La capacidad para modelar paisaje con la que contaban los molinos de
los ríos Grande y Rumblar, también lo tenía el Molino de Viento del Santo
Cristo que corona el pueblo de Baños, fue más allá del ámbito de influencia de
las márgenes de la corriente fluvial. Estos molinos, cuando realizaban la
molienda de la cosecha de grano, eran el último eslabón de una enorme y
compleja cadena silvoagrícola y pastoril, un
sistema de aprovechamiento de los pagos serranos regulado mediante ordenanzas
municipales, que ya era denominado en las de 1742 como de “roza de cama”.
Englobaba un conjunto de normas y tiempos de uso que permitían la coexistencia
de carboneros, rancheros, pastores y agricultores y gestaban un hábitat muy singular
donde la torruca, como vivienda serrana/chozo local, y una serie de
equipamientos complementarios, como las eras, los hornos de pan cocer exentos y
los pilares, tenían un papel protagonista.
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