“Pasaron algunos años y, tras los años se sucedieron lustros que fueron sumando siglos, … y Eolo, conociendo la nueva que Ulises había abierto el odre de los vientos, no acertaba a averiguar porque éstos no regresaban a la tierra de los titanes, la isla Eólica. Y así recordaba como Ábrego, templado y húmedo, era mensajero de aguas; Boreas, hijo de la Aurora, viento del norte, soplaba gélido; Austro, que se arrastraba desde el sur, presagiaba tempestades y acarreaba desgracias; y Subsolano, y Áfricus, y Volturno,… y a todos echaba de menos el dueño de los vientos.
Y estos pensamientos estaba cuando tomó la determinación de enviar a un vencejo real a rastrear los caminos que los vientos habían seguido. Y así el vencejo siguió las ordenes y voló por tierras de bárbaros, y planeó sobre suelos sumidos bajo la penumbra de hayedos y robles, y surcó las negras llanuras de Europa y las blancas estepas de Rusia, y atravesó los desiertos de África arribando a los Trópicos,… hasta que agotado por el fracaso de su misión se dejó caer en unas marismas tranquilas, impolutas, dueñas de luz, donde los aromas envuelven una atmósfera en la que los sonidos de lo natural se suceden en armonía.
A poco reanudó el vuelo planeando río arriba sobre paisajes trazados de color, donde dorados campos de trigo y amarillos girasoles se mecen entre parcelas salpicadas del verde de los viñedos, …; donde suaves ondulaciones forman una campiña que a poco da paso a un mar hilvanado de verde plata que se va alzando hasta mostrar un elevado murallón donde los olivos, retorcidos contra si mismo, apenas se clavan en las entrañas de la tierra,.. y, de pronto, entre aristas elevadas, aprecia que los vientos juguetean sorteando las cimas, elevándose sobre ellas y descendiendo de nuevo a los valles como si nunca hubieran conocido mejor morada. El mismo vencejo mecido por la brisa, dejándose llevar por un suave planeo, fue consciente de que había hallado el lugar donde los vientos moran y se ocultan de Eolo; donde corretean dulcemente sobre el agua; donde silban entre las entrañas de la tierra y donde, desde las alturas, van labrando un paisaje excepcional. Y este lugar que les había dado cobijo en las tierras de occidente, en la Península Ibérica, se encuentra en el corazón de las Sierras de Andalucía.
Y así sigue narrando la leyenda, que todos los años el vencejo real vuelve a estas sierras de la Bética para comprobar que los vientos siguen morando al amparo de estas tierras del Sur de la Península Ibérica; y así sigue siendo.”
Como el vencejo, año tras año arriban a nuestra geografía los nuevos planeadores de los cielos que, como bisoños “voladores”, juguetean sobre un paisaje excepcional. Andalucía es la tierra donde los vientos, el relieve, el número de horas de sol al año, el paisaje, nuestras gentes y las instalaciones deportivas y turísticas se aúnan organizando un destino inigualable para el desarrollo de la práctica del vuelo libre.
Al oeste del Guadalquivir, la orogénesis alpina construyó una Andalucía de “piel arrugada”, muy distante de la fisonomía que muestra la vega del gran río andaluz y de las campiñas colindantes, formada por montañas que elevan un relieve afilado que da paso a valles alargados, anchas hoyas y altiplanicies, tierras rojas “arañadas” por la persistencia de las aguas y fértiles vegas trazadas por ríos sinuosos que definitivamente alargan su brazo hasta la mar. Muestra Andalucía una fisonomía labrada ex profeso para la práctica del vuelo libre. Así, se alternan elevados promontorios que dan paso a planicies que permiten el óptimo desarrollo de la práctica bajo un régimen de vientos adecuado.
Por otra parte, teniendo estas tierras como nexo común una orografía excepcional, la presencia de una geología, relieve y clima que difieren, han provocado una diversidad paisajística sin parangón que ofrece bajo los pies de los deportistas un espectáculo único.
Así, Almería concentra sus estaciones de vuelo libre en el extremo más oriental de la Alpujarra, un descenso definitivo desde las blancas cotas de Sierra Nevada hasta un mar Mediterráneo impregnado de luz. En el tránsito, elevadas colinas sobre las que la nieve ha tallado su protagonismo flanquean verdes terrazas de parras, naranjos y olivos entre las que el susurro de los ríos se escapa buscando su desenlace entre un mar de ordenadas huertas apretadas bajo el plástico.
Las estaciones de vuelo libre de la provincia de Cádiz se ordenan de manera armoniosa, a modo de etapas que, desde el macizo más lluvioso de la Península Ibérica -el Parque Natural de la Sierra de Grazalema-, quisieran arribar a la mar. Así, en frenética armonía se suceden bellas estampas que van desde la más agreste serranía a sierras que casi se confunden con las blancas costas de Cádiz, intercalando en su cuaderno de viaje fértiles campiñas de cereal y viña, dehesas taurinas y viejas lagunas drenadas en las que los deportistas aéreos se confunden entre un verdadero paraíso para las aves.
