domingo, 8 de septiembre de 2013

De mudanza

Cosas del aquí y allá, por estos días del ’82 andaba de mudanza.

Por entonces, los pocos que en mi pueblo brincaban la EGB tenían la correcta tendencia de ejercer el bachiller en la vecina localidad de Bailén. Era cosa de pura logística, pues a la mayor cercanía se sumaba la intendencia de transporte: ida y vuelta a pie de obra y en el minuto de fichar.

Pero, como decía, cosas del aquí y allá, que un servidor acabó haciendo las primeras en la ciudad minera y estrenando el Cástulo, cuando aún se nominaba mixto número 2 y los bocadillos del recreo siempre eran de “perrito caliente”, vendidos bajo la escalera del primero.

Comencé con mal pie, pero se ve que no era el izquierdo y acabé un año excepcional, y no solo en lo académico. Pero la suerte estaba echada desde el principio y con septiembre vendrían las mudanzas al María Bellido.

La víspera, un servidor, “ilustrado” y con mundo -ya verás-, incité a mi gente a escuchar la recién pirateada cinta de Leño. Los “merguis”, en la línea de subterfugio en la que andábamos, ofrecieron la vieja casa de sus padres en la calle Amargura, la que ahora es de Antonio, para el trapicheo.

Andábamos en esas por la azotea, pergeñando un viejo radio casete de Juanatos para darle marcha a la cinta. Pero nos tiraba el monte, eran muchos años en el Corralón saltando bardales. Así que, entre “corre, corre” y “qué tire la toalla” dimos el brinco al vecino de abajo, a olisquear (perdona Ani).

Poco vimos que no conociéramos pero, ¡ay!, qué en la alacena encontramos una orza de carne de monte en aceite, que paciente esperaba la visita de su ausente destinatario. Improvisando y a hurtadillas de Lola nos dimos una jartá. Terminó su andadura la cinta, y la sartén, y cada uno para su casa.

Creo que no llegó la noche y llegaron los primeros retorcijones. Primero leves y después achuchaíllos, tanto que no me valió, tuve que llamar la atención de mis mayores. Hospital de Linares, supuesta apendicitis aguda, uno callao como un muerto, los otros cagaos por si eran intoxicación.

Total, dos días sin comer, pues aunque era apendicitis parecía que no había llegado a mal puerto, y la mudanza que tuvo que retrasarse. De paso, evité el castigo como novato, pues en el revolicio explica tú que siendo nuevo no eras novicio.


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