viernes, 1 de octubre de 2010

Una calle que puede estar bien hecha

Es cierto que la Corporación en la que estoy inmerso, más concretamente el área que “me lleva”, puede cometer desvaríos sin término, despropósitos sin fin, uno y mil errores, etc., etc., pero lo que no puede achacársele es falta de trabajo y meditación en las tareas. Intento que las normas que me rigen no tengan como principal comanda “así se han hecho siempre las cosas” o “es que eso no se ha hecho nunca”.

Así, cuando en el marco de la estrategia de turismo sostenible “Conjuntos Históricos …” o, acortando, “RedPatrimonia”, nos cae la faena de ejecutar un proyecto viario no nos dejamos llevar por la inercia y nos tiramos al barro. Lo más sencillo, barato y rápido, en una calle como Travesía Fugitivos – tramo superior de Huérfanos, hubiera sido tirar del clásico, que no tradicional, enchinado. Pues no.

Buscábamos experimentar con un modelo que, en materia viaria, nos permitiera en este sentido bien caminar en los próximos lustros, rompiendo, de manera paralela, con el puzzle de colores y materiales que estamos instaurando en nuestras calles. Nuestro primer y firme objetivo era lograr un firme, valga la redundancia, que culturalmente quedará integrado en nuestro conjunto histórico y, por qué no, lo enriqueciera; y nuestra tradición no era, ni es, el empedrado granadino o portugués instaurado en los 80 -que por cierto todos sabemos como funciona pasadas tres nubes- sino la arenisca descompuesta que se arrima en los pocos padrones que le quedan a nuestros campos.

Por otra parte, teniendo en cuenta la cortedad de la calle en cuestión, como las muchas de nuestro pueblo viejo, iba a ser un vial sin aceras. La propia calle, por tanto, debía facilitar el tránsito de peatones acostumbrados a pocos y encontrados tropiezos. Debía tener un firme sencillo, buen amigo de zapatos complejos y pies mayores.

Como buenos hijos de nuestro patrimonio, buscábamos también, a ser posible, eliminar aquellas pequeñas muestras de la modernidad que dañan a miradas ávidas de desentrañar la historia; pero somos también amigos de dotar a nuestros espacios públicos de una personalidad que la mayoría de las veces han ido perdiendo ante el avance de coches, ausencias vegetales y desaparecidas “graas” y mojinetes de encuentro cotidiano. Y estos cánones son los que nos han guiado.

Por último, somos y éramos conscientes, que la economía manda. Obras de arte las justas, por desgracia. La calle no debe ser más cara que una de asfalto y si se gana en mano de obra se ha de perder en materiales.

Y así, con las ayuda inestimable de Juan Melgarejo, la faena diaria de los distintos albañiles, la paciencia y cariño de los vecinos, el arte de Lore (fuente) y Juan Pablo “Tito” de Úbeda (baldosa) y, como no, de la maña cortando piedra del hijo de “Cati la de seis deos” se acabó una calle “bonita y agradable”, donde la arenisca es la protagonista, se anda a paso firme y el agua y el verde se tornan dueños de los rincones públicos.

Pues bueno, van los que más saben de cultura y que además son los que mandan, o quizá sea al contrario, y, sirviéndonos de la metáfora, arrinconan la solución en la “calle del Recuerdo”.

2 comentarios:

  1. ¿Por qué en la calle Recuerdo y no en la calle Huérfanos?; yo viví allí y es preciosa.

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  2. La calle Huérfanos es en la que se ha experimentado al cobijo de la tradición; y ha quedado muy bien. En la calle Recuerdo es en la que se ha tenido que seguir el patrón "chinesco" de los ochenta.

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