La sierra, una de las cordilleras más antiguas de la Península Ibérica , sustenta una gran variedad
geológica, lo que ha condicionado el relieve y la presencia de una importante
diversidad paisajística. Al norte dominan las cuarcitas que dan forma a un
relieve abrupto, de encajados barrancos, como se pone de manifiesto en
Despeñaperros o en la Cascada
de la Cimbarra. Según
descendemos, aparece un relieve de pizarra más suave, que atesorara gran parte
de los filones metalíferos del histórico distrito minero Linares-La Carolina. Entre
estas rocas se cuelan gigantescos bolos y canchales de granito que tienen su
mejor exponente en la llanura Pedrocheña que ocupa el norte del parque natural
de la Sierra
de Cardeña y Montoro. Ya en contacto con el valle del Guadalquivir, la sierra da
paso a solitarios cerros de arenisca, antiguos depósitos fluviales cuya piedra
es usada tradicionalmente para los edificios monumentales de los municipios serranos
y que también ha dado lugar a elementos geológicos de sumo interés, como el
conjunto de huellas de dinosaurio (icnitas) de Santisteban del Puerto.
Los bosques de encina, en su mayoría adehesados, manchas mixtas de
acebuches, quejigos y alcornoques, y, en las umbrías frescas y húmedas,
bosquetes de roble melojo van a caracterizar la flora de estas sierras, dando
lugar a una de las masas forestales mejor conservadas de la Península y a uno de los
enclaves más singulares y de mayor valor ecológico de todo el territorio
andaluz. El matorral noble es denso y diverso en las zonas menos alteradas,
siendo las especies más frecuentes madroños, lentiscos, labiérnagos,
aladiernos, espinos, mirtos y brezos y a los que se les unen coscojas. La
vegetación de ribera, con presencia de sauces, fresnos, almeces y alisos, forma
en ríos como el Yeguas o el Jándula algunos de los bosques de galería más auténticos
de Andalucía.
Por sus agrestes laderas se mueve la población más
numerosa de lince ibérico, uno de los carnívoros más amenazados, o el lobo, que
encuentra en estas sierras su principal cobijo en Andalucía. Es de destacar la
presencia de un número importante de grandes rapaces que pueden avistarse con
facilidad desde los senderos señalizados, como son águila real, buitre negro o
búho real, aunque el principal protagonista de esta sierra es el águila
imperial ibérica. También se contabiliza una buena cantidad de parejas de
cigüeña negra, cernícalo primilla y otras especies variopintas como nutria,
meloncillo y un endemismo exclusivo de las aguas de los ríos Jándula y Rumblar:
la Bogardilla. Las
especies de caza mayor, como ciervo, jabalí y gamo, campean aquí por algunos de
los cotos cinegéticos más prestigiosos de la Península.
En la zona más oriental, sobre el Guadalquivir, a modo
de atalaya que controla el importante cruce de caminos sobre el que se sitúa,
Montoro es el máximo exponente monumental de este espacio: la Casa Ducal , las
parroquias de Nuestra Señora del Carmen y San Bartolomé o el edificio de las
Tercias, Museo del Olivo, son solo una muestra que se complementa con la
arquitectura popular de las aldeas, como Venta el Charco, y las molinas, viejas
almazaras levantadas sobre una roja piedra local, la molinaza. Hay también
artesanos que siguen haciendo de lo que da la tierra una obra de arte; así
aparecen maestros de la miel, mazapán, esparto, corcho,…, y hasta del calzado
más artesano.
La presencia de suaves pendientes determina un
escenario excelente para la práctica del senderismo, pero también para realizar
rutas ecuestres y de cicloturismo aprovechando en su caso puentes, como el de
las Donadas, o viejas calzadas romanas que surcan estas tierras. Según
ascendemos, donde el control de los caminos es fundamental, la historia ha ido
moteando de bastiones los oteros, como es el caso del castillo de Azuel o las
atalayas de las Mañuelas y El Escorial. Pero es la arquitectura menor, como
herramienta de la economía, la que identifica a la dehesa, apareciendo por
doquier abrevaderos, vallas y bardales realizados con la dura materia prima que
la soporta: el granito.
El
pantano de las Tejoneras, a poco más de seis kilómetros de Cardeña, permite que
los aficionados a la observación de las aves encuentren aquí un enclave de sumo
interés. Para los que buscan sosiego, el tránsito otoño-invierno es interesante
por la recogida de setas o la observación de la berrea, que el amante de las
tradiciones puede combinar con la apreciación de la cría del cerdo ibérico en la
dehesa y la visita a un centro de transformación de sus carnes.
En la zona central, al este del Yeguas y
en el parque natural de las Sierras de Andújar, aparecen repartidos por toda su
geografía senderos, uno de ellos señalizado como de Gran Recorrido (GR-48 de
Sierra Morena), miradores, áreas recreativas y un jardín botánico que permiten
que el turista disfrute de uno de los bosques mediterráneos mejor conservados
de la Península. Un
escenario idóneo para la práctica de actividades de bajo impacto ambiental,
como el senderismo o la caza fotográfica. La existencia de una calzada de
tierra que une el centro de visitantes de las Viñas de Peñallana, puerta del
parque natural, con el poblado de El Centenillo, permite observar la disparidad
paisajística de las fincas donde pasta el toro de lidia y las dedicadas a la
caza. Así mismo ofrece un entorno idóneo para la observación de fauna salvaje:
durante el tránsito del verano al otoño es escenario excepcional para apreciar
la “berrea” del ciervo. Sus embalses, tanto el del Encinarejo como el Rumblar,
conforman un litoral interior que favorece la práctica náutica (canoa) y el
avistamiento de avifauna.
Con
seguridad el patrimonio cultural es otra de las grandes bazas de este espacio.
A la monumentalidad de sus municipios -Baños de la Encina y Andújar- se suma
un patrimonio arqueológico y etnográfico nada desdeñable representado entre
otros por yacimientos prehistóricos como Peñalosa, los castilletes íbero
romanos de Los Escoriales y Salas Galiarda o el poblado minero y decimonónico
de El Centenillo, edificado a la usanza británica. El Santuario de la Virgen de la Cabeza acoge anualmente la
romería en honor a la patrona de los monteros, posiblemente la más antigua de
España.
Ajeno al ajetreo motorizado que supone
la autovía A4, podemos encontrar un verdadero paraíso para los amantes del
senderismo y el cicloturismo: el parque natural de Despeñaperros. De los
senderos que ofrece el espacio protegido, el de la Cueva de los Muñecos
profundiza en el legado histórico -santuario ibérico- y el del Barranco de
Valdeazores ofrece un destacada riqueza botánica y unos privilegiados enclaves
para observar la fauna: desde el mirador del Collado de la Aviación se puede avistar
al buitre leonado o al águila real sobrevolando el monumento natural de Los
Órganos.
Con la llegada del otoño y las primeras aguas, es también una zona de interés para
escuchar la berrea del ciervo o recoger níscalos; pero sin lugar a dudas es un
espacio en el que se puede conocer con profundidad el arte rupestre esquemático
-Cueva del Santo o Vacas del Retamoso-, Patrimonio de la Humanidad , pues a la
cantidad de recursos presentes se une la posibilidad de realizar visitas
guiadas con personal formado. En este sentido, es interesante desplazarse a la
vecina localidad de Aldeaquemada, al paraje natural de la Cascada de la Cimbarra , donde un
escenario natural impresionante cobija un número más que notable del mejor arte
rupestre.
Pero
es y ha sido el eje viario hacia la llanura manchega, de ahí que aún
encontremos un legado más que interesante vinculado a esa mudanza: calzada
romana del Empedraíllo, Venta Nueva (siglo XVIII), la Estación ferroviaria de
Santa Elena o los castillos de Castro Ferral y las Navas. Es interesante
también conocer sus aldeas, como la
Aliseda , que concentró uno de los balnearios más destacados
del siglo XIX; o la de Magaña, de un valor etnográfico más que sobresaliente.
Estos mismos barrancos fueron escenario de acontecimientos bélicos de primer
orden, como la Batalla
de las Navas de Tolosa (1212).
Ajeno
a los espacios protegidos, la comarca del Condado, en la zona más oriental de la Sierra Morena de Jaén y lindera
con la Sierras
de Segura y el manchego Campo de Montiel, se eleva hogaño como un verdadero
territorio museo. Opidum como el de Giribaile (Vilches), cascos históricos como
los de Vilches, Santisteban del Puerto, Castellar y la bella atalaya de
Chiclana de Segura, núcleos ilustrados como Arquillos o el santuario ibérico de
La Lobera en
Castellar son solo la aguja de un pajar por aún explorar.
Fotografía: Alex Casas.
Fotografía: Cati Sabalete.
Fotografía: Proyecto Peñalosa.
Fotografía: Cati Sabalete.
Fotografía: Cati Sabalete.