En Granada, la diversidad paisajística patente en Andalucía encuentra aquí su mayor reflejo. Al norte, en el Altiplano, los despegues se muestran como grandes colosos que se elevan aislados sobre una inmensa llanura de profundos colores, surcada a intervalos por cárcavas y badlans que parecen labrados por esos mismos titanes. Por el contrario, La Alpujarra, a la solana del macizo de Sierra Nevada, alterna las mayores cotas de la Península Ibérica con profundos valles y barrancos en los que la fertilidad de la tierra explota en mil colores que acompañan las manchas blancas, escalonadas, de sus típicos caseríos. Finalmente, el Poniente Granadino, en el que el agua ha sido también principal protagonista del modelado de su paisaje, combina imponentes vegas con relieves agrestes a intervalos coronados por atalayas, torreones y fortalezas que dejan patente su devenir histórico.
Las elevadas alturas que ofrece la provincia de Jaén se intercalan entre espacios de extrema calidad ambiental en los que el agua ha ido labrando el paisaje, como el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas o la Sierra Sur de Jaén, e inacabables y ordenadas masas de olivar que se derraman por extensas llanuras o se arraciman ladera arriba apretándose contra la tierra que los cobija.
Finalmente, debido al alto número de estaciones presentes en la provincia de Málaga, todos sus paisajes se suceden bajo la retina de los pilotos. Desde las fértiles y elevadas llanuras de Antequera y Archidona hasta el abrupto relieve de la Serranía de Ronda; desde los valles encajonados entre sierras que se suceden en descenso parejos a las aguas del Guadalteba y Guadalhorce hasta el escalón que forma la sierra de Tejeda asomándose al Mediterráneo.
Pero quizá sea la meteorología el factor más determinante para hacer de Andalucía uno de los mejores destinos para la práctica del vuelo libre. El clima de Andalucía viene dado por su localización, situada en la zona templado calida, a caballo entre los dominios polar y ecuatorial. Por otra parte, su situación entre dos mares (Mediterráneo y Atlántico) es también determinante.
En relación con la circulación general atmosférica, Andalucía se encuentra situada en el límite de acción de los grandes anticiclones subtropicales y los grandes ciclones polares. Este hecho va a provocar dos estaciones muy bien diferenciadas en función del desplazamiento de los centros de acción. De tal forma, en verano Andalucía estará bajo la acción de la estabilidad generada por los anticiclones subtropicales; y durante el invierno, el desplazamiento de éstos hacia el sur, permitirá que los centros de acción polares lleguen hasta nuestra geografía generando un clima inestable pero con niveles de precipitación no muy altos. En este sentido, es necesario anotar que el aire proviene mayoritariamente del continente africano, hecho que condiciona su escasa humedad.
Aunque considerando las diferencias que imponen el relieve y las condiciones locales, en líneas generales podemos hablar de una estación de lluvias (otoño-invierno), no abundantes, y de temperaturas suaves; y veranos cálidos con ausencia de lluvias, aunque con fuertes tormentas muy concentradas temporalmente. Por otra parte, es necesario remarcar que hay una marcada irregularidad temporal en las precipitaciones, provocando situaciones habituales de sequía.
En relación con la práctica del vuelo libre, podemos subrayar que Andalucía ofrece un clima óptimo para su práctica, pues las lluvias son escasas y muy concentradas temporalmente; muestra unas temperaturas que, siendo suaves en invierno, se elevan de manera notoria durante el periodo estival, hecho que condiciona días calurosos con una fuerte insolación, excelentes para la práctica del vuelo libre; y, sobre todo, presenta en la mayoría de su geografía más de 3.000 horas de sol al año.
El considerable número y dispersión de las estaciones de vuelo libre por la amplia geografía de cinco de las provincias andaluzas (Almería, Cádiz, Granada, Jaén y Málaga) permite que los deportistas y aficionados puedan moverse con entera libertad por Andalucía, conociendo de antemano que en la provincia a la que se desplazan existe un equipamiento que le permite practicar su deporte.
Como se ha anotado con anterioridad, contamos con zonas de vuelo libre en casi todo el territorio andaluz, en total veinticuatro, aunque existen zonas algo más consolidadas que otras que cuentan con una infraestructura específica muy completa para la práctica del deporte, con accesos, pistas de despegue y zonas de aterrizaje bien acondicionadas. Las más reconocidas se encuentran en las localidades de Algodonales (Cádiz), El Yelmo (Jaén), Loja (Granada), Dalías (Almería) y Valle de Abdalajís (Málaga), aunque no por ello el resto desmerece. En todas ellas se han celebrado competiciones de nivel internacional y nacional, y cuentan con escuelas, clubes de vuelo y empresas de turismo activo perfectamente preparadas para realizar y ofertar esta actividad deportiva y de ocio.
