miércoles, 30 de mayo de 2012

Feliz día José Fernando

Corría mis fiestas de verano al amparo del castillo hace ya tantos años que uno quiere casi ni recordarlo.

Más de pueblo que la tomiza, ajenos a las baladas del interior y trasero en tierra engullíamos algún que otro chumbo de los arrabales del castillo. Era noche de poca luna y mucho aburrimiento, así que las cabezas bullían buscando mudanza. El Pilarejo, el camino de Guarromán para asomarnos al recinto del cementerio, la alcubilla,…, hasta que caló un buen chapuzón en las huertas, en Los Charcones. Alguno masculló la huerta de Alfredo, o la de Canales,… o quizá fuera la de Maquilera, pero sin espera alguien dijo carrera y tonto el último que tocaba refrescarse. Siempre fui ligero de pies y no menos de cabeza, demasiada precipitación.

En apenas unos segundos me encontré a oscuras barriendo a pisotones las hierbas de la calle del Precipicio, saltando entre ripios de muros caídos y basura caduca. Los pies mojados y los aromas inoportunos del ambiente me hacían presumir que los salpicones de las madres que corrían al aire calle abajo iban empapando mis calcetines de festivo; decidido, en vez de amilanarme lo que traíamos entre manos alentaba aún más la carrera.

A poco, aún entre las tinieblas de la tórrida noche, note cambios en la traza, el suelo empedrado aventuraba que corría, quizá volaba, por el Camino Romano con la meta ya próxima. El cruce estaba ya cercano cuando recordé la poca atención puesta en la previa, así que, en camino, el derecho es el más fácil de tomar y sin dilación acabe en dos patadas saltando por la huerta de Simplicio oyendo a mis espaldas el tropel de la compaña de aquella noche.

Mientras me daba de bruces contra la solería oscura, vacía y seca de la alberca creí oír el rumor del agua removida por los chapuzones en la vecina de Alfredo. Bendita precipitación.

Al cabo, sigo sin aprender del todo pero anido la esperanza de dar mejor ejemplo como el que abajo suscribe. ¡Felicidades hijo que ya son catorce!

2 comentarios:

  1. Felicidades a ese tío que, como su padre, correrá las calles y los arrabales bañuscos en busca de aventuras y disfrutará los júbilos del éxito y aprenderá de aleccionadores fracasos. Lo importante, en todo caso, no será que la alberca, que presume llena, pueda estar vacía, sino el impulso y la determinación de ir hasta donde crea que tiene que llegar. Ley de vida.

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