jueves, 3 de febrero de 2011

A vueltas con la candelaria

Cuando miro atrás, con alguna incertidumbre, me veo toda la vida dedicando dos meses del año, desde La Pura hasta el mismo 2 de febrero, a la faena de la candelaria. La memoria, como la propia vida, es bastante engañosa y con seguridad no empecé a trajinar en estos menesteres que devanean entre lo lúdico y las enseñanzas de la vida de los antaño pueblos, hoy segundas periferias de la modernidad, hasta los siete u ocho años, ya instalado de manera definitiva en los arrabales del Corralón. Pero empeñado en la memoria quiero seguir creyendo que fue y ha sido desde toda la vida.

Entre tanto ajetreo pasaban las navidades como en un suspiro, casi sin afectar a nuestros empeños cotidianos; creo que puedo asegurar que no eran de las fiestas más preciadas por los zagales que éramos en aquellos años. Bueno, pues puestos en el tajo, como era de esperar, ir a por leña, pues que como que íbamos muy poco. A ratos, los sábados por la mañana que, a buen seguro, acababan en gresca. Cierto es que gran parte de la materia a consumir la teníamos bien cerrada, pues diariamente éramos perceptores de los haces de ramón de las cabras que Daniel tenía en un cuadrichín al final de la calle Trinidad, casi lindero con el Pozo de la Vega.

Los primeros impulsos, antes de finar el año, se dedicaban a segar un poco de tomillo por encima de la Cueva del Grajo, que, una vez seco con los gélidos días de invierno, haría de corazón de la trama en el momento de la combustión, ¡vamos, de encendija! Con tamaña recompensa asegurada y el botín de Daniel, las rentas tomaban cobijo en nuestro cuchitril del Cotanillo. Pero aún así, con la pertinaz excusa de buscar leña, de cuando en cuando, nos escapábamos por los arrabales de los Ruedos con el claro objetivo de apropiarnos de las cosas de un entorno del que cada vez queríamos ser más protagonistas.

En éstas, una mañana de sábado como otras muchas de los crudos inviernos que debían preceder a la candela, nos subimos a la Piedra Escurridera a recoger alguna rama seca de quinino, pero con el evidente objetivo de tentar nuevas experiencias. Tras la pertinente escurrida solapada, nuestro afán no era otro que afirmar como cierto que en la dehesa pastaban los toros de Pedrín el de Leoncio, y eso sólo se demostraba rondando por bajo de la Alcubilla. Ante la cansina mirada de dos vacas y tras varios intentos de cruzar la alambrada, fuimos a concluir que saltar y correr era la opción más adecuada; y así se hizo no sin alguna que otra caída entre alambres, varios improperios, muchos achuchones, alguna escurrida hacia el arroyo,… y una carrera de muerte hasta la cola de la Picoza con Cerro Molinos. Y a todo esto, bajo la escurridiza y burlona atención de las morlacas que quedaron con la quietud de quien pace en su casa.

Era día de estreno. Había heredado, o como luego y muy a menudo diría mi hermano, confiscado una camisa vaquera, de broches blanco nacarados, a mi padre. Quizá, desde entonces, perdí el mayor interés por la ropa. Bueno, pues en esas, muy orgulloso de mi prenda y mi veloz y nada accidentada carrera, me pavoneaba junto a una barca de las viejas. Apenas la dejamos caer en el agua, cuando un vozarrón hizo que se nos cayera el alma. Fue toda una, soltar y de nuevo correr en travesía inversa hasta superar por lo bajo los espinos de la alambrada.

Cuando ya pausado quise recuperar el resuello, la conciencia, perdido el vértigo que trajo consigo la hazaña, vino a reclamar su atención dejando constancia de un fino pinchazo en la espalda, donde un enorme siete hizo trizas mi momentánea galantería.

Así que cuando este año mi José Fernando, en un desliz de la Xbox y saltando sobre su tradición, me dice que este año quiere hacer la candelaria con sus compañeros, aunque tardía, dejo escapar una sonrisa. Bueno, ¡ahora sólo le queda saber que el ramón tiene que estar ya cortado de la oliva y tirado en la camá, para la próxima!

4 comentarios:

  1. !Que montón de tiempo hacía que no oía yo eso de la candelaria!, lo había aparcado por completo en la memoria... que buenos recuerdos... será porque aqui no se hace nada de eso y se pasa directamente de Navidad al carnaval(entroido como dicen aqui).Gracias por trasportarnos un poco en el tiempo, al menos a mí.

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  2. Gracias por remover recuerdos y sentimientos positivos,yo recuerdo que ayudaba a recoger leña para luego subir al Santo Cristo y quemar saltando alrededor de la lumbre, como si de un rito pagano se tratara ( tengo mis serias dudas que no fuera asi)cantando algo parecido a esto, ....mozo viejo que o te casas , que te estas arrugando como las pasas, que dame la mano, que dame la otra, y seguia y seguia.
    Un abrazo.

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  3. Como me rrio de tu fachurias como sabes que te conosco muy bien parece que te estoy biendo un ABRAZO

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  4. ¡Qué recuerdos! Yo siempre iba a la candelaria de la calle Las Heras, la que se hacía al lado de la "casa hundía" (casa de Eufrasio hoy).¡¡QUÉ BIEN ME LO PASABA!!

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