Y estos pensamientos estaba cuando tomó la determinación de enviar a un vencejo real a rastrear los caminos que los vientos habían seguido. Y así el vencejo siguió las ordenes y voló por tierras de bárbaros, y planeó sobre suelos sumidos bajo la penumbra de hayedos y robles, y surcó las negras llanuras de Europa y las blancas estepas de Rusia, y atravesó los desiertos de África arribando a los Trópicos,… hasta que agotado por el fracaso de su misión se dejó caer en unas marismas tranquilas, impolutas, dueñas de luz, donde los aromas envuelven una atmósfera en la que los sonidos de lo natural se suceden en armonía.
A poco reanudó el vuelo planeando río arriba sobre paisajes trazados de color, donde dorados campos de trigo y amarillos girasoles se mecen entre parcelas salpicadas del verde de los viñedos, …; donde suaves ondulaciones forman una campiña que a poco da paso a un mar hilvanado de verde plata que se va alzando hasta mostrar un elevado murallón donde los olivos, retorcidos contra si mismo, apenas se clavan en las entrañas de la tierra,.. y, de pronto, entre aristas elevadas, aprecia que los vientos juguetean sorteando las cimas, elevándose sobre ellas y descendiendo de nuevo a los valles como si nunca hubieran conocido mejor morada. El mismo vencejo mecido por la brisa, dejándose llevar por un suave planeo, fue consciente de que había hallado el lugar donde los vientos moran y se ocultan de Eolo; donde corretean dulcemente sobre el agua; donde silban entre las entrañas de la tierra y donde, desde las alturas, van labrando un paisaje excepcional. Y este lugar que les había dado cobijo en las tierras de occidente, en la Península Ibérica, se encuentra en el corazón de las Sierras de Andalucía.
Y así sigue narrando la leyenda, que todos los años el vencejo real vuelve a estas sierras de la Bética para comprobar que los vientos siguen morando al amparo de estas tierras del Sur de la Península Ibérica; y así sigue siendo.”
Como el vencejo, año tras año arriban a nuestra geografía los nuevos planeadores de los cielos que, como bisoños “voladores”, juguetean sobre un paisaje excepcional. Andalucía es la tierra donde los vientos, el relieve, el número de horas de sol al año, el paisaje, nuestras gentes y las instalaciones deportivas y turísticas se aúnan organizando un destino inigualable para el desarrollo de la práctica del vuelo libre.
Al oeste del Guadalquivir, la orogénesis alpina construyó una Andalucía de “piel arrugada”, muy distante de la fisonomía que muestra la vega del gran río andaluz y de las campiñas colindantes, formada por montañas que elevan un relieve afilado que da paso a valles alargados, anchas hoyas y altiplanicies, tierras rojas “arañadas” por la persistencia de las aguas y fértiles vegas trazadas por ríos sinuosos que definitivamente alargan su brazo hasta la mar. Muestra Andalucía una fisonomía labrada ex profeso para la práctica del vuelo libre. Así, se alternan elevados promontorios que dan paso a planicies que permiten el óptimo desarrollo de la práctica bajo un régimen de vientos adecuado.
Por otra parte, teniendo estas tierras como nexo común una orografía excepcional, la presencia de una geología, relieve y clima que difieren, han provocado una diversidad paisajística sin parangón que ofrece bajo los pies de los deportistas un espectáculo único.
Así, Almería concentra sus estaciones de vuelo libre en el extremo más oriental de la Alpujarra, un descenso definitivo desde las blancas cotas de Sierra Nevada hasta un mar Mediterráneo impregnado de luz. En el tránsito, elevadas colinas sobre las que la nieve ha tallado su protagonismo flanquean verdes terrazas de parras, naranjos y olivos entre las que el susurro de los ríos se escapa buscando su desenlace entre un mar de ordenadas huertas apretadas bajo el plástico.
Las estaciones de vuelo libre de la provincia de Cádiz se ordenan de manera armoniosa, a modo de etapas que, desde el macizo más lluvioso de la Península Ibérica -el Parque Natural de la Sierra de Grazalema-, quisieran arribar a la mar. Así, en frenética armonía se suceden bellas estampas que van desde la más agreste serranía a sierras que casi se confunden con las blancas costas de Cádiz, intercalando en su cuaderno de viaje fértiles campiñas de cereal y viña, dehesas taurinas y viejas lagunas drenadas en las que los deportistas aéreos se confunden entre un verdadero paraíso para las aves.
