Hoy, en el día de nuestro arrugado solar, releo un viejo texto de Antonio Burgos: ¿Qué es Andalucía?
“Vengo desde Madrid en el Ave, leyendo el artículo de Álvaro Ybarra que denuncia cómo quieren que desandemos el camino del 28-F y descendamos a autonomía de segunda. Estos señores que dicen que nos representan a todos y que muchas veces no se representan ni a sí mismos no se ponen de acuerdo sobre qué es Andalucía. Unos, que una nación; otros, que una nacionalidad histórica; los que son más, que una realidad nacional. Se ve que ningún político ha leído a Luís Cernuda, que lo dice bien clarito: “Andalucía es un sueño que unos pocos andaluces llevamos dentro”.
“Vengo desde Madrid en el Ave, leyendo el artículo de Álvaro Ybarra que denuncia cómo quieren que desandemos el camino del 28-F y descendamos a autonomía de segunda. Estos señores que dicen que nos representan a todos y que muchas veces no se representan ni a sí mismos no se ponen de acuerdo sobre qué es Andalucía. Unos, que una nación; otros, que una nacionalidad histórica; los que son más, que una realidad nacional. Se ve que ningún político ha leído a Luís Cernuda, que lo dice bien clarito: “Andalucía es un sueño que unos pocos andaluces llevamos dentro”.
Y se ve que cuando suben o bajan en el mirabrás del Ave, no miran a embelesarse por la ventanilla, como ahora hago. Suelto el ABC sobre la mesita, miro por la ancha cristalera, de Despeñaperros pabajo, y el paisaje, Andalucía misma, me enseña su luz, a modo de carné de identidad. Está clarísimo: Andalucía es un sueño. Y una luz. Andalucía es el sueño de una luz.
¿Qué es Andalucía? Y la jara del monte, que quiere romper en flor, convocada por esta luz, me responde, con Bécquer: ¿Qué va a ser? Pues este sueño, esta luz. Un azul de Murillo, un amarillo de albero, la mar de Huelva, el otoño en los jardines del Generalife, un naranjo en flor, la magnolia, el jazmín, el nardo, la buganvilla, la dama de noche, el esparto de una túnica de nazareno o del cabo enverdinado de una falúa de Punta Umbría, de una barquilla caletera, de una jábega de biznagas. Un verde de campo de trigal que amarillece cabeceando espigas. El arrayán del Alcázar de los Reyes Cristianos, el aceite del olivo de Minerva, fustes de Roma enlutados por Joselito, por Manolete, por Ignacio Sánchez Mejías.
Andalucía es Velázquez y Juan Ramón, Cánovas y Castelar, Trafalgar y Las Navas de Tolosa, García Lorca y Almotamid, Góngora, Nebrija, Cádiz naciendo entre las olas, Granada callando en surtidores, fenicios, tartesios, moros, cristianos, San Isidoro, San Fernando, Sor Angela, descubridores, caballeros cubiertos, ilustrados, liberales, doceañistas, la Mano Negra, Casas Viejas, Blas Infante, León y Quiroga, Chaves Nogales, Muñoz Seca, Pemán, Villalón, orilla de América, islas del Guadalquivir, Málaga dulce, Rute, Sanlúcar, Jerez, Montilla, doradas piedras renacentistas de Ubeda y Baeza, murallas de alcazabas, Almerías de luna con sol a mares, a espuertas de cal de Morón.
Y los caballos de Jerez, y los jinetes de Córdoba por el llano de las vegas de naranjos, de almendros, de almazaras, de alféizares, de alhucema, de albardones de mulas que van al río llevando un cante, una copla, una canción, penas y alegrías, esperanzas y quebrantos, la emigración, el paro, Fígaro que afeita a Don Juan Tenorio para que enamore a Carmen, ópera, maestro, ópera flamenca, Lola, y Juana, y Juanito, y Don Antonio, y Manolo, y el Cristo de los Gitanos, y un Nazareno que es El Gran Poder, El Abuelo, El Rico, El Greñúo, que es Hijo de la Macarena, de la Virgen de la Cabeza, de la Virgen de las Angustias, de la Virgen de la Cinta, de la Virgen del Rosario, que al Rocío no le llaman Almonte, sino relicario de la Virgen del Rocío, viva esa blanca paloma de Picasso, a la que Alberti da arvejones en la arboleda perdida, y Mariana Pineda la lleva de la mano por Sierra Nevada para que no la haga cautiva un palomo ladrón que va con la partida del Tempranillo, de Seisdedos, con los garrochistas de Bailén y las bombas que tiran los fanfarrones, mientras Trajano y Adriano se colocan en Roma de emperadores y aquí queda una Giralda, una Mezquita, una Alhambra, y un pueblo, sencillamente un sueño, una luz, que como de algún modo había que llamarlos, rompió la gente en decirle Andalucía, esta tierra que me enseña la hermosura de su carné de identidad por la ventanilla de este tren que los olivares han hecho de plata.”
Pero creo que el buen Antonio se deja lo mejor en el tintero, Andalucía somos cada uno de nosotros, todos, uno a uno, sin que nadie falte, los que ya se fueron y los que vendrán, eso es Andalucía; y creo que lo hemos olvidado. Así nos va.
Andalucía, son nuestros hijos que aprenden a no conocer su tierra; nuestros padres que aprendieron a menospreciarse y a menospreciarla “si esto lo tuvieran los catalanes o los americanos”; nosotros que no sabemos que hacer con ella y en ella. Celebramos el día de nuestra tierra inconscientes de lo que somos como Pueblo y como Tierra, y menos aún somos conscientes de cómo doblegar su destino, nuestro destino, que los demás hagan por nosotros en esta tierra saturada de políticos, funcionarios, subvenciones, consultoras y líneas de homologación y certificación; ¡ah!, y de planes de desarrollo, constructores, diputaciones, asesores y consejeros delegados, … muchos periodistas objetivos y unos pocos curas.
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