A media calle Cestería, un rincón que todavía agosta acunado por unas maneras de hacer que no entienden de prisas y agobios, nos remira un gato de pelo brillante que se relame con parsimonia y cierta desconfianza. A uno y otro lado de la calle, junto a la puerta de las viviendas, apreciamos algunos mojinetes de piedra, a modo de sencillos poyos cilíndricos elaborados con la excelente arenisca color salmón de las canteras locales. Las fibras de esparto, una vez cocidas bajo las aguas del río Rumblar* o soterradas en estiércol, eran majadas o machacadas sobre esta dura superficie mediante mazos de madera. Posteriormente, una vez domeñados los manojos de esparto, se utilizaban para trenzar pleitas y tomizas con las que fabricar serones, capazos, barjas, maromas…, y hasta canastas y cestas. Estos ingenios pétreos siguen salpicando la calzada y justifican el apelativo de la calle, que en origen no era otro que Cestería pese a que nos empeñemos en adornarla con el sobrenombre de Conquista. Como ocurre con Patricio, del que llegados hasta aquí no deben sorprendernos dislates, y sopesando que la poca población de la aldea bajomedieval no daría para la existencia de un gremio consolidado y jurídicamente constituido, hay quienes sugieren que la designación podría derivar de la presencia, más o menos estable y coyuntural, de un número incierto de asalariados que, en este enclave y cobijados en chozas o en las cuevas mencionadas más arriba, elaborarían el conjunto de la ‘industria’ vegetal necesaria y utilizada al por mayor para la colosal construcción de San Mateo (maromas, serones, esportones y esportillas, aguaderas, alpargatas, etc.). Otra opción posible es que fuera morada de gentes en continua mudanza, que eventualmente y de manera periódica se instalarían en el lugar. Este sería el caso de los gitanos canasteros —cesteros—, pues no en vano este oficio era una de sus principales dedicaciones laborales y por entonces, en las postrimerías del siglo XV y comienzos delas XVI, estas gentes ya llevaban algunas décadas viviendo en el Reino de Jaén. De este hecho ha quedado constancia en los ‘Hechos del Condestable D. Miguel Lucas de Iranzo’ (1462).
* ‘Teniendo la Experienzia de que en los años faltos, y escasos de Aguas los pozos y fuentes de Agua dulze que sirven para el Abasto comun de esta Villa án escaezido de forma que ha sido preziso ocurrir por agua al Rio herrumbrar, y aunque no haya esta nezesidad muchas Personas la traen por ser espezial para conservazion de salud por su bondad, ordenamos que desde el dia fin de Mayo asta el Ultimo de octubre no se labe ropa, cure Lienza, ni se éche a Cozer Cañamo, Lino ni otra semilla alguna en dicho Rio desde el Molino de pan moler que llaman Zeron arriba pena de treszientos maravedíes á el que contravenga á esta disposizion áplicados por terzeras partes, Juez, Denunziador, y Caudal de propios de esta Villa’.
Ordenanzas Municipales de Baños de la Encina y Villanueva de la Reina’, ordenanza 29
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