En Granada, la diversidad paisajística patente en Andalucía encuentra aquí su mayor reflejo. Al norte, en el Altiplano, los despegues se muestran como grandes colosos que se elevan aislados sobre una inmensa llanura de profundos colores, surcada a intervalos por cárcavas y badlans que parecen labrados por esos mismos titanes. Por el contrario, La Alpujarra, a la solana del macizo de Sierra Nevada, alterna las mayores cotas de la Península Ibérica con profundos valles y barrancos en los que la fertilidad de la tierra explota en mil colores que acompañan las manchas blancas, escalonadas, de sus típicos caseríos. Finalmente, el Poniente Granadino, en el que el agua ha sido también principal protagonista del modelado de su paisaje, combina imponentes vegas con relieves agrestes a intervalos coronados por atalayas, torreones y fortalezas que dejan patente su devenir histórico.
Las elevadas alturas que ofrece la provincia de Jaén se intercalan entre espacios de extrema calidad ambiental en los que el agua ha ido labrando el paisaje, como el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas o la Sierra Sur de Jaén, e inacabables y ordenadas masas de olivar que se derraman por extensas llanuras o se arraciman ladera arriba apretándose contra la tierra que los cobija.
Finalmente, debido al alto número de estaciones presentes en la provincia de Málaga, todos sus paisajes se suceden bajo la retina de los pilotos. Desde las fértiles y elevadas llanuras de Antequera y Archidona hasta el abrupto relieve de la Serranía de Ronda; desde los valles encajonados entre sierras que se suceden en descenso parejos a las aguas del Guadalteba y Guadalhorce hasta el escalón que forma la sierra de Tejeda asomándose al Mediterráneo.
Pero quizá sea la meteorología el factor más determinante para hacer de Andalucía uno de los mejores destinos para la práctica del vuelo libre. El clima de Andalucía viene dado por su localización, situada en la zona templado calida, a caballo entre los dominios polar y ecuatorial. Por otra parte, su situación entre dos mares (Mediterráneo y Atlántico) es también determinante.
En relación con la circulación general atmosférica, Andalucía se encuentra situada en el límite de acción de los grandes anticiclones subtropicales y los grandes ciclones polares. Este hecho va a provocar dos estaciones muy bien diferenciadas en función del desplazamiento de los centros de acción. De tal forma, en verano Andalucía estará bajo la acción de la estabilidad generada por los anticiclones subtropicales; y durante el invierno, el desplazamiento de éstos hacia el sur, permitirá que los centros de acción polares lleguen hasta nuestra geografía generando un clima inestable pero con niveles de precipitación no muy altos. En este sentido, es necesario anotar que el aire proviene mayoritariamente del continente africano, hecho que condiciona su escasa humedad.
Aunque considerando las diferencias que imponen el relieve y las condiciones locales, en líneas generales podemos hablar de una estación de lluvias (otoño-invierno), no abundantes, y de temperaturas suaves; y veranos cálidos con ausencia de lluvias, aunque con fuertes tormentas muy concentradas temporalmente. Por otra parte, es necesario remarcar que hay una marcada irregularidad temporal en las precipitaciones, provocando situaciones habituales de sequía.
En relación con la práctica del vuelo libre, podemos subrayar que Andalucía ofrece un clima óptimo para su práctica, pues las lluvias son escasas y muy concentradas temporalmente; muestra unas temperaturas que, siendo suaves en invierno, se elevan de manera notoria durante el periodo estival, hecho que condiciona días calurosos con una fuerte insolación, excelentes para la práctica del vuelo libre; y, sobre todo, presenta en la mayoría de su geografía más de 3.000 horas de sol al año.
El considerable número y dispersión de las estaciones de vuelo libre por la amplia geografía de cinco de las provincias andaluzas (Almería, Cádiz, Granada, Jaén y Málaga) permite que los deportistas y aficionados puedan moverse con entera libertad por Andalucía, conociendo de antemano que en la provincia a la que se desplazan existe un equipamiento que le permite practicar su deporte.
Como se ha anotado con anterioridad, contamos con zonas de vuelo libre en casi todo el territorio andaluz, en total veinticuatro, aunque existen zonas algo más consolidadas que otras que cuentan con una infraestructura específica muy completa para la práctica del deporte, con accesos, pistas de despegue y zonas de aterrizaje bien acondicionadas. Las más reconocidas se encuentran en las localidades de Algodonales (Cádiz), El Yelmo (Jaén), Loja (Granada), Dalías (Almería) y Valle de Abdalajís (Málaga), aunque no por ello el resto desmerece. En todas ellas se han celebrado competiciones de nivel internacional y nacional, y cuentan con escuelas, clubes de vuelo y empresas de turismo activo perfectamente preparadas para realizar y ofertar esta actividad deportiva y de ocio.
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