viernes, 9 de octubre de 2020

Andalucía, 'legado universal'

Erróneamente, el viajero podría caer en la tentación de los tópicos y concebir Andalucía sólo en su faceta más folclórica, entendiendo que esta tierra tan sólo dispone de encantadores pueblitos blancos. Y siendo en parte así, basta con darse un paseo visual por Andalucía para percibir que cualquier rincón de su ancha geografía hunde sus raíces en la memoria del tiempo y está arropado por el mágico hechizo de la historia. La riqueza monumental, artística y cultural que salpica los cuatro puntos cardinales de este territorio ha gestado un legado universal de tal magnitud y admiración que, de no haberse concebido, la ‘Cultura Occidental’, aún más, el mundo como hoy se conoce no serían los mismos. Por todo ello y no sin razones, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha reconocido a cinco andaluzas, a sus conjuntos históricos o a diferentes monumentos a título individual, como Patrimonio Mundial.

Metafóricamente, habrá a quien las ciudades ‘Patrimonio de la Humanidad’ les puede parecer un magnífico, pero polvoriento libro con cubierta de cuero repujado y letras grabadas en oro, un incunable situado adrede en el anaquel de mayor visibilidad de una estantería y sin ninguna otra finalidad que dar mayor mérito a la librería de turno. Pero no, no ocurre así con las ciudades andaluzas ‘Patrimonio Mundial’. Por el contrario, son un legado universal en constante ebullición creativa. Sirvan como muestra el Festival de Internacional de Jóvenes Intérpretes de Baeza, el Festival de la Guitarra de Córdoba, el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, la Bienal de Flamenco de Sevilla o el Festival Internacional de Música y Danza Ciudad de Úbeda…, en fin, un catálogo interminable de creaciones culturales que se cuecen en la tahona de nuestras ‘Ciudades Patrimonio Mundial’.

En Andalucía te espera el libro con las historias mejor contadas, abierto por el capítulo que te apetezca. Disfrutarás intensamente de su lectura, entrarás en un diálogo apasionante y podrás redactar tus propias experiencias y emociones de tu misma pluma. ¡No te pierdas los próximos capítulos!

BAEZA, la Ciudad del dorado silencio

Aunque sus raíces se remontan a la Prehistoria, cuando, sobre un promontorio natural, el llamado ‘Cerro del Alcázar’, se erigió la primera ‘Ciudad del Bronce’, íberos, romanos y andalusíes poblaron el amurallado altozano que hoy se eleva dominando un despliegue interminable de olivos, un ordenado ejercito de hoplitas que plácidamente desciende hasta la ribera del Guadalquivir. Pero, será tras la Conquista y con la primera Edad Moderna cuando las ideas italianas del Renacimiento calen en todos y cada uno de sus hilos urbanos provocando, de esta manera, que la población alcance sus más singulares expresiones constructivas y la ciudad se convierta en uno de los principales centros culturales, eclesiásticos y educativos de los reinos del sur peninsular. Entre la Plaza de Santa María, núcleo de la mágica y ‘detenida en el tiempo’ ciudad medieval, y el Paseo de la Constitución se derrama un magnífico reguero monumental reconocido por la Unesco como Patrimonio Mundial, digna representación de la grandeza baezana: como su Catedral, antigua mezquita mayor, o el Seminario de San Felipe Neri, el Palacio de Jabalquinto, y la Vieja Universidad, ambos en la aledaña plaza de Santa Cruz, las Antiguas Carnicerías, el Balcón del Concejo o las ruinas del Convento de San Francisco.

Al pasear por sus calles, el silencio y los aromas del primer aceite pueden hacernos creer que Baeza es un hoy una urbe pequeña y laboriosa, cuando en realidad es un pueblo de una cultura inabarcable. En la dorada luz que desprenden sus edificios anidan las musas que inspiraron a insignes personajes, como Machado, San Juan de la Cruz o Argote de Molina, entre muchos otros. En toda la ciudad está presente aquel pensamiento humanista, la impronta de ilustres celebridades que dejaron de una manera u otra, entre sus centenarias piedras, su huella y su recuerdo.

CÓRDOBA, la Ciudad vivida

Arropada por las colinas de Sierra Morena, Córdoba, ciudad sabia y estoica como pocas, mece sus anhelos y sueños en comunión con el Guadalquivir. La población se encuentra en una estratégica encrucijada, a medio camino entre sierra, valle y campiña, motivo más que suficiente para justificar sus hondas raíces históricas, su extraordinaria amalgama cultural y que se haya alzado en numerosas ocasiones como ciudad capital, tratando de iguales a urbes como Roma, Constantinopla, Damasco o Bagdad. Todo ese maravilloso poso histórico ha dejado un legado excepcional que gira en torno a su singular Mezquita, el monumento islámico más importante de Occidente, y al bello y laberíntico entramado de callejas de la Judería, pero se extiende sin parangón por todo lo ancho de su geografía urbana. Así lo pone de manifiesto un enorme elenco de monumentos levantados por todas las civilizaciones que han forjado la ciudad: el puente y templo romanos, puertas y murallas omeyas, el Alcázar de los Reyes Cristianos, el Palacio de Viana, su Sinagoga, la Posada del Potro, el Convento de la Merced o el conjunto fluvial formado por la Torre de la Calahorra, los Sotos de la Albolafia y sus molinos. La mayor parte de este patrimonio ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio Mundial y, con posterioridad, se le han sumado otros bienes como la Fiesta de los Patios, Patrimonio Cultural Inmaterial, y la Ciudad Califal de Medina Azahara. De tal manera, Córdoba es la ciudad europea con más Inscripciones UNESCO y es la segunda a nivel mundial, sólo superada por Beijing.

Pero su conjunto histórico, el segundo más grande de Europa, es ante todo una ‘ciudad vivida’, el hogar de gentes sencillas y de instituciones comprometidas con su vida cultural. Córdoba oculta su alma en lo más recóndito de su laberinto urbano, en el silencio de sus callejas y patios, para quién alcance a escucharla. Porque, como diría el poeta, ‘Una vez más, uno comprende que en esta tierra se le hayan quedado enredados para siempre el corazón y la memoria’.

GRANADA, la Ciudad brillante

Con seguridad, el laberíntico barrio de casonas encaladas y callejas empedradas que da forma al Albaicín, embrión que fue de la primera ciudad de Granada, es el conjunto monumental más colosal jamás levantado a la arquitectura efímera y sencilla, a la que mágicamente fluye y muda de continuo como lo hace el agua de los veneros que discurre por las entrañas del barrio y emerge y encandila en aljibes, huertos y ‘cármenes’. A levante y por frente suya, sobre el cerro y viejo arrabal sefardí de la Sabika, quedando por medio el río Darro y el nostálgico Paseo de los Tristes, que no los separa, sino que los une mediante un hilván de agua y bosque indisoluble, se eleva a los cielos de Sierra Nevada el Conjunto Palaciego de la Alhambra y los Jardines del Generalife, posiblemente la ciudadela más bella construida bajo los dictados del Islam. Con seguridad, los estucos de sus paredes están en la cumbre del arte decorativo andalusí y la mimada complicidad de jardines y arquitectura refleja la magnífica suntuosidad de una época que nos envuelve bajo una atmósfera que embruja. Por tratarse de creaciones artísticas únicas, singulares, y por ser una muestra excepcional de las residencias palaciegas de los reyes nazaríes de la época, el conjunto formado por la Alhambra, el Generalife y el Albaicín está declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Callejear por el barrio del Albaicín, saber de sus orígenes íberos y romanos o identificar la complejidad edificatoria de su muralla zirí, germen de la ‘Garnata’ andalusí, son etapas necesarias para, obligatoriamente, asomarse al Mirador de San Nicolás. Desde allí, podrás reconocer la solidez de la fortaleza de la Alhambra y la delicadeza de sus jardines, ensoñar con su fastuosa vida cortesana, rememorar las leyendas que la arropan y contemplar la más bella puesta de sol que uno pueda imaginar con la ‘Ciudad brillante’ como testigo de excepción.

SEVILLA, la Ciudad-puerto de Indias

Desde sus más hondas raíces, la ciudad de Sevilla ha sido lugar de encuentro y fusión: allí tierra y agua son una, el río que emana de la Bética más profunda se hermana con la ‘Mar Oceána’ y gentes de las dos márgenes del Mediterráneo forjaron el mayor crisol de culturas hasta hoy conocido; en fin, fue el buen puerto en el que pueblos de todo el orbe amarraban sus sueños para volcar sus anhelos hacia el horizonte marino. En tiempos, la ciudad fue timón de gobierno del mundo entonces conocido. La agitación mercantil de su dársena impuso su frenético ritmo a todo el Occidente Europeo y en su muelle fondearon mercaderes y navegantes de todos los rincones del orbe. Entonces, fue puente de mando de ideas expresadas en cualquier lengua, en lonja donde maridarían aromas y sabores de todas las latitudes del planisferio. Y fruto de aquello gesta, el conjunto formado por la Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias de Sevilla ha sido reconocido como Patrimonio Mundial por la UNESCO. La Catedral, el templo gótico más grande Europa, alberga la Giralda y el Patio de los Naranjos como reminiscencias almohades, mientras que el Real Alcázar, uno de los palacios en uso más antiguo del mundo, se dibuja como mágico testimonio de la convivencia cultural entre Occidente y Oriente. Así nos lo certifica el arte mudéjar que lo inspira, fenómeno singular sólo existente en España. Además, en la antigua lonja, convertida en Archivo de Indias, se conservan fondos documentales de valor inestimable procedentes de los virreinatos españoles en las Indias, tanto Occidentales como Orientales.

Aunque hoy sigue siendo una urbe moderna, inquieta, creativa…, a Sevilla hay que pasearla con parsimonia, casi en silencio, pues es una ciudad de atmósfera acogedora, poética, que cautiva y envuelve al viajero bajo una mantilla de magia, aromas, belleza y sentimiento. Es de obligación conocer la grandeza interior de sus monumentos, pero en Sevilla, ante todo, se disfruta de la calle como en ningún otro lugar.

ÚBEDA, la Ciudad armoniosa

Como sucede con su vecina Baeza, la ciudad de Úbeda hunde sus raíces en la memoria de los tiempos. Su espléndido aspecto urbano es fruto de los avatares de siglos de frontera con el Reino de Granada, de su protagonismo en la ‘aventura’ americana y de la posterior pujanza económica (agroganadera, alfarera y textil) de una próspera clase nobiliaria encabezada por Francisco de Cobos, secretario del emperador Carlos I. Cuando el viajero pasea bajo el luminoso cielo de la ciudad, arropado por el silencio, queda asombrado por la innumerable cantidad de palacios que atesora, símbolo del poder de unos linajes que no dudaron en contar con los más afamados arquitectos de la Europa del Renacimiento para la construcción de unas residencias (Andrés de Vandelvira) al gusto de las nuevas tendencias de la Italia del siglo XVI. Al sur de la ciudad, donde se levanta la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares, se despliega la Plaza Vázquez de Molina, una de las más bellas de España. En ella se dan cita algunos de los monumentos más relevantes, como la Sacra Capilla de El Salvador o los Palacios del Deán Ortega y Juan Vázquez de Molina. Pero, según se penetra en la trama histórica de la ciudad, el número de edificaciones sobresalientes se irá haciendo interminable: Hospital de Santiago, Iglesia de San Pablo, Monasterio de Santa Clara, Iglesia de San Lorenzo, Palacio Vela de los Cobo o la Casa de las Torres. Todo ello motivo más que suficiente para el reconocimiento de la ciudad de Úbeda como Patrimonio Mundial.

Pero, con ser la arquitectura renacentista el rasgo más sobresaliente de su urbanismo, en la integración con otros estilos arquitectónicos y con un entorno paisajístico de agua, huertas y olivos radica la prodigiosa fisonomía de Úbeda, en donde cada calle, cada plaza y cada barrio son como células en completa armonía. La sorpresa está presente al doblar cualquier esquina, en el primer recoveco amurallado, donde, inesperadamente, emerge una sinagoga olvidada durante siglos, un centenario taller artesano erigido sobre la sabiduría de generaciones, la evocación de una leyenda o la mágica sencillez de una fachada popular. Siendo Úbeda una ciudad ecuménica, abierta al mundo, en lo más escondido de su laberíntico callejero sigue oliendo a chimenea, puchero y hogaza recién horneada.



2 comentarios:

  1. Muchas gracias por compartir. Andalucía es tan hermosa que es obligado difundirla.

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