domingo, 9 de junio de 2013

Los espacios naturales de la Sierra Morena Atlántica


Estas tierras al noroeste la Comunidad Andaluza, situadas en la zona centro-occidental del macizo de Sierra Morena, a modo de barrera que engulle los vientos húmedos provenientes del Atlántico, dan cobijo a la más bella fusión entre cultura y el marco natural que le da abrigo. Pueblos de calles empedradas motean de blanco amplias dehesas de encinas y alcornoques por las que campan a sus anchas piaras de cerdos ibéricos, venados y jabalíes; olivares ecológicos salpicados de huertas, castaños y viñedos derraman por estas sierras la más bella luz del atlántico.
 
Son sierras donde dominan materiales fácilmente erosionables, como pizarra, cuarcita o esquisto, que dan lugar a un relieve suave, en el que alternan anchos valles adehesados con cimas de bosques cerrados y barrancos encajados por los que discurren los principales ríos (Ribera del Chanza, Múrtigas, Ribera de Huelva, Huéznar o Bembézar). En las cotas más elevadas mármoles y dolomías, cuya erosión se produce por disolución de la roca, son causa de la existencia de elementos geológicos de gran interés como la Gruta de las Maravillas, los travertinos de Alájar y Zufre, el Cerro del Hierro o las Cascadas del Huésna. Hay también presencia de rocas de origen ígneo, principalmente granito (como los batolitos de las Peñas de Aroche o de El Pedroso), cuya existencia está vinculada a ricos filones metálicos que han condicionado la intensa e histórica actividad minera que ha caracterizado a estas comarcas.
 
La influencia del océano Atlántico determina un clima de moderadas temperaturas y elevada pluviosidad, idóneo para el desarrollo de la exuberante vegetación que se extiende sobre el conjunto de cadenas montañosas que conforman su relieve. El respeto por los usos tradicionales de este bosque ha favorecido el desarrollo de excepcionales dehesas hoy declaradas como Reserva de la Biosfera por el Programa MAB de la UNESCO. Las casi 450.000 hectáreas de la Reserva de la Biosfera Dehesas de Sierra Morena engloban, además de las típicas formaciones abiertas de encinas y alcornoques, castañares, quejigares, rebollares, manchas de matorral noble, bosques de ribera, campos de cultivo y recogidos asentamientos humanos.
 
La diversidad de hábitats y su estado de conservación permite la presencia de la mayoría de especies  emblemáticas de la fauna andaluza. Así, las zonas más densas del bosque mediterráneo dan cobijo al gato montes, el tejón, el meloncillo, la garduña, el turón y esporádicamente al lince ibérico, además de especies cinegéticas como el jabalí y el ciervo. Asociados a los cursos de agua y protegidos por una densa vegetación de ribera encontramos gran diversidad de anfibios y especies esquivas como la nutria y la cigüeña negra. En los ambientes rocosos destacan el águila real y el águila perdicera, además de alimoches y buitres leonados. En las dehesas y bosques aclarados son más frecuentes la gineta, la comadreja, el zorro y aves como el águila imperial, el ratonero, el milano real, el águila calzada, el águila culebrera o el buitre negro. Esta última especie tiene en el paraje natural Sierra Pelada y Rivera del Aserrador la mayor colonia nidificante de Europa.
 
La Sierra Morena Atlántica conserva además de los valores naturales mencionados un patrimonio cultural de gran valor. Al oeste, el carácter fronterizo de la comarca de Aracena y Picos de Aroche, primero con las tierras Andalusíes y después con la raya de Portugal, marcó en gran manera la talla del territorio. Pero ha sido el quehacer cotidiano, en perfecto entendimiento con el marco natural, lo que ha permitido que este espacio protegido sea un cúmulo de elementos paisajísticos de sobresaliente valor.
 
De lo primero es fiel testigo la infinidad de castillos y fortalezas, algunas mudadas a día de hoy a cosos taurinos, que coronan atalayas y altozanos y que fueron germen de gran número de los pueblos de la sierra: Aracena, Almonaster la Real, Aroche, Cortegana, Cumbres de San Bartolomé, Cumbres Mayores, Cala y Santa Olalla de Cala. De lo segundo, son más que una muestra los cientos de kilómetros de hilo enhebrado en piedra que surcan la dehesa a modo de cañadas y sendas arrieras; pero también lo son los molinos que salpican ríos y arroyos, como los de Atanasio y Rivera de Mari Prado (Arroyomolinos de León) o la Rivera del Hierro; las fuentes y lavaderos que llevan riqueza a huertas y ruedos (Doce Caños en Fuenteheridos, Redonda en Cañaveral de León, del Carmen en Galaroza, Plaza de Toros en Castaño del Robledo, Vieja en Linares de la Sierra, Tres Caños en Santa Ana la Real, del Concejo en Zufre, o de la Corte y Puerto Gil en sendas aldeas de Corteconcepción); minas, como las de La Sultana, Cala o Teuler; …o la presencia de diez municipios catalogados como Bien de Interés Cultural por el valor patrimonial de sus conjuntos históricos.
 
