jueves, 30 de julio de 2020

Disparatada revolución agraria

Pero, y a todo esto, llegó la segunda mitad del siglo XX y con ella arribó a nuestros campos una desacertada revolución agraria. Para los municipios de la Sierra Morena de Jaén, y en general para todo el agro provincial, supuso un periodo crítico que acarreó la total desaparición de las labores económicas tradicionales y, en gran medida, de la cultura material vinculada a ellas. Se modificó así, cuando no se arrasó, un paisaje cultural y humanizado modelado durante siglos. Con ello, los caminos históricos y cañadas tradicionales, las torrucas, los chortalejos, las eras, los pilarejos, los rajales y colmenas…, fueron desapareciendo paulatinamente y sin pausa bajo el oscuro hollín del olvido, entre escombreras y estercoleros, que surgieron por doquier bajo la falsa excusa de una fatua modernidad. Fuentes, pozos y alcubillas fenecieron, sus veneros se vieron taponados por la inmundicia, mientras que molinos, caserías y cortijos sucumbieron aplastados por su propia ruina. Paralelamente, apabullados por la creciente pujanza del olivar, los emparrados se cortaron por la cepa y las tierras de calma fueron tomadas por inacabables hileras de olivos. Ni las fértiles tierras de huerta y vega fueron ajenas a este devastador proceso, que mermaron ante tan agresiva avalancha aceitera. La mancha verde plata, que en ocasiones se vistió de un falso dorado, redujo a la mínima expresión los viejos y desgastados reductos hidráulicos, unos parajes únicos, singulares, que habían sido levantados a la sombra de unos déficits hídricos con presencia endémica en las estribaciones de esta parte de Sierra Morena.

La tradicional cultura del agua que estos usos había gestado quedó relegada a reliquia.


De derecha a izquierda y de arriba a abajo: Camino de San Lorenzo, Cordel de Guarromán, Puente de Los Charcones, Molino del Santo Cristo, Piedra Escurridera, Pocico Ciego

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