces se salía de la escuela a las cinco de la tarde y, al menos, había que llegar antes a la casa a decir ya “he llegao”, y a la calle), mucho juego a la sombra nocturna del Cotanillo, alguna pelea a pedradas entre barrios por robar un poco de leña y, de cuando en cuando, una candelaria consumida antes de tiempo.
Aunque casi todas mis candelarias fueron en el Corralón, hice algunos atisbos de traición. En una ocasión, en un enfado, me fui con la gente de Santa María, con mis amigos Miguel y José Adolfo, aunque finalmente acabe de nuevo en el Corralón; en una segunda, de nuevo por enfados de chiquillos, acabé haciéndola con mi primo Dioni, frente a la ermita. Aquella candelaria se remató con un muñeco de trapos y paja, algo inusual.
Pese a todo, mi candelaria fue siempre la del Corralón. Aunque, que cosas, la primera en la que yo acarreé leña, fue en la Era de Lechuga, podría tener ocho o nueve años. Fue reducida de leña y de gente, pues sólo estábamos cuatro personas para recoger leña y, pocos más, cuando la encendimos, sin embargo, la recuerdo con cierta nostalgia. En realidad era la lumbre de la calle La Cruz y la Carretera. Recuerdo que yo era el más chico, también estaban Miguel el toli, Nacho, que por entonces vivía, o había dejado hacía poco, en la “Casa de don Paco”, y un tercer chiquillo que lo tengo menos fijado en la memoria, pero creo recordar que era Pedro Vicente, el hijo de Vicente. Aquella candelaria fue la más madrugadora de las que participé, todos éramos muy pequeños y no podíamos llegar tarde a nuestras casas.
Cuando me fui a Santa María coincidió con el año que Purita vendió parte de las cuadras y el corral a Viola para que construyera poco después la Discoteca Jamaica. Ya en bando contrario, nos llevamos todos los haces de ramón seco que había en las cuadras, cuyo hojín había alimentado algunos años atrás a un buen hato de cabras. En esta candelaria había gente de Santa María, pero también de la Plaza y de la Cestería, mi calle actual. Pese a que nos quedábamos hasta tarde, una noche, estando ocultos bajo parte de la leña, mis vecinos del Corralón consiguieron prender la leña seca de ramón y, la mayor candelaria de “la historia” gracias a la donación de Purita, quedó en cenizas en vísperas de los primeros días de febrero, ¡casi ardimos dentro! Finalmente, perdonada mi traición, volví con mi gente del Corralón.
Ocurrió ese mismo año, domingo tarde dos días antes de la candelaria, jugando a “hacer el indio”, nunca mejor dicho, alrededor de la leña ya dispuesta en su sitio de quema (pocos días antes de prenderla subíamos todo el monte desde el hueco del Cotanillo a lo alto del Corralón). Fui a pisar en unas tablas que estaban a un lado del montón con tan mala fortuna que una punta me atravesó el pie de abajo a arriba, en décimas de segundo todo el zapato era un cazo de sangre. Mi padre no estaba y tuvo que ser mi tío Jeromo quién me llevará a Guarromán, donde el practicante, que lo fines de semana era compartido por los dos pueblos, realizó las curas pertinentes. ¡Recibí mi primera inyección del tétano! Se acabo la candelaria por ese año.
Durante unos meses cambiábamos nuestro escenario de juegos desde el “Corral de Juan Manuel”, “el de las vacas“, casi nuestra casa, por el hueco del Cotanillo, donde íbamos acumulando leña y más leña. Saltábamos sobre ella desde el filo del Corralón, por lo que se compactaba y compactaba de tal manera, que luego no había quien pudiera separar los haces. Casi todo nuestro acopio de madera lo hacíamos de las cabras de Daniel, que las tenía donde ahora vive su hija Carmencita. A las cinco y cinco, ¡no nos daba casi tiempo a salir de la escuela!, cuando ya estábamos esperando a Daniel en la calle Trinidad a que llegar con la carga de ramón del día. Le ayudábamos a sustituir los haces y a cambio nos daba los montones de ramón ya sin hojas. Poca más leña recogíamos, nos acostumbramos pronto a lo bueno, demasiado vagos.
Tan sólo nos quemaron la candelaria una vez, creímos que la gente de la “calle las Chozas” o los del barrio de mi abuela Manuela, los del Mazacote; pero nada supimos. Mira que lo intuimos, de hecho aquella tarde hicimos la robona en la escuela para quemar nosotros la del Santo Cristo y vigilar la nuestra. Pero, cambiamos de opinión y acabamos aquella tarde en casa de caracol, en la carretera. A la vuelta nos encontramos un espectáculo penoso: todo ardiendo sin solución pese a que Rosario, la de Doro, intentó la mujer darnos cubos de agua por su azotea. De nada sirvió, hasta la mañana siguiente se fue elevando un sinuoso hilo de humo sobre el Corralón.
Sin embargo, nosotros si quemamos varias, que recuerde, al menos tres. Una de ellas, por insólita, me quedó bien en la memoria. En una de nuestras primeras andadas por la “casa de Joaquinito”, hallamos una especie de tubos de cristal. Después supe que eran probetas para hacer los análisis de rendimiento de la aceituna. Nos pertrechamos bien con los tubos, que previamente habíamos llenado con gasolina de la moto del padre de Juanatos, el Quijás, además cada uno portaba un arco de adelfa con flechas de gamonito y la punta de un “platico” doblado. Ni cortos ni perezosos, desde lejos, en un alarde aventurero, disparamos las flechas a la candelaria de la Calle de la Cruz, estaba situado frente a la casa de mi buen amigo Juan Ramón. Poco después, ya de noche, como que uno pasaba por allí, Juanatos prendió la leña (más porque estaba muy seca que por la gasolina) y la candelaria se fue en un suspiro.
En las otras dos ocasiones, fui yo el encargado de quemar las candelarias. Tenía una ventaja y es que, mientras todos dormían, yo subía a “poner el pan” al despacho que mi padre tenía en la casa de mi tía Rafaela. Los sábados, día de pan doble, el primer viaje se daba en torno a las dos y media de la madrugada. Mi primo José María me subía en el coche, dejaba los cajones y, mientras yo colocaba el pan, él le daba una vuelta a sus pájaros, …, sus cosas. En esas, en dos años distintos, queme dos candelarias que nos la habían jugado, robaron parte de nuestra leña.
Aún con la lumbre fuerte, empezaban los bailes de corro en torno a la lumbre, la “echá” de cántaros y otros útiles cerámicos viejos y con alguna rotura, a quien se le rompía tendría un mal año. Cuando ya la candela comenzaba a estabilizarse, los mayores sacaban unas pocas viandas de la última matanza que iban preparando en las ardientes ascuas. Como compaña, un buen vino en bota que veíamos pasar sin catarlo.
Cuando la leña empezaba a amortiguar su calor, los más jóvenes iniciaban el baile de la “Flor del romero” que iba uniendo, en los últimos sones de la noche, a la gente de todos los barrios del pueblo.
La verdad es que en toda esta fiesta final apenas participábamos, éramos meros espectadores. Nuestra diversión no era cuando la candelaria ardía, sino los casi tres meses de preparación que iban desde acabados los Santos hasta la tarde del día 2 de febrero. Éramos felices con sólo “andar el camino”.
Al día siguiente, San Blas, las panaderías se llenaban, y aún se llenan, de pequeñas roscas de pan que son llevadas a bendecir a la iglesia. Después se reservan en la alacena para pellizcarlas sólo cuando notamos bronca la garganta. Para mi era una noche muy especial como hijo de panadero. Lo contaré en otra entrada.
El árbol se defiende
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