domingo, 6 de julio de 2014

De mecos

Siendo chico, las calles de mi pueblo, las que no eran terrizas, estaban empedradas con ripios de arenisca, de asperón. Con la inocencia que caracteriza a los infantes, todos los días, antes de echarnos unos mecos al trompo - yo tenía un "macaco" de lujo- a la punta le pasábamos un restre por la piedra. Igual perdías, pero ¡al que le dieras jugando con la punta bien afilá!

 Arranque de la calle Mestanza.

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