Uno se crío, musicalmente, en un revoltijo, entre un barullo de cintas de mi primo José María, donde igual alternaban los Chichos, que Bonie M o Los Puntos. A ellos se sumaron los pasodobles de “Los Esclavos” o las cansinas orquestas del primer “Emigrante”.
Pero, a hurtadillas, algunas tardes me cobijaba en el cuarto de mi chacho Vicente con un viejo radio casete que, jubilado del horno, me descubría extrañas melodías, todas ajenas a mi andurrear cotidiano. Allí, a mi antojo, me di de bruces con “Diario Pop” y arrabales. ¡“pa” qué contar!, mi primera banda señera fueron los inigualables “Tarik y la Fábrica de Colores”. Allí fui descubriendo, a migajas, el pasado más inmediato y el futuro que acechaba.
No tardé en colarme en “movidas” varias. Así, mi bisoñez se inclinó pa Vigo, mientras que mi corazón tiraba de Madrid y mi ardor al primer Euskadi que se aferró como hierro ardiente con la inmediata aparición de Kortatu.
Palurdete, cuando llegué a Jaén intenté disimularlo, más aún en temas musicales, donde mi buen aprender radiofónico me daba cancha. Pero, ¡ay de mi!, cuando en mi primer “Lagarto”, ya con la buena compañía de mi amigo Hilario, más puesto en estas cosas del rock, aparecí más de vacío que el bueno de mi amigo “José María” en una fiesta de cumpleaños. Aquello era todo intendencia: neveras y neveras de “bebercio” pa blincar con un poco de alegría y holgura económica.
Aquel año anduvieron de invitados, creo recordar, los M-Clan.
Bueno, pues andaron años y mudanzas y con tanta “hambre” pasada a la mínima que uno pudo pegarle un bocado a un mendrugo no dejó pasar la ocasión. Así, como cuando en un plan turístico hubo que jurar que las aguas el Guadalquivir fluían entre las Migaldías y el Tamujoso con más contundencia que las que afirman lo propio de la Sierra de María, hice las tretas que pude para encaramar a mi pueblo a la cartelera del rock patrio.
Abrió camino, muy flojete, “El Norte”, pero le sucedieron otros como “Buenas Noches Rose”, “La Frontera”, “Hermanos Dalton”, Tahúres Zurdos o el primer y auténtico Ska-p. Pero, en una de ellas, por mayo, anduvo por aquí Rosendo. Uno, en su papel, más estirao que un palo de polo y, en esas, a poco de comenzar el concierto, veo que de un coche foráneo se baja un patrullón cargado de neveras. Hilario, Marisol, “el negro” y alguno que otro de Linares; se me cayó un lagrimón.
¡Menuda noche!
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