En el plano monumental no podemos obviar la presencia de elementos tan notables como los menhires y dólmenes de Aroche también conocidos como Piedras del Diablo, la ciudad hispano romana de Turobriga, situada junto a la ermita de San Mamés, la mezquita de Almonaster (siglo X) o la espléndida arquitectura historicista desarrollada por Aníbal González en Aracena y su entorno más inmediato.
 
Al norte de la provincia de Sevilla y dando cobijo a la Vía de la Plata, el perfecto y continuo entendimiento entre este territorio y sus gentes ha condicionado que el patrimonio que alberga sea más que sobresaliente. En este sentido, tenemos los enterramientos de la Cueva de Santiago en Cazalla de la Sierra (Sevilla) o los monumentos declarados como bien de interés cultural que ascienden a veintiséis, de entre estos destacan los de materia religiosa, como Santa María de las Nieves (Alanís), Ntra. Sra. de la Consolación (Cazalla de la Sierra), Santa María de la Encarnación (Constantina), Santa Ana y Santa María de la Asunción (Guadalcanal) y Ntra. Sra. de la Consolación (El Pedroso); los vinculados a la defensa, como los castillos de Almadén, El Real de la Jara, Puebla de los Infantes, Ventosilla y Monforte en Guadalcanal; y los conjuntos monumentales: Cazalla de la Sierra, Constantina y Guadalcanal.
 
Pero la historia ha querido que la actividad cotidiana se elevara a modo de monumento al trabajo de sus gentes. Así, por doquier, encontramos ejemplos de retazos vinculados a las actividades que el hombre ha venido desarrollando en dehesas y cultivos, topándonos con haciendas, cortijos (Los Aguado en El Real de la Jara), lagares y tribunas (relacionados con la producción de vino), destilerías de anís o cazalla (El Clavel, La Violetera o Miura entre otros) y almonas -almacén- (Guadalcanal, siglo XIII). Otros ligados a los usos y domesticación del agua, como batanes, molinos (Molino del Corcho, siglo XV), fábricas de luz (La Sevillana y el Martinete), pozos de nieve (Constantina, siglo XVII), puentes (el romano de Guadalcanal), fuentes, pilares y lavaderos. O apegados a la explotación del subsuelo como la Mina del Cerro del Hierro y sus poblados (tanto el de los trabajadores como el de la Administración inglesa), las canteras de Almadén o la fundición de El Pedroso, uno de los primeros altos hornos de España que estuvo situado en la confluencia del arroyo San Pedro con el Huéznar.
 
Ya en la zona más oriental, en el parque natural de Hornachuelos, la bipolaridad del relieve invita a la práctica de senderismo, tanto para el amante de la naturaleza como para el que gusta de comprender la relación histórica entre el hombre y su medio; pues la sierra, abrupta y cortada, rica en filones mineros, ha favorecido actividades como la minería -complejo de La Plata-, los caleros -Huerta del Rey-, la apicultura, la cría de cerdo ibérico, la caza o el “retiro místico”, que tiene como mejor exponente el monasterio franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles. Por otra parte, podemos apreciar por doquier restos de la cultura del agua: molinos -de la Paloma-, puentes, norias -Escalonías-, fuentes -del Barranco del Caño de Hierro-, canales y presas. Este contraste territorial es también causa de la riqueza cinegética de estos pagos, tanto menor como mayor, siendo también soporte de otras actividades menos agresivas con el medio como la caza fotográfica o la observación de la berrea del ciervo.
 
La vega, con buenas comunicaciones y codiciada históricamente por su riqueza agrícola, fue ocupada desde muy pronto por comunidades humanas, como así dejan entrever los dólmenes de la Sierrezuela, en Posadas. Esta doble condición provocó la presencia calzadas romanas, cañadas ganaderas y castillos, como Hornachuelos, el magnífico de la Floresta en Almodóvar del Río o el de Moratalla, transformado durante el siglo XIX en espectacular y cinegético palacio.
 
Por otra parte, los embalses presentan una oferta en materia de educación ambiental, aventura y deportes náuticos (como esquí acuático) muy consolidada, que se suma a la riqueza agroalimentaria: la carne de caza, las chacinas de cerdo ibérico, miel y polen, naranjas y la repostería artesana que elaboran las “descalzas” de la aldea de San Calixto son manjares que debe degustar el viajero a su paso por estar tierras.

Cañada ganadera de la Sierra de Aracena

Gruta de las Maravillas en Aracena

Embalse del Pintado

Cerro del Hierro en San Nicolás del Puerto

Hornachuelos

Castillo de Almodóvar

No hay comentarios:

Publicar